Revista Cátedra, 8(1), pp. 122-139, enero-junio 2025. e-ISSN: 2631-2875
https://doi.org/10.29166/catedra.v8i1.6281
En la tradición filosófica hay pensamientos que estiman que no se puede descartar la parte
corpórea de la persona porque es una condición sine qua non de su esencia. La persona es
un sujeto racional libre, capaz de darse cuenta de la identidad de su ser. Pues,
la sustancia humana es además esencialmente corpórea, es decir, consta
de elementos materiales debidamente organizados, y por consiguiente
posee las propiedades generales de todos los cuerpos, es decir, es
extensa, ocupa un lugar en el espacio, es cambiante con todo tipo de
cambio (de lugar, cualitativo, cuantitativo e incluso sustancial) y posee
cualidades sensibles. Es falsa cualquier concepción del hombre que
excluya a la corporeidad de la esencia del mismo, como la concepción
platónica o la cartesiana, o la de aquellos otros que entienden al hombre
como pura historia o mera libertad. El cuerpo no es algo que el hombre
solamente tenga o a lo que esté accidentalmente unido; el cuerpo es algo
que el hombre es: una parte constitutiva de su esencia (García-López,
1976, p. 17).
Ampliando con nuestra argumentación desde perspectivas sociológicas y culturales del
concepto de persona. Se vincula mucho a la cuestión de dignidad y de valores. Por dignidad
entendemos que, la dignidad de la persona se presenta como característica innata y esencial
del ser humano que lo hace merecedor de un tratamiento cónsono con su substrato”
(Domínguez Guillén, 2019, p. 81). La persona humana es el gran protagonista de todas las
expresiones de vida social, por ende, tiene una dignidad. Y, esa dignidad le hace superior a
todos los demás seres vivos existentes. A través de los valores, se hace alusión obviamente
a las acciones como correctas que llevan a la persona a crecer en su dignidad. Estos valores
están relacionados con las virtudes. Grosso modo, los conceptos persona y hombre en el
contexto bantú-fang aluden más bien a rangos de valor. La realización del mundo de los
valores significa que el individuo se eleva a la categoría de persona, pero sin renunciar a su
esencia intrínseca.
3. Sobre las comunidades africanas
Para comprender la complejidad de la estructura social de los africanos, hay que tener en
cuenta la importancia que ellos dan a la sociedad, en relación con la vida del individuo y de
éste con la comunidad, y diferentes grupos o unidades sociales que la componen. “Ellas, se
nos presenta una amplia visión de formas de relación interpersonal, que, si bien no son
suficientes para configurar el ser de lo comunitario, le suministran la base vivencial
necesaria” (von Hildebrand, 1998, p. 57).
Hablar sobre África resulta muy complejo, por su diversidad. Se trata de un continente
“geográficamente enorme, con una gran diversidad en culturas, situaciones políticas,
herencias históricas (post)coloniales, poblaciones, o ecosistemas” (Comisión Española de
Ayuda al Refugiado, 2018, p. 5). Durante mucho tiempo, se ha ocultado la historia de África.
Las sociedades africanas se consideraban como aquellas que no tienen historia, a pesar de
las diferentes investigaciones, muchos antropólogos sostenían que las comunidades
africanas no podían ser objeto de estudio científico, fundamentalmente por la carencia de
fuentes y documentos escritos.
En África, las comunidades tradicionales africanas constan de varias etnias y pueblos, “cada
uno con su religión, su culto y su estilo artístico, cuyas prácticas animistas tienen en común
que todas muestran una profunda espiritualidad” (Galán Moreno, 2015, p. 9). Entonces, las
comunidades africanas constituyen un “pluralidad de pueblos, y […] grupos, con