llamado, Pacto Mundial para la Migra-
ción Segura, Ordenada y Regular, se es-
tructura con 23 objetivos. Entre los más
relevantes está el de aumentar el apoyo
a los mecanismos de prestación de asis-
tencia monetaria para los migrantes y
proteger la seguridad, la dignidad, así
como los derechos humanos y las liber-
tades fundamentales de todos los mi-
grantes, sea cual sea su estatus
migratorio, en todo momento.
Cuando Félix migró, este convenio
no estaba ni siquiera planeado ¿Hubiera
cambiado su situación? Es algo que nunca
podremos saber. Él describe como una
“pesadilla” aquel día en el que comenzó a
construir su historia a distancia, cuando
se despidió de su familia y el avión des-
pegó rumbo a un destino que eligió casi a
dedo. La recuerda así:
Ese lunes, 30 de septiembre de
2013, fue un día difícil, era como una pe-
sadilla. Tuve que hacerme práctica-
mente invisible para que no vieran lo
que estaba sintiendo. Realmente es bien
difícil, traté de mostrar la menor canti-
dad de sentimientos posibles, pero por
dentro estaba preocupado y dolido. Fue
una mezcla de sentimientos que es in-
descriptible, hay que vivirlo para real-
mente poder sentirlo, porque no se
puede explicar.
Imagínate dejar todo, tus amigos,
tus padres, tus vecinos, tu comida, todo lo
que te pertenece. Y no porque quieras
sino porque te toca. Dejar atrás mi fami-
lia, toda la vida que había forjado fue
duro, muy duro realmente. Es una de las
cosas de las que nunca he hablado y que
no vale la pena recordar –logra pronun-
ciar con la voz entrecortada y lágrimas en
los ojos. Abandona la sala durante unos
minutos acompañado por su esposa que
intenta tranquilizarlo.
Un viaje ilegal
Regresa nuevamente a la sala, se
sienta y continúa hablando, casi sin aire y
todavía con los ojos rojos. No es fácil para
él y no es menos complicado para quienes
dejó atrás. Estar lejos de la patria, de casa,
supone un acto de coraje, una tonelada de
esfuerzo, un poco de desapego y un mon-
tón de ganas. Y continúa el relato:
Salí de Cuba rumbo a Bolivia, con
una carta de invitación y una visa de tu-
rismo. Allí no conocía nada, ni si quiera
tenía la más mínima idea de lo que iba a
hacer. Llegué en horas de la madrugada y,
como tenía visa, todo fue muy rápido. En
esta misma odisea se involucró un compa-
ñero de trabajo y amigo, también profesio-
nal, que le pagó a ese traficante de
personas para salir. Llegamos juntos con
una idea más o menos vaga de qué quería-
mos hacer, ver si trabajábamos profesio-
nalmente como médicos, si podíamos
reunirnos con la familia lo antes posible,
pero la idea de cómo lograrlo no era clara.
Nos comunicamos con un profesor
de matemáticas, que incluso había sido
profesor de mi hija menor, y que salió a
Bolivia en ese mismo grupo de personas
que migramos por la misma vía, que si
mal no recuerdo fuimos alrededor de 10.
Le llamamos desde una cabina telefónica,
en el propio aeropuerto, y nos dijo que
fuéramos al sitio donde él estaba. Se en-
contraba en una ciudad fronteriza con
Brasil que se llama Cobija.
En este lugar estuvimos viviendo en
un hotel malísimo, que incluso tenía rota
la puerta y teníamos que entrar por la
ventana. Él dormía en la cama y nosotros
en el piso. Preguntando y preguntando
nos dijeron que era bastante complicado
poderse legalizar y decidimos continuar
Textos y contextos Nº 19
Noviembre 2019 - Abril 2020 • 47
¿Quién no tiene sueños?: un relato entre el desarraigo y la libertad