Textos y contextos (segunda época), 18

 

Breve panorama del pensamiento latinoamericano contemporáneo: orígenes, desarrollo y perspectivas a futuro

 

Recibido: 30-11-2018 Aprobado: 15-03-2019

 

 

 Lcdo. Richard Alexander Salazar Basantes | riaimer10@gmail.com

Educomunicador

 

 

 

Resumen:

El presente trabajo procura ofrecer un panorama del pensamiento latinoamericano contemporáneo. En él se exponen varios elementos históricos que conforman la base de este pensamiento, así como la influencia de algunos proyectos ideológicos que alteraron su composición. También se plantea la perspectiva general del pensamiento latinoamericano en la actualidad y, finalmente, se propone varias consideraciones para ampliar el debate sobre el pensamiento latinoamericano contemporáneo.

 

Palabras clave:

pensamiento latinoamericano, historia latinoamericana, estudios culturales, culture, comunicación

 

Introducción

 

El pensamiento latinoamericano se nutre de un conjunto de ideas mediante las que los individuos crean una identidad sobre la base de su propia historia, ya que “si algo define al hombre, se ha dicho, es la historia. La historia que da sentido a lo hecho, a lo que se hace y a lo que se puede seguir haciendo.” (Zea, 1965:12). Precisamente en eso radica la importancia del pensamiento latinoamericano, en el discurso que se genera desde las propias voces de los integrantes de este continente, para crear una identidad latinoamericana o una serie de identidades. Sin embargo, para llegar a entender el pensamiento latinoamericano contemporáneo, es necesario analizar una serie de acontecimientos históricos, sociales, políticos y culturales que ha afectado la manera en que se compone este pensamiento. Como menciona Leopoldo Zea (1965):

El hombre, ya lo anticipamos, siente la historia, la concibe, en diversas formas. En la historia, en la forma como organiza su triple dimensión —la de pasado-presente-futuro—, se hace patente la relación de sus deseos y anhelos (futuro) con los medios con los cuales cuenta para realizarlos (pasado) en un presente en que van realizándose. Se puede decir que se hace patente la concordia entre su realidad y sus deseos. (p. 14)

En este panorama del pensamiento latinoamericano se concatenan algunos de los principales procesos políticos, sociales y culturales con el desarrollo de otros tantos discursos que han influido en la constitución del mismo. Se tomará como principal referencia el estudio realizado por Leopoldo Zea en su libro El pensamiento latinoamericano (1965). Todo esto con el objetivo de determinar cuáles son las bases que fomentaron las estructuras del pensamiento latinoamericano, los procesos sociales y políticos que alteraron su composición y las alternativas actuales desde las que se genera dicho pensamiento.

El pensamiento latinoamericano tiene en sus orígenes la herencia de la conquista y colonización española, como uno de sus principales hitos. Estos dos acontecimientos, desde un nivel discursivo, buscaron imponer la idea de que Latinoamérica era un territorio de salvajes y bárbaros, que debían ser sometidos. Esto se observaría de mejor manera en el establecimiento de las categorías civilización y barbarie, que se utilizaron para establecer discursos de supremacía racial. Posteriormente, con el proceso de mestizaje, esto se transformaría en sistemas de legitimación, ya que se comenzarían a mezclar las culturas, y se privilegiaría la “cultura blanca europea”. Esto es importante para determinar los ejes del pensamiento filosófico, que estaban dominados por el eurocentrismo.

El pensamiento latinoamericano tiene en el europeo una base determinante. Esto generó en la época de la independencia y la época republicana una disputa de los grupos de intelectuales latinoamericanos en contra o a favor de estos ejes del pensamiento. Se tomaron con recelo o con agrado esos ideales. Ciertamente, el pensamiento latinoamericano tiene una fuerte influencia del europeo en su formación, que es imposible de negar. Con esto se marcarían, posteriormente, tendencias de pensamiento con una fuerte injerencia en el continente, como fue la doctrina social de la iglesia en la concepción de los procesos de colonización y conquista; la influencia de la Revolución Francesa en la concepción de la libertad y la constitución de las naciones; o la influencia del marxismo en los proyectos revolucionarios de izquierda, entre otros.

El pensamiento latinoamericano tuvo en los ideales de los intelectuales mestizos su principal fuerza para desarrollar proyectos civilizatorios, revolucionarios y nacionalistas. Los procesos de independencia, influenciados por hechos suscitados en Europa, fueron claves para marcar una nueva etapa del pensamiento latinoamericano, en la que se comenzaron a introducir conceptos como nación, libertad, derechos, entre otros. Esta etapa aportó a conglomerar a las diversas poblaciones: indígenas, criollos, españoles, afros, entre otros, en torno al ideal de libertad para consolidar la independencia en los diversos territorios de Latinoamérica. A pesar de que estos proyectos caerían después en los aforismos europeos, en criollos y mestizos se marcaría un nuevo hito para el desarrollo del pensamiento latinoamericano.

En tiempos actuales, entramos en una perspectiva crítica, donde se retoma los aportes de las ideas europeas, especialmente desde el socialismo, para crear procesos revolucionarios que generen cambios en las estructuras sociales. La hibridación cultural, la injerencia del capitalismo y la posmodernidad, han llevado a procesos de crisis de la acción social. Sin embargo, los esfuerzos políticos, sociales, culturales y artísticos buscan crear posturas críticas sobre el pensamiento latinoamericano, lo acercan a sus herencias indígenas, toman en cuenta los complejos cambios de la época actual, y buscan reestructurar el sistema por el que funcionan las sociedades latinoamericanas. Todo este recorrido permitirá determinar la formación del pensamiento latinoamericano, sus estructuras, sus cambios y su estado actual. Para determinar cómo desde Latinoamérica se generan discursos sobre la identidad latinoamericana y la importancia que tienen estos para generar procesos de acción social y cambios en las sociedades de esta región.

 

Bases históricas del pensamiento latinoamericano

 

Civilización y barbarie

América vivió un proceso de conquista y posterior colonización, con lo que sufrió un quebrantamiento en el pensamiento autóctono, ya que se procuró terminar con la cosmovisión de los indígenas nativos y se instauró la razón occidental de los españoles, conjuntamente con la doctrina de la religión católica. La conquista “no solo significó el fin de los Incas, sino la dislocación de los equilibrios, pactos y dominaciones que constituyeron y consolidaron con su imperio” (Marchena, 2006:19). Esto generó un caos dentro de las relaciones establecidas entre los indígenas de diferentes etnias, que fueron reunidos en “comunidades de indios”. La conquista y la colonización se sustentó en un discurso de supremacía racial que buscaba justificarse en torno a dos categorías: civilización y barbarie. Estas fueron formas discursivas que permitieron la manipulación del pensamiento. Entre otras cosas “imponían formas del deber ser social y se justificaban las relaciones humanas concretas” (Roig, 1993:30).

Estas formas discursivas instauraron un sistema hegemónico de dominio en todos los ámbitos de la vida de los habitantes de América de esa época. Mediante el discurso de contraponer civilización a barbarie, en el que se privilegiaba claramente a la primera, se justificaba el proceso de dominación española; no solo una dominación desde el ámbito del trabajo sino una dominación filosófica, en la que se privilegiaba el pensamiento europeo y se desestimaba, e incluso castigaba, el pensamiento de los indígenas latinoamericanos.

La influencia de las categorías de civilización y barbarie en el pensamiento latinoamericano se puede apreciar en varios discursos durante la época de la conquista e incluso en la época de la independencia. Durante la conquista destacan las obras ensayísticas de Sepúlveda y Las Casas, que buscaron instaurar formas de legitimización del proceso de conquista y colonización. El proyecto lascasiano se enfocaba en una mirada paternal de los españoles sobre los indígenas y “está determinado, más bien, por una falsa apreciación de lo que hoy denominaríamos variables políticas y por su exacerbado idealismo moral” (Cueva, 1977:98). Mientras que la mirada de Juan Ginés de Sepúlveda era la de los indios como seres que no tenían alma, por lo que podían ser tratados como objetos para ser empleados por los seres privilegiados que poseían la razón y la fe, es decir los españoles.

En la época de la independencia se destaca la obra, Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas (1845) de Domingo Facundo Sarmiento. En esta se puede analizar la contrastación de estos términos, debido a que “el gran programa que se propuso la Generación argentina de 1837 […] fue tal como ellos mismos lo denominaron, el de la ‘Civilización’. Su mensaje se expresó a través de lo que puede llamarse ‘discurso civilizatorio’” (Roig, 1993:33). Se muestra cómo la civilización era la aspiración principal de muchos intelectuales latinoamericanos que tenían en su pensamiento enraizados los postulados de la conquista española.

Contrarias a estas dos obras que privilegian el concepto de la “civilización”, está el relato titulado La araucana, de Alonso de Ercilla, un “poema heroico de la conquista, mito fundador de la nacionalidad chilena.” (Cueva, 1977: 69). Este poema tiene la característica de reivindicar la figura del indígena como un ser humano con sus propias convicciones, que se opone a la conquista y lucha heroicamente contra los españoles, precisamente por esto fue desprestigiado durante la época en la que fue escrito. Todo esto revela cómo estas categorías están presentes en el pensamiento latinoamericano, especialmente en los años previos a la independencia y en muchos años posteriores a esta.

El intelectual latinoamericano del siglo XX “continúa discutiendo apasionadamente, afirmando o negando, esta realidad. La Conquista y la Colonia siguen vivas en su mente, en torno a ellas giran, al final de cuentas, todas sus discusiones.” (Zea, 1965:33). Las categorías de civilización y barbarie están entre las principales estructuras del pensamiento latinoamericano y han marcado varios procesos culturales posteriores como el mestizaje y la hibridación cultural.

Modernidad, mestizaje y capitalismo

La Modernidad fue un proceso que se instauró en América conjuntamente con los procesos de independencia. Los cambios a nivel mundial influyeron notablemente en los ideales de los pensadores latinoamericanos. Así “la revolución de independencia americana venía a completar la obra de la Revolución Francesa […] La cultura impuesta quedaba al fin rota, surgiendo por tanto un hombre nuevo y, con él, una nueva cultura racional y universal.” (Zea, 1972:139). La Modernidad fue un factor que cambió la sociedad latinoamericana desde la organización misma de esta hasta la constitución subjetiva de los individuos. Sobre esto Aníbal Quijano (2000) menciona que:

El concepto de modernidad da cuenta, igualmente, de los cambios en la dimensión material de las relaciones sociales. Es decir, los cambios ocurren en todos los ámbitos de la existencia social de los pueblos y, por tanto, de sus miembros individuales, lo mismo en la dimensión material que en la dimensión subjetiva de esas relaciones. (p.216)

Sin embargo, el establecimiento de los Estados-Nación generó que los individuos comenzaran a vivir sometidos a los ejes de control de los centros de poder de la economía, de la política y de la cultura. Estos centros de poder estaban concentrados en las capas poderosas de las sociedades latinoamericanas que “se vieron compelidas a construir repúblicas o estados nacionales que no eran, que no podían ser, como ellas lo querían, copias o imitaciones de los estados capitalistas europeos” (Echeverría, 2010:1). Las nuevas naciones buscaban copiar un modelo de Estado-Nación traído desde la Modernidad europea, no obstante, esto sería imposible debido a la gran variedad de etnias que se reunían en el territorio latinoamericano y, por consiguiente, a la diversidad de criterios de gobernabilidad que existía en torno a la sociedad.

El mestizaje buscó solucionar el problema de la Modernidad, ya que con esta nueva categoría de mestizo se generó el dominio de los grupos privilegiados de la sociedad sobre las demás etnias. El mestizaje en la práctica social generó un “apartheid latino que, más allá de jerarquizar el cuerpo social, lo escinde en una parte convocada y otra rechazada, que están en la base de la creación y la permanencia de las repúblicas latinoamericanas” (Echeverría, 2010:3). A través de esta categoría se comenzó a reunir a toda la diversidad cultural existente en América Latina, sobre todo para sostener las nacientes naciones. Esto conllevaría, posteriormente, a la consolidación de los nacionalismos, ideologías importantes para preservar la subsistencia de una nación.

La modernidad y el mestizaje cambiaron notablemente el pensamiento latinoamericano, ya que la generación de ideas que guiarán el desarrollo de las sociedades latinoamericanos estaba en las manos de los principales herederos del pensamiento europeo. Una vez más el pensamiento de los indígenas, afros y otros grupos étnicos era desestimado ante el dominio de las clases altas de la sociedad. Todos estos procesos de legitimización de un discurso de superioridad racial y dominio europeo ayudaron a la instauración de los ideales del modelo de producción capitalista, que comenzó a fundamentar sus bases en el complejo proceso histórico que vivieron las colonias americanas. Sobre esto Bolívar Echeverría (2010) menciona que:

Las repúblicas que se asentaron sobre las poblaciones y los territorios de la América latina han mantenido una relación con el capital –con el “sujeto real” de la historia moderna, salido de la enajenación de la subjetividad humana- que ha debido ser siempre demasiado mediata o indirecta. Desde las “revoluciones de independencia” han sido repúblicas dependientes de otros estados mayores, más cercanos a ese sujeto determinante. (p.2)

El proceso de instauración del capitalismo mundial en Latinoamérica respondió notablemente a la influencia que había tenido el pensamiento europeo en el pensamiento latinoamericano. La instauración de clases sociales, el proceso de explotación de los recursos naturales para entrar al comercio mundial, la instauración de naciones, entre otros, propiciaron que Latinoamérica entrara al sistema mundial; y, por consiguiente, el sistema capitalista comenzó a tener influencia en la generación de las identidades, las culturas y el pensamiento latinoamericanos.

 

Ideologías que cambiaron el pensamiento latinoamericano

 

Bolivarismo

Los intelectuales latinoamericanos desarrollaron, desde la época de la Colonia, varios trabajos donde manifestaban su interés por una sociedad gobernada acorde con la realidad latinoamericana y evitar la imperiosa influencia del pensamiento europeo. José Martí, en su texto Nuestra América (1891) manifiesta este propósito: “El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser del país. La forma del gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país” (Martí, 1891:122). La consolidación de un creciente nacionalismo generó nuevos debates respecto del pensamiento latinoamericano y con la instauración de las repúblicas se creó la unidad de diferentes sectores de la población.  Sin embargo, el problema de la independencia no era el cambio de formas de gobierno sino el cambio de formas de pensamiento. Esto hizo que se mantuviera una estratificación social y la construcción del pensamiento latinoamericano continuó limitada a los grupos privilegiados de la sociedad.

La figura de Bolívar fue uno de los principales hitos de los discursos nacionalistas que se generaron desde América Latina para buscar un proceso independentista y liberador, “es decir que Bolívar representaba los intereses de la aristocracia latifundista criolla, pero, como jefe revolucionario, de alguna manera vino a ser representante, asimismo, de los otros estamentos sociales, los que integraban la plebe” (Roig, 1984:42). La construcción de la figura de Bolívar buscó crear el imaginario del “libertador” en los diversos pueblos, esto con el objetivo de reunir a todas las etnias presentes en Latinoamérica bajo el mando de un líder que consiguiera finalmente la independencia y liberación del yugo español. Sin embargo, tras conseguir estos objetivos, los proyectos latinoamericanos se desvanecerían por problemas de las viejas estructuras heredadas. Esto lo explica de manera clara Leopoldo Zea (1972):

La emancipación política americana había fracasado porque no había sido antecedida por una emancipación de tipo mental […] Esta falta de preparación había hecho que un pueblo no acostumbrado a la libertad hiciese mal uso de ella provocando la anarquía y, con la anarquía los nuevos despotismos. (p.144-145)

El sistema, en general, se mantuvo igual, solo cambiaron los dirigentes que estaban delante de las sociedades latinoamericanas, y aunque fue un avance significativo, se continuaron reproduciendo los procesos de dominio, estratificación y gobernabilidad. Los gobiernos de las nuevas naciones “no supieron establecer las bases de un orden moderno, de un orden liberal. El más completo desorden siguió a la revolución de independencia y, […] se vieron arrastrados a imponer dictaduras cuando habían prometido la más completa libertad” (Zea, 1965:71). Los estados se impusieron como producto de un anhelo de los grupos criollos que lideraron los procesos de independencia, pero que no tomaron en consideración los ideales de las antiguas poblaciones indígenas, afros, entre otras. Se consolidó un proceso de mestizaje, que a la vez que integró a los diferentes grupos étnicos, también segregó a lo que no era mestizo, siempre privilegiando el blanqueamiento. Sobre esto, menciona Leopoldo Zea (1965):

El ideal de una comunidad heredada de la cultura ibérica encontrará su mejor y más alta expresión en el pensamiento del Libertador, Simón Bolívar (1783-1830). En él se centrará un ideal, buscado una y otra vez, de pura cepa hispanoamericana. Si algo caracteriza y da personalidad a esta América es ese ideal que recogerán otros pensadores y hombres de acción latinoamericanos hasta nuestros días (p.23).

Estos proyectos nacionalistas aportaron significativamente al desarrollo del pensamiento latinoamericano. Si bien no se consolidaron sus fines debido a la reproducción de las estructuras de la herencia del pensamiento europeo y a las distinciones de clase, estos proyectos ayudaron a unir a la población de diversas etnias bajo un solo conglomerado que luchó por la libertad e independencia. Sin embargo, aún quedaban muchas cuestiones que debían mejorarse, sobre todo, desde la igualdad social y el respeto a la diversidad cultural; y, sobre todo, la integración de las ideas de estos pueblos que no habían sido tomados en cuenta dentro del pensamiento latinoamericano para que aportaran a las políticas de desarrollo y organización sociales.

Marxismo

Los intelectuales latinoamericanos también tomaron ciertos postulados de sus pares europeos para acoplarlos a la realidad latinoamericana. Roberto Fernández Retamar planteó en su libro Calibán: Apuntes sobre la cultura de nuestra América (1998) que: “Nuestro símbolo no es pues Ariel, como pensó Rodo, sino Calibán […] ¿Qué otra cosa puede hacer Calibán sino utilizar ese mismo idioma para maldecir, para desear que caiga sobre él la <<roja plaga>>?” (Fernández, 1998:33-34). Desde esta metáfora se puede entender cómo muchos intelectuales latinoamericanos se plantearon utilizar varios postulados del pensamiento europeo para desarrollar el latinoamericano.

Los pensadores latinoamericanos ya no niegan la influencia europea, sino que terminan con la acepción de la misma y comienzan a tomar esta influencia y construir un pensamiento que se acople a las realidades de sus propias naciones. Esto se puede notar mayormente en el desarrollo del pensamiento marxista en el continente. Como lo explica Alejandro Moreano (cedido):

El pensamiento de Marx en América Latina solo podía ser el encuentro de la circulación mundial de su pensamiento y de los imaginarios y la simbólica a él referidos con las condiciones sociales y políticas del subcontinente en su curso histórico y de su expresión en el campo cultural, teórico ideológico de cada época y de cada región o país (Moreano, cedido, 2).

Los ideales marxistas se propagaron en el mundo, especialmente durante el siglo XX, y fueron acogidos de buena manera en América Latina por una gran parte de sus pensadores.  Los postulados sobre los derechos de la tierra, la oposición a la estratificación social en clases y la lucha trabajadora impulsaron muchos trabajos académicos que buscan acoplar estos y otros tantos ideales marxistas a la realidad latinoamericana. El marxismo ayudó a aumentar, ciertamente, la lucha social de varios sectores, como campesinos, afros, indígenas, entre otros, que buscaron reivindicar su participación social en la configuración de las sociedades latinoamericanas. Esto se puede evidenciar en el establecimiento de la Teoría de la Dependencia. Sobre esto, dice Alejandro Moreano (cedido):

El marxismo de El Capital no solo se convirtió en el fundamento de la Teoría de la Dependencia, la principal corriente teórica de la época no solo en América Latina sino en el mundo, sino en materia obligada de estudio en muchos centros académicos de la época. (p.5)

La influencia del pensamiento de Marx fue tan grande en los intelectuales latinoamericanos que marcó un hito para el desarrollo del pensamiento. Esto se puede notar en los trabajos que desarrollaron importantes investigadores como José Carlos Mariátegui, quien realizó un análisis de la realidad peruana sobre la base de los postulados del marxismo en su libro Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928). En Latinoamérica se generó “un movimiento intelectual inspirado en el marxismo, de tanto vigor y envergadura, que bien podría considerarlo como el fundamento de toda la cultura moderna de América Latina” (Moreano, cedido, 3). El marxismo tuvo inclusive una fuerte influencia en la cultura latinoamericana y grandes literatos concordaron con ese pensamiento, como Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, entre otros.

El marxismo ayudó a que se tomara en cuenta la participación de los sectores indígenas, campesinos, afros, entre otros, para las ideas políticas que hacen parte de las  sociedades latinoamericanas. Como otros anteriores proyectos, su aporte no fue definitivo, sino que ayudó a mejorar la conformación del pensamiento latinoamericano. Puso en debate las ideas de las diversas culturas que conviven dentro del continente y generó un pensamiento cada vez más complejo.

El pensamiento latinoamericano contemporáneo

 

Constitución actual

La constitución actual del pensamiento latinoamericano es el resultado de las bases que se heredaron de la conquista española y los cambios que se generaron por las ideologías nacionalistas y socialistas. Sumado a esto, ahora el pensamiento latinoamericano se ve influenciado por los fenómenos mundiales derivados de la globalización. Esto genera que todos los países, incluidos los latinoamericanos, estén dentro del sistema mundo. El mundo actual “sigue desajustado moral y socialmente, y este desajuste no ha encontrado, todavía, la filosofía que intente darle solución adecuada” (Zea, 1965:29). Dentro de esto se ha caído en una difuminación del pensamiento latinoamericano.

Las sociedades actuales están afectadas por varios fenómenos y procesos sociales que atraviesan la formación de la identidad de los sujetos y de las naciones. Tal es el caso de la posmodernidad que “no es otra cosa que la <<lógica cultural del capitalismo tardío>>” (Castro-Gómez, 2011:19). Igualmente, la hibridación cultural, que vino de la mano de los procesos de globalización, ha cambiado la matriz ideológica cultural. Ahora vivimos bajo la lógica del consumo y “cada nuevo producto coloniza un espacio semiológico, se legitima en un mundo de sentidos y de signos, arraiga en un humus cultural”. (Margullis. 2003:41). Ahora la lógica del mercado del sistema capitalista ha adentrado a la sociedad en una época de consumo. La nueva base cultural y social, la posmodernidad, ayuda a mantener ese modo de producción capitalista, ya que comienza un proceso de individualización de la sociedad lo que genera una atomización de las luchas sociales. Castro-Gómez (2011) lo explica de la siguiente manera:

La cultura holista definía identidades amplias basadas en la pertenencia a colectivos y solidaridades de gremio y clase […] La cultura neoindividualista, por el contrario, se caracteriza por una tendencia a la formación de identidades restringidas, en donde se valora lo microgrupal y lo privado. (p.25)

Esta ruptura de las antiguas luchas sociales por intereses universales se fue reduciendo a pequeñas luchas por intereses más particulares, lo que generó un debilitamiento de la acción social. Esto difuminó el desarrollo de un pensamiento latinoamericano colectivo, se generaron varios ideales, posturas y pensamientos diversos dentro de las sociedades y fue imposible abarcar todo en un solo pensamiento latinoamericano. Sobre esto Leopoldo Zea (1965) menciona que:

La principal preocupación del filósofo contemporáneo deberá ser la de dar estímulo a las condiciones que permitan la universalidad de los valores que originó la cultura occidental. Estímulo mediante una tarea reeducativa que muestre a las nuevas generaciones los alcances de la universalización de la cultura occidental. Reeducación que permita al hombre ver en otros hombres semejantes con los que tiene que colaborar en la realización de una tarea que ya es común a todos los hombres (p.29).

El desarrollo de un pensamiento latinoamericano, preocupado por enfrentarse a estos procesos de dominación en el sistema capitalista, se genera especialmente desde la doctrina marxista. En América Latina “la izquierda avanza a pesar de la izquierda: porque es un asunto de sobrevivencia. Es posible que el avance imprescindible de las luchas empuje a las organizaciones de la izquierda a asumir los retos” (Stolowics, en Guardarrama, 2013:275). Entre tanta politiquería, los retos del socialismo radican en una revolución paulatina que instaure proyectos transformadores desde las bases de la sociedad para terminar con las viejas estructuras y transformar la hegemonía del capitalismo en una hegemonía de lo social. En la actualidad nos encontramos ante una lucha contra el sistema hegemónico en la cual los movimientos culturales son los principales que ayudan al desarrollo del pensamiento latinoamericano.

 

Consideraciones finales

Los pensadores latinoamericanos deben proponerse consolidar una revolución social y cultural que transforme desde aspectos tan grandes como la organización de la sociedad hasta más específicos como la identidad de los sujetos. La identidad, que es “un aspecto crucial de la reproducción cultural: es la cultura internalizada en sujetos, subjetivada, apropiada bajo la forma de una conciencia de sí en el contexto de un campo ilimitado de significados compartidos con otros” (Margulis, 2003:102). La identidad es el aspecto más importante para consolidar un verdadero pensamiento latinoamericano. Desde las antiguas estructuras, y pasando por los experimentos de proyectos ideológicos, nunca se ha podido consolidar una identidad o, mejor dicho, unas identidades latinoamericanas, sobre cuya base se plantee un pensamiento latinoamericano sólido.

El socialismo, contra este problema de la deformación de la identidad de los sujetos, tiene que asimilar el contexto latinoamericano y desarrollar procesos abarcativos, para que se retome la noción de lucha social, debido a que “lo decisivo serán las transformaciones de contenido revolucionario y anticapitalista que en dichos experimentos se pongan en práctica y que sean el producto de la voluntaria decisión de la mayoría de los pueblos que las emprenden” (Guardarrama, 2013284). Aquí tiene una gran importancia la cultura, ya que a través de este campo se pueden generar importantes cambios en la sociedad debido a que puede ser una fuente de acción social. Sobre esto, Leopoldo Zea (1965) menciona que:

El latinoamericano ha terminado, sin abandonar su afán de formar parte de una cultura de la que se sabe heredero, por reconocer la realidad que le es peculiar para adaptar a ella sus aspiraciones de occidentalización. Se busca ahora la conciliación de las expresiones de la cultura de que se sabe hijo con la realidad ineludible en que también se ha formado. Y así sin dejar de ser americano es también un miembro activo de la cultura occidental. (p.30)

Las manifestaciones culturales que se generan en las sociedades latinoamericanas son sus principales muestras identitarias. Dentro de estas manifestaciones radica el pensamiento. Sin embargo, para que esto sea completamente efectivo, es necesaria la consolidación de la interculturalidad para establecer un pensamiento latinoamericano inclusivo y holístico, que reconozca la herencia indígena, afro, mestiza, etc., y que ponga en cuestionamiento el sistema en el que se maneja la sociedad.

El pensamiento latinoamericano debe realizar un profundo análisis historiográfico de los procesos que se vivieron en América Latina para encontrar las estructuras que no han permitido un proceso revolucionario por el que se viene luchando desde los procesos de independencia. Al configurar las bases epistemológicas se podrá emprender un lento y largo camino de descolonización de los saberes y del pensamiento. Los avances de intelectuales, revolucionarios, literatos, artistas, políticos y todo aquel que puso un paso de lucha por una consolidación de la libertad de Latinoamérica fue un aporte en este complejo proyecto que se debe emprender. Entender los aportes del pasado nos permite establecernos con fuerza en el presente para luchar por la liberación absoluta en búsqueda de una integración cultural.

La identidad latinoamericana es producto de una compleja construcción histórica que mantiene una importante herencia indígena, afro, campesina, etc. Somos producto de la convergencia de diversas visiones del mundo y en esta casualidad no pudimos más que equivocarnos ante los problemas de esa complejidad. Siglos después, nuestra resiliencia nos muestra que tenemos todas las posibilidades de que esto sea una ventaja en la construcción de un pensamiento complejo, pues eso es el pensamiento latinoamericano, la complejidad de varias culturas, que intentan vivir en armonía dentro de un solo territorio, para por fin crear “Nuestra América”.

 

Referencias

 

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Marchena, Juan (2006). La voz de los cerros y los páramos. los universos indígenas andinos en su lucha por la educación y respeto a sus identidades. Historia de la educación colombiana, 9, 9-71

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Quijano, Aníbal (2000). Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. En Lander, Edgardo (Comp.). La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas Latinoamericanas (pp. 200-246). Buenos Aires: CLACSO.

Roig, Arturo Andrés (1993). Rostro y Filosofía de América Latina. Mendoza: Universidad Nacional de Cuyo.

Roig, Arturo Andrés (1984). Bolivarianismo y filosofía latinoamericana. Quito: FLACSO.

Zea, Leopoldo (1972). América como conciencia. México DF. UNAM.

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