Revista Cátedra, 7(1), pp. 53-75, enero-junio 2024. e-ISSN: 2631-2875
https://doi.org/10.29166/catedra.v7i1.5431
través de los desafíos. Lo que fundamenta la importancia de cultivar este tipo de motivación
desde el aula para promover un aprendizaje exitoso.
En este sentido, parafraseando a Abreu y De la Cruz es importante conocer el nivel de
motivación intrínseca de los estudiantes, pues, se puede propiciar la implementación de
intervenciones efectivas para fortalecer valores éticos, y morales que fomenten y
promuevan su desarrollo intelectual y emocional. Lo que se asume como un determinante
esencial en la formación integral de los estudiantes hacia un exitoso egreso de las diferentes
carreras universitarias como futuros profesionales (Abreu y De la Cruz, 2018, p. 478). Dicho
esto, según Lorente, se puede observar que el desarrollo de la motivación intrínseca resulta
más fácil de lograr cuando se encuentra asociada al interés personal. Para ello, es necesario
que se encuentren conscientes de por qué aprenden, cuál es la necesidad de aprender y de
la manera cómo pueden aplicarse los conocimientos de forma práctica, no solo como futuros
profesionales, sino más allá de esto, en la cotidianidad y el contexto en el que se
desenvuelvan (Lorente, 2019, p. 11).
Bernate y Guativa señalan que en el área de la formación pedagógica, donde se enfoca este
trabajo es esencial desarrollar la motivación intrínseca en los estudiantes, a fin de que
puedan formarse dentro de la teoría y la práctica, adoptar, fijar metas elevadas, adquirir
conocimientos científicos, promover y contribuir a la mejora de la calidad de vida de manera
particular, comunitaria, y ante la sociedad en general, dentro del proceso de formación
universitaria (Bernate y Guativa, 2020, p. 151). Adicional a esto, sobre todo, en la educación
superior, “se fusiona cada vez más la tecnología con la pedagogía al incorporar el uso de
recursos digitales, adoptando modelos formativos centrados en el estudiante” (Yigzaw et
al., 2019, p. 2). Sobre este se han utilizado más herramientas, técnicas, y estrategias
utilizadas con el propósito de contribuir en la mejora del proceso formativo, y educativo en
este nivel, dejando atrás prácticas propias de los sistemas tradicionales, desarrollando
procesos donde el estudiante sea el verdadero protagonista, todo ello implementado bajo
métodos actualizados, innovadores, dinámicos, creativos e interactivos.
Así, Revelo menciona que los procesos educativos que se llevan a cabo en las diferentes
carreras de formación universitaria deben liderar y ser ejemplo de desarrollo, y progreso
de los futuros profesionales de la educación, mostrándoles las formas en las que pueden
integrar nuevos métodos, recursos y estrategias de enseñanza a los procesos educativos
(Revelo, 2018, p. 9). Por su parte, Carrión menciona que es por ello por lo que se espera que
las actividades diseñadas bajo el enfoque de la gamificación logren proporcionar al
estudiante herramientas y estrategias que permitan ser consideradas como propuestas
innovadoras, como alternativa real y práctica de enseñanza, con la finalidad de incentivar y
fomentar la motivación intrínseca de esta población estudiantil en la mejora del
rendimiento académico (Carrión, 2018, p. 13).
La gamificación como recurso didáctico plantea el propósito de orientar a los participantes
a la consecución de un objetivo a través de la modificación de conductas, propiciando la
adquisición de nuevos conocimientos, así como mejorar las habilidades y destrezas,
ayudándoles a asumir responsablemente la realización de las actividades propuestas
(Smiderle et al., 2019; Trejo, 2019). Para lograr estos propósitos, los participantes
completarán los desafíos previamente establecidos, siguiendo las reglas señaladas al inicio
del juego, lo que despierta la motivación e interés, y promueve la consecución de los
resultados esperados.
Es relevante indicar que, en el marco de la gamificación se brinda retroalimentación, lo que
refuerza el aprendizaje, y con ello la productividad y el rendimiento académico (Heredia et