Textos y
contextos (segunda época), 18
Los efectos de los medios de
comunicación de masas
Mst. Noha Puma | noha7puma@gmail.com
Víctor
Hernández-Santaolalla
2018
Barcelona:UOC
200 páginas
En el
último capítulo del libro Los efectos de
los medios de comunicación de masas (2018), de Víctor Hernández-Santaolalla,
se cuestiona el desarrollo investigativo de la comunicación, cuáles son los
efectos de las plataformas sociales en los usuarios. Efectos e influencia son
categorías que delinearon el sendero investigativo, inclusive, en las tesis de la
zona latinoamericana durante varias décadas.
Hay
publicaciones relevantes que no necesariamente se enfocan en temáticas inéditas
o “actuales”. Más bien, algunos textos trascienden como un material de trabajo
pedagógico para entender la disciplina comunicacional de manera secuencial y
sistemática en torno a las teorías clásicas. Es el caso del libro de
Hernández-Santaolalla cuyo horizonte investigativo, sin embargo, eclipsa,
parcialmente, asuntos como la comunicación digital y el imperio de los algoritmos.
Al
parecer, los esfuerzos reflexivos de los comunicadores y académicos no se han
decantado totalmente por la dinámica del universo de la internet o, en
tensiones más específicas, de las redes sociales en estos tiempos de vértigo
digital, en la zona Ibérica. También parecería que el debate sobre los medios
de comunicación de masas y sus efectos e influencia ha quedado zanjada. Para Hernández-Santaolalla, cobra vigencia la teoría de los
efectos y la influencia hoy por hoy.
Sobre lo
anterior, Santaolalla esgrime un argumento: repensar la influencia de los
medios, en términos no solo conductuales sino cognitivos. En realidad, lo
mediático, además, es decisivo en su conexión con la sociedad. Acto seguido,
Santaolalla ilustra con la televisión, medio de masas, y su relación con la
violencia. A este medio no se le puede indilgar la
generación de violencia en la sociedad. Dicha problemática es multidimensional.
La
evolución de los media devino en un enjambre de
plataformas con nuevas especies digitales que son analizadas a partir de packs teóricos o enfoques
comunicacionales clásicos. Es decir, se intenta aplicar ciertas cuestiones
teóricas de la comunicación tradicional para revelar asuntos actuales. De esta
manera, se explica desde la espiral del silencio, el entramado digital, cuando,
por ejemplo, los usuarios asumen una postura silente y, abrumados por el miedo
al aislamiento, distinta frente a las opiniones de la mayoría del grupo o red.
Retornemos
al capítulo inicial, en el cual Santaolalla retrotrae de manera sistemática las
tradicionales teorías y modelos de la comunicación. Le importa sobremanera
aproximarse a una conceptualización primordial del efecto de la comunicación.
De ahí se bifurcan los efectos. A esto se suma una fórmula significativa que
conlleva la persuasión o la posibilidad de forjar influjos en el comportamiento
de los perceptores.
El
capítulo más nutrido da cuenta de las fórmulas de la comunicación. Incluso se
incorporan las coordenadas que engloban a la Escuela de Chicago, la aguja
hipodérmica y la fórmula de Lasswell, la era de los efectos ilimitados, sleeper effect, la
teoría de la información o matemática. Sin embargo, el estructuralismo y los
modos de analizar los discursos, que se posicionaron en la zona latinoamericana,
son soslayados en este punto.
De igual
manera, se pone el foco en la contundencia de las premisas de McLuhan y, entre
otras cosas, en su determinismo tecnológico. Hasta ahora, sujetos teóricos
latinoamericanos también hurgan en el legado con ingentes esfuerzos en pos de desencriptar sus propuestas. Así, la obsolescencia
es rasgo fundamental, ente otros, de los medios y, además, uno de los elementos
centrales para la mediaevolución.
En los
capítulos medulares se incorporan libros emblema como el de MacCombs (2004) La Agenda Setting que dejaron su
impronta a nivel periodístico y a nivel de investigación. McCombs evidencia
cómo se diseña, a veces de manera compleja, la agenda de los medios
tradicionales que es permeable y, al mismo tiempo, influencia en lo que se denomina
la opinión pública. Devela cómo las diversas organizaciones que orbitan,
mediante agendas, presionan/accionan conductas en los ciudadanos.
Estableciendo la agenda planteó en los primeros años del siglo XXI una pregunta
crucial, respaldado por estudios estadounidenses: ¿quién influencia a quién:
los medios al público; el público a los medios?. En
definitiva, MacCombs dirime esta interrogante: los medios influyen al público.
De igual manera, existe una dimensión sicológica, en el sentido de que los
medios y su influjo pueden modificar actitudes y comportamientos.
Existen
múltiples elementos que construyen la agenda: “se ha esbozado una respuesta a
quién fija la agenda mediática a partir de la consideración de tres elementos:
las principales fuentes que suministran la información para las noticias, otras
organizaciones informativas y las normas y tradiciones del periodismo” (223).
Los
estudios culturales vinculados a la comunicación se instalan también en estas
páginas. De hecho, la cultura es, definitivamente, una cuestión prevalente en
el entramado social. La Escuela de Birmingham fue un enclave y referente en las
indagaciones de la cultura. Su contingente teórico se trasladó y confrontó a
pensadores quienes trasladaron sus marcos teóricos para identificar disputas
hegemónicas más específicas en entornos culturales latinoamericanos.
En el
último tramo del texto, el autor no distingue entre lo mediático, las redes
sociales y los sistemas operativos. Aquí se limita a entender a dichas redes en
tanto nuevas tecnologías. Cabe enfatizar que lo mediático tiene distinta
organicidad a las redes sociales virtuales, que es restringido hablar de la
internet como un nuevo medio. Consecuentemente, la comunicación digital se
plantea inabarcable y desafiante para los investigadores sociales.