El lado oscuro en la educación: papel del símbolo en la formación de valores, espiritualidad e ideología

 

The dark side of education: its role in the formation of values, spirituality and ideology

Mauro Avilés-Salvador

Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Quito,Ecuador

mraviles@puce.edu.ec

http://orcid.org/0000-0001-6836-8467

(Recibido: 15/07/2018; Aceptado: 15/08/2018; Versión final recibida: 10/09/2018)

 

Cita del artículo: Avilés-Salvador M. (2018). El lado oscuro en la educación: papel del símbolo en la formación de valores, espiritualidad e ideología. Revista Cátedra, 1(1), 120- 133.

 

Resumen

Los procesos educativos tradicionales han centrado su atención en la adquisición de contenidos por parte de los estudiantes. Ámbitos formativos de carácter universal como la ideología, los valores y la espiritualidad son considerados como supuestos deseables en los sistemas educativos, no obstante, no es posible dejar de reflexionar sobre su importancia y trascendencia en la formación de los seres humanos en la actualidad, más aún, en el marco de la crisis de la racionalidad moderna y la emergencia de nuevas alternativas educativas que respondan a, los complejos contextos actuales. Un espacio de incidencia de estos factores lo constituye, en el ámbito de las ciencias de la educación, el denominado ‘currículum’ oculto y, uno de los espacios por los cuales es posible la adquisición, formación y desarrollo de estos ámbitos educativos lo constituye el símbolo.

A partir de una reflexión en torno a estos de estos factores, de sus características generales y de su presencia en el contexto educativo ecuatoriano, se estudiará la importancia del currículum oculto, en general y, del símbolo como un ámbito de la racionalidad humana que evidencia un carácter universal en relación con el desarrollo de la humanidad,

Este trabajo, a la vez que expositivo tiene un carácter hermenéutico, herramienta necesaria para la comprensión del símbolo como factor educativo, el mismo que se despliega a través del desarrollo discursivo de la propuesta.


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Palabras clave

Currículum, cultura, espiritualidad, ideología, lado oscuro, símbolo, valores.

 

Abstract

Traditional educational processes have focused on the acquisition of contents by the students. Universal formative areas such as ideology, values and spirituality are considered as desirable assumptions in educational systems; however, it is not possible to stop reflecting on their importance and transcendence in the formation of human beings nowadays, joined to the crisis of modern rationality and the emergence of new educational alternatives that respond to the complex current contexts. An incidence space of these factors is constituted by the so-called hidden “curriculum”, and one of the spaces by which it is possible to acquire, train and develop these educational fields is thesymbol.

From a reflection on these factors, their general characteristics and their presence in the Ecuadorian educational context, the importance of the hidden curriculum will be studied as well as the symbol, as an area of human rationality that evidences a universal trait in relation to the development of humanity.

This research is expository and hermeneutic, being a necessary tool for the comprehension of the symbol as an educational factor, which presents in the discursive development of the proposal.

 

Keywords

Curriculum, culture, spirituality, ideology, dark side, symbol, values.

 

1.        Introducción

Pensar la educación desde una perspectiva distinta implica mover algunos “ladrillos” que han sostenido el quehacer pedagógico habitual. Uno de estos fundamentos lo ha constituido la educación formal regular, la misma que, gracias a la modernidad occidental, de carácter analítico-deductivo, ha caído en crisis. Es necesario pensar en nuevos referentes y espacios educativos que, en un ámbito de las ciencias de la educación, respondan no exclusivamente a una visión cientificista -sesgada y dicotomizante- sino a una visión más compleja e integradora y, en el ámbito del sujeto, motiven y orienten una auténtica formación integral, que tome en cuenta.

La formación de las dimensiones afectiva y emocional del ser humano ha quedado supeditada a supuestos pedagógicos deseables que, en la realidad, han sido omitidas, olvidadas, ignoradas en la cotidianidad educativa. Espacios como el axiológico, el ideológico y el espiritual responden a la universalidad del ser humano: rebasan la temporalidad y todo espacio geográfico… y son ignorados en los currículos formales. Es necesario repensar estos ámbitos en la formación humana. El símbolo constituye un espacio de reflexión posible que, presente en todos los tiempos y culturas, permite reflexionar en que otra educación.

 

2.        El lado oscuro: su presencia en el imaginario social

Frente a la educación tradicional, centrada en la transmisión de contenidos, existe otro ámbito “oculto”, no perceptible de forma evidente y, sin embargo, presente en la cotidianidad de la vida humana. Dimensiones como las de las emociones, los afectos, los entimientos, los sueños –si bien son parte sustancial de la misma naturaleza humana- han sido olvidadas, escondidas y hasta ignoradas del sistema educativo regular.


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En el imaginario público acostumbrado al séptimo arte el hablar de “lado oscuro” trae a la memoria, inmediatamente, a la saga fílmica de La guerra de las galaxias. Serie originaria de George Lucas que, perteneciente al ámbito de la ciencia ficción, recoge elementos de la naturaleza humana de carácter universal. Así, por ejemplo, las enseñanzas de la sabiduría milenaria, los conflictos bélicos entre los diversos grupos, la forma de ser, relacionarse y proceder frente a los adversarios, frente a los amigos y frente a su propia conciencia. Así, el Lado Oscuro se vuelve un “lugar común” en la serie e invita a reflexionar sobre su trascendencia e importancia tanto en la cinta como en la cotidianidad de la naturaleza humana.

La serie, en diversos momentos, presenta expresiones sobre este fenómeno, así como: “el miedo es el camino hacia el Lado Oscuro”, “el miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento. Veo mucho miedo en ti”, “miedo, ira, agresividad, el lado oscuro ellos son. Si algún día rigen tu vida, para siempre tu destino dominarán”, “la fortaleza de un Jedi fluye de la Fuerza. Pero cuidado con el lado oscuro: ira, temor, agresión; de la Fuerza del lado oscuro son. Fácil fluyen rápidos a unirse en el combate. Si una vez tomas el sendero del lado oscuro para siempre dominará tu destino. Te consumirá, al igual que lo hizo con el aprendiz de Obi-Wan” y “el miedo a la pérdida un camino hacia el lado oscuro es”. Estos, entre otros, son algunos de los momentos en que aparece esta mención al “lado oscuro”. Términos como “fortaleza”, “miedo”, “dominio”, “cuidado”, “agresión” son características de esta dimensión que, ejemplificada en la serie del séptimo arte, hacen evidentes aspectos de la naturaleza humana de carácter universal.

Pero, ¿qué es y a qué hace relación este “lado oscuro”? Este era un aspecto de la Fuerza. Las personas que lo utilizaban obtenían su poder de emociones llamadas negativas, como la ira, el sufrimiento, el odio y la violencia. Esta también estaba alineada con la búsqueda del poder supremo: el deseo de incrementar sus capacidades y su dominio sobre el entorno. En el relato fílmico los Sith fueron quienes compartían este lado oscuro y, por tanto, combatían a los héroes, es decir, a la orden Jedi. Para la filosofía Sith, esta (la Fuerza) no niega el libre albedrío, sino –por el contrario- lo fomenta al dotar de poder a quienes la usaban, aunque, paradójicamente, estos sean cada vez más paranoicos y esclavos de sus pasiones.

Por el contrario, desde la perspectiva de la orden Jedi, la fuerza les impulsaba al lado “luminoso” y les orientaba hacia aspectos positivos como el heroísmo, la valentía, la abnegación y la solidaridad. Desde esta visión, era el elemento cohesionador y benevolente para la Galaxia, cuya cercanía hacía de ellos “meras herramientas en manos de la Fuerza”.

En la comprensión de los productores de la cinta, el lado oscuro de la Fuerza se nutre de las emociones de quienes la usan y, por ello, pueden ser positivas o negativas. Las positivas (euforia, pasión, alegría) y las negativas (frustración, ira, miedo, sadismo) son parte de la naturaleza humana y, afloran cotidianamente en la vida de los seres humanos y, de forma particular o más característica, en las “situaciones límite” (muerte, soledad, momentos de triunfo, etc.). El perfil humano de aquellos que se han inclinado por el lado oscuro evidencia rasgos de cinismo y patologías tendientes a la agresividad.

En el caso de los Sith, su naturaleza está orientada al deseo de superación personal como emoción “positiva” y en la ira y frustración como emociones “negativas”. Estos consideran que su aproximación al “lado oscuro” es mucho más completo que el de sus enemigos, ya que reconocen el papel natural e inevitable de las emociones como catalizador de los poderes de la Fuerza, mientras que los Jedi tratan en vano de colocarse aparte de ellas, progresando de forma mucho más lenta e insatisfactoria. Pero al igual que los Jedi,

 

 


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desalientan explícitamente el amor y las emociones positivas: las consideran conducentes a la misericordia, el auto sacrificio y el cese de las ambiciones, cosas que son contrarias a su forma de ser (http://es.starwars.wikia.com, s.f., pág. 2).

A partir de estas reflexiones, se pretende reflexionar sobre algunos aspectos olvidados de la educación formal y supeditada, para su formación, a lo que se denomina “currículum oculto”. Entre los elementos más significativos están la formación de los valores, de la espiritualidad y de la ideología. Estos tres elementos, cada uno propio de su ámbito (ético- axiológico, religioso-espiritual y político-social) han sido parte constitutiva de la naturaleza humana desde sus orígenes, pero, debido a la formación racional de carácter empírico analítico que ha caracterizado la educación en occidente, han sido olvidadas o relegadas. Su aprendizaje ha sido propuesto de una forma superficial, teórica y, en el mejor de los casos, propuesta como actividad “extracurricular” u optativa en la formación de los alumnos.

 

3.        Los valores en la formación escolar

La disciplina que estudia los valores, como ámbito de la Filosofía, es la Axiología y, su presencia en el ámbito de la reflexión filosófica es más bien reciente: data de mediados del siglo XIX. Uno de los autores más reconocidos en el estudio de los valores, Risieri Frondizi (2010), afirmará que

los valores no existen por sí mismos, al menos en este mundo: necesitan de un depositario en que descansar. Se nos aparecen, por lo tanto, como meras cualidades de esos depositarios: belleza de un cuadro, elegancia de un vestido, utilidad de una herramienta (pág. 16).

Tras un análisis de estos ejemplos, es importante destacar el papel que el valor tiene sobre el objeto: a la vez que es distinto de él, lo caracteriza. Según Frondizi (2010), “los valores pertenecen a los objetos que Husserl llama ‘no independientes’, es decir, que no tienen sustantividad. Esta propiedad… es una nota fundamental de los valores” (pág. 17). Al no tener esta independencia, su formación tampoco es generada por la voluntad, el ser humano no motiva conscientemente su formación. Por ello, no cabe afirmar “hoy desarrollaré este valor” o “quiero tener tal o cual cantidad de este otro valor”. En el proceso de formación de la conciencia moral es la razón la que elige, libremente, por qué optar. El objeto elegido se convertirá en valioso para el sujeto. Frondizi llama a los valores como “parasitarios”, debido a que su existencia depende de su cercanía o vínculo con objetosreales.

Tradicionalmente, la reflexión filosófica en tormo a los valores1, ha estudiado los valores y su relación con los objetos reales. Los primeros “son”, en cuanto tienen ser y, de forma distinta, los valores “valen “y, lo hacen en función de la relación que guardan con los objetos de los cuales dependen o con los cuales se relacionan. Para Frondizi (2010), “la calidad de valioso o no de un objeto estará dada por una jerarquía, importancia o sentido que un grupo humano, según sus necesidades y características, haya dado a un determinado objeto” (pág. 45). Así, por ejemplo, una persona es valiosa, una sociedad es trabajadora, un amigo es fiel, etc.

 

 


1La Axiología, de reciente creación, es la disciplina filosófica que tiene a su cargo el estudio de los valores.

 

 


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A los valores se los puede ordenar de forma jerárquica, se pueden proponer valores superiores y, según la propuesta de Max Scheler, ello dependería de dos criterios fundamentales: su polaridad y su jerarquía2.

Para Frondizi, (2010) no se debe confundir la ordenación jerárquica de los valores con su clasificación. La primera obedecería a criterios de valoración social y a su relación con el objeto; la clasificación no dependería sino de la convención de un determinado grupo humano. Generalmente, los seres humanos prefieren los valores superiores a los inferiores, variando su elección según necesidades y requerimientos. La aceptación de un determinado valor variará según las condiciones y características del individuo o de la comunidad.

 

4.    Los valores en el currículo

Al caracterizarse los valores por no ser independientes y, por el contrario, debido a que evidencian un carácter parasitario (no se presentan sin un objeto real); su presencia dentro de los procesos formativos expuestos en los diferentes currículos no es susceptible de verificación o comprobación.

Para proponer algunos ejemplos, en la Reforma Curricular de la Educación Básica (cfr. Ministerio de Educación y Cultura, Propuesta consensuada de reforma curricular para la Educación Básica, 1996) en el Ecuador, tanto la formación en valores, como la interculturalidad (entre otras) fueron consideradas “ejes transversales” del currículo, los mismos que, al no ser obligatorios, casi ningún proyecto educativo de centro evidenció el trabajo en esta dimensión educativa.

Otro ejemplo ese lo encuentra en la Reforma del Bachillerato General Unificado, en cuya propuesta curricular el estudio de los valores se limitó a una unidad (Ética y Estética) de la asignatura “Desarrollo del Pensamiento Filosófico”. En la actualidad, tampoco está incorporada en la asignatura sucedánea (Filosofía). La formación en valores, por lo tanto, se encuentra entre los ‘supuestos’ que la institución escolar transmite y ofrece a los discentes.

Adicionalmente, si bien las propuestas educativas que promueven un “currículo por competencias” ponen énfasis en el desarrollo de conocimientos y habilidades, la “formación en valores”, al no ser verificable en un periodo determinado y al estar supeditada a un sujeto real, se encuentra entre los supuestos deseables en la educación impartida por la institución escolar. El camino presentado en los sistemas educativos hegemónicos no toma en cuenta a los valores en el proceso formativo ni garantiza su cumplimiento.

 

 

 

 


2Para Scheler la polaridad establece criterios entre lo positivo y lo negativo y la jerarquía da lugar a una escala de valores que, ordenada de menor a mayor sería la siguiente:

1.                        Los valores del agrado: dulce - amargo.

2.                        Los valores vitales: sano - enfermo.

3.                        Los valores espirituales, estos se dividen en:

-         Estéticos: bello - feo.

-         Jurídicos: justo - injusto.

-         Intelectuales: verdadero - falso.

4.                        Los valores religiosos: santo - profano.

 

 

 

 

5.             La ideología en la formación escolar

Gallegos (s.f.) se apoya en Laclau al intentar una definición de ideología:

la ideología no solamente es un sistema de ideas, sin orden ni lógica, todo lo contrario, es lo que le está proporcionando una identidad al individuo en tanto sujeto, pero, además, también una forma de comportamiento. Los individuos por si mismos no conforman identidades, no existen individuos aislados, es un sujeto social el que les confiere esa identidad en la medida que las interpelaciones, de determinada ideología son apropiadas por este individuo (pág. 1).

No se puede pensar un ser humano sin ideología. Esta es una dimensión que constituye y caracteriza al ser humano y que lo define como ser social. Al igual que los valores, su formación no se realiza de forma automática o ajena a una determinada comunidad o conglomerado humano; por el contrario, se evidencia y desarrolla en un individuo cuando participa en determinado grupo social.

Gallegos (s.f.), después de analizar los aportes de Laclau y Althusser, al tratar sobre la ideología, afirma que “esta tiene como función la formación del individuo en sujeto a través de la interpelación” (pág. 1). Otro aspecto importante de sus planteamientos se refiere a que no existe la ideología como un bloque, sino lo que existen son las ideologías.

Desde la perspectiva de este autor, existen distintos tipos de ideologías, por ejemplo, política, religiosa, de clase, familiar, discriminatoria, de género, las mismas que pueden presentar variantes como, por ejemplo, en el caso de la ideología política, la cual puede ser de derecha, de izquierda, de centro; una ideología religiosa puede evidenciarse como católica, musulmana, judía.

Determinadas ideologías permitirán al ser humano relacionarse o afirmarse dentro de un grupo. Esta afirmación y relación será la que construye la identidad, tanto individual como colectiva.

Gallegos (s.f.) afirma que la identidad no se manifiesta en lo ideológico, sino que se construye a este nivel, por ello,

si asumimos que la identidad se manifiesta en lo ideológico y no que esta se construye ahí, estaríamos asumiendo que lo objetivo define nuestras ideas, que las condiciones materiales de existencia nos determinan, y eso solamente es la mitad de la verdad, cayendo además en una posición exclusivamente empirista (pág. 2).

La identidad propuesta por una determinada ideología se hace presente, por ejemplo, en la diversidad de géneros, etnias, prácticas religiosas o tendencias políticas en los diferentes niveles sociales o grupos humano- Adicionalmente, puede haber cambio de ideología sin afectar a la pertenencia de uno u otro grupo: puede haber católicos pobres o grupos afroamericanos que practiquen la religión del islam. Su identidad les hará característicos, pero de ninguna forma los identificará de forma absoluta e invariable.

Si bien la reflexión, la ideología y las condiciones materiales evidencian la identidad de un grupo humano, serán estas dos últimas las que la determinan de forma más específica. Para Gallegos (s.f.), “lo que existen son múltiples elementos en la conformación de esa identidad, en tanto las condiciones materiales y las ideologías también son múltiples” (pág. 3). A la unión de estos elementos el autor denomina cultura. Y, a la cultura la definirá como “una

 


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serie de identidades definidas por ideologías, que a su vez dan una interpretación y visión del mundo, así como a los objetos, usos y costumbres, convirtiéndolas en símbolos, todo lo cual es practicado por un conglomerado humano” (Gallegos, s.f., pág. 4). Uno de los elementos que conformarán la cultura como manifestación esencialmente humana será, entonces, la ideología.

La elaboración, manifestación y consolidación de los símbolos es también un camino para la construcción de la ideología. Su aceptación y reconocimiento exigen un espacio colectivo, al propiciar la identidad de un grupo. Son representativos los casos, por ejemplo, de los símbolos utilizados por diferentes grupos ideológicos religiosos, así como los utilizados por el nazismo, el socialismo soviético y el franquismo, entre otros.

 

6.             Ideología y educación: el caso ecuatoriano

Un tema extensamente analizado en el Ecuador es la pugna liberalismo – conservadurismo, en especial, durante los siglos XIX y XX, con sus representantes: los expresidentes Gabriel García Moreno y Eloy Alfaro Delgado, respectivamente. Son distintivos también intelectuales como Juan León Mera y Juan Montalvo, además de una larga de actores que contribuyeron a esta secular pugna. Entre los tratadistas más señeros se puede mencionar a Osvaldo Hurtado (1997), quien en su obra El poder político en el Ecuador hace un detallado análisis de este fenómeno.

Las dos corrientes políticas influyeron de forma profunda en la educación ecuatoriana. La primera tendencia, el conservadorismo, impulsó el desarrollo de la educación, pero particularmente, de la confesional. De la mano de la Iglesia Católica vinieron a este país órdenes y congregaciones religiosas procedentes de Europa, quienes, poseedoras de los avances hasta entonces logrados en educación, dieron un notable impulso a la educación.

La educación impulsada por el liberalismo en el Ecuador trajo consigo aportes modernizantes, como los propuestos por la “escuela nueva” europea, en especial con los aportes de pedagogos franceses, impulsó la educación pública y la renovación de la educación. Propició la educación laica mediante la creación de centros educativos y de institutos pedagógicos (ej. Colegios Mejía, Manuela Cañizares, Instituto Pedagógico Juan Montalvo).

Las dos corrientes influyeron en el quehacer educativo del país, favoreciendo su desarrollo. Pero, es necesario reconocer que la intencionalidad de las mismas obedeció a intereses políticos de los gobiernos de turno y no a las demandas educativas del entorno, por ello, si bien su presencia es valorada y reconocida, su influencia en la actualidad es parcial.

La formación ideológica de un estudiante, si bien puede estar relacionada con los entornos familiar, escolar y hasta lúdico o recreativo del estudiante, no obedece a un diseño o propuesta curricular formal o voluntariamente provocada. Bien puede asumirse como una dimensión de lo que se llama en educación currículo oculto

 

7.             La espiritualidad en la formación escolar

Si bien esta ha sido una de las dimensiones de mayor universalidad en la historia de la humanidad –se puede hablar de una espiritualidad cristiana, budista, islámica (sufí), sintoísta, de espiritualidades ancestrales, etc.- la modernidad occidental ha reducido este ámbito a las paredes de los centros religiosos y de las comunidades que practican los cultos relacionados con estas formas de espiritualidad.

 

 

 


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Piedmont (2012) define a espiritualidad como “una motivación innata que orienta y guía el comportamiento humano en el esfuerzo de construir un sentido más amplio de significado personal en un contexto escatológico” (citado por Sandrín, 2017, pág. 345). Los rasgos de innatismo, de construcción de sentido, significado personal y contexto escatológico son elementos que invitan a la reflexión y análisis particular.

El carácter de innato que caracteriza a la espiritualidad lo acompaña el de universal. Llama la atención que, en todo el trayecto de la historia humana, de una u otra forma, los individuos y comunidades han buscado caminos para el encuentro con realidades trascendentes en la búsqueda de sentido.

La espiritualidad tiene un ámbito que evidencia tanto la permanencia de las religiones tradicionales como el florecimiento de nuevas formas de manifestación y presencia de ‘lo sagrado’ que procuran ofrecer alternativas de sentido a la existencia humana.

Por último, una de las características de la espiritualidad es el contexto escatológico, la búsqueda de una trascendencia espacio temporal, la confianza en una promesa y la espera de su cumplimento son parte de esta forma de manifestarse y permanecer en la naturaleza humana de esta dimensión.

Entre los espacios en que más claramente se ha manifestado la espiritualidad están la religión y el arte (Cfr. Mélich, 1996), uno y otro de carácter universal y transversales en toda la historia de la humanidad y en las diferentes civilizaciones. Si bien tradicionalmente se ha pensado a la religión como una vía única para la espiritualidad, es necesario reconocer otros caminos y espacios en que esta realidad se manifiesta, por ello, afirma Sandrín “mientras que la espiritualidad representa un constructo de carácter universal, la religiosidad puede comprenderse como un conjunto de sistemas, de creencias, prácticas y valores explícitamente pautados e inmersos en determinadas tradiciones sociales o marcos institucionales” (Miller & Thoresen, citado por Sandrin, 2017, pág. 345).

De esta forma, si bien en la actualidad hay muchas formas de religión y variadas manifestaciones religiosas, la búsqueda espiritual, el anhelo que esta realidad provoca en el ser humano, es un factor común en toda la humanidad. Las diversas civilizaciones y culturas han expresado esta dimensión con carácter particular y específico, pero, tómese en cuenta, que ha sido una realidad presente en la humanidad en las más diversas geografías momentos de la historia.

La universalidad de las manifestaciones espirituales del ser humano ha traído consigo también abusos, interpretaciones equivocadas y desviaciones. Castillo (2003) alerta sobre esta realidad cuando afirma:

Hablar de “espiritualidad” produce reacciones contrapuestas. Hay personas para quienes la espiritualidad es lo más noble y lo más importante que el ser humano puede y debe afrontar en esta vida. Por el contrario, para otros, la espiritualidad no interesa e incluso resulta sospechosa e inadmisible. Plantear el asunto de la espiritualidad es poner sobre el tapete un tema que pone en evidencia un contraste e incluso una confrontación. Porque al tratar de la espiritualidad, nos encontramos con sus entusiastas y con sus detractores. Los entusiastas son los que ven en la espiritualidad el remedio de todos los males. Los detractores son los que ni siquiera soportan lo que esa palabra les sugiere. Porque hay quienes piensan que espiritualidad es lo mismo que evasión del mundo y de la historia, renuncia y mortificación de todo lo que naturalmente nos

 

 


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gusta, aceptación resignada de las penas y miserias que lleva consigo el hecho de vivir “en este valle de lágrimas”, y todo eso con buenas dosis de “espiritualismo” (pág. 4).

Este riesgo del “espiritualismo” del que hace mención este autor es evidente aún más en el contexto actual, en el cual se evidencia un retorno a una búsqueda espiritual por parte de diferentes grupos humanos y que toma cuerpo tanto en distintos fundamentalismos religiosos presentes en determinadas agrupaciones de individuos como en la búsqueda de experiencias a través de prácticas orientales, como el feng shui, el reiki, la meditación zen, entre otras.

 

8.        Espiritualidad y educación: algunas reflexiones en el caso ecuatoriano

En general, la vivencia de esta realidad ha estado presente en las instituciones educativas confiadas, según el acuerdo del Modus Vivendi entre el Estado Ecuatoriano y la Iglesia Católica, a órdenes y congregaciones religiosas caracterizadas por espiritualidades diversas. De esta forma, la Iglesia Católica ha guardado hegemonía en la educación confesional en el Ecuador y la presencia de órdenes como los franciscanos, dominicos, jesuitas, mercedarios y de congregaciones como los salesianos, lasallanos, corazonistas, etc., han llevado a cabo una práctica educativa caracterizada por su particular espiritualidad.

Pero, de forma contraria, al haberse identificado la vivencia de la espiritualidad con la religión, la educación laica promovida por el Estado ha hecho caso omiso de la presencia de esta realidad en la formación integral de niños y jóvenes. En el caso de la práctica formativa de algunas instituciones de tipo particular no confesional, existen algunas experiencias, como la participación en sacramentos o liturgias religiosas, prácticas de meditación zen, entre otras. Obviamente, la presencia en el currículo es nula, limitándose, en general, el estudio de la religión y del arte como parte de la historia.

9.       Currículum oculto

La presencia de ámbitos como los valores, la ideología y la espiritualidad escapan al currículum evidente o manifiesto; entran a formar parte de lo que desde distintas perspectivas pedagógicas se ha llamado “currículum oculto”.

Para Acevedo (2010):

lo podemos definir como el conjunto de normas, costumbres, creencias, lenguajes y símbolos que se manifiestan en la estructura y el funcionamiento de una institución. Es todo aquello que se ve y que sí se oye, pero que se transmite y se recibe de manera inconsciente, al menos sin una intencionalidad reconocida. Es lo que Stenhouse denomina lo que no está públicamente reconocido, aquello que puede hallarse en contradicción o bien reforzar las intenciones del currículum oficial. El currículum oculto no se desarrolla de manera consciente, ya sea en cuestiones de género o en cualquier otra, pero se desarrolla y, por tanto, debe ser tenido en cuenta … existe con tanta fuerza que supera, en muchas ocasiones, al currículum explícito. (pág. 1)

Este conjunto de normas, costumbres, creencias, lenguajes y símbolos que se manifiestan en la estructura y el funcionamiento de una institución se realizan en la práctica diaria de la

 

 

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escuela, sin reflejar intencionalidad, determinando una forma de ser característica de la institución. Todo el sistema educativo, de una u otra forma, es afectado por el currículum oculto, no solo una parte del mismo. Tanto los primeros años de la infancia, el proceso educativo escolarizado y hasta la misma educación superior reflejan en su práctica cotidiana este currículum. Los distintos factores manifestados en el quehacer educativo cotidiano encuentran su objetivación en el reconocimiento comunitario de lenguajes, símbolos y normas que, a la vez que favorecen la socialización, promueven la formación de la identidad e ideología particular, la vivencia de valores y de una espiritualidad característica.

El valor y el alcance de este currículum, expresado en los factores antes mencionados determinará, de forma continua y renovada cada vez –sin perder la esencia- la identidad de la institución, su forma de ser particular, lo cual no lo logra, en no pocas ocasiones, el currículum explícito.

A diferencia del currículum oficial, formal o explícito, el oculto no se origina en las normas vigentes en el centro o en el sistema educativo; es fruto de determinadas prácticas institucionales que, sin ser reglamentarias, pueden llegar a ser más efectivas en la adquisición de conocimientos, conductas, actitudes y valores. De esta forma, mediante los vínculos sociales y los escenarios con los cuales guarda proximidad el espacio áulico puede promover y motivar mejores momentos de aprendizaje.

El vínculo cotidiano entre profesores y alumnos constituye un medio efectivo de transmisión ideológica, en el cual una parte asume el poder que le confiere su estatus, mientras que la otra se coloca en una situación de sumisión. En esta relación educativa, se presenta una serie de rituales que caracterizan el quehacer pedagógico (puntualidad, participación activa, disposición, etc.) y que pueden llegar a constituir el currículum oculto, a través del cual el profesor reafirma su poder y control sobre el proceso en marcha, mientras que el alumno se puede limitar a un desarrollo, en el proceso de aprendizaje, caracterizado pro la facilidad y el menor esfuerzo. Para Murillo, “del grado de equilibrio que se logre establecer en estas relaciones va a depender la capacidad del alumno para aprender el currículum oculto, en función del cual se transmiten las expectativas asociadas a su papel y que pueden entrar en contradicción con los objetivos del currículum explícito” (2012, pág. 3). Este sería un rol más real, integral y participativo pro parte del maestro, trascendiendo los espacios instruccionales.

Será la maestría del formador y de la institución educativa los que determinen el equilibrio entre los diferentes factores latentes en el currículum oculto, de forma tal que esta armonía promueva el deseado desarrollo humano y favorezca la formación integral. Así, este sería un camino no explícito en el cual se desarrollan los valores, la ideología y la espiritualidad, de forma social y comunitaria, pero también de forma individual.

Uno de los elementos o agentes armonizadores de este proceso se lo encuentra en el símbolo, cuyo estudio y análisis corresponde a la hermenéutica.

9.1 El símbolo: un espacio de reflexión y formación de los valores, la ideología y la espiritualidad

Un símbolo (del latín: simbŏlum,y este del griego σύμβολον) es la representación perceptible de una idea, con rasgos asociados por una convención socialmente aceptada. Es un signo sin semejanza ni contigüidad que posee un vínculo convencional entre su significante y su denotado, además de una clase intencional para su designado. Puede ser un término, un nombre o una imagen que es conocido en la vida diaria, aunque posea connotaciones específicas además de su significado corriente. Los diferentes grupos sociales suelen tener

 


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símbolos que los representan: existen símbolos referentes a diversas asociaciones culturales, artísticas, religiosas, políticas, comerciales, deportivas, entre otros.

Se caracteriza por ser un sistema de conocimiento indirecto en el cual el significado y el significante tratan de anular ese “corte” o división entre la realidad profunda y la manifiesta (Durand, 1993, pág. 18). El símbolo presenta tanto una “cara” evidente o manifiesta como otra “oculta”, desconocida; la primera obedece a las convenciones y requiere una comprensión básica y común. El segundo, motiva una comprensión más profunda y una reflexión por parte de quienes lo conocen.

El pensamiento simbólico, de forma contraria al científico, no procede por reducción de lo múltiple a lo uno, sino por explosión de lo uno hacia lo múltiple, para percibir mejor, en un segundo momento, la unidad de lo múltiple. El símbolo es un lenguaje que parte, como todo lenguaje, de un conjunto de signos, es decir de significantes que evocan una imagen y hacen referencia a algo. Su significación está dada por niveles sobreañadidos de sentido. Los diversos lenguajes corresponden a diferentes formas de construir la realidad, a las diferentes percepciones y racionalidades y, entre las diferentes formas de comunicación se destaca el símbolo. Este tiene una disposición original, es una expresión ontológicamente sobresaliente que apunta las gradaciones de la realidad que se consideran más elevadas y primordiales.

La cultura, mediante sus diferentes expresiones –muchas de ellas de carácter simbólico-, desborda significados, los mismos que son transmitidos mediante el proceso educativo de forma consciente o explícita, pero, como se ha analizado, también de forma inconsciente o implícita. Para Giménez (2005), uno de los lenguajes que son utilizados es el símbolo; por ello, se puede entender a los procesos educativos como procesos de formación hermenéutica o de preparación para la decodificación de símbolos.

Estudiosos desde las diversas ramas de las ciencias sociales realizaron acercamientos a la comprensión del símbolo. Autores como Jung, Eliade, Levi-Strauss, Cassirer, Bouchot y Melich, entre otros, se han aproximado a una compresión integral del símbolo.

Si bien la acción de educar lleva consigo las dos visiones que propone su etimología: el educare y el educere, esto es, el entregar información, conocimientos y, el provocar el despertar, el suscitar el aprendizaje, el encuentro con la verdad, en las dos expresiones el ser humano se integra, asimila, se encuentra con una cultura, sea para asimilar su identidad y valores, sea para cambiarla, para transformarla. En estos dos casos el símbolo es un vehículo (lat. Vehiculum: medio de transporte) propicio por el que se manifiesta esta relación. Educar, desde este carácter es el proceso y arte de formar hermeneutas, decodificadores, individuos que, en contacto con la realidad buscan las re-significarla, realizando una lectura interpretativa en la cual influirá la múltiple intencionalidad del círculo lingüístico. En ella intervendrán el contexto en que fue escrita, las motivaciones del autor y también del lector.

Álvarez Colin (2013), en su obra Hermenéutica analógica, símbolo y acción humana cita a Paul Ricoeur (1967) quien manifiesta que, en el marco de una cultura, “los verdaderos símbolos son la parte principal de todas las hermenéuticas, de aquella que se dirige hacia la emergencia de las nuevas significaciones y de la que se orienta hacia el surgimiento de los fantasmas arcaicos” (pág. 119). Esta es quizá la mayor ventaja del símbolo: el ser un “archivo” vivo, en el interior de cada cultura, de aquellas claves culturales, sociales, educativas, que nos permiten acceder, guardar memoria, recuperar la identidad desde sus momentos originarios, en los cuales se encuentran los motivos y la esencia de una cultura.

 

 


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La escuela responde a la cultura en la cual habita, vive y se desarrolla. En ella se observan los elementos simbólicos necesarios para abordar desde ahí la educación como una manera de comprender el contexto del estudiante en las estructuras significativas como lo es la institución y los sistemas simbólicos dentro del ambiente escolar. Joan-Carles Mélich (1996) afirma que “la educación, entonces, en tanto que acción social y cultural, resulta siempre una acción simbólica” (p.133). En otras palabras, la existencia humana requiere de sentido y es el símbolo quizá el vehículo más idóneo para desarrollar este quehacer educativo – cultural. Retomar la posibilidad de una educación simbólica como alternativa a una escuela que, muchas veces aparece apartada de la cultura de la comunidad o sociedad de la cual participa, es una posibilidad auténtica de abrirse a la multiculturalidad y al encuentro con el otro, es formar hacia una dimensión diferente, más trascendente e integradora.

 

10.     Conclusiones

En la mayoría de las ocasiones, la reflexión acerca de la innovación educativa marcha sobre el mismo terreno. Los aportes, críticas y avances propuestos no llegan a cumplir su objetivo: transformarla educación en aras del desarrollo y el bien común.

Urge, en la formación de maestros, proponer nuevos espacios para la reflexión sobre el quehacer educativo en beneficio de la transformación de los seres humanos y de la sociedad. Un espacio de transformación lo constituye el símbolo, el cual, gracias a su carácter universal es un elemento transversal presente siempre en los procesos educativos y susceptible de provocar nuevos y diferentes encuentros pedagógicos. La formación de los docentes debe trascender el escenario formal, racionalizante y explícito para promover un crecimiento mucho más humano e integral.

La formación ética que requieren los docentes, determinada por el encuentro con un ethos distinto, encuentra n el símbolo un vehículo para transmitir la cultora y, con ella, la espiritualidad, los valores y la ideología.

En una sociedad que clama por un horizonte de sentido, que cada día evidencia en sus imágenes televisivas y de audio la tragedia y el sinsentido humano, es necesario plantear espacios alternativos para que los ámbitos propuestos en este artículo sean propicios para el ser humano el siglo XXI. Quizá volviendo a los esfuerzos originarios, arcaicos, de la civilización humana, se llegue a nuevas formas de desarrollo humano integral.

En uno de los episodios de la saga de “La Guerra de las Galaxias” el maestro Yoda afirma: “…mi aliada es la fuerza, y una poderosa aliada es… La vida la crea, la hace crecer, nos penetra y nos rodea… ¡Seres luminosos somos! ¡No esta cruda materia!” (Yoda. Star Wars, episodio V, El Imperio Contrataca). Y es que el sistema educativo debe ser un espacio de creación y de transmisión de la cultura de la vida, de plenitud humana. Cuando las noticias que cada día informan sobre el quehacer educativo y social sean más alentadoras y liberen al ser humano de este siglo de los temores, falsedades, de la superficialidad e individualismo que lo agobian y acosan cada día, la educación tendrá sentido y realmente se estarán formando seres humanos para una sociedad mejor. Es crucial enfrentarse con aquel “lado oscuro” en los contextos educativos; es esencial que las emociones, los valores, la ideología y la espiritualidad sean parte de la formación integral del ser humano de hoy, superando el raciocentrismo y la fragmentación de los conocimientos que caracterizan el mundo de hoy. El acceso al símbolo y a la hermenéutica –como caminos de conocimiento- son una aternativa.


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Autor

MAURO AVILÉS-SALVADOR Docente Tiempo Completo de la Dirección de Pastoral Universitaria de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Maestría en Docencia Superior (UTE – 2005) y en Filosofía (PUCE - 2012).

 

Ex-coordinador de Capacitación de la Universidad UTE, en la Dirección de Excelencia. Ex- Director de Educación, Cultura y Deportes del Municipio de Rumiñahui. Ex-coordinador de Formación Integral en la UDLA. Ex-Prorector y ex Coordinador Académico Universidad Tecnológica Equinoccial-Sede Santo Domingo. Autor de artículos de reflexión filosófica en las revistas (indexadas) EIDOS (UTE) y Sophia (U. Politécnica Salesiana) y Estrategas (UDLA) y Revista 103 (PUCE). “El símbolo en el arte y religión: dimensiones para la formación de la afectividad”, capítulo publicado en: Pensar, Hacer y Vivir la Educación: Visiones compartidas (PUCE, 2018). Autor de textos escolares para diferentes editoriales. Ponencias en: UTE, Universidad Central, UPS.

 

 

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