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¿Quién no tiene sueños?: un relato entre el desarraigo y la libertad
¿Quién no tiene sueños?: un relato
entre el desarraigo y la libertad
Who has no dreams?: a story between
uprooting and freedom
Dachel Annelys García Matos
Estudiante de séptimo semestre de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Central del Ecuador. Entre sus principales
líneas de investigación están los lenguajes y los discursos de la información y la comunicación; recepción, consumo e interacción en
los productos comunicacionales; información, comunicación y cultura. Actualmente prepara una tesis acerca de la dinámica comuni-
cacional en el contexto de la inmigración internacional en el barrio La Florida en Quito, Ecuador.
Correo: dagarciam@uce.edu.ec
Mariela Pozo Chávez
Estudiante de séptimo semestre de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Central del Ecuador. Entre sus principales
líneas de investigación se encuentran las diversas formas del consumo cultural y la construcción de significados. Actualmente prepara
una tesis acerca de la representación del periodista en películas del contexto nacional.
Correo: mpozoc@uce.edu.ec
Resumen
El testimonio, camino recurrente del periodismo para acudir a la memoria, presenta hasta la actualidad muchas posibilidades de uso.
Este artículo narra, en la primera parte, el testimonio de un migrante hacia Ecuador, y da cuenta del amplio significado y magnitud
de las movilizaciones humanas. En la segunda parte, se desarrolla una reflexión teórica acerca de la importancia del testimonio dentro
del denominado nuevo periodismo. Se analizan además los límites y posibilidades del testimonio como herramienta para comprender
la propia historia nacional, para vivir y reconocer lo que es ahora el Ecuador.
Palabras clave: clave: testimonio, migración, memoria, narrativa, periodismo.
Abstract
The testimony, recurrent journalism path to appeal the memory, it presents so far a lot of usage possibilities. This article narrates, in
its first part, a migrant's testimony about Ecuador, and he gives assurance about the meaning and magnitude of human mobilization.
In the second part, a theoretical reflection about the value of the testimony inside the one which is called new journalism. Furthermore,
it is checked the boundaries and possibilities of the testimony as a tool to understand the national history itself, to live and recognize
what it is Ecuador nowadays.
Keywords: testimony, migration, memory, narrative, journalism.
Recibido: 13-09-2019 • Aprobado: 07-10-2019
DOI: https://doi.org/10.29166/tyc.v1i19.2068
1
Cuando el único camino es la fuga
Desde las primeras formas de orga-
nización humanas, nuestros antepasados
se desplazaban por todas las regiones ha-
bitables del mundo. Buscaron lugares
donde sobrevivir y asentarse. Actual-
mente, los procesos migratorios no han
parado. Los motivos pueden ser diferen-
tes, algunos políticos, otros económicos,
pero siempre estamos en movimiento.
La migración, sin duda, es un fenó-
meno que ha tenido grandes repercusio-
nes a nivel cultural, social, económico y
político. En los últimos años, Ecuador se
ha convertido en un país receptor, en su
gran mayoría, de migrantes fronterizos.
En el 2018, más de 2 millones de persona
ingresaron al país, de las cuales solo el
8.7% indicó en sus registros de entrada
que se quedarían permanentemente en el
país (INEC, 2019). Sin embargo, Refugees
International (2019) publicó una investi-
gación en la que se afirma que los migran-
tes, especialmente provenientes de
Venezuela, llegan en calidad de turistas
para luego quedarse o seguir hacia el sur.
Pero más allá de los datos, el estu-
dio del tema migratorio contiene historias
con rostros propios, que en sus particula-
ridades no son un dato más. Las memo-
rias y vivencias de los migrantes necesitan
ser contadas, quizá así se dé cuenta del
amplio significado y magnitud de las mo-
vilizaciones humanas. Es necesario cono-
cer los testimonios de los otros, los
llamados extranjeros, para narrar la pro-
pia historia nacional, para vivir y recono-
cer lo que es ahora el Ecuador.
Félix Alberto García Pérez nació en
Cuba, estudió medicina en la Universidad
de Granma y se especializó en ginecobs-
tetricia. Se casó a los 20 años con Raquel
Rubí Matos Zamora, su compañera de es-
tudios y amiga. Años más tarde tuvo dos
hijas. A los 30 años se mudó desde
Granma, su ciudad natal, a La Habana, y
actualmente vive en Quito, Ecuador.
Tiene 50 años y es uno de los innumera-
bles ejemplos de aquello que viven los mi-
grantes para lograr sus sueños.
Si preguntan sobre su carácter se
puede decir que tiene un gran sentido del
humor, aunque esto no se puede apreciar
a simple vista. Si solo nos quedáramos
con el contacto inicial, pensaríamos que
es una persona muy seria y desconfiada.
Pero en este caso la primera impresión no
es la que contará. Es alto, tiene la piel
muy blanca, y poco pelo. Habla fuerte y
rápido, al son del acento cubano. Dice que
suele adaptarse rápidamente, quizá por
los cambios drásticos que ha vivido a lo
largo de su vida.
Según cifras publicadas por la Or-
ganización para la Cooperación y el Desa-
rrollo Económicos (2013) cerca de un
millón y medio de cubanos han emigrado
de la isla. En Ecuador, según cifras del
Ministerio del Interior (citado en Vaca,
2017), 79 173 cubanos han arribado des-
pués de que el Estado exigiera visa para
su ingreso. Algunos se quedarán por poco
tiempo y luego seguirán su camino hacia
el norte. Otros permanecerán en el país.
Seguimos en movimiento. La historia de
los seres humanos es una historia de mi-
graciones.
– La verdad es que no me siento del
todo cómodo recordando aquel momento
– dice Félix fijando sus ojos verdes y llo-
rosos sobre sus manos, mientras recuerda
por qué salió de Cuba. Se sienta frente a
la mesa de su sala. Ahí estamos nosotras,
dispuestas a escucharlo.
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– No se preocupe, en el momento
que desee podemos parar, imaginamos
que debe ser difícil para usted – intenta-
mos ponernos en su lugar.
– Entonces solo perdonen si me
emociono – dice antes de comenzar a
contarnos cómo salió de Cuba. Habla del
pasado como quien encuentra una carta
que no vale la pena volver a leer.
De inmediato, Félix comienza a
relatar cómo fue el largo proceso:
– La situación que vivía en Cuba,
sin ser una situación extrema era bastante
difícil desde el punto de vista económico.
Lo peor de todo era la frustración que
vivía. Uno tiene una profesión, un trabajo,
sin embargo, las cosas básicas que nece-
sitamos, no las teníamos. Ese fue el prin-
cipal detonante para que decidiera
emigrar ¿Quién no tiene sueños? Yo no
podía realizar los míos y lógicamente la
economía iba asfixiando. Aunque tam-
bién soy de los que piensa que detrás de
una situación económica difícil siempre
hay políticos que la provocan, gente que
no sabe manejar un país y lo lleva al fra-
caso.
Con mi salario era imposible ahorrar dinero
Muchos viven a espaldas de esta re-
alidad migratoria. Durante su campaña
política, Jair Bolsonaro (2018) increpaba,
a voz en cuello: “No hacen nada. Más de
mil millones de dólares al año estamos
gastando en ellos”, al referirse sobre todo
a los ciudadanos con ascendencia afri-
cana. Al norte, Trump se preguntaba por
qué Estados Unidos tenía tanta gente de
países que son “agujeros de mierda” vi-
viendo ahí (EFE, 2018). Hablar de migra-
ción es un tema álgido en las agendas
presidenciales de todo el mundo. Un tema
que atraviesa muchos aspectos, uno de los
principales, el económico.
El salario básico en Cuba es de 16
dólares (Redacción Cubadebate, 2019). El
costo de trámites del pasaporte, visado y
pasajes hacia Ecuador bordea los 1.200
dólares, lo que equivale a 75 sueldos bá-
sicos. Más de seis años de ahorro, sin con-
tar que con el monto mensual ganado se
debe comprar comida, pagar transporte,
entre otros, a pesar de los subsidios. La
salud y la educación son de acceso gra-
tuito en Cuba, y sus ciudadanos reciben
algunos alimentos del Estado mediante la
"libreta de abastecimiento". Pero esa car-
tilla, que hace décadas llegó a cubrir gran
parte de las necesidades –incluso la ropa
interior, los zapatos y los juguetes infan-
tiles–, se ha reducido en cantidad y tipo
de productos subsidiados.
Preguntamos cómo hizo Félix para
juntar ese dinero, y después de un gran si-
lencio, respondió:
El financiamiento fue bastante di-
fícil porque con mi salario era imposible
ahorrar dinero. Para salir del país tuve
que recurrir a múltiples cosas. Durante
mi vida profesional conocí personas que
me ayudaron económicamente y que me
obsequiaron objetos de cierto valor en
agradecimiento por mi labor como mé-
dico obstetra. Todo eso tuve que ven-
derlo, ropa, joyas, algunos artefactos. Yo
no tenía casa propia, por eso, ni pensar
en conseguir dinero alquilándola. El
resto lo fui sumando de varias cosas que
se hicieron, algunas incluso estaban al
margen de la legalidad. En la isla existen
“negociantes” que se dedican al tráfico de
personas.
En Cuba hay una cantidad significa-
tiva de gente que quiere salir del país y
constantemente busca alternativas. Yo,
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por mi profesión, conocía a muchas per-
sonas, entre ellas al esposo de una pa-
ciente, quien a su vez conocía a un
abogado boliviano que se dedicaba a sacar
personas a través de cartas de invitación
a su país de origen. Julián (nombre que
utilizaremos para proteger la identidad de
este abogado) proponía a los médicos una
vía supuestamente fácil: ir a eventos cien-
tíficos, tener trabajo y una serie de pro-
mesas falsas. Su único objetivo era
enganchar a la gente para que se metieran
a su negocio de migración. Pensó en mí
porque creía que yo tenía cierta solvencia
económica, lo cual era falso y me planteó
la situación.
Tiempo después, conversando con
un amigo que igualmente estaba desespe-
rado por salir de Cuba, y entendiendo su
situación, le comenté que conocía a una
persona que le podría ayudar. Le dije de
qué modo el abogado sacaba a los cuba-
nos y así se hizo una cadena de tres o cua-
tro personas, hasta que llegó a oídos de
otra persona que también se dedicaba al
tráfico de personas desde Cuba. Los sa-
caba con ayuda de terceros hasta Estados
Unidos. Resulta ser que él, que yo no
sabía que se dedicaba a eso, también era
conocido mío, yo había atendido a su es-
posa durante el embarazo y por ahí surgió
la conexión.
Él me dijo que, si le presentaba al
abogado del que les comentaba anterior-
mente, podían negociar para sacar perso-
nas que ya tenía previsto sacar, y de ahí,
a manera de retribución por ponerlos en
contacto, me pagaba el viaje.
Entonces, se puede decir que esa
cadena de acontecimientos se generó por
personas que yo conocía y que vieron en
mí a alguien confiable, a quién se le
podía contar esas cosas, porque, lógica-
mente, no a cualquiera se le da ese tipo
de detalles porque puede resultar en una
intervención policial. Así que realmente
son personas comunes y corrientes que
entran a ese negocio ilegal. En Cuba la
desesperación es grande y, una vez den-
tro de ese mundo ilícito, ven la posibili-
dad de tener ganancias relativamente
fáciles.
***
Cada vez que puede, Félix men-
ciona a su familia. El amor que siente
por ellos es su motor principal, lo que
lo movió a buscar los medios para su
sustento, aunque eso implicara el
enorme esfuerzo de salir de su país,
para empezar una vida desde cero en
otro lugar.
– Para mí lo más difícil – dice con
la voz entrecortada– fue el hecho de dejar
a mi familia. Realmente no fue mi deci-
sión salir de Cuba sin ellos, sino que era
imposible no hacerlo. Mi posibilidad de
salir era remota, y logré financiamiento
para mí por vías que no eran las legales.
Imagínense ustedes, lograr financia-
miento para mi esposa y mis hijas. Ade-
más, estaba la incertidumbre del futuro.
Yo salí sin conocimiento de a dónde me
dirigía y exponer a mi familia a eso era
peor. Sabía que me tocaría duro, y con
ellas sería mucho peor, entonces sería su-
frir doblemente y no quería correr ese
riesgo con mi familia.
Aquel día, una pesadilla
La gran mayoría de los países
miembros de la ONU firmaron en di-
ciembre del 2018, el primer acuerdo glo-
bal para ayudar y proteger a los
migrantes (CEPAL, 2018). Este convenio
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llamado, Pacto Mundial para la Migra-
ción Segura, Ordenada y Regular, se es-
tructura con 23 objetivos. Entre los más
relevantes está el de aumentar el apoyo
a los mecanismos de prestación de asis-
tencia monetaria para los migrantes y
proteger la seguridad, la dignidad, así
como los derechos humanos y las liber-
tades fundamentales de todos los mi-
grantes, sea cual sea su estatus
migratorio, en todo momento.
Cuando Félix migró, este convenio
no estaba ni siquiera planeado ¿Hubiera
cambiado su situación? Es algo que nunca
podremos saber. Él describe como una
“pesadilla” aquel día en el que comenzó a
construir su historia a distancia, cuando
se despidió de su familia y el avión des-
pegó rumbo a un destino que eligió casi a
dedo. La recuerda así:
Ese lunes, 30 de septiembre de
2013, fue un día difícil, era como una pe-
sadilla. Tuve que hacerme práctica-
mente invisible para que no vieran lo
que estaba sintiendo. Realmente es bien
difícil, traté de mostrar la menor canti-
dad de sentimientos posibles, pero por
dentro estaba preocupado y dolido. Fue
una mezcla de sentimientos que es in-
descriptible, hay que vivirlo para real-
mente poder sentirlo, porque no se
puede explicar.
Imagínate dejar todo, tus amigos,
tus padres, tus vecinos, tu comida, todo lo
que te pertenece. Y no porque quieras
sino porque te toca. Dejar atrás mi fami-
lia, toda la vida que había forjado fue
duro, muy duro realmente. Es una de las
cosas de las que nunca he hablado y que
no vale la pena recordar –logra pronun-
ciar con la voz entrecortada y lágrimas en
los ojos. Abandona la sala durante unos
minutos acompañado por su esposa que
intenta tranquilizarlo.
Un viaje ilegal
Regresa nuevamente a la sala, se
sienta y continúa hablando, casi sin aire y
todavía con los ojos rojos. No es fácil para
él y no es menos complicado para quienes
dejó atrás. Estar lejos de la patria, de casa,
supone un acto de coraje, una tonelada de
esfuerzo, un poco de desapego y un mon-
tón de ganas. Y continúa el relato:
Salí de Cuba rumbo a Bolivia, con
una carta de invitación y una visa de tu-
rismo. Allí no conocía nada, ni si quiera
tenía la más mínima idea de lo que iba a
hacer. Llegué en horas de la madrugada y,
como tenía visa, todo fue muy rápido. En
esta misma odisea se involucró un compa-
ñero de trabajo y amigo, también profesio-
nal, que le pagó a ese traficante de
personas para salir. Llegamos juntos con
una idea más o menos vaga de qué quería-
mos hacer, ver si trabajábamos profesio-
nalmente como médicos, si podíamos
reunirnos con la familia lo antes posible,
pero la idea de cómo lograrlo no era clara.
Nos comunicamos con un profesor
de matemáticas, que incluso había sido
profesor de mi hija menor, y que salió a
Bolivia en ese mismo grupo de personas
que migramos por la misma vía, que si
mal no recuerdo fuimos alrededor de 10.
Le llamamos desde una cabina telefónica,
en el propio aeropuerto, y nos dijo que
fuéramos al sitio donde él estaba. Se en-
contraba en una ciudad fronteriza con
Brasil que se llama Cobija.
En este lugar estuvimos viviendo en
un hotel malísimo, que incluso tenía rota
la puerta y teníamos que entrar por la
ventana. Él dormía en la cama y nosotros
en el piso. Preguntando y preguntando
nos dijeron que era bastante complicado
poderse legalizar y decidimos continuar
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¿Quién no tiene sueños?: un relato entre el desarraigo y la libertad
camino buscando otras opciones. Solici-
tamos una visa de entrada a Brasil, y nos
la dieron. En ese momento ya habíamos
planeado venir a Ecuador, porque mi
acompañante tenía aquí al excuñado y
padre de su sobrina. La situación de
Ecuador en aquel momento permitía una
fácil legalización y eso fue lo que nos mo-
tivó. La respuesta del país hacia la migra-
ción era mucho más favorable en
comparación con otros países de la re-
gión. El presidente de entonces hablaba
de la ciudadanía universal.
De ahí atravesamos Brasil y fuimos
hasta Perú. A Perú entramos de manera
ilegal, fue un tránsito bastante difícil, nos
detuvo la policía en la entrada al país, tu-
vimos que pagar para que nos dejaran re-
gresar a Brasil porque, de lo contrario,
iríamos presos. Al día siguiente retorna-
mos, tuvimos que incluso dejar la ropa en
un hotel, porque teníamos que ir lo más
ligeros posible de equipaje. Y así atrave-
samos Perú, arriesgándonos, hasta llegar
a Ecuador, donde igualmente entramos
sin ningún tipo de documentación, sin se-
llar el pasaporte, ni nada. Creo que la
parte más difícil de la travesía fue esa de
Perú, bien compleja, con muchos riesgos,
con muchas cuestiones que nos pasaron,
fue realmente difícil. Pero bueno, gracias
a Dios pudimos llegar vivos y sanos y con-
tinuar nuestra vida en Ecuador.
Primer día en Ecuador
Visto como una solución o un agra-
vante de la situación migratoria, el Pacto
Mundial para la Migración Segura, Orde-
nada y Regular, tiene una característica
particular. No es un tratado, ni es jurídi-
camente vinculante. Es decir, los países
pueden o no cumplirlo. No es obligatorio,
depende de la disposición del gobierno de
turno. Lo cierto es que muchos migrantes
siguen aquí y allá. Yendo y viniendo en
días, meses o años.
Según recuerda Félix Alberto:
Mi primer día en Ecuador fue
común y corriente, no fue ni siquiera un
día impactante. Fue desestresarse del
viaje –nos comenta mirando a lo lejos,
como si en su cabeza regresara a aquel 6
de octubre del 2013–. Recuerdo que lle-
gamos en horas de la mañana, y lo pri-
mero que hicimos fue bañarnos. Hacía
mucho tiempo que no nos bañábamos de
manera tranquila. Comimos un plato de
comida caliente y hecho en casa. Por lo
demás, llegamos a casa de un conocido,
también cubano. Le contamos la travesía
y comenzamos a planificar el rumbo que
tomaríamos. Al atardecer, este compa-
triota que nos recibió y que tenía una si-
tuación económica bastante solvente, nos
invitó a conocer parte de la ciudad en su
auto. Dormimos temprano, con bastante
frío porque el cambio de temperatura se
sentía. Ese fue el primer día, un día de ru-
tina, nada significativo realmente.
***
Nos cuenta que en los primeros
tiempos tuvo que ocuparse en labores di-
ferentes a su profesión. Su lógica era la si-
guiente: llegar, conseguir trabajo,
estabilizarse, lo cual podría demorar un
año, y luego intentar retomar su profe-
sión. Pero no fue nada fácil y así lo relata:
Yo recuerdo que, desde pequeño,
dije que iba a ser médico, en parte por el
reconocimiento social que tiene esta pro-
fesión a nivel internacional. En todos los
países los médicos tienen gran prestigio,
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fundamentalmente porque velan por lo
más importante para el ser humano que es
la salud. El detonante para que me deci-
diera a ser médico fue ese principalmente,
que me gusta ayudar a las personas.
Cuando llegué, no tenía dinero, ni
los documentos para poder homologar mi
título de profesional y no había sellado mi
pasaporte, es decir, no tenía ningún do-
cumento de respaldo. Por eso tuve que co-
menzar a buscar empleo en lo que
apareciera. Eso fue difícil porque en oca-
siones no podía creer que tantos años de
estudio no sirvieran para nada.
Algunas personas me recomenda-
ron para que pudiera trabajar. En un pri-
mer momento trabajé en un almacén de
cosméticos y tuve que aprender porque yo
no tenía idea de la cantidad de productos
que existían. Lo que hacía era preparar
pedidos que hacían centros comerciales,
tiendas pequeñas, clasificaba los produc-
tos en sus respectivos cartones para que
fueran enviados a las personas que los
compraban. Este era un trabajo eventual,
cuando había carga de trabajo buscaban
personas que colaboraran porque eran
muchos los pedidos y poco el personal
con el que contaban.
Después de esto trabajé en una pe-
queña fábrica en la que se hacían piezas
de caucho, generalmente era en horarios
nocturnos y en la madrugada. Estos fue-
ron los dos trabajos que pude realizar ini-
cialmente hasta que pude llegar a laborar
como médico, pues me dieron la oportu-
nidad de sustituir a un médico que había
conseguido un nuevo empleo y no tenían
quién de momento pudiera cubrir esa
plaza. Fui por una jornada nada más a
una empresa petrolera. Cuando comencé
a trabajar, al parecer a los de Recursos
Humanos de la empresa les gustó la
forma en que trabajé, la responsabilidad,
y me dieron la posibilidad de mante-
nerme ahí.
Problemas
Félix retoma la historia luego de
beber un vaso de agua para contarnos que
aquí está y sigue su lucha a pesar de las
adversidades que pudo encontrar en todo
este tiempo:
Pasé muchísimos momentos di-
fíciles por el hecho de que estuve un año
indocumentado. Salía a la calle con el
miedo de que me pidieran los documen-
tos. Pasé momentos duros. Incluso hubo
una ocasión en que, por esta misma cues-
tión de no tener los documentos de estan-
cia en el país, me llevaron a una celda.
Estuve casi 24 horas en una celda rete-
nido, con un grupo de delincuentes comu-
nes. Yo, por una cuestión migratoria,
estaba mezclado con personas involucra-
das en el microtráfico de drogas, con la-
drones, y otros que estaban por delitos
informáticos. En mi caso estaba allí por
tener un sello en el pasaporte que no co-
rrespondía a mi entrada legal al país, y se
pensó que mi pasaporte era falso, lo que
se demostró que no era así. A las 24 horas
pude salir, pero fueron momentos bien
difíciles esos de estar ahí en esa celda un
día entero.
Reencuentro
Félix nos cuenta cómo fue el reen-
cuentro con su esposa y unos meses des-
pués con sus hijas. Nos dice que las
abrazó muy fuerte como intentando bo-
rrar en ese instante todo el tiempo que
permanecieron separados:
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¿Quién no tiene sueños?: un relato entre el desarraigo y la libertad
Una vez que tuve empleo pude sacar
primero a mi esposa. Ella pudo acceder a
una visa de trabajo y comenzar a ejercer
como médico general. Recuerdo que ella
llegó a la media noche al aeropuerto inter-
nacional Mariscal Sucre. Casi todas las cin-
tas donde se recoge el equipaje estaban
apagadas. Parecía que los guardias de se-
guridad ya se habían ido a casa. La esperé
afuera con una decena de rosas en mano,
estaba muy inquieto. El reencuentro y ese
primer abrazo fue muy especial para mí, no
quería soltarla; es un momento que ateso-
raré en mi memoria siempre.
Mis hijas llegaron unos meses des-
pués, compramos los boletos en alrededor
de 600 dólares cada uno. Yo me encon-
traba trabajando fuera de Quito y mi es-
posa estaba sola, por eso quise que para
el día de la madre se reconfortara con el
hecho de que sus hijas lo pasaran con ella.
Nuestro objetivo era ese, estar juntos
los cuatro y poder avanzar y estabilizarnos.
Mis hijas llegaron y yo continuaba
en mi jornada laboral en el Oriente, no las
vi hasta una semana después de su lle-
gada. Y ese día estaba tan feliz y a la vez
tan nervioso que sólo puedo recordar el
abrazo único, especial, que resumía la
nostalgia acumulada.
Ya había pasado ese momento con
la llegada de mi esposa, pero la emoción
siempre es nueva, porque nadie como los
migrantes para entender e identificarse
con la palabra reencuentro.
Vivir con entera libertad
Concluye contándonos que los últi-
mos años de su vida han sido tan vertigi-
nosos y tan difíciles, que está preparado
para lo que venga y prefiere no hacer pla-
nes a futuro:
Hasta este momento mis hijas se
sienten realizadas, están estudiando en la
Universidad Central del Ecuador y están
ya adaptadas al país. Creo que mi destino
está junto al de ellas. Si ellas deciden
mantenerse aquí, pues aquí me manten-
dré yo igualmente.
Desde el punto de vista profesional,
todavía no he podido ejercer mi especia-
lidad y creo que esa sería mi meta más in-
mediata, poder ejercer propiamente como
ginecólogo. Ahora estoy trabajando como
médico general.
Ecuador realmente me gusta. Es un
país que nos ha acogido bien, al cual nos
hemos adaptado tanto mi esposa, como
mis hijas. Creo que el país tiene muchas
más cosas positivas que negativas. En
cualquier lugar del mundo existirán cosas
negativas, y en este caso son perfectibles.
El país ofrece oportunidades y tenemos
una vida más digna, mucho más estable
que la que teníamos en nuestro país y,
obviamente, eso siempre hay que agrade-
cer.
Después de cinco años, y haciendo
un balance de todo lo sucedido, sólo me
queda estar agradecido profundamente
con Ecuador, mi nuevo hogar, por las
oportunidades que me ha dado, por ense-
ñarme a vivir en entera libertad con la po-
sibilidad hasta de equivocarme. No me
arrepiento del paso que di, pero sí desea-
ría que no fuera la fuga la única opción
para resolver nuestros problemas.
Creo que sería más efectivo emplear
toda nuestra fuerza, nuestro talento e in-
ventiva, para crear en cada uno de nues-
tros pueblos las condiciones que nos
permitan vivir y crecer, pudiendo disfru-
tar del éxito que tenemos o que podemos
alcanzar en ese país sin necesidad de
tanto sufrimiento. El tiempo duele y nos
hace sabios, tenemos derecho a ser felices
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DACHEL GARCÍA • MARIELA POZO
junto a nuestra familia y nuestros amigos,
en la tierra que nos vio nacer y de la que
nunca debimos haber partido.
***
Estas fueron las últimas reflexio-
nes que Félix nos confía. Sus memorias
y su presente ahora se forjan en Ecuador,
país que, como muchos otros, es la tierra
de propios y extraños. País ligado estre-
chamente con el fenómeno migratorio,
pues en apenas 20 años conoció las dos
caras de la moneda. Pasó de ser un país
emisor de migrantes a ser receptor y con-
vertirse en una tierra de oportunidades
para muchos que, como Félix, han lle-
gado al país para emprender una nueva
vida.
La historia de Félix permite ir más
allá de una voz solitaria y contar a través
de su propio testimonio un fenómeno que
ha vivido no solamente Ecuador, sino va-
rios países de Latinoamérica y el mundo.
Este testimonio trata de contar una histo-
ria, de describir, mostrar, explicar y ana-
lizar, tan clara y vívidamente como sea
posible esta realidad en la que millones de
personas alrededor del mundo que deci-
den abandonar sus raíces para un futuro
mejor se encuentran incluidas.
2
El testimonio, una herramienta
para conocer al otro
A partir de esta historia de vida po-
demos ver cómo el testimonio se perfila
como una herramienta para mostrar his-
torias anónimas en la que el otro deja de
ser invisible para la academia y los me-
dios de comunicación. También resulta
ser anárquico, pues como resalta Hugo
Achugar (2002) es distinto de una versión
oficial: “El testimonio contemporáneo
parte de los hechos y documentos censu-
rados y termina siendo asimilado por sus
lectores solidarios como una historia ver-
dadera que, eventualmente, habrá de ad-
quirir valor mítico” (p. 62).
Y no resulta contrario a lo que Na-
talia Tobón (2010) indica:
El testimonio sí busca retar las for-
mas hegemónicas, pues se concentra en un
nuevo sujeto antes olvidado, con una forma
libre y menos rígida de presentar la historia,
que fusiona métodos del periodismo, la li-
teratura, la sociología y la historia, y, a su
vez, le da una especial importancia a la otre-
dad, resalta la alteridad e intenta mostrar la
heterogeneidad latinoamericana (p.45).
Sin embargo, John Beverley (2002)
problematiza el testimonio poniendo en
el centro del debate la relación entre el le-
trado y el subalterno. Coincide en la crí-
tica con Elzbieta Sklodowska (1992)
quién indicaba que el testimonio aún es
un discurso de élites pues la aceptación y
divulgación de esa otra voz dependen ex-
clusivamente de los medios dominantes y
letrados. Así, no significa que los otros no
digan nada de sus circunstancias, sino
que lo que dicen solo se vuelve válido o
posee autoridad cultural cuando se
amolda a las formas de producción y re-
producción de la ciudad letrada que bene-
ficia la palabra escrita.
Aún en sus contradicciones, el tes-
timonio es parte necesaria en el ejercicio
de escuchar al otro y, como dice Bever-
ley, es un “arte de la memoria” que mira
al pasado y sirve para la construcción
histórica de las naciones, que, en mu-
chos casos como el Ecuador, pasa por
procesos de cambios atravesados por la
migración.
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¿Quién no tiene sueños?: un relato entre el desarraigo y la libertad
Por esto es importante utilizar esta
herramienta periodística considerando
que el testimonio es, en este caso, la na-
rrativa más apropiada, porque pretende
dar fe de lo vivido por una persona o
grupo de personas.
Precisamente la importancia de este
género hace indispensable conocer de qué
trata y de dónde proviene. Sobre los oríge-
nes del testimonio existen varias versio-
nes. La narrativa testimonial se incluye en
el denominado nuevo periodismo. El
nuevo periodismo “tratará de profundizar
nuestro entendimiento del mundo, mos-
trando la realidad desde varios puntos de
vista y matices. En otras palabras, la ex-
presión artística será el gancho de este
nuevo género” (Sánchez C, 2015, p. 190).
Existe una primera teoría del ori-
gen del nuevo periodismo y con él del tes-
timonio, que plantea que inició con
Rodolfo Walsh y su obra de no ficción,
Operación Masacre, que trata el fusila-
miento de un grupo de civiles en un acto
por eliminar a los opositores de la dicta-
dura cívico-militar argentina conocida
como Revolución Libertadora. Esta obra
se realizó gracias a entrevistas y testimo-
nios de los sobrevivientes, sus familiares
y autoridades del gobierno. Operación
Masacre “se concentra permanentemente
sobre los protagonistas, el narrador se
ocupa de ellos, de sus pequeñas acciones
cotidianas mientras atomiza y fragmenta
los episodios fundamentales al seguir a
cada personaje en particular” (Amar A,
1990, p. 456). Cabe mencionar que esta
es una característica fundamental del tes-
timonio: utilizar fuentes vivas, testimo-
nios de testigos de los hechos para
entregar una historia a partir de las voces
y vivencias de los protagonistas de una
experiencia profunda que deja una ense-
ñanza a una colectividad
.
Natalia Tobón ofrece otra explica-
ción acerca del surgimiento del testimo-
nio. Refuta la afirmación de que este
género se inició con la Revolución Cu-
bana. Tobón (2010) afirma:
Sin embargo, el testimonio no fue un
producto original de América Latina, ni sur-
gió a mediados del siglo XX. Si bien es cierto
que fue impulsado en el continente por la
Revolución Cubana y luego se desplegó por
los demás países, no fue una invención de
los intelectuales de la isla. Stéphanie Pani-
chelli remonta la génesis del testimonio
hasta las Crónicas de Indias, con Fray Bar-
tolomé de las Casas, y Sklodowska resalta
las similitudes de este género con los textos
de la época victoriana de Inglaterra, los tes-
timonios sociales soviéticos de los años 30 y
la non fiction norteamericana. (p. 49)
Como podemos ver, aquí se plan-
tean otras teorías, que el testimonio sur-
gió en la revolución cubana, que fue en las
crónicas de India con Bartolomé de las
Casas, en la época victoriana de Inglate-
rra, en la Unión Soviética en los años 30
o con la no ficción norteamericana, en la
cual podemos citar a Truman Capote y su
novela de no ficción A sangre fría.
Si bien es cierto que existen todas
estas versiones, el testimonio, indepen-
dientemente de dónde provenga, llegó
para quedarse y permitirle a los perio-
distas mostrar y contar al resto la otra
verdad, el lado oculto de los sucesos im-
portantes en la sociedad. Por lo tanto, es
necesario definir el testimonio, pero
aquí surge un problema y es que no
existe una definición compartida de lo
que es el testimonio por lo cual es im-
portante mencionar lo que dicen varios
autores.
Una primera definición plantea que
“El testimonio contemporáneo parte de
los hechos y documentos censurados y
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DACHEL GARCÍA • MARIELA POZO
termina siendo asimilado por sus lectores
solidarios como una historia verdadera
que, eventualmente, habrá de adquirir un
valor mítico” (Achugar H, 1992, p. 52). El
punto central de la conceptualización de
Achugar es que el testimonio permite a un
testigo dar fe de lo vivido o visto por él y
que no forma parte de la historia oficial
para relatarlo a los demás.
La Institución Cubana no guberna-
mental Casa de las Américas incluyó, en
1970, los textos testimoniales en el Pre-
mio Casa de las Américas de ese año. Se-
ñaló que los testimonios son una
práctica muy importante en América La-
tina porque “documentarán, de fuente
directa, un aspecto de la realidad lati-
noamericana” (García V, 2015, p. 197).
Como vemos, el testimonio, desde sus
inicios, ha sido el género para contar los
problemas sociales y hacer denuncias
respecto de estos. Mediante el testimo-
nio se ha podido dejar constancia de las
vivencias personales de los marginados
por la historia.
En el testimonio, además, se mani-
fiestan dos pactos fundamentales. El pri-
mero entre testimoniante y testimonialista,
en el cual, según Natalia Tobón (2010):
El primero le cuenta al segundo su
historia y espera verla escrita de forma fiel
a su historia. El testimonialista le ofrece la
idea de tener un frente común y crea un es-
pacio de confianza apropiado para que el
testimoniante cuente su historia. (p. 63).
El segundo pacto es entre el escritor
y los lectores. Al fin y al cabo, son ellos
quienes, mediante la lectura, permiten
que el objetivo testimonial se cumpla. El
pacto de lectura que el testimonialista
hace con el lector es que todo aquello que
están leyendo es real. Natalia Tobón
(2010) plantea:
Los escritores de testimonios afir-
man su fidelidad a las declaraciones de los
narradores y confiesan de forma esquiva su
intervención editorial, su manipulación de
las palabras y su reorganización de las his-
torias. Esperan que sus lectores lean sus re-
latos pensando en que son historias reales,
tomándolos como relatos verídicos. (p. 64).
Por lo tanto, el testimonio relata
una experiencia individual que refleja el
sentimiento colectivo y que se vuelve una
herramienta indispensable para descubrir
y dar a conocer al otro. Es un nuevo modo
de representar los sucesos sociales desde
la perspectiva de aquellos que siempre
han estado en desventaja y a quiénes no
se les ha escuchado. Esto se hace me-
diante un contenido latente y profundo
pero desarrollado de una manera más
libre para que el lector pueda conectar y
relacionarse con la historia a un nivel per-
sonal. Además, se manifiesta más que en
cualquier otro género el pacto de con-
fianza entre testimoniante y testimonia-
lista y entre testimonialista y lector.
Partiendo de esta conceptualización
se puede pasar entonces a caracterizar el
testimonio. En él existe una relación de
complicidad entre el testimoniante (pro-
tagonista) y el testimonialista (persona
que transforma el relato en testimonio es-
crito, puede ser el periodista). Según
Gelpi Juan (2000) en el testimonio existe
“el sujeto biográfico (quien escribe y firma
el texto) y el sujeto textual (la posición y
representación textual) (p. 287). La voz
del testimonialista es importante porque
ayuda a verbalizar lo que siente y sintió el
testimoniante. Habitualmente los intelec-
tuales encargados de transcribir el testi-
monio ofrecido por el o la informante, lo
hacen bajo la forma de la entrevista.
Margaret Randall (2002) coincide
con otros críticos en la hibridez del testi-
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¿Quién no tiene sueños?: un relato entre el desarraigo y la libertad
monio, pero intenta caracterizarlo al
menos en sus aspectos esenciales. Uno de
ellos lo denomina “entrega de una histo-
ria” en la que hace hincapié en que se
debe narrar una historia no de manera ge-
neral sino mediante hechos o voces parti-
culares.
Por otro lado, Ivonne Jehenson
(1990) en su ensayo El testimonio, ¿cró-
nica, autobiografía o género pintoresco?
afirma que, en el testimonio, a diferencia
de una autobiografía, el yo testimonial
habla siempre por un nosotros imperso-
nal que siempre está presente.
En el testimonio, además, el perio-
dista o intelectual debe lograr “meterse
dentro de la psicología del personaje y re-
flejar todos los elementos del ambiente,
después de hacer varias entrevistas a pro-
fundidad a todos los involucrados”. (Pe-
ñaranda R, 2012, p. 3). Es importante que
se logren describir todos los lugares, emo-
ciones y situaciones para que el lector
comprenda y se sienta parte de una histo-
ria que le dejará una enseñanza, además
el lector debe ver que todo aquellos que
está leyendo es verdad.
El testimonio, entonces, nos per-
mite, como en este caso, meternos den-
tro de la psicología del personaje y
reflejar todos los elementos del am-
biente. Para de esta forma contar al
resto, desde las impresiones y visión per-
sonal del protagonista, un hecho de ca-
racterísticas de alto valor noticioso, con
todos los detalles que se consideren per-
tinentes. El periodismo constantemente
se nutre de testimonios.
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DACHEL GARCÍA • MARIELA POZO
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