Identidades transnacionales
e imaginación desbordada,
en dos textos del narrador
ecuatoriano Esteban Mayorga
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Identidades transnacionales e imaginación desbordada, en dos textos…
Transnational identities and overflowing
imagination, in two texts of the
Ecuadorian narrator Esteban Mayorga
Martha Rodríguez Albán
Licenciada en Ciencias de la Educación, con mención en Lengua y Literatura (Universidad Técnica Particular de Loja); Magíster en Estudios
de la Cultura (UASB-Ecuador), magíster en Ciencias Sociales (FLACSO-Ecuador); PhD en Literatura Latinoamericana (UASB-Ecuador). Ha
publicado: Narradores ecuatorianos de 1950: Poéticas para la lectura de modernidades periféricas (2009), y Cultura y política en Ecuador:
estudio sobre la creación de la Casa de la Cultura (2015). Mantiene inéditos los trabajos “Crítica literaria y sociedad. Ecuador, 1930-2000”,
y su tesis doctoral “Pasillo ecuatoriano, radio e industrias culturales, 1920-1965: disputas por el mercado de la música y el poder simbólico
en el campo cultural”. Docente de Teorías de la Cultura en la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Central del Ecuador.
Correo:
m1rodriguez@yahoo.com
Resumen
El presente artículo estudia dos libros del narrador ecuatoriano Esteban Mayorga (Quito, 1977); en el análisis, pone en diálogo dichos
textos con perspectivas sociológicas de la Teoría de la Globalización. La autora sostiene que, Un cuento violento (2008) y Vita frunis (2010),
ejemplifican dos categorías sociológicas vinculadas con los temas de las migraciones y la globalización; en los textos se apreciaría lo que
Vertovec denomina “prácticas transnacionales de intercambio y comunicación”; asimismo, existe un narrador que enuncia claramente
desde la “bifocalidad”. Finalmente, Mayorga reflexiona también sobre las reconfiguraciones de identidad en campos sociales transnacio-
nales.
Palabras clave:
narrativa ecuatoriana, posmodernidad literaria, identidades transnacionales, imaginación desbordada, campos so-
ciales transnacionales.
Abstract
This article studies two books of the Ecuadorian narrator Esteban Mayorga (Quito, 1977); in the analysis, he puts these texts in dialogue
with sociological perspectives of the Theory of Globalization. The author holds that A violent story (2008) and Vita Frunis (2010), illustrate
two sociological categories linked to the issues of migration and globalization; the texts would appreciate what Vertovec calls "transnational
practices of exchange and communication"; there is also a narrator who clearly states from the "bifocality". Finally, Mayorga also reflects
on identity reconfigurations in transnational social fields.
Keywords:
ecuadorian narrative, literary postmodernity, transnational identities, overflowing imagination, transnational social fields.
Recibido: 15-09-2019 • Aprobado: 20-10-2019
DOI: https://doi.org/10.29166/tyc.v1i19.2073
Desde un punto de vista sociológico,
la literatura es una práctica inscrita en un
campo social, que contribuye a modelar
percepciones y narrativas relacionadas con
las identidades. Estos modelamientos han
tenido lugar en escenarios de disputas y
tensiones, en diferentes momentos históri-
cos. Si el filósofo Eduardo Devés Valdés
plantea que “el pensamiento latinoameri-
cano desde comienzos del siglo XIX ha os-
cilado entre la búsqueda de modernización
o el reforzamiento de la identidad”, (2000,
p. 15) podría decirse lo mismo de las bús-
quedas específicamente literarias. En
efecto, desde las décadas finales del siglo
XIX, tendió a focalizarse el valor de la lite-
ratura latinoamericana en relación a sus
aportes para la configuración o reforza-
miento de las identidades en relación con
espacios geográficos, tendiéndose a cir-
cunscribir su impacto dentro de los límites
nacionales y regionales. En el presente en-
sayo analizo, a partir de un estudio de caso
(textos del ecuatoriano Esteban Mayorga),
las posibilidades de mirar a la literatura
como una “práctica transnacional de inter-
cambio y comunicación”, (Vertovec, 2004,
p. 974) que mantiene su incidencia en las
reconfiguraciones identitarias a partir de
las representaciones de migrantes y comu-
nidades transnacionales que puede brindar.
Conocí la narrativa corta de Este-
ban Mayorga en 2010, mientras escribía
una ponencia para el XI Encuentro sobre
Literatura Ecuatoriana Alfonso Ca-
rrasco Vintimilla (Cuenca, octubre de
2011). Allí analizaba los libros de cuentos
ganadores del Premio Nacional Joaquín
Gallegos Lara entre 1990 y 2010, y sus-
tenté que ellos adscribían a tres estéticas:
textos modernos del realismo abierto,
textos posmodernos del realismo fantás-
tico y textos posmodernos de estéticas he-
terogéneas. Entre estos últimos cuatro,
en total se encontraba Un cuento vio-
lento, de Esteban Mayorga (Quito, 1977).
Como contexto, plantque en los años
80 y 90 se evidenciaron diversas crisis so-
ciales y se apreció la emergencia nuevos
paradigmas; en literatura, en esos años
aparecieron obras que pueden signarse
como posmodernas. En dicha ponencia,
yo sustentaba que el texto de Mayorga
mostraba rasgos de lo que se conoce como
posmodernismo en literatura. (Rodrí-
guez, 2011, p. 3-4) Esa categoría
agrupa a obras que implican auto-
reflexividad y la parodia irónica, (Hut-
cheon, 1998: 11) que ‘prefiere[n] el montaje
a la perspectiva, la intertextualidad a la re-
ferencialidad, el ‘pieza por pieza’ a las tota-
lidades unificadas. Se regocija[n]
excesivamente con el juego, el jolgorio, la
asimetría y hasta el desbarajuste; en suma,
con la emancipación de los sentidos de sus
ataduras a la mera realidad adocenada’.
(Hartley, 1995: 276) Uno de los rasgos clave
para comprender la poética de los posmo-
dernistas es su renuncia o rechazo de ‘todo
intento de llegar a una explicación global
del proceso colectivo histórico o social’;
(Shaw, 2003: 376.) en su defecto, buscan la
postulación de ‘una crisis’. (Ibíd.)
En diálogo con ese trabajo, en el pre-
sente ensayo ampliaré la mirada socioló-
gica a sus escritos, al revisar los dos libros
de Mayorga: Un cuento violento (2008) y
la novela Vita frunis (2010)
1
, que no estu-
dié en la ponencia de 2011. Mi propuesta
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1 El primer libro obtuvo el Premio Joaquín Gallegos Lara, de cuento, en 2008; el segundo, el Premio Nacional de novela Pablo Palacio,
convocado por el Ministerio de Cultura del Ecuador, en 2009.
es que la literatura de Esteban Mayorga
muestra rupturas con la de los restantes
narradores ecuatorianos de entresiglos en
los siguientes aspectos: se presenta como
una “práctica transnacional de intercam-
bio y comunicación”, (Vertovec, 2004, p.
974) muestra a un narrador que se enuncia
desde la bifocalidad, y reflexiona sobre las
reconfiguraciones de identidad en campos
sociales transnacionales. Aunque eran
cuatro los narradores que cultivaban esté-
ticas posmodernas, solo el texto de Ma-
yorga permitía apreciar, en sus personajes,
las reconfiguraciones identitarias en con-
textos transnacionales, así como un tra-
bajo desde la bifocalidad. De hecho, es el
único de los cuatro mencionados y de
todo el conjunto de dieciocho narradores
ecuatorianos de entresiglos que es mi-
grante. Por esta razón, además de sus mé-
ritos literarios sin discusión, lo he elegido
para el presente estudio de caso.
Empleo en este ensayo la categoría
de campo social, planteada por Peggy Le-
vitt y Nina Glick Schiller, para estudiar las
relaciones sociales en contextos transna-
cionales. Esta categoría supera la idea de
que las sociedades se determinan y cir-
cunscriben principal o exclusivamente
dentro de los límites del estado-nación
2
.
Campo social es, entonces,
un conjunto de múltiples redes in-
terconectadas de relaciones sociales, a tra-
vés del cual las ideas, prácticas y recursos se
intercambian, organizan y transforman de
manera desigual. [...] Los campos sociales
son interacciones estructuradas, abarcado-
ras y multidimensionales, que tienen dife-
rente forma, profundidad y amplitud, y que
son diferenciadas, en la teoría social, em-
pleando términos como organización, insti-
tución y movimiento social”. (Levitt y Glick
Schiller, 2004, p. 1009)
Al desplazar la definición del conti-
nente espacial y centrarla en las redes de
relaciones sociales en las interacciones
estructuradas, es posible reconocer la
existencia de campos sociales nacionales
y campos sociales transnacionales. (Le-
vitt y Glick Schiller, 2004, p. 1009) Adi-
cionalmente, las autoras resaltan las
diferencias entre maneras de estar en un
campo social y de pertenecer a él. Las ma-
neras de estar son las prácticas de los in-
dividuos, sus relaciones con personas,
instituciones y organizaciones, las expe-
riencias que viven en su campo social; son
prácticas, vínculos y experiencias que no
siempre, ni necesariamente, se acompa-
ñan de sentimientos de pertenencia.
Estos existen cuando los individuos o
grupos realizan “acciones concretas y vi-
sibles que marcan pertenencia, tales
como usar una cruz cristiana, una estrella
judía, ondear una bandera o elegir una
particular cocina. Las maneras de perte-
necer unen acción y conciencia del tipo de
identidad que tales acciones significan.”
Concluyen las autoras que “los individuos
en campos sociales transnacionales com-
binan maneras de estar y maneras de per-
tenecer de manera diferenciada, en
contextos específicos”. (Levitt y Glick
Schiller, 2004, p. 1010)
El primer elemento que diferencia
a Mayorga de los restantes narradores es-
tudiados es su trabajo (su ejercicio de
auto-construccn) como escritor, que
puede leerse como una “práctica transna-
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2 Nacionalismo metodológico es la tendencia a aceptar “el estado-nación y sus fronteras como algo dado, en el análisis social”. (Levitt y
Glick Schiller, 2004, p. 1007)
cional de intercambio y comunicación”. El
antropólogo social Steven Vertovec re-
salta la influencia de la vida transnacional
sobre las vidas diarias de los migrantes y
de las personas de los países de origen:
“‘el surgimiento de unas prácticas sociales
transnacionales y de instituciones […]
crea un campo de sociabilidad e identifi-
cacn entre inmigrantes y las personas
del país de origen’. (Itzigsohn and Sau-
cido, citados por Vertovec, 2004, p. 973)
Me parece que el ejercicio de escritores
migrantes, como es el caso de Esteban
Mayorga, puede ser leído también como
otra de estas prácticas transnacionales,
que se inscribe en campos de sociabilidad
e identificación. La influencia sería dialéc-
tica, entre él y los miembros del campo li-
terario específico, así como con aquellos
del campo social, s amplio. En este
sentido, si bien el escritor está realizando
su carrera en EE.UU., mantiene una con-
ciencia de lo que otros escriben en el país
de origen, y desea ponerse en diálogo y en
discusión a partir de sus propios tex-
tos con otros escritores del campo lite-
rario local.
Todos los textos [literarios] que he
publicado los he producido acá, y creo que
el único medianamente importante sería mi
novelita [Vita frunis]. Digo esto porque, es-
pero que resulte incómoda y suponga una
fisura, no la ruptura en el sentido estricto
de la vanguardia y lo nuevo”, porque de
original no tiene nada (Roussel, Copi,
Pynchon, Aira por citar ejemplos), sino una
fisura en el sentido de darse cuenta de que
hay una narrativa o un discurso agotados en
un contexto específico, y que tal vez es sa-
ludable explorar otras sendas. (Mayorga,
2012)
El escritor se está construyendo a
mismo en un diálogo entre sus textos y los
de otros / de sus pares. Se está constru-
yendo en una experiencia de simultanei-
dad, la cual implica “vivir vidas que incor-
poran actividades diarias, rutinas e
instituciones localizadas tanto en un país
de destino como transnacionalmente”.
(Levitt y Glick Schiller, 2004, p. 1003) En
efecto, trabaja (en su oficio de escritor) y
estudia en el país de destino, pero man-
tiene lazos transnacionales con las comu-
nidades literaria y no literaria del país de
origen. Esos lazos se fabrican y manifies-
tan en su diario oficio de narrador. Busca
el diálogo con este público, y no lo oculta;
al contrario, vuelve explícita la presencia
del lector imaginario, cuando sostiene
que, al escribir, generalmente “uno tiende
a pensar en el público donde el texto será
publicado”. (Mayorga, 2012) Otra mues-
tra del diálogo que se quiere entablar es
el haber editado sus dos libros en Ecua-
dor, luego de haberlos enviado a concur-
sos nacionales. Pero los movimientos se
producen también en sentido inverso: el
que esos libros hayan sido premiados
alude a una incidencia en el campo litera-
rio local; se puede pensar ya en una in-
fluencia mutua: lo que hace un autor
premiado empieza a volverse modelo para
algunos narradores jóvenes; en todo caso,
produce una suerte de mínimo temblor en
el canon literario nacional, en el peor de
los casos. Todo esto puede considerarse y
estudiarse como otra más de las “prácti-
cas transnacionales de intercambio y co-
municación” que menciona Vertovec,
creadoras de campos de identificación
para el migrante y para los habitantes del
país emisor.
El escritor ha dado un paso mayor
de anclaje en “la ancha banda limítrofe”
del espacio social transnacional, al inser-
tarse en las mencionadas instituciones li-
terarias. No solo ha ganado mayor capital
cultural, sino que ha conseguido instalar
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su trabajo y su nombre en el canon que
es otro constructo, sí, pero también una
institución de enorme peso, avalado por
los premios obtenidos en concursos litera-
rios nacionales. Al respecto, la noción de
conexiones establece una distinción clave
entre situaciones de simple comunicación,
y otras que implican vínculos fuertes, de
carácter institucional, en más de un es-
tado-nación. Levitt y Glick Schiller dicen,
sobre las conexiones: “uno puede tener
amigos, colegas o co-religionarios con
quienes nos comunicamos e intercambia-
mos objetos a través de fronteras, sin en-
trar nunca en contacto con ese otro Estado
u otras instituciones. Pero si pertenecemos
a una Iglesia, recibimos una pensión o re-
alizamos inversiones, […] nuestro ‘pivote’
está anclado en dos o más sistemas legales
y regulatorios, estimulando un mayor sen-
tido de incrustación en el campo social
transnacional y volviendo más duraderas
las conexiones en él.” (Levitt y Glick Schi-
ller, 2004, p. 1012) Esteban Mayorga
formó parte del sistema académico esta-
dounidense (como alumno de un pro-
grama de doctorado, y como profesional),
y también se está insertando en la institu-
cionalidad literaria del Ecuador.
Pero las filiaciones institucionales
son maneras de estar, no necesariamente
maneras de pertenecer. En cuanto a sus
vínculos afectivos, el escritor es estu-
diante regular de la Universidad de Bos-
ton, donde cursa su doctorado en
Literatura, en efecto; pero no tiene rela-
ciones de pertenencia con ésta ni con nin-
guna de las cuatro universidades en que
ha estudiado, en Ecuador y en EE.UU.; no
lo atan la Academia, ni sus redes de
poder. Su pertenencia lo ha dicho está
del lado del ejercicio como escritor. Sus
lazos afectivos transnacionales son fami-
liares, de amistad y de orden cultural (con
las instituciones y la crítica literaria local,
que es también una institución); a través
de estos vínculos él se reafirma como
parte de la comunidad transnacional de
escritores y lectores de Ecuador y de la re-
gión. Estos vínculos generan expectativas
en él (que “no son románticas ni horripi-
lantes”): sabe que pertenece “a la tradi-
ción literaria del Ecuador, lo quiera o no,
y eso no es ni malo ni bueno, sino un
azar. (Mayorga, 2012) Lo importante
para él es ser escritor, estar en diálogo con
sus pares; tiene claro y lo manifiesta
que su más fuerte identidad es ésta, la que
se juega en la literatura. Los acercamien-
tos con instituciones culturales del país y
su confesada preocupación por la escri-
tura, dejan en claro cuál es su verdadera
pertenencia: “toda la energía toda, todo el
esfuerzo todo, desde de mañanita hasta
de noche, debe estar en leer y escribir
cada vez mejor.” (Mayorga, 2012)
En cuanto al tema de la identidad,
la construcción narrativa de su propia
vida (que realiza Esteban Mayorga), por
un lado, y los posicionamientos de los na-
rradores de sus historias y los de sus per-
sonajes, por otro, pueden ser vistos como
dos niveles de referencialidad que se mez-
clan e influyen mutuamente, y que contri-
buyen a las reconfiguraciones identitarias
en la modernidad desbordada: la que
toca al autor y a sus lectores transnacio-
nales. “Las experiencias que están en
[mis] textos son todas ficticias aunque en
ocasiones puedan tener un referente que
en el imaginario sea ‘real’. La cosa es no
saber cuál es cuál y habitar ese umbral:
para es más valioso morar en la fron-
tera”: (Mayorga, 2012) así se construye el
escritor Esteban Mayorga: en sus propios
textos, en la ancha frontera entre realidad
e imaginación, en la vida transnacional y
en la escritura.
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Aún cercana a las reflexiones de
Vertovec, paso a la segunda diferencia
entre los textos de Esteban Mayorga y los
del resto de escritores ecuatorianos de en-
tresiglos, estudiados en la ponencia.
Quiero analizar el hecho de que, en varios
de sus cuentos y en su novela, muestra
narradores que se enuncian desde la bifo-
calidad. Ya no me refiero al escritor lla-
mado Esteban Mayorga, sino a un
constructo literario: la función “narra-
dor”, que relata o presenta las historias en
esos textos. Por otro lado, al analizar
desde la bifocalidad, se ha modificado el
punto de vista: este concepto ya no hace
énfasis en las estructuras (nivel macro del
análisis), sino en las subjetividades, el
pensamiento y el comportamiento coti-
dianos de los sujetos transnacionales
(nivel micro).
La bifocalidad es una herramienta
conceptual que nos aproxima a “las subje-
tividades, las motivationes, significados y el
lugar de las personas como agentes del
cambio” de sus propios mundos sociales,
con la mediación o en el contexto de la vida
transnacional. (Vertovec, 2004, p. 973-
974) Llamado también “marco de referen-
cia dual”, “habitus del transnacionalismo
migrante”, el concepto de bifocalidad hace
referencia a la condición cognitiva y emo-
cional que relaciona “de manera simultánea
e inextricable el aquí y el allá del migrante
transnacional. (Cfr. Vertovec, 2004, p. 975)
Los sentidos imputados al aquí (la prospe-
ridad o la seguridad económica que el mi-
grante fue a buscar), y al allá (sentimientos
y vínculos identitarios individuales y socia-
les, así como con la espiritualidad, atribui-
dos al país de origen), pueden desplazarse
en variadas y cambiantes configuraciones,
para los migrantes transnacionales.
Comenzaré con el análisis del narra-
dor de Vita frunis. La bifocalidad es uno de
los elementos que llama primero la aten-
ción en esta novela: en el discurso del na-
rrador y en la sintaxis de Fruno, como
personaje. Es un estadounidense, sin em-
bargo, y no un migrante transnacional.
Este personaje se convierte luego en escri-
tor, pero son claras sus distancias y dispu-
tas con la academia y el status quo. Dicho
sea de paso, la posición del narrador de va-
rios cuentos del primer libro de Mayorga,
es similar: desconfiando del reconoci-
miento canónico, concediendo a la litera-
tura, como único valor, el placer que otorga
con la lectura y con el oficio de escribir.
Respecto de la bifocalidad del narra-
dor, es interesante el planteamiento de que
las naciones y sus límites no desaparecen
para el individuo: más bien mira la nación,
la vive y se relaciona con ella de otra ma-
nera. El narrador escribe para un público
ecuatoriano, ciertamente (de manera con-
tinua le lanza miradas cómplices: con la
mención de comidas u objetos muy arrai-
gados en las costumbres de los ecuatoria-
nos, el empleo de expresiones como
“¡chugcha!y muchas otras frases). Pero
no es en absoluto un texto principal o ex-
clusivamente dirigido a ecuatorianos: se
ambienta en EE.UU. (en Turpento y en
Boston, ciudad que le representa para el
narrador un amor contradictorio: habla su
gente, sus parques, sus problemas de esta-
cionamiento); se desplazan por carreteras
estadounidenses, polemiza sobre lo discri-
minatorio del acceso a las tarjetas verdes;
retrata a empleados de tiendas, bibliotecas
y hospitales estadounidenses; realiza co-
mentarios sobre el presidente de EE.UU.,
sobre los mormones. Y, a pesar de todo
ello, tampoco es un texto principal o exclu-
sivamente dirigido a estadounidenses. Se
trata, me parece, de un narrador clara-
mente anclado en la bifocalidad, con un
aquí y un allá completamente resignifica-
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MARTHA RODRÍGUEZ ALBÁN
dos, acaso incluso indiferenciados en algu-
nos momentos, contribuyendo a la confi-
guración de la comunidad de sentimientos
de la que se hablará más adelante.
Aún hay más, sobre el marco de re-
ferencia dual de Fruno. Si bien él no es
migrante, muchos de los personajes con
quienes se relaciona lo son; varios de
ellos no tienen documentos en regla y –al
igual que muchos otros nacidos en
EE.UU., con quienes también se cruza-
desempeñan actividades al margen de la
ley. Fruno, como narrador, describe así a
un ecuatoriano, que luego le vende algo
de enorme carga simbólica: una cédula de
identidad falsa.
Conversamos más rato y el ecuato-
riano histriónicamente hablaba para no ca-
llarse jamás, hablaba de su país todo el
tiempo y no daba cabida a rupturas o des-
cansos, cosa que daban ganas de acometerle
a golpes; y entre otras cosas habló del Rui-
señor de América, de las playas y alturas, de
un tal César Verduga que era su pariente, de
un pueblo llamado Patate, del veneno para
ratas Racumín, de un lugar llamado la Casa
del Amortiguador, de una tal Marián, de la
Óptica Chacón que era de su tía, de un tal
licenciado Duplein, de las cocinetas Hot-
point, de comidas varias como ceviche de
concha, hallullas, granizados, espumillas,
frunas, canguil, empastados, aplanchados,
bebas, pinol, colada morada y nimiedades
de diversa índole que a me mataron del
aburrimiento. (Mayorga, 2010, p. 26)
En otro momento, reaparece este
personaje, con su amigo mexicano. El
ecuatoriano lleva su identidad a cuestas,
y ella lo tortura, según la perspectiva de
Fruno:
[…] Durante el recreo compré unas
papas fritas y el ecuatoriano, el mexicano y
yo, conversamos. El ecuatoriano dijo:
-Sabes que yo en el Ecuador soy co-
nocidazo primero porque soy buen puñete,
la gente me conoce como el mejor puñete de
Quito; segundo porque tengo un bar al cual
solo entramos los selectos; tercero porque
soy el campeón nacional de enduro y tengo
una KTM.
-No jodas, fascinante, respondí.
Después el ecuatoriano sacó un
sándwich de atún de una funda de plástico
y después sacó otra funda de plástico y un
sorbete; le pregunté que qué llevaba en la
segunda funda.
-El jugo, me respondió.
Me percaté que el ecuatoriano traía
su Ecuador metido y pudriéndole el cuer-
pito. (Mayorga, 2010, p. 60-61)
Al igual que ocurrió con el trabajo
del lenguaje, podría decirse que el narra-
dor de Vita frunis realiza una suerte de
síntesis identitaria: funda para sí una
identidad transnacional, desde cuyo cen-
tro realiza aproximaciones intensas y dis-
tanciamientos entre ambos “polos
identitarios”, sufriendo y gozándolos a
ambos sin anclarse en ninguno, decons-
truyendo sus esencias, hibridándolos.
El estadounidense Fruno habla como
ecuatoriano, pero no es el único. En los dos
libros de Mayorga, buena parte de los per-
sonajes extranjeros y migrantes se expresan
y comunican empleando “ecuatorianis-
mos”: “Hans dijo simón loco y Mich dijo ya
pues ñaño, en alemán”; (Mayorga, 2008, p.
11) pululan frases y expresiones como
“harás durar”, “perro runa”, “amigos de
chupe”, “¡Jesusito!”, “¡Qué rica bestia!”, en
personajes de diversas nacionalidades, y se
leen con absoluta naturalidad.
Lo que llama la atención es que este
lenguaje plagado de modismos de un país
en particular resulte verosímil, tanto como
la manera de pensar, sentir y de compor-
tarse de dichos personajes. Acaso porque
muchas particularidades culturales ahora
nos resultan familiares, con las comunica-
ciones globalizadas. Acaso porque Fruno
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Identidades transnacionales e imaginación desbordada …
condensa un sustrato común, que vuelve
posible que nos reconozcamos en él, en
sentires y actitudes humanos. La comuni-
dad de sentimientos a la que alude Appa-
durai (2001: 23) se conforma,
precisamente, al socializar las experiencias,
que dejan así de ser individuales o esencia-
lizadas, para transformarse en grupales,
construidas, redefinidas: “parte de lo que
los medios de comunicación de masas
hacen posible [y también la literatura], pre-
cisamente a rz de producir condiciones
colectivas de lectura, crítica y placer, es lo
que en otra oportunidad denomicomu-
nidad de sentimientos […], que consiste en
un grupo que empieza a sentir e imaginar
cosas en forma conjunta, como grupo.”
(Appadurai 2001, p. 23) En este caso, la
abundancia de representaciones proceden-
tes de diversas partes del planeta parece
configurar no solo aquella comunidad de
sentimientos, sino claves comunes de len-
guaje; estas claves o resortes nos traen de
regreso a sentimientos básicos, nos vuelven
capaces de ser solidarios con desconocidos
habitantes de las antípodas, nos sensibili-
zan para abrirnos y mirarnos en ellos: el
trabajo de la imaginación, el trabajo del
lenguaje, allí reunidos.
Un aspecto adicional (pero no
menos importante) de la sintaxis del per-
sonaje Fruno tiene que ver con el oficio
del escritor, tema común a sus dos libros.
Este personaje mantiene una tensión cog-
nitiva, centrada en un problema existen-
cial; si bien banaliza y quita peso a su
propia existencia, ésta cambia de curso
mediante el trabajo de la imaginación,
plasmado en la literatura. No se trata del
antiguo “encontrar sentido a su vida, a
tras del arte”, pues la perspectiva del
narrador respecto de “su historia perso-
nal” y de su literatura es desengañada,
burlona, carnavalesca.
Desde ese punto de vista, él riza do-
blemente el rizo: en un primer nivel (el
del narrador) se realiza la síntesis cultu-
ral; en un segundo nivel (la secuencia de
eventos que configuran la vida del perso-
naje) se presenta el trabajo de la imagina-
ción para reconstruir la vida y la narrativa
de la propia vida; ambivalencia y negocia-
ción entre realidad e imaginación; ambi-
valencia y negociación en la construcción
identitaria.
Acaso el final de Vita frunis tiene
algo de triste, en la medida en que Fruno
“ahora escribe en serio”, ha ganado reco-
nocimiento, se ha casado: ¿es una nueva
reconfiguración identitaria individual, o
es que acaso ha plegado a los valores del
mercado, que apuntan a cercarlo, a que
renuncie a su autonomía, a regularlo a
tras de las instituciones literarias? El
final es abierto, y no es posible saber si el
personaje se mantiene en la resistencia.
Vertovec planteaba que “los trabajos
[de la bifocalidad] son claramente discer-
nibles en las prácticas sociales y transmi-
tidos en las narrativas individuales”.
(2004, p. 977) En el caso que analizamos,
se trata de unas narrativas que tienen un
rasgo particular: son literarias. Y en ellas
se realiza un trabajo orientado a los lecto-
res orientado a los escritores. En efecto, a
través de los personajes literatos, el narra-
dor propone –implícita, y a veces explíci-
tamente- su poética, su nocn de lo
literario, la función y el valor de la litera-
tura en la vida de quien narra: eso la
vuelve una novela en la que muchos escri-
tores pueden encontrarse, o bien, con la
que pueden discrepar; propone nociones
que desacralizan la visión de la literatura
como un arte de élites en el que ellas pue-
den verse reflejadas, una suerte de ilumi-
nación o una producción vinculada a
(¿atrapada en?) la Academia. En cierto
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modo, democratiza la literatura: desde el
juego irreverente, la retorna a sus raíces
populares, ancladas en los márgenes socia-
les, acaso recordando la ironía, los excesos
y el humor escatológico de Rabelais no-
ción de lo literario, por cierto, con la que
ciertos sectores institucionalizados discre-
paron antes y siempre discreparán, rabio-
samente. Con este comentario cierro el
planteamiento de que, en la línea de otras
narrativas y sin perder su carácter espe-
cífico de arte y de oficio, la literatura
contribuye a reconfigurar (a base del tra-
bajo de la imaginación) las percepciones y
las narrativas-otras relacionadas con la ha-
bilitación de nuevos espacios sociales.
Finalmente, el tercer rasgo que di-
ferencia a Mayorga de los restantes narra-
dores de entresiglos es que, a tras de
sus personajes, reflexiona sobre las recon-
figuraciones de identidad en campos so-
ciales transnacionales. Según se comentó
antes, Mayorga representa en sus libros la
vida transnacional de emigrantes de Mé-
xico, Ecuador, Bolivia, China, EE.UU.,
Alemania, Bangladesh, etc., con énfasis
en las subjetividades de estos personajes.
El sociólogo jamaiquino Stuart Hall
nos recuerda la inserción histórica de
toda tensión o disputa, al reflexionar
sobre identidades. Se trata de complejos
y conflictivos procesos que tienen lugar en
contextos transnacionales; puede aspi-
rarse muchas veces al equilibrio de la vi-
sión cosmopolita, pero se mantiene en el
terreno inestable de la frontera: “para
para la mayoría de nosotros, el cosmopo-
litismo ha implicado una relación conti-
nua con la cultura de nuestra familia. Uno
[...] valora el momento en que los dejó,
pero sabe que a medida que los deja ellos
siguen siendo su apoyo. Continúan siendo
lo que uno es. Uno no podría ser lo que es,
sin esa lucha, tanto para defenderlos
como para salir de ellos”. (Hall, 2002, p.
30) Esta doble lucha se manifiesta con
claridad en la configuración de varios per-
sonajes migrantes de los textos de Ma-
yorga. Tomemos, por ejemplo, parte de
un monólogo que consta en “La vida de
Silvia Blanco”, de Un cuento violento.
Hija de mexicanos pobres (albañil y cos-
turera), el personaje relata: “mis padres
solo cruzaron la frontera para que yo na-
ciera en EE.UU.”. (Mayorga, 2008, p. 64)
Yo, porque nací en Los Ángeles, era una
ciudadana estadounidense, pero mi familia era
toda mexicana así que les dije que me quedaba
y no por qué les dije braceros infames (tuve
un lapsus brutus). Y ahora que lo pienso, por
tener esos benditos papeles creo que me sentía
víctima perenne del ostracismo fruto de la envi-
dia o solamente del propio ostracismo porque
mis primos me decían lárgate al norte, mis com-
pañeros de la escuela, lo mismo, mis compañe-
ros de la prepa, lo mismo, mi hermano, lo
mismo […]. Pero yo les decía: no, a me en-
canta México y acá me quedo. Ahora me río de
misma porque vivo acá (estoy escribiendo en
mi dormitorio de la universidad en Salt Lake
City) más de 7 años y no vuelvo a México ni aun-
que me paguen millones y me rueguen”. (Ma-
yorga, 2008, p. 67)
Resulta clara la oscilación, no
exenta de contradicciones, entre el aquí y
el allá, el antes y el ahora, el inglés y el es-
pañol, los lapsus y los afectos. Es el inicio
de las memorias de Silvia.
Stuart Hall pone énfasis en que la
construcción de las identidades se realiza,
ineludiblemente, en el lenguaje: “Precisa-
mente porque las identidades se constru-
yen dentro del discurso y no fuera de él,
debemos considerarlas producidas en
ámbitos históricos e institucionales espe-
cíficos en el interior de formaciones y
prácticas discursivas específicas, me-
diante estrategias enunciativas específi-
cas”. (Hall, 2003 [1996], p. 18) Silvia
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Identidades transnacionales e imaginación desbordada …
Blanco escribe el relato de su vida, y en
este ejercicio otorga sentido a los frag-
mentos de su historia; al reunirlos, ella
construye su identidad –una representa-
ción, siempre mediada por el discurso-.
Pero lo novedoso de este trabajo psíquico
de la imaginación, es que en él se conju-
gan recuerdos e imágenes, paisajes y re-
latos, ficciones y vivencias de personas de
otros países que ha conocido:
La primera vez [que viajé en avión] la
recuerdo claramente, al lado mío había una
rusa guapísima que leía un libro de turismo
con tranquilidad y con un lápiz en su mano
derecha. La rusa en contra de todo pronós-
tico hablaba un español que te mueres, es
decir, impecable. La rusa parecía reportera y
parecía una lindura y era una belleza, y yo
asumo que era de lo más aventurera porque
parecía que había viajado por todo el mundo.
Me cayó muy bien y me dije Silvia Blanco
vas a ser como la rusa y viajar y leer libros de
viaje y volar en aviones”. (Mayorga, 2008, p.
73-74)
El trabajo de la imaginación re-
fuerza los propios sueños, los deseos de
alejarse de la historia previa, de ser al fin
aquella persona que uno soñó: Y estas
imágenes […] me llevan a terminar mi re-
lato y pensar en la marisma [del pueblo]
y en que tengo una gran suerte porque ni
las gaviotas, ni la Caballo Rápido, ni la
rusa, ni la sangre, ni mi hermano el feo,
ni el idioma, ni mi papá alcohólico, ni mi
ojo, ni mi pobreza, ni nada ni nadie, ha
podido disminuir mi interés y capacidad
de escribir estas memorias y de soñar en
ser doctora y de ser, por decirlo así, un ser
maravilloso.” (Mayorga, 2008, p. 81)
Pero si la mexicana Silvia Blanco al-
canza a re-armar su identidad, la historia
de Devendra Canchi, emigrante bengalí,
constituye el ejemplo en sentido contra-
rio: a pesar de que conoce el idioma y do-
mina el oficio de la escritura (es un apro-
vechado estudiante de literatura en la
Universidad de Vancouver), no logra co-
municarse, ni puede construir una narra-
ción de mismo que lo satisfaga. Puesto
que su acento extranjero era objeto de
burlas, decid no hablar; su vida social
“real” derivó en un fracaso, todo lo con-
trario del personaje que representaba en
su vida “virtual”:
En los videojuegos fue el bengalí más
asiduo y ganador competo de toda prueba
que le pusieran por delante. En uno de sus vi-
deojuegos tenía que completar misiones. La
primera era robarse un carro y matar al con-
ductor a navajazos, la segunda era robar un
banco con el carro robado y matar a la cajera
a tiros, la tercera misión era la más difícil
puesto que tenía que comprar un perro, en-
cariñarse y después matarlo a machetazos y
comérselo […]. Obtuvo el puntaje más alto en
el videojuego y empezó a tener admiradores
en el Internet por su desempeño. Lo adora-
ban por matar. Esto es verdad también. (Ma-
yorga, 2008, p. 29)
Devendra Canchi estaba roto y
pese a que su oficio eran las letras no
logró articular con éxito memoria alguna
que recompusiera los fragmentos. “Esa
‘introducción’ de sentido [en la narración
propia] ha sido llamada ‘construcción de
la identidad’. El peregrino y el mundo se-
mejante al desierto por el que camina ad-
quieren su sentido juntos, y cada uno a
través del otro.(Bauman, 1996, p. 46)
También poda decirse que el sentido
que Canchi logró articular fue, precisa-
mente, el de la búsqueda de la destruc-
ción: en ella se encontró y se clausuró.
Dice el narrador, del emigrante Canchi:
“empezó a escribir lo más que pudo en sus
clases de narración creativa. Primero poe-
mas que no eran tan malos, pero que te-
nían un talante violentísimo. Yo he leído
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un par de estrofas y no puedo pasar de la
segunda (uno debe ser muy valiente para
poder leer la poesía de Devendra Canchi).
Como proyecto de su clase, debía escribir
dos obras de teatro y escribió solamente
una de un solo acto. […] A estas obras no
las he leído completas y ni quiero saber
cómo terminan” (Mayorga, 2008, p. 30)
El final de la vida de Devendra fue
una performance, escrita con sangre en las
aulas de la universidad: en el mismo tono,
con la misma estética del ensañamiento, de
la inestabilidad y la fragmentación. El día
de la matanza de sus treinta compañeros,
mostró la frialdad usual, similares parsi-
monia y cálculo de su rutina; realizó in-
cluso una lista previa de sus actividades:
“Matar a todos los ocupantes del edificio T;
comprar vaselina; suicidarme” (Mayorga,
2008: 32). Y lo cumplió todo, mantenién-
dose hasta la última escena en la ruptura y
las narrativas desbordadas. Pero estos ras-
gos de Devendra no son exclusivos de él;
formarían parte de una común “manera de
estar” en el mundo posmoderno: Zigmunt
Bauman recuerda que, si la modernidad
fue un tiempo signado por la búsqueda im-
periosa de la firmeza y la identidad, la
preocupación posmoderna se afinca sin de-
nuedo en la no-permanencia: “La moder-
nidad construía en acero y hormigón; la
posmodernidad construye en plástico bio-
degradable”. (1996, p. 41)
Otro cuento de Mayorga, “Los dos
amigos”, narra la vida del bávaro Hans y
del alemán Mich; ambos nómadas, cada
uno había recorrido diversos países de Eu-
ropa antes de juntarse y de montar un es-
pecculo circense de magia y
domesticación de felinos. Trabajaron en
transatlánticos, casinos, cabarets y teatros,
de diferentes categorías, hasta que uno de
ellos falleció. En la historia de esos perso-
najes encontramos hálitos del turista y el
jugador, representaciones empleadas por
Zigmunt Bauman para reflexionar sobre
los contrastes entre la vida moderna y la
posmoderna: “Así como el peregrino fue la
metáfora más adecuada para la estrategia
de la vida moderna preocupada por la so-
brecogedora tarea de la construcción iden-
titaria, el paseante, el vagabundo, el turista
y el jugador proponen en conjunto, a mi
juicio, la metáfora de la estrategia posmo-
derna, motorizada por el horror a los lími-
tes y la inmovilidad”. (1996, p. 53) En la
construcción de los personajes, en la his-
toria y en la estética es posible identificar
una tesitura que rompe con los afanes mi-
méticos del realismo decimonónico:
El tono bufo [del narrador] no cambia al des-
cribir el ataque y muerte de Mich, por el tigre del es-
pectáculo. El leit-motif del cuento es lo borroso de
los límites que separan a la realidad de su represen-
tación: “El tigre se metió por detrás del escenario con
Mich colgando (cual fantoche) de su hocico el pú-
blico estalló. Y a pesar de que el estropicio era rojo y
abundante en el escenario, aplaudieron harto, largo
y tendido”. Resaltan el culto fetichista del espectá-
culo y la mascarada, la teatralización, la pérdida de
las nociones del horror y del valor de la vida. (Rodrí-
guez, 2011, p. 12)
Es la visión posmoderna, represen-
tada en personajes jugadores, turistas y va-
gabundos.
Con ello, finaliza este ensayo. Se ha
revisado algunos elementos de la litera-
tura del narrador Esteban Mayorga: as-
pectos centrados en la auto-construcción
del escritor, en la bifocalidad del narra-
dor, y en la representación de los conflic-
tos identitarios de los personajes
migrantes. En este ensayo, más que la
perspectiva estética, me ha interesado
leer la escritura de Mayorga como una
“práctica transnacional de intercambio y
comunicación”, a la luz de conceptos de la
Teoría de la Globalización.
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