Textos y
contextos (segunda época), 18
Los medios de comunicación de masas,
contra la dictadura somocista
Recibido: 28-02-2019
Aprobado: 30-04-2019
Mst. Belén
Amador Rodríguez | amarod1981@hotmail.com
Universidad Técnica Luis Vargas Torres
Mst. Pablo
Tatés Anangonó | pablotatesnangono@gmail.com
Universidad Central del Ecuador
Resumen:
En este trabajo analizamos la influencia de los
medios de comunicación de masas en el derrocamiento de la dictadura en
Nicaragua. Tras dos años de lucha armada, la organización guerrillera Frente
Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) se hizo con el poder y puso fin a la
dinastía de los Somoza en 1979. A través de la revisión bibliográfica pondremos
especial atención en los nexos existentes entre los acontecimientos políticos,
militares y comunicativos.
Palabras clave:
Medios de comunicación
de masas; dictadura en Nicaragua; lucha armada; Frente Sandinista de Liberación
Nacional; dinastía de los Somoza.
Introducción
Hacer
historia de los procesos implica hacer historia de las categorías con las que
los analizamos y de las palabras con las que los nombramos. Lenta pero
irreversiblemente, hemos aprendido que el discurso no es un mero instrumento
pasivo en la construcción del sentido que toman los procesos sociales, las
estructuras económicas o los conflictos políticos (Martín Barbero, 2003:3). En
las sociedades modernas los medios de comunicación, nos referimos a los de
masas, sirven para realizar incesantemente el trabajo ideológico crítico de
“clasificar el mundo” dentro de los discursos de las ideologías dominantes
(Hall, 1981:32). Actúan como
sistema de transmisión de mensajes y símbolos para el ciudadano medio y, además
de divertir, entretener e informar, inculcan los valores, creencias y códigos
de comportamiento para integrarnos en las estructuras institucionales de la
sociedad (Chomsky, 1990:21).
En 1961
se creó el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), un movimiento
guerrillero fruto de la voluntad de jóvenes radicales disidentes del Partido
Socialista de Nicaragua y del Partido Conservador. Los fundadores –entre los
que se encontraban Carlos Fonseca Amador, Tomás Borge y Silvio Mayorg– pertenecían a la generación que observó la
habilidad de Anastasio Somoza García en instaurar un régimen de carácter
patrimonial y en cooptar a los cuadros del Partido Conservador (Martí y Puig,
1997: 21). Un año después del surgimiento del FSLN, el hijo de Anastasio
Somoza, Luis Somoza, promulga el Código de Radio y Televisión, bautizado por
los periodistas como el ‘Código Negro’, que daba amplias facultades a la
Guardia Nacional para censurar a los periodistas y cerrar los distintos medios
de comunicación, tanto escritos como audiovisuales. Este Código se hizo para
evitar la propaganda de la lucha armada, política o ideológica contra el
somocismo, impulsada por el FSLN. Constituía realmente una ley de excepción en
contra del ejercicio periodístico y en contra de la difusión de cualquier
ideología que no fuera el liberalismo a ultranza o el conservadurismo
tradicional (Amador, 2008:161).
El sistema
político, económico y social dominante en cada momento histórico determina
tanto la estructura organizativa de los medios de comunicación como el proceso
comunicativo que se lleva a cabo en esa sociedad. Desde este punto de vista, en
Nicaragua pueden establecerse dos etapas claramente diferenciadas (De Mateo,
1988). La primera comienza en 1933: se configura un sistema de comunicación de
masas al servicio de la dictadura somocista. Mientras que la segunda se da a
partir de 1972: al entrar en crisis el proyecto hegemónico somocista, se
acrecientan las contradicciones sociales y políticas en el interior del
sistema, que provocan, cinco años después, una estrategia de alianzas de todas
las fuerzas que desean terminar con la dictadura de Somoza (De Mateo, 1988:
81).
Es
entonces cuando algunos medios de comunicación institucionales, como el diario La Prensa, participan en este proceso. Además,
el FSLN tuvo que ingeniarse sus propios medios de comunicación. Los sandinistas
tuvieron que tomar por la vía de las armas distintas radioemisoras para poder
hacer llegar su mensaje al pueblo. A mediados de 1978 se pone en marcha la
emisora clandestina, Radio Sandino −que
cumple una función importante en la agitación, organización y preparación
combativa de quienes quieren alzarse−, y en el propio frente de guerra nace el
cine nacional. Concretamente en el Frente Sur Benjamín Zeledón, la Brigada
Cultural Leonel Rugama logró filmar gran cantidad de películas y documentales.
En
este trabajo pensaremos la comunicación en su dimensión mediática, es decir,
colocaremos la mirada en territorios propicios para reflexionar la racionalidad
a la que responden las prácticas discursivas de los medios (Fernández, 2016).
Según McLuhan los medios de comunicación de masas han transformado la vida de
los hombres y su relación con el entorno, estos tienen el mérito de constituirse
en extensiones de nuestra capacidad de conocer, pues “construyen un lenguaje
social específico, que hace cambiar nuestras percepciones sobre la sociedad y
nuestras relaciones con los demás” (citado en Vera, 1998:71). Basados en esta premisa,
vamos a analizar el papel que los medios de comunicación mencionados
anteriormente jugaron en el derrocamiento de la dictadura somocista.
Comunicación y poder
A lo
largo de la historia, la comunicación y la información han constituido fuentes
fundamentales de poder y contrapoder, de dominación y de cambio social
(Castells, 2008). Cuando hablamos de medios de comunicación nos referimos tanto
a los de masas como a otras formas de comunicación. Dentro de los primeros se
encuentra la prensa, que acompañó a las guerras y revoluciones del siglo XX,
que dan un relevo a la radio y al cine, medios que técnicamente nacen a finales
del siglo XIX, pero que adquirirán su verdadera fisonomía y dimensión a partir
de las primeras décadas del XX (Bordeira, Laguna y
Martínez, 1998:348). Y entre los segundos destaca el arte propagandístico, que
es aquel en que, durante el proceso de creación o recepción de la obra, ha
participado un emisor de propaganda: “El propagandista realiza esta
intervención aportando un determinado mensaje ideológico a la obra de arte, la
cual puede estar ausente de ideología o bien puede contener una ideología
preexistente que ahora se verá alterada” (Bellido, 2018:335).
Es
innegable el valor ideológico-político que se le confiere al trabajo de los
medios nicaragüenses (mediación) (Molina, 2002), el cual resulta determinante
para el derrocamiento de la dictadura somocista. Ante un conflicto, lo
inmediato es suponer que son los medios de comunicación los promotores de la
relación con los insurrectos, dada la preferencia de la prensa por sucesos
dramáticos (Calvo, 2010:1576). La realidad se antoja distinta al observar que
la relación con los medios es promovida desde el movimiento, como necesidad
para garantizar su supervivencia. Los medios de comunicación actuarían
así como constructores del mito revolucionario. Prueba de ello, en el caso de
Nicaragua, es la declaración del comandante en jefe del Ejército Popular
Sandinista y ministro de Defensa, Humberto Ortega: “ya en esa época teníamos plena
conciencia de la necesidad de una radio, de una forma de comunicación con las
masas para educarlas para la insurrección” (citado en Harnecker,
1983:14). De hecho, explica que en 1960 los sandinistas tenían una radio “que
la habían usado los primeros antisomocistas, que
estaba vieja y en ese momento no pudimos echarla a andar” (citado en Harnecker, 1983:14).
Con la
profusión de los medios de comunicación social estos han alcanzado grados
importantes de poder entre el público, ya que ejercen su influencia, moldean
sus maneras de mirar el mundo, vivir la política, formar la familia, organizar
el Estado o construir la sociedad (Calvo, 2010). Periódico, radio, cine y
televisión, en los albores de los setenta, se alzaban contra los transmisores
de incontables mensajes a las audiencias de todo el mundo en todo momento. Y
cada mensaje emitido se destinaba (y destina) a conseguir un objetivo concreto,
según sea el interés de su emisor: informar, persuadir, formar… Como
constructores de la realidad, los medios guían a las audiencias, bien por la
orientación de los mensajes transmitidos, por el grado de concertación de
múltiples medios en un mismo objetivo, o por el grado de persuasión y
credibilidad que logren entre sus receptores (Calvo, 2010).
La Prensa, determinante en el derrocamiento de la dictadura
En 1967,
el somocismo promulgó un decreto que facultaba al poder ejecutivo, es decir a
Somoza, a incautar la maquinaria con que se editaban los periódicos, por
violaciones cuya naturaleza él mismo fijaba (Amador, 2008:161). Esta decisión
fue tomada seis días después de la gran manifestación que el Partido
Conservador organizó el 22 de enero de 1967 y que acabó en tragedia. Este
decreto estaba dirigido contra el diario La
Prensa, pero su formulación también estaba encaminada a impedir la
circulación de los periódicos obreros de la época. Con esta medida se evitaba
la difusión de cualquier ideología diferente a la establecida, y es que el
bipartidismo fue la norma política imperante en Nicaragua desde la
independencia (1821) hasta el 19 de julio de 1979, año en el que es derrocada
la dictadura somocista. Además, durante los últimos años de la dictadura, la
Jefatura de Radio y TV impuso más de cien cierres y cuantiosas multas (Amador,
2008:161).
En 1977 –debido
a la presión internacional– se levanta este estado de sitio, y el diario La Prensa empieza a publicar
inmediatamente las noticias suprimidas por el ‘Código Negro’ para denunciar la
corrupción de los funcionarios y la represión generalizada a la población,
especialmente el campesinado, que ha sido la víctima más flagelada por la
dictadura a través de 44 años de implantación del terror en las zonas rurales
del país (Castillo, 1979). Como era de esperar, la combatividad de La Prensa tuvo dos efectos simultáneos:
irritar al somocismo hasta niveles alienantes y estimular las movilizaciones
populares contra la dictadura (Castillo, 1979).
El diario
La Prensa realizó una fuerte
oposición a la dictadura somocista, lo que provocó el asesinato de su director
Pedro Joaquín Chamorro. El 10 de enero de 1978, Chamorro volvía de uno de sus
frecuentes viajes a Estados Unidos, donde, entre otras cosas, había hablado
ampliamente del “negocio de la sangre”[1].
Cuando se dirigía a la redacción del medio de comunicación, un grupo de
pistoleros lo acribillaron a balazos (Sánchez, 1979:135). Minutos después del
asesinato ya había una multitud en las calles gritando: “¡Somoza asesino!” y
exigiendo una investigación (Sánchez, 1979:135). Al día siguiente, la Guardia
Nacional se enfrentó a treinta mil manifestantes que protestaban por el crimen
e incendiaron automóviles y seis edificios que alojaban empresas de los Somoza,
entre ellas Plasmaféresis. Los motines continuaron durante los funerales de Chamorro
y, por primera vez, se pidió la renuncia de Somoza. El dictador anunció que
“con la ayuda de Estados Unidos gobernaré hasta 1981” (Sánchez, 1979:135).
Este hecho tuvo gran impacto, ya que nunca antes en las
manifestaciones populares se habían escuchado consignas de apoyo al FSLN.
También, los distintos medios informativos del país, encabezados por La Prensa, pasaron gradualmente a
radicalizarse contra el régimen. Tras la muerte de Chamorro se produjo una
fuerte indignación entre distintos sectores de la clase media y empresarial del
país, quienes empezaron a apoyar sin tapujos a la revolución sandinista
(Ramírez Soriano, 2016), una insurrección liderada por el FSLN.
Sin asumir necesariamente el proyecto revolucionario, La Prensa “logró ir difundiendo las
luchas clandestinas, legales y semilegales que
nuestro pueblo desarrollaba, para lanzarse de manera definitiva contra la
dictadura” (Rotshchuh, 1986:32). En este sentido, Rotshchuh (1986) insiste en el aporte que este periódico
“dio a la lucha cuando todos los medios de comunicación estaban censurados,
estaban reprimidos, cuando el silencio amenazaba Nicaragua” (p.32). De hecho,
cuando la Guardia Nacional destruyó la comunidad de Solentiname en 1977,
Ernesto Cardenal escribió una ‘Carta al pueblo de Nicaragua’ que se publicó en
este diario. Ahí explicaba que lo que había radicalizado a esa comunidad era el
Evangelio, que comentaban cotidianamente en las misas (Cardenal, 2004:43).
El crimen de Pedro Joaquín Chamorro provocó que los
periodistas se negaran a aceptar el sistema dictatorial establecido y optaran
por organizarse asumiendo el mensaje del fallecido y, denominado por el gremio,
“mártir de las libertades públicas” (Arellano, 2004:91). Debido a la presión
existente crean una entidad que organiza a todos los periodistas del país, la
Unión de Periodistas de Nicaragua (UPN), que dadas las
condiciones de opresión impuestas por Somoza, apuesta por la libertad de
prensa, bajo la presidencia de Danilo Aguirre Solís, quien ya para entonces se
perfilaba como uno de los más destacables dirigentes del gremio (Arellano,
2008). Según el periodista Manuel Eugarrios, después
de este asesinato, la crisis se volvió política y el periodismo se vinculó
directamente a la lucha contra el somocismo: “La batalla de nuestro gremio no
debía reducirse a Managua, sino que debíamos escalar a nivel nacional. Vanguardizamos la fundación de la UPN y logramos que fuera
una realidad” (citado por Arellano, 2008).
Esta asociación se crea en la fecha de conmemoración del
‘Día del Periodista’ en Nicaragua, uno de marzo, (en este caso del año 1978),
como organización gremial de carácter nacional. Se formó, como hemos dicho,
tras el asesinato del director de La
Prensa, después de que la Guardia arremetiera contra los monimboseños durante una misa celebrada en homenaje a su
memoria, lo que se convirtió en el detonante de la famosa “rebelión de Monimbó” (Barreto, 1980). En definitiva, es importante
destacar que a finales de enero y durante febrero de 1978, se muestra con
claridad un ascenso de la lucha revolucionaria y en ello influyó tanto el
asesinato de Pedro Joaquín como el papel ejercido por los medios de
comunicación.
Medios de comunicación de masas
sandinistas
La primera
experiencia de los sandinistas en lo que se refiere a prensa escrita había sido
el control que lograron ejercer en la dirección de El Universitario, órgano de difusión del Centro Universitario de la
Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (CUUN). En este medio de
comunicación inició Pedro Joaquín Chamorro, el denominado “periodismo
patriótico” con un artículo publicado en 1947. A través de éste exhortaba a la
juventud nacional a convertir la fecha del asesinato del General Augusto César
Sandino, (que hasta entonces se conmemoraba con un simple recordatorio), en un
camino para alcanzar la “liberación de Nicaragua” (Briones citado en Amador,
2008:165).
Los
dirigentes del FSLN llegaron a editar sus propios medios como El Sandinista, Trinchera, Rojo y Negro y
Unidad Revolucionaria, además de su propia revista, Pensamiento Crítico. Mediante éstos pretendían difundir su doctrina
revolucionaria, pero debido a la censura y a la persecución a la que estaban
sometidos, ninguno tuvo una continuidad ni repercusión destacable. Lo que sí
consiguieron los sandinistas fue colocarse en primera plana de la prensa
internacional con el asalto a la casa de Chema Castillo[2]
en diciembre de 1974. Lograron así darse a conocer fuera de Nicaragua, ya que
antes de esta acción mucha gente no tenía conocimiento de la situación del país
centroamericano ni de la lucha del Frente Sandinista.
Aunque también esta actuación tuvo unas
consecuencias muy negativas para quienes luchaban contra Somoza, ya que la
represión se radicalizó aún más. Una de las primeras medidas que tomó el
gobierno fue restablecer un rígido código de censura para la prensa, la radio y
la televisión, que fue conocido como el ‘Código Negro’. Controlado por el
teniente coronel Alberto Luna, director de Radio y Televisión, la prensa quedó
totalmente amordazada al mismo tiempo que se creaban tribunales militares para
juzgar directamente cualquier brote de oposición al régimen (Sánchez,
1979:123).
A medida que los frentes de guerra del FSLN tomaban las ciudades,
comenzaron a salir al aire algunas radioemisoras, difundiendo mensajes y partes
de guerra de tropas victoriosas. Los nicaragüenses comenzaron a sintonizar en
el dial nuevas emisoras que preludiaban la victoria final del pueblo en armas. Radio Insurrección, en Matagalpa; Radio Venceremos, en León; Radio Liberación, en Estela; Radio Revolución en Juigalpa; que venían
a sumar sus voces a las transmisiones de la clandestina Radio Sandino. De hecho,
fueron los miembros de la Unión de Periodistas de Nicaragua (UPN)[3]
quienes fundaron Radio Sandino en junio de 1978, una
clandestina estación que jugó un rol esencial en la organización y preparación
de combates que rompieron la dictadura (Amador, 2008:168). Un ejemplo es su importancia en el conocido popularmente
como “El Repliegue”[4], que tuvo
lugar del 27 al 29 de junio de 1979. Hasta tal punto era importante que “en los
cateos, los guardias se robaban los radios con onda corta para evitar que el
pueblo escuchara Radio Sandino y Radio Reloj [5]” (Barreto,
1980:18). Y es que, desde el 1de junio
hasta el 19 de julio de 1979, Nicaragua vivió uno de los períodos más convulsos
de su historia por el gran número de pérdidas humanas, la fuerte represión y la
escasa información acerca de lo que ocurría.
Los medios escritos fueron silenciados por la dictadura
somocista y por las condiciones que imponía un paro general desde los primeros
días de junio. Las radios corrieron la misma suerte y el diario La Prensa fue destruido por Somoza el
día 11 de junio. En ese contexto, Radio
Sandino se convirtió en una
importante herramienta de comunicación para la guerrilla.
La radio
sandinista era el medio para desmentir la información que daba la radio del
dictador, ya que, según Barreto (1980), estaba llevando a cabo “una guerra
psicológica frente a la lucha heroica de los compañeros guerrilleros y del
propio pueblo” (p.83). Y la misma función que Radio Sandino tiene en Nicaragua la tuvo diez años antes Radio Rebelde en Cuba, que comenzó a
transmitir con cierta regularidad desde los territorios liberados en Sierra
Maestra, el 24 de febrero de 1958, y jugó un papel fundamental en la difusión
del mensaje de los guerrilleros que tenían que contrarrestar el poder de los
medios de comunicación cubanos en manos de la dictadura (Pizarroso, 1993:444). El
Comandante Humberto Ortega Saavedra destaca la
importancia de Radio Sandino, e insiste
en que “fue el principal elemento agitador para la insurrección y para la
huelga. Sin una radio para orientar al movimiento de masas no habría habido
triunfo revolucionario” (Mattelart, 1986:35).
En cuanto
al cine, si partimos de que puede ser un aparato de transmisión ideológica,
entendiendo el concepto ideología como “la representación de la relación
imaginaria de los individuos con sus condiciones reales de existencia” (Althusser,
1971:139). Según Althusser, el Estado utiliza una serie de aparatos ideológicos
para constituirse y afirmar sus mecanismos de poder, entre los cuales se
encuentran la cultura (y dentro de esta categoría, el cine). En Nicaragua
fueron los sandinistas, durante el proceso de lucha por la liberación y en su
etapa gubernamental, quienes usaron el cine como medio de difusión (Amador,
2016:58). Se realizaron películas y, sobre todo, documentales, al
mismo tiempo que la lucha se extendía por todo el país. Si analizamos la
cinematografía nicaragüense de 1977 a 1979, llegamos a la conclusión de que
aboga por una determinada representación de la nacionalidad y de la identidad,
considerando el carácter simbólico de este tipo de nociones. Propone la
eliminación de los paradigmas industriales extranjeros en la elaboración de sus
argumentos y en sus novedades estéticas (Amador, 2014: 271-272).
Al igual
que en Cuba, la existencia de una población mayoritariamente analfabeta, −no
sólo pobre−, sino también conformada por vastos sectores marginales, así como
la inexistencia de antecedentes industriales en el cine antes de la Revolución
–y contrariamente a los países de la región que habían desarrollado
tempranamente sus cinematografías, como Argentina, Brasil y México– en
Nicaragua son factores determinantes en la construcción de una industria del
cine que pasa a ser concebida como una herramienta política fundamental (Velleggia, 225:2009). Dar presencia y visibilidad al
proceso revolucionario en América y el resto del mundo fue uno de los
principales objetivos de la política cinematográfica puesta en marcha por los
institutos de cine nacional desde su fundación, inmediatamente después de haber
triunfado la revolución (Velleggia, 225:2009).
En el Frente Sur Benjamín Zeledón fue donde surgió lo que posteriormente
sería el Instituto Nicaragüense de Cine (Incine) –bajo el nombre de Brigada Cultural Leonel Rugama– para rendir homenaje al denominado por el FSLN “poeta militante”, caído en
combate contra la dictadura el 15 de enero de 1970. Así, apareció una
cinematografía influenciada por la revolución (Amador, 2014). Muchos cineastas
extranjeros participaron en ello, como el norteamericano John Sayles con ‘Hombres armados’ (1977), un “roadmovie” a medio camino entre la ficción y lo documental;
‘Nicaragua, septiembre 1978’, del holandés Frank Diamond;
de los mexicanos Adrián Carrasco y Leo Gabriel, ‘Nicaragua ¿Cuál es la
consigna?’ (1978/79); y Bertha Navarro con ‘Nicaragua, los que harán la
libertad’ (1978). Cuatro meses antes de la victoria, el FSLN organizó una red
de producción y distribución que debía filmar los combates, seleccionar las
imágenes y distribuirlas fuera del país. Con ese sistema se rodaron casi
treinta mil metros de película. Entre ellos se coprodujo, con Istofilme de Costa Rica, ‘Nicaragua Patria Libre’ (1978),
dirigida por los costarricenses Antonio Yglesias y
Víctor Vega y ‘De la montaña al bunker’ (1979), de Germán Téllez y Christine Piotter, que fue el documental que se elaboró junto a la
columna Facundo Picado, hasta el asalto final al bunker de Somoza.
‘La Ofensiva final’ (1979) filmada por Pedro Talavera y Edgar Hernández,
refleja perfectamente lo que fue el cine sandinista: una cinematografía que
surgió en la acción y pretendió documentar el proceso de liberación.
Considerada una movilización sin precedentes en la historia de Nicaragua desde
la resistencia de Augusto César Sandino contra Estados Unidos a finales de los
años veinte y principios de los treinta del siglo XX, difundirla llegó a ser
una prioridad (Mattelart, 1986: 41).
Oposición mediática a nivel
internacional
En cuanto a medios internacionales, uno de los testimonios
más amplios y detallados que muestra los hechos concretos ocurridos en algunas
de estas ciudades fue el publicado en Alemania por la prestigiosa revista Stern –que había enviado a Nicaragua
corresponsales– donde se afirmó que mientras Somoza se encontraba encerrado en
su búnker, unos siete mil quinientos soldados de la Guardia Nacional,
encabezados por su hijo, Anastasio Somoza Portocarrero, habían salido a
aplastar la sublevación llevando a cabo asesinatos en masa, “como bandas
hitlerianas y de modo sólo comparable a lo ocurrido en Camboya”[6] (citado en Ferrero, 2010:423).
Los periodistas temían que los combates pudieran extenderse
al resto de Centroamérica porque era evidente que los sandinistas estaban
apoyados por Costa Rica, Panamá y Venezuela, y el gobierno podría lograr el
apoyo de los dictadores de Guatemala y El Salvador. Somoza, entre tanto, no
dejaba de calificar los acontecimientos como “una conspiración comunista contra
la democracia” [7] (citado en Ferrero, 2010:423). Además de las declaraciones
de estos reporteros, existe información obtenida de grabaciones de los
sandinistas que interceptaban las conversaciones entre los guardias y sus
mandos, que corroboran lo publicado por los profesionales de la comunicación de
Stern (citado en Ferrero, 2010:423).
De nuevo, observamos cómo los sandinistas se preocupan por denunciar “su
sufrimiento y las injusticias a las que están sometidos” a través de los medios
de comunicación.
La
recuperación de la presidencia norteamericana por los demócratas en 1977, con
Jimmy Carter, abrió paso a lo que al menos pareció una nueva expresión de la
política de los Estados Unidos. El nuevo presidente inició una campaña en pro
de los derechos humanos. Ese mismo año, Somoza Debayle sufrió una crisis
cardiaca (Sánchez, 1979:129).
Las
posibilidades de la muerte del dictador y el deseo de crear una nueva imagen de
los “amigos” de Estados Unidos, motivaron a que el nuevo embajador de ese país
en Nicaragua, el cubano-norteamericano Mauricio Solaun, llevara a Somoza la
recomendación de que levantara la ley marcial y la censura de prensa. Como
compensación, se le autorizó un nuevo crédito de armamentos. Aparentemente el
gobierno norteamericano creía que Somoza podría controlar con facilidad a los
guerrilleros sandinistas. Así, Estados Unidos tendrían en la mano las dos
opciones de gobierno en Nicaragua: liberales y conservadores (Sánchez,
1979:131).
Conclusión
Los
medios de comunicación de masas fueron determinantes para que el Frente
Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) llegase al poder. No se puede obviar
que éstos influyeron en el devenir de los acontecimientos y que, junto a otras
formas de comunicación desarrolladas por los sandinistas, como las pintas, la
poesía revolucionaria o la canción protesta, tuvieron gran influencia en la
población. Especialmente significativo fue el asesinato del director de La Prensa, Pedro Joaquín Chamorro, que provocó
la unión de todos los sectores de la sociedad contra la dictadura somocista y
que trascendió las fronteras nacionales.
Los dirigentes sandinistas fueron conscientes, desde que
comenzó a operar el movimiento guerrillero en los años sesenta, de la
importancia de la comunicación para conseguir no sólo el apoyo de la población
nicaragüense, sino también el de otros países, que acabó siendo fundamental
para que se hiciesen con la victoria. Una vez en el poder, constituyeron el
Departamento de Educación y Propaganda y, desde el Ministerio de Cultura, se
promovió la poesía a través de la organización de talleres, se llevó a cabo una
importante campaña de alfabetización y se creó un periódico oficial: Barricada, entre otras iniciativas.
En el caso del derrocamiento de la dictadura de los Somoza, podemos
afirmar que los medios de comunicación de masas ejercieron como contrapoder y
no fueron en absoluto neutrales, sino todo lo contrario.
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[1] La empresa Centroamericana de Hemoterapia S.A., conocida
como Plasmaféresis, cuya función principal era extraer el plasma de la sangre y
regresar el resto de los componentes al cuerpo de los donantes. El plasma era
exportado y se obtenían jugosas ganancias. Esta fue una de las primeras
edificaciones en quemarse aquel día. Pedro Joaquín Chamorro fue el principal
crítico de Plasmaféresis en los más de cinco años que funcionó en Nicaragua,
desde finales de 1972 hasta inicios de 1978.
[2] El FSLN realizó el asalto a la residencia de José Castillo Quant, un conocido empresario, cuando éste ofrecía una
recepción al embajador de los Estados Unidos, Turner B. Shelton.
El objetivo de los sandinistas era demostrar su fortaleza y destreza militar,
ya que tras las derrotas de Pancasán en 1967 y la
muerte de algunos miembros importantes del movimiento guerrillero, el somocismo
alardeaba de tener al FSLN prácticamente derrotado. Según los dirigentes
sandinistas, la muerte del anfitrión de la fiesta no estaba planeada. “Castillo
murió cuando intercambió disparos con miembros del comando”, afirmó el jefe del
Ejército, Omar Halleslevens (El Nuevo Diario,
Especiales, 2004). Además, obligaron a Somoza a que pagara un rescate de 5
millones de dólares por los catorce prisioneros restantes, publicara diversos
documentos sandinistas y aceptara el escape del comando hacia Cuba.
[3]La Unión de Periodistas Nicaragua (UPN), militó en las filas
del Frente Patriótico Nacional (FPN), donde ejerce un notorio liderazgo el Movimiento
Pueblo Unido (MPU), brazo político del FSLN después de que el Frente Amplio
Opositor (FAO) se tornara en 1978 abiertamente pro-imperialista.
Entonces, el FPN apoya el proyecto revolucionario impulsado por la agrupación
guerrillera. En cuanto a la UPN, con su determinación, ratificó el carácter de
su lucha y la politización del periodismo nacional.
[4] Una
estrategia militar llevada a cabo por el movimiento fue clave para que se
hiciesen con la victoria, pero lo más significativo es que gran parte de la
población se levantó en armas, por lo que el FSLN sumó fuerzas y logró vencer a
la Guardia Nacional.
[5] Radio costarricense que durante estos días emitía tres
noticieros diarios.
[6]Informe sobre represión en
Nicaragua de reporteros de la revista Stern,
publicado el 12 de octubre de 1978.
[7]Íbídem.