Revista Cátedra, 7(1), pp. 17-36, enero-junio 2024. e-ISSN: 2631-2875
https://doi.org/10.29166/catedra.v7i1.5037
al acostarse en ella. Pero el colchón era mísero, estaba hecho de paja de
páramo, tiesa y fría, llena de aristas heladas que se introducían por el
pellejo, hasta tocar los huesos (Yánez, 2010, p. 266).
Se puede establecer una analogía entre la parte interna y externa de la cama con la imagen
de Catalina, cuyo estereotipo es el de una mujer beata que muestra un exterior reservado,
pendiente de seguir la norma, pero con una carencia de sentimientos que intimida. Sin
embargo, su ser interno es frío, desgastado, tieso, al igual que el colchón. Según Sánchez
(2005) “el imagotipo consta de varios elementos, entre ellos las imágenes, los estereotipos
o prejuicios” (p. 24) En el personaje de Tía Catalina se puede ver retratado el estereotipo de
una mujer reprimida que se refugia en la religión como una forma de enfrentar en mundo
exterior que la lacera, porque su ser interno al igual que la paja del colchón de la cama papal,
se encuentra seco.
4.4 Las imágenes de la pileta: sirena, pescado, manneken pis
Estas tres imágenes tienen como factor común el agua, símbolo del fluir del tiempo y de las
generaciones que se renuevan en la familia de Bruna. La sirenita estaría vinculada con la
desinhibición, la espontaneidad, la femineidad que caracterizaba a la casa, mientras Camelia
la llorosa la lideraba. Esta imagen de lo novedoso representa el nuevo mundo que descubrió
Camelia en su viaje y la sensualidad que caracteriza a este personaje femenino.
Cuando tía Catalina estaba al mando de la casa reemplazó a la sirenita por un pescado de
piedra. Ella adujo este cambio a que el pescado fue el primer símbolo de la cristiandad, y al
ser la religión, en la manera en que ella la comprendía y practicaba su principal referente,
decidió este cambio. La religión desde una concepción tradicional constituía el eje que
guiaba la vida de Catalina, lo que se reflejaba en la imagen del pescado en la pileta. Este
símbolo ubicado en un lugar estratégico de la casa familiar constituía un refugio frente a lo
que Catalina consideraba un mundo impuro.
Con el manneken pis, que pasó a reemplazar al pescado, se retorna a la novedad a conocer
nuevos mundos a través de desplazamientos migratorios y que ahora vienen de la mano del
hermano de Bruna, cuando él viaja a Europa. El manneken pis, al igual que la sirenita, son
imágenes descubiertas, que prescinden de vestimenta y que en cierta medida representan
libertad y abolición de ataduras, así como también la desinhibición que muestra al ser
interno. Estos tres elementos que con el aparecimiento de cada generación familiar se
reemplazan en la decoración de la pileta de la casa de Bruna, se relacionan por el fluir de
líquido, la sirena y el pez habitan en el agua, mientras que del manneken pis emana líquido
en forma de desecho. Se comprende, entonces, a este último símbolo como una antesala para
la disolución de la familia de Bruna.
Faltaban pocos días para que la casa de la abuela fuera demolida. Iban a
tirar las paredes que cobijaban tantas vidas de niños huérfanos y tantas
generaciones. Iban a arrancar de cuajo las puertas y ventanas como
arrancaron de su lado a los hijos de María Illacatu (Yánez, 2010, p. 207).
Estas imágenes, que representan la identidad de una familia que intenta ocultar su origen,
van cambiando conforme transcurren diferentes etapas y nuevas generaciones la habitan.
Se vinculan tanto la esfera familiar como la social en un espacio atravesado por lo religioso
y lo mundano y dentro de la novela se cuestionan porque ninguna de estas esferas brinda la
posibilidad de libertad de sus personajes. Al contrario, se confirman o avalan estos espacios
de sumisión lo que perpetua la idea de centro periferia y su influencia dentro de la esfera