TEXTOS Y CONTEXTOS
Junio 2019 • Nº 18 11
Poder, memoria y trabajo intelectual: de la ciudad letrada a los …
FACSO-UCE
Periodismo digital y paz: ensayo sobre
La Silla Vacía, Colombia
Digital journalism and Peacemaking: an essay about
La Silla Vacía, Colombia
Sandra Sánchez López
Es profesora del Centro de Estudios en Periodismo, Ceper, de la Facultad de Artes y Humanidades de la Universidad de los Andes, Co-
lombia. Es historiadora y analista de medios, con énfasis en categorías de poder como la clase y el género.
Correo: ssanchez@uniandes.edu.co
Silvia Gómez Montero
Es asesora de la Subdirección Académica de la Escuela Superior de Administración Pública, Colombia. Cursa actualmente el doctorado
en Ciencias Humanas y Sociales en el Centro de Estudios Sociales de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universiad Nacional de
Colombia, sede Bogotá.
Correo: sm.gomez10@uniandes.edu.co
Resumen
Aquí consideramos el ejercicio de La Silla Vacía (Colombia), medio de vanguardia en cubrimiento político, durante la fase final de
preparación para el Plebiscito de los acuerdos de paz colombianos (2016), cuando se discutía un nuevo modelo de nación que pronto
entró en declive. Esta exploración revela que La Silla implementó estrategias de información con las que materializó varios de sus
propósitos originarios para sostener una democracia sana desde el periodismo. Sin embargo, también muestra que se vio retada:
los resultados de la votación del Plebiscito confrontó su confianza en un paradigma racional.
Palabras clave: periodismo digital, plebiscito, paz, democracia, La Silla Vacía.
Abstract
Here, we consider the work of La Silla Vacía (Colombia), a vanguard means of political coverage, during the final phase of preparation
for the Plebiscite of the Colombian peace agreements (2016), when a new model of nation was debated that soon entered into slope.
This exploration reveals that La Silla, implemented information strategies with that it materialized several of its original purposes to
sustain a healthy democracy from journalism. However, it also shows that it was challenged: the Plebiscite vote results confronted its
confidence in a rational paradigm.
Keywords: digital journalism, plebiscite, peace, democracy, La Silla Vacía.
Recibido: 26-02-2020 • Aprobado: 30-03-2020
DOI: https://doi.org/10.29166/tyc.v1i20.2164
La Silla Vacía cumplió una década
el pasado 2019. Nació como un comba-
tiente, cuyo objetivo era dinamizar el es-
cenario restringido y monótono de los
medios en la Colombia de entonces.
Desde el inicio, su apuesta ha consistido
en hacer periodismo independiente,
aprovechando por lo menos dos las bon-
dades del espacio digital: interactividad
e innovación en las formas de contar.
Para sus creadoras, Juanita León y Olga
Lucía Lozano, “ningún medio ofrece tan-
tas posibilidades narrativas y de cons-
trucción de comunidad como internet”
(León & Lozano, 2013, p. 5). Por lo
mismo, fue allí donde decidieron ubicar
su periodismo hace 10 años. León y Lo-
zano concibieron su proyecto como un
laboratorio permanente, desligado de los
grandes medios del país, quienes aún
hoy tardan en incursionar de manera
propositiva en el mundo digital periodís-
tico. Esos propósitos de La Silla se man-
tuvieron vigentes durante su
cubrimiento de los diálogos de paz y la
fase de preparación para el Plebiscito co-
lombiano de octubre de 2016.
Aquí ofrecemos una mirada a ese
cubrimiento, pasados ya tres años desde
la votación, pero aún en medio de la dis-
cusión sobre el paradero final de la paz,
cuando bajo el gobierno del actual presi-
dente, Iván Duque, el país vive un escala-
miento definitivo del conflicto. Lo que
hizo La Silla en tiempos del Plebiscito es
hoy prototipo (im)perfecto del oficio en la
región latinoamericana para continuar
con las tareas de cubrir paz y crisis, pola-
rización política y definición de los cursos
de una nación.
¿Cómo fue el cubrimiento del Ple-
biscito por parte de La Silla, teniendo en
cuenta su compromiso de contrapoder y
de rastreo de la alta política? ¿De qué ma-
nera se exhibió su naturaleza de nativo di-
gital y sus apuestas en términos de diseño
y narrativas en red, apoyados en la tecno-
logía digital? Estas son las preguntas rec-
toras aquí, unas que pretenden facilitar
posteriores discusiones sobre cómo y
hasta dónde los nativos digitales latinoa-
mericanos, en especial en coyunturas de
explosión de fuerzas de poder como la del
pasado Plebiscito colombiano, operan (o
no) como base y proponentes de una so-
ciedad incluyente, participativa y equili-
brada desde el oficio periodístico (Morelo,
Castrillón & Behar, 2014). En últimas,
buscamos re-descubrir, desde la revisión
del caso del cubrimiento de un tan exi-
gente tema como el de la paz colombiana,
claves preliminares para eventualmente,
en comunidad, volver a pensar los atribu-
tos de los nativos digitales, en materia de
apropiación y ejercicio de prácticas espejo
de democracia.
La Silla en contexto
El impulso de fundar La Silla fue
parte del devenir mediático regional.
Para el momento en que este medio sur-
gía, otros latinoamericanos como Ciper
y The Clinic (Chile); Confidencial (Nica-
ragua); El Faro (El Salvador); IDL-Re-
porteros (Perú); Plaza Pública
(Guatemala); Puercoespín (Argentina);
Animal Político (México); y Agencia Pú-
blica (Brasil) también se situaban a la
vanguardia de la crítica y de la creación
de un periodismo nativo digital en Amé-
rica Latina. El compromiso de todo ellos,
como el de La Silla, fue integrar a su
quehacer fórmulas de financiación para
garantizar su independencia de los po-
deres mediáticos, a disposición de per-
sistentes exigencias externas,
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típicamente empresariales. Se concen-
traron en el core de la noticia: la política
institucional, la de quienes toman las de-
cisiones en el poder, la de la autoridad
que influye en la vida de todos (León &
Lozano, 2013). Con este enfoque, pro-
yectaron su seguimiento a los poderosos
y han sostenido su convicción contar la
“tras-escena” de las decisiones que defi-
nen el rumbo de los países para, así, es-
tablecer una contraparte a ese poder,
desde las historias periodísticas digitales
(Moreno et al., 2013). Estimaron que su
propuesta constituía una renovación ge-
nuina frente a lo que veían como el tra-
jinado entorno mediático impreso y
dependiente de los intereses de las éli-
tes
1
. Así, se volvían contestatarios frente
a la gran prensa, mostrando que ésta
había negociado por mucho tiempo su
autonomía y había quebrantado las re-
glas de un juego limpio en la producción
de información
2
.
Además de ese diagnóstico de los
nativos digitales sobre la trayectoria de la
prensa latinoamericana, parecía, en el
caso específico de Colombia, que un pe-
riodismo del talante del de La Silla era ur-
gente por la historia misma del país. Es
sabido que el conflicto colombiano es uno
de los más longevos en el contexto regio-
nal, con múltiples sectores involucrados
que apoyan y reproducen abierta o vela-
damente la crisis. Las disputas sangrien-
tas por la tierra, la colonización de zonas
de fronteras sin pautas estatales y la cen-
tralización del poder, encarnada en una
política sectaria y sumada al gamona-
lismo y al clientelismo de zonas periféri-
cas, son motores primigenios que los
historiadores han identificado desde hace
mucho como causas contundentes de la
guerra en el país (Roldán, 2002; Appel-
baum, 2003; Karl, 2017). Con prácticas
de ausencia estatal y de corrupción y fac-
cionalización política y social inició el
conflicto, y todas ellas están reafirmadas
y aumentando hoy sin excepción alguna,
luego de los visos de paz recientes.
El narcotráfico no puede excluirse
de este cuadro en descripción. Éste acen-
tuó todas esas formas de violencia primi-
genias y, entretejido con las guerrillas y
las bandas criminales urbanas y rurales,
en convivencia con el paramilitarismo,
terminó por perpetuar la inestabilidad so-
cial, los desplazamientos y las muertes en
el país. La década de 1990 fue la de las
capturas de los capos más conocidos de la
droga colombiana: Pablo Escobar y los
hermanos Orejuela, Gilberto y Miguel.
Escobar terminó asesinado. Los Orejuela
cumplen sentencias de 30 años en cárce-
les estadounidenses. En esos años 90, la
erradicación del narcotráfico se pensaba
como asunto policial y jurídico. Entonces,
la esperanza de ponerle fin significó ence-
rrar o matar a sus líderes.
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Periodismo digital y paz: ensayo sobre La Silla Vacía, Colombia
1 Como lo han anotado Becerra y Mastrini (2010), la fórmula de la tenencia de medios se agota en pocos nombres que se repiten en otros
sectores de la economía, dando paso a la centralización de medios: la información la financian unos cuantos que, a su vez, financian los
peldaños más prominentes de otras industrias y negocios de sus sociedades. Aquí sucede la concentración: se consume una reducida
cuota de contenidos –justamente aquellos que publicitan y benefician el entorno de propiedad de sus dueños.
2 En Colombia, los grandes medios, El Espectador, El Tiempo, Caracol y RCN, son propiedad del Grupo Santo Domingo, Luis Carlos
Sarmiento y Ardila Lulle, respectivamente, quienes también son dueños de las más grandes empresas de servicios, inversiones y cons-
trucción del país. Frente a esto, el ámbito digital ha implicado para La Silla su autonomía financiera respecto de los conglomerados vi-
gentes. También de ello ha resultado la libertad para un periodismo despojado de las exigencias derivadas, precisamente, de las
prevalecientes concentración y centralización.
Pero ni las muertes de los capos ni
su encarcelamiento cerró el negocio. El
narcotráfico continuó, tanto que hoy los
asesinatos crecientes de líderes sociales
en zonas rurales están asociados a la
lucha por recuperar las vías más fructífe-
ras del tráfico de drogas para exportación.
Para noviembre de 2018, a solo tres
meses del posicionamiento de Duque, las
muertes de estos líderes ascendían a más
de 200 (“Van 226 líderes”, 2018). Todas
ellas se presentaron y siguen presentán-
dose en lugares que habían superado de
manera relativa y momentánea la violen-
cia, pasados los diálogos con la guerrilla
FARC. Como también es conocido, a todo
esto se ha sumado la violencia rutinaria
de la cotidianidad, en clave de racismo,
clasismo y sexismo. Solo en febrero de
2019, mataron a 19 mujeres en el país
(Avella–Bermúdez, 2019) y la cuenta au-
menta para 2020.
A este contexto al que responde la
propuesta periodística de La Silla se
añade el obligado tema del gobierno de
Álvaro Uribe (2002-2010). Es clave recor-
dar que Uribe, luego de ser presidente, se
convirtió en senador y que, en las pasadas
elecciones de 2018, lo fue por segunda
vez, siendo el congresista más votado. Ac-
tualmente, su autoridad se mantiene por
cuenta de las urnas. Como presidente, im-
puso “mano dura” a las guerrillas, en par-
ticular a la misma de los pasados
diálogos, la FARC. Además, y para frenar
críticas sobre posibles nexos del gobierno
con el paramilitarismo en su lucha con-
traguerrilla, Uribe tramitó también medi-
das para aliviar el paramilitarismo y se
extraditaron a varios de sus líderes, entre
ellos a Salvatore Mancuso y Diego Fer-
nando Murillo, conocido como Don
Berna. Con esto parecía encararse un pro-
blema casi tan longevo como el de la gue-
rrilla: el de la defensa militar a título
propio, fuera del aparato estatal.
Entonces, era casi el final del go-
bierno de Uribe cuando La Silla empezó,
y como lo asegura Daniel Coronell (2011),
uno de los periodistas y columnistas más
visibles del país, los medios permanecían
adeptos a las consignas de patriotismo de
Uribe, sin que se le disputara nada al pre-
sidente. En este punto, La Silla apareció
con la fuerza de sus propósitos de un
mejor periodismo. Pronto llegaría la era
de Juan Manuel Santos (2010-2018) y el
medio se enfrentaría a retos informativos
grandes frente a la trayectoria de los con-
flictos nacionales.
De manera importante, la época de
Santos fue la de los diálogos en La Ha-
bana, Cuba, y las negociaciones de unos
acuerdos que polarizaron una vez más a
los colombianos
3
: mientras algunos man-
tenían la esperanza de encontrar la paz a
través de las negociaciones con la guerri-
lla, otros se resistieron con vehemencia.
Dentro de esa franja que aún hoy se re-
siste está una porción importante de la
ciudadanía, que en las urnas del Plebis-
cito del 2 de octubre de 2016 –por mayo-
ría de los votantes y de una manera que ni
las encuestas, ni los expertos, ni los me-
dios vieron venir–, decidió no avalar los
acuerdos como estaban (Abad–Facio-
lince, 2016). Además, el tema de la paz o
la imposibilidad de ésta persisten, y eso es
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SANDRA SÁNCHEZ LÓPEZ • SILVIA GÓMEZ MONTERO
3 Para información más detallada del proceso de La Habana, consultar: http://www.altocomisionadoparalapaz.gov.co/mesadeconver-
saciones/index.html
algo que La Silla, en su enfoque de poder,
ha tenido que cubrir de cerca, lo que em-
pezó a hacer durante los diálogos y el
tiempo previo a la votación.
Desde ese 2 de octubre, la crisis en
torno a la paz es diaria: la implementa-
ción de los acuerdos, ya con casi todos
sus elementos desajustados, ha encon-
trado un sin fin de tropiezos; la Jurisdic-
ción Especial para la Paz, JEP, arrancó,
pero de manera muy lenta; la corrupción
ha tenido a senadores, gobernadores y
otros miembros de las elites políticas en
batallas jurídicas que se ratifican día con
día; las disputas por los corredores de la
droga están en vigor; y las promesas de
Duque a Trump sobre la lucha antidroga
en su visita de 2019 a los Estados Unidos
dejó a los colombianos en las mismas:
erradicación de cultivos ilícitos sin solu-
ciones de sustitución para los campesi-
nos y las disputas por la tierra vueltas
sangre. La paz y la guerra y las disputas
políticas en torno a estas, como visión de
construcción de nación, siguen en la
agenda central de cubrimiento de La
Silla, tal como en 2016 para el momento
del Plebiscito.
Estrategias de participación digital
Con el surgimiento de internet, se
abrió el espacio para la participación ac-
tiva en la discusión sobre el acontecer de
la arena política. Esto tuvo consecuen-
cias en la concepción de unos valores de
inclusión como elemento clave de la po-
lítica de medios, exacerbada por vía de
las prácticas periodísticas en el espacio
digital (Piscitelli, 2005). Por eso, de
acuerdo con Castells, “de la comunica-
ción de masas dirigida a una audiencia,
hemos pasado a una audiencia activa que
forja su significado comparando su expe-
riencia con los flujos unidireccionales de
la información que recibe” (Castells,
2009, p. 184). Ampliando esto, Fogel
(2007) afirma que con las tecnologías in-
ventadas por Gutemberg y Marconi el in-
dividuo se definía frente al contenido de
los medios a partir de dos respuestas: la
identificación o el rechazo. Internet aña-
dió una tercera: ser el creador, promotor
de la conciencia colectiva, al comportarse
no como receptor, sino también como
emisor de contenidos. En el marco de lo
digital, el individuo alcanza, así, la posi-
bilidad de co-definir el sistema de circu-
lación de la información que le importa.
La red parece, entonces, un espacio
donde la confluencia de agentes huma-
nos es natural a las particularidades de
la conectividad digital.
En este contexto, La Silla puso en
práctica durante su cubrimiento del Ple-
biscito varias estrategias que aprovecha-
ron la arquitectura digital para el
desarrollo de productos periodísticos que
impulsaron principios de pluralismo, diá-
logo, controversia y consenso ciudadanos.
Estas estrategias se potencializarían al
conjugarse con los principios de interac-
tividad y conectividad que La Silla man-
tuvo para informar a la ciudadanía de
cara a las votaciones por el Sí o el No de
los acuerdos con las FARC. El medio se
apropió de lleno de los elementos de la
red para ponerlos a funcionar y conectar
a los ciudadanos en torno a lo que La Silla
misma proponía en la agenda noticiosa de
paz.
Lo primero que hizo el medio en
esta fase de ejercicios de participación fue
trabajar por mantener la habitual conjun-
ción de públicos que podían tomar deci-
siones políticas en las urnas, a pesar de
sus diferencias generacionales y su nivel
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Periodismo digital y paz: ensayo sobre La Silla Vacía, Colombia
de alfabetización digital. Así, en los meses
previos al Plebiscito, la interacción de pú-
blicos en el medio estuvo protagonizada
por las audiencias de entre 25 y 34 años,
quienes son los más numerosos (36,6%),
seguidos de los de 35-45 años (19,3%), los
de 55-64 (16,2%) y, por último, los de 45-
54 (11,6%). Los públicos de menor inte-
racción en esta puerta de participación de
La Silla fueron, por una parte, los mille-
nials (usuarios-lectores de 18-24 años y
que suman el 8,5%) y, por otra, los más
longevos (mayores de 65 años de edad y
que equivalen al 7,8%). Los millenials
apenas se estaban familiarizando con los
asuntos políticos y agendas de poder en el
periodismo, obteniendo información
sobre paz prioritariamente de redes socia-
les, cuando lo hacían. Los longevos se en-
contraban insertados en el consumo de
medios en papel y menos digitales, con-
sultando información sobre el Plebiscito
prioritariamente en el periodismo im-
preso (Bonilla, et.al., 2012).
En la Figura 1, las letras indican di-
ferencias significativas (con p ≤0.005),
revelando la proximidad entre las audien-
cias que más interactuaron en el tiempo
estudiado –las de las audiencias con eda-
des intermedias (25-64 años)– y las
menos involucradas –las de los extremos
en edades (18-24 y +65 años)
4
. La gráfica
muestra que, en efecto, los públicos acti-
vos durante el periodo cubierto mantuvie-
ron una proximidad y convergencia en la
navegación de la información producida
por el medio, tal como La Silla se lo pro-
ponía, para generar un ambiente de diá-
logo e integración en torno a los
contenidos sobre la paz. Así, todas estas
franjas de edades hicieron parte del tar-
get participativo del medio, aunque algu-
nas mostraran más empatía que otras
frente a las historias que se publicaban
5
.
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4 Para esta medición estadística, se utilizó el programa estadístico R (R Development Core Team, 2008) y el paquete lme4 (Bates et al.,
2015). Se aplicó raíz cuadrada a los valores registrados en la base de datos levantada, luego de evaluar su normalidad con Shapiro-
Wilk. La significancia estadística se determinó, para la mayoría, con un p<0.05, para el estudio de números.
5 La revisión de la interactividad, la convergencia y la personalización se plantea teniendo en cuenta las variables que los análisis del
tráfico de las historias del medio registran de manera sobresaliente: usuarios-lectores; sexo, edad y región de habitación; niveles de
educación; y asignación por sectores socioeconómicos. La consulta inicial de estos datos se hizo entre octubre y diciembre de 2016, por
proximidad al cubrimiento, y se corroboró entre octubre y diciembre de 2017 y los mismos meses de 2018 y 2019.
Figura 1. Edades de los lectores-usuarios
del 30% de las cien historias
más leídas en La Silla
entre junio y octubre de 2016.
a
18 - 24
0
20
40
60
80
100
120
140
160
25 - 34 35 - 44 45 - 54 55 - 64 65 +
b
c
d
a
a
Número de Lectores
Rangos de edad
Fuente: elaboración propia y supervisión
de Lina María Ara
g
ón Ba
q
uero, es
p
ecialista en R
En una segunda estrategia de aper-
tura y búsqueda de participación, La Silla
puso en funcionamiento el cubrimiento
de la paz y el Plebiscito en el espacio de
sus llamadas patas de la silla, secciones
que plantearon la expansión de su ejerci-
cio periodístico a las regiones del país
para, así, descentralizar el cubrimiento de
la capital, Bogotá. Para el momento del
Plebiscito, las patas de La Silla eran cua-
tro: Caribe, Santander, Pacífico y Sur.
Ahora se han sumado otras dos: Paisa y
Cachaca. Los datos muestran que las dos
primeras, vigentes para el periodo de in-
terés, registraron 127.862 visitas en ese
momento. Para las dos últimas, la Pací-
fico y Sur, las cifras eran aún inexistentes
para cuando se inició este análisis. El es-
cenario digital del medio favoreció esta
expansión rápida y eficaz hacia las regio-
nes. A su vez, esta expansión incentivó de
manera importante el diálogo entre el
centro y las zonas aledañas, sobre todo en
un momento de coyuntura como la del
Plebiscito, donde las decisiones de las
urnas afectarían a todo el largo y ancho
del país.
La Silla hablaba de “estirar sus
patas” en función de una de sus conviccio-
nes: “que el país es sobre todo sus regio-
nes, y que contar esas regiones requiere
conocerlas y entenderlas bien” (“Nace
nuestra primera pata regional”, 2015).
Para el período de muestra, esto supuso
poner en circulación fuera de la capital la
información sobre los acuerdos y el Ple-
biscito. Este fue un paso significativo
hacia la descentralización de los conteni-
dos periodísticos sobre el tema de paz,
una evidencia de la intención de plura-
lismo e inclusión de los asuntos regiona-
les en el debate y la discusión sobre lo
público y el ejercicio de poder, concu-
rriendo todo en el espacio digital.
La Figura 2 ilustra la relación de
consultas de usuarios-lectores por región
de La Silla Caribe y La Silla Santander,
entre junio y octubre de 2016. Los datos
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Periodismo digital y paz: ensayo sobre La Silla Vacía, Colombia
0
Bogotá Atlántico Bolívar Sucre
Antioquia
Santander
Norte
Santander
Córdoba Risaralda Valle
del Cauca
Región
Silla Caribe
Silla Santander
César MagdalenaMeta Caldas Cundi Tolima Nariño Cauca Boyacá PutumayoArauca
2500
5000
7500
10000
12500
15000
17500
20000
22500
25000
27500
30000
Número de Lectores
Figura 2. Relación de consultas de usuarios-lectores
por región de La Silla Caribe y La Silla Santander, entre junio y octubre de 2016.
Fuente: elaboración propia y supervisión de Lina María Aragón Baquero, especialista en R.
que grafica hacen explícito que si bien
Bogotá, como centro de poder nacional
mantuvo el liderazgo político y de circu-
lación de información, las audiencias
proyectadas para la lectura sobre las te-
rritorialidades contempladas en La Ca-
ribe y La Santander cumplieron con el
consumo y la identificación con los con-
tenidos que le son más próximos. Tanto
caribeños como santandereanos y los ha-
bitantes de sus regiones de influencia es-
tuvieron activos en la recepción, consulta
y demanda de contenidos sobre los
acuerdos y el Plebiscito, así como sobre
sus implicaciones en sus contextos loca-
les, más allá del puro epicentro del
poder.
Una tercera y muy importante es-
trategia de información que significó un
esfuerzo por conectar a la ciudadanía con
asuntos del proceso de paz y del posterior
Plebiscito es la apuesta interactiva de la
sección “Plebiscito. Todo lo que necesita
saber para votar por el sí o por el no”. Esta
fue una herramienta narrativa pedagógica
que se dispuso para enriquecer las posi-
bilidades de acercamiento de las audien-
cias a los contenidos de los acuerdos y sus
consecuencias políticas, sociales y econó-
micas. “Plebiscito” tuvo, entonces, cinco
subsecciones enteramente nuevas en La
Silla, creadas para el tema específico de
paz: “Test para votar”, “Así es el acuerdo”,
“El acuerdo explicado”, “Debates” y “Pre-
guntas”. Además, contó con tres subsec-
ciones ya existentes, pero señaladas y
alimentadas para información particular
sobre el Plebiscito: “Quién es quién”, “De-
tector de mentiras” y “La red de paz”. Con
textos, gráficas distribuidas por temas y
convergencias, convenciones visuales e
infografías, tests con resultados descrip-
tivos y mapeo de redes y nodos de in-
fluencia, todos los elementos de
“Plebiscito” pretendieron traducir los
acuerdos de suerte que los usuarios-lec-
tores pudieran conocer más y mejor las
implicaciones de la votación en las urnas
y la naturaleza de la discusión entre el go-
bierno, la sociedad civil y la FARC. Tam-
bién tuvieron el propósito de medir el
pulso político entre los interlocutores en
La Habana y los alcances de las negocia-
ciones en términos de dinero, impacto en
el campo, víctimas y drogas. Estas seccio-
nes apuntaban a promover la autonomía
de los ciudadanos al momento de dar un
voto informado, a partir de la multiplici-
dad de vías, ángulos y la variedad en los
formatos digitales del medio. Es decir, las
secciones y el trabajo con herramientas
digitales estuvieron a disposición para
cumplir los objetivos del periodismo de-
mocratizante al que aspira La Silla.
Un ejemplo ilustrativo de la apuesta
de La Silla por una participación e inte-
racción es la sección “Quién es quién”.
Ésta se adecuó a la coyuntura política
para que la audiencia pudiera formarse
una visión cada vez más amplia de las di-
námicas de poder en el país. En una info-
grafía de las conexiones del poder, cada
punto representaba a un personaje y sus
relaciones con los poderosos, cuya natu-
raleza se indicaba por colores: personales,
en verde; de trabajo, en morado; rivali-
dad, en rojo; y alianza, en azul. Los nodos
más grandes correspondían a los perso-
najes más poderosos: el Presidente Juan
Manuel Santos y el ex Presidente Álvaro
Uribe. Con las negociaciones, aparecieron
nuevos actores como los miembros del se-
cretariado de la FARC (Figura 3). Los
usuarios-lectores podían navegar y cruzar
información interactuando con los distin-
tos contenidos para tomar sus decisiones
sobre los acuerdos y el rumbo de la socie-
dad colombiana de cara a la paz.
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SANDRA SÁNCHEZ LÓPEZ • SILVIA GÓMEZ MONTERO
Las herramientas digitales del
medio a disposición durante la fase prepa-
ratoria del Plebiscito confirmaron lo suge-
rido por Deuze para el caso de La Silla:
[…] online news has the potential to
make the reader/user part of the news ex-
perience. Response of the audience is the
key[…]Convergence in the context of online
journalism […] is the melting of these tra-
ditional media forms –(moving) image,
text, sound– in one story told online. […]the
context of the web offers the user the option
to choose between the respective elements
of the story and offers the journalist the op-
tion to ‘play around’ with these elements:
every single story can have a different angle,
a different way of telling the story. (Deuze,
1999, p. 377).
Así, con la insistencia en el sosteni-
miento de una audiencia asidua, con las
patas regionales y con narrativas digitales
como “Plebiscito” y “Quién es quién”, La
Silla propuso la interacción con las au-
diencias y entre ellas. El medio exploró lo
lúdico, lo visual y la convergencia, usando
recursos propios de lo digital, y así logró
presentar un contenido sobre el proceso
de paz que generó entradas dinámicas al
mundo político, el mundo del poder y de
los poderosos en el país. La materialidad
del espacio digital se convirtió, entonces,
en el mejor aliado para trabajar los prin-
cipios democráticos que identifica La Silla
como suyos para aportar a la construcción
de sociedad desde el periodismo digital.
Límites informativos frente al Plebiscito
En la antesala del Plebiscito, La
Silla procuró cumplir con sus propios ob-
jetivos democratizantes a través de su
práctica periodística digital, poniendo
sobre la mesa, como se mostró arriba,
Textos y contextos Nº 20
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Periodismo digital y paz: ensayo sobre La Silla Vacía, Colombia
Figura 3. Sección “Quién es quién: las conexiones del poder.
Fuente: Equipo de redacción, La Silla Vacía. (2016).
principios alineados con la participación
y la inclusión. También tendió a apoyar el
SÍ –cosa que confirmó la directora, Jua-
nita León, solo posterior a la votación y al
cubrimiento del evento
6
. Todo esto, con
resultados inesperados para el medio, de
cara a lo ocurrido en las urnas.
En este punto, Van Dijk sigue
siendo iluminador. De acuerdo con él, “es
necesario considerar de qué manera los
fabricantes de la noticia comprenden re-
almente lo que está pasando y cómo estas
comprensiones dan finalmente forma a
los textos periodísticos que ellos produ-
cen” (Van Dijk, 1990, p. 251). Con esto, se
tiene, pues, un primer elemento: el tra-
bajo de disección de los periodistas y su
capacidad de dilucidar un asunto de co-
yuntura y de relevancia colectiva es clave
en la producción del relato noticioso. Pero
también está un segundo elemento: el
papel de la ciudadanía y de otros actores
sociales, pues, de acuerdo con Van Dijk
(1990), las audiencias que estos compo-
nen son fundamentales en tanto que el
sentido de la información la hacen en
mucho los lectores y, diríamos ahora, los
usuarios. Se presenta una relación recí-
proca, entonces: las audiencias también
tejen el entramado de supuestos desde los
que parten los mismos medios como La
Silla, tanto como éstos pueden intentar
proporcionar nuevos puntos de vista con
sus cubrimientos y estrategias de infor-
mación. Además, en la era digital no sólo
se amplió el horizonte de los medios; tam-
bién se modificó el posicionamiento de las
audiencias frente a éstos, de manera que
el universo informativo de La Silla fue
más dinámico de lo que el mismo medio
proyectó.
Mientras La Silla cubría el Plebis-
cito, éste permanecía confiado en el ejer-
cicio deliberativo y racional como motor
de la discusión alrededor de la nación
imaginada (y rebatida) a partir de la ne-
gociaciones de paz. Igualmente, las au-
diencias parecían estar, desde la óptica
del medio, involucradas en ese mismo
ejercico. Y en verdad, tanto para La Silla
como para las audiencias, defender la in-
formación y el debate crítico fue funda-
mental dentro de su repertorio: el
periodismo lo hacía por convicción en su
función democrática. Los ciudadanos lo
hacían para reafirmar su capacidad polí-
tica en clave del derecho a esa informa-
ción y a ser interlocutores decisivos en la
discusión.
Los usuarios-lectores de La Silla,
por ejemplo, tienen, según datos del
medio que sirven de insumo para sus pa-
trocinadores (instituciones académicas,
fundaciones sin ánimo de lucro, entre
otras), ingresos y niveles de educación
altos. Esto significó para el medio, en el
momento del Plebiscito, la firme convic-
ción de que los argumentos periodísticos
(la información completa, los análisis po-
líticos) llevarían a votar SÍ, pues con esto
se dejaba atrás la historia de más de 60
años de violencia para abrirle la puerta a
la equidad, el desarrollo, la paz. Por eso,
el medio dispuso de las secciones dirigi-
das a apoyar esos argumentos periodísti-
cos. Entre esas, junto a las antes
mencionadas, hubo una muy reveladora
de esa convicción de La Silla: “El poder
de los argumentos”. Como una usuaria-
colaboradora de La red de la paz de La
Silla lo presentó, el asunto del Plebiscito
giraba en torno a las emociones mucho
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6 Esto, en el contexto del conversatorio “¡Periodismo y paz! Entre la auto-crítica y la re-invención”, liderado por Omar Rincón, Fescol,
Bogotá, 30 de noviembre de 2016.
más que a la razón (Araoz, 2016). Esto
mismo lo confirmaron las voces autoriza-
das en el marco de la opinión pública co-
lombiana (“Por qué ganó el No”, 2016;
Pacheco, 2016). También lo hizo la propia
León, quien aseguró que La Silla funcionó
en el escenario discursivo del que partici-
paba un número reducido, pero poco
compitió con la oleada de emociones de
las redes sociales y, sobre todo, de What-
sApp, donde se configuró la alineación
para las urnas
7
.
El ejercicio debilerativo, racional,
fue un dispositivo pero solo en el plano
retórico de la democracia. Allí éste sirvio
de soporte para todas las partes, y el
medio se adhirió a una práctica periodís-
tica conducente a ese ejercicio, fiándose
de que hacía eco de lo que para las au-
diencias eran supuestos a su vez impor-
tantes. Con ello, sin embargo, sobrevaloró
ingenuamente su poder informativo y,
sobre todo, su conocimiento de las au-
diencias de la era digital, mientras creía
que la balanza se inclinaría hacia el SÍ,
por cuenta de la razón. Por su parte, la
ciudadanía, como en otros casos recientes
de participación en las urnas, que explica
elocuentemente Brooke Gladstone, deci-
dió guiada más por sus inclinaciones y
marcos de opinión, que por la consulta de
medios potentes y comprometidos o la
evaluación disciplinada que hubiera po-
dido llegar a hacer de las noticias (Glads-
tone, 2017; Hoggett & Thompson, 2012;
Goodwin & Jasper, 2001).
Si La Silla confió demasiado, sin
anticipar las respuestas de la gran mayo-
ría, las audiencias hicieron del supuesto
valor compartido de la deliberación ra-
cional más un performance mediático
que una realidad política. Esto, derivado
de su actividad digital competente (o no)
y las prácticas que ello conlleva política-
mente: la formación de trincheras de
opinión que intensifican los propios pre-
juicios antes que cuestionarlos y la exa-
cerbación de emociones que redundan
en discursos de odio, por ejemplo
(Gladstone, 2017). La mayoría de los co-
lombianos exigieron información y espa-
cios de interlocución y diálogo en los
foros públicos a través de las redes, pa-
rados en los derechos ciudadanos demo-
cráticos, pero votaron por cuenta de sus
sentimientos y no los argumentos.
Con todo, aún es posible afirmar
que, como los demás medios, La Silla
tiene la facultad de legitimar intereses y
de delimitar marcos interpretativos de
comprensión (Rincón, et.al., 2002; Mar-
tini, 2000) desde sus apuestas periodísti-
cas. Ostenta, pues, la capacidad de
intercambio simbólico y la fuerza repre-
sentacional para establecer dispositivos
culturales en los que confluyen antiguas y
nuevas formas de expresión, tal y como
Rey (1998) lo muestra para los entornos
mediáticos. Esto es, La Silla constituye un
recurso de micropoder, similar al del pe-
riodismo de siempre (Sánchez–Ruíz,
20026), uno que, en términos de una teo-
ría gramsciana renovada, tiene la cuali-
dad de “encausador”, productor de
realidades: costumbres, identidad y polí-
tica. Pero, en tanto espacio interdepen-
diente frente a las audiencias (Van Dijk,
1990), y en una era digital de la que beben
tanto medios como ciudadanos por igual,
hombro a hombro, también está sujeto al
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Periodismo digital y paz: ensayo sobre La Silla Vacía, Colombia
7 Juanita León reconoció la importancia de las emociones en votaciones como esta, en el marco del conversatorio “¡Periodismo y paz!
Entre la auto-crítica y la re-invención”, liderado por Omar Rincón, Fescol, Bogotá, 30 de noviembre de 2016.
conjunto de registros performativos de
esas audiencias. Para el momento del Ple-
biscito, La Silla desconocía estos regis-
tros, en virtud no solo de esa superlativa
confianza del medio en la deliberación y
la racionalidad, sino también, y de ma-
nera importante, en virtud de su con-
fianza en la sanción que la ciudadanía
misma hacía en redes de la información y
el debate como base de participación de-
mocrática para ella misma.
Ruta periodística digital
después del Plebiscito
Desde La Silla, la selección de con-
tenidos, la elección de las formas de len-
guaje para presentarlos, la interacción
con la información, entre otros, fueron
fundamentales en la elaboración de una
propuesta de orden político y, por lo
mismo, de nación, al momento de produ-
cir contenidos sobre la paz. Sin embargo,
por mucho que se siga refrendando el ar-
gumento de los medios como cuarto
poder en las sociedades de hoy (Rettberg
& Rincón, 2011), las composiciones perio-
dísticas y los paradigmas políticos de los
medios digitales como La Silla parecen re-
crear conversaciones solo hasta cierto
punto compartidas.
Entonces, ¿qué camino es preciso
tomar? Después del Plebiscito y “la plebi-
tusa”, La Silla ha optado por persistir y
seguir cubriendo a los poderosos y ahon-
dar en el análisis político para por lo
menos llamar al orden a los poderosos y
presionarlos. Esa constancia en su visión
periodística es la manera en que el medio
ha pensado su papel en lo que Dewey
(2001) llamó la redefinición perpetua de
la democracia por las sociedades de cada
tiempo. Pero, de nuevo, ¿tendría La Silla
que implementar nuevos enfoques y án-
gulos? ¿Debería intentar, así, con varia-
ciones de esos enfoques y ángulos, ser
menos racional y más relacional?
El poder, como lo concibe el medio,
sigue siendo tema fundamental mientras
las estructuras de gobernabilidad actua-
les sigan vigentes. Desde una visión prag-
mática, alguien tiene que cubrir esa
trasescena política, y eso sostiene la legi-
timidad de La Silla y su ocupación digi-
tal. Así las cosas, los enfoques y ángulos,
centrados en el poder institucional, pue-
den, como lo ha querido el medio des-
pués del Plebiscito, mantenerse intactos.
Aquí, sin embargo, lo que quizá sí me-
rezca ser re-considerado es aquello que
Matt Tullis (2013), en conversación con
otros renombrados periodistas, Chris
Jones, Thomas Lake y Ben Montgomery,
sugirió: el periodismo, como cualquier
otro ejercicio de producción de historias,
bien puede trabajar –porque lo ha hecho
ya en múltiples ocasiones– de manera
detallada en la construcción de narrativas
complejas, antes ahondando en la pla-
neación de las estructuras de las historias
para luego lograr más eficazmente la cap-
tura de lugares, tiempos, personajes, a
través de la reportería y la síntesis creati-
vas (Tullis, et.al. 2013). Esto podría co-
nectar más a las audiencias con las
repercusiones del poder en sus propias
vidas, acercándolo a las realidades coti-
dianas de todos, conformadas por las pa-
siones y opiniones en torno a
experiencias vitales, todo en la conviven-
cia digital. Es decir, una posible ruta sería
el trabajo más detenido en la pre-produc-
ción de las historias para que el énfasis en
el poder revele la relevancia de éste en el
día a día de cualquiera: en suma, confi-
gurar y crear historias periodísticas, pero
más relacionales.
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Periodismo digital y paz: ensayo sobre La Silla Vacía, Colombia
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