cerca del Romanticismo y del Moder-
nismo y, en esa medida, sus poemas se
parecen más al de Silva que a los de Ne-
ruda y Borges, quienes sí coincidieron en
poner de manifiesto sus visiones comple-
tamente individuales sobre el arte que
practicaban. Aunque ambos poetas, reco-
nocidos como disímiles, se asemejan en
este aspecto, pues sus “Arte poéticas” son
declaraciones personales y, en el caso del
chileno, una declaración no exenta de iro-
nía y cierto sentimentalismo. Neruda es-
cribe un poema confesional,
autobiográfico, con tintes de patetismo, en
el que se pinta a sí mismo, a la par que a
su poesía
4
; Borges, en cambio, se presenta
a través de sus obsesiones temáticas (es-
pecialmente la gran pregunta que atra-
viesa su obra, es decir, la naturaleza del
Tiempo); pero, además, se disfraza y, de
forma implícita, a través de un poema de
rimas perfectas y propositivamente clá-
sico, expresa su apego a las formas canó-
nicas de la poesía. Disiente
significativamente de los otros poetas
mencionados (quizá menos de Neruda),
en el hecho de considerar a la poesía como
una paradoja, como “un triste oro […] que
es inmortal y pobre”. Es importante des-
tacar que el “Arte poética” de Borges se
publicó en El Hacedor, que es el libro con
el que el argentino vuelve a la poesía des-
pués de treinta y un años de la aparición
de sus poemarios de juventud
5
. Quizá por
ello le resultó necesario escribir un poema
a través del cual se distanciaba de las van-
guardias y, ciertamente, del joven Borges.
A continuación, lo transcribo:
Arte poética
Mirar el río hecho de tiempo y agua
y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y que los rostros pasan como el agua.
Sentir que la vigilia es otro sueño
que sueña no soñar y que la muerte
que teme nuestra carne es esa muerte
de cada noche, que se llama sueño.
Ver en el día o en el año un símbolo
de los días del hombre y de sus sueños,
convertir el ultraje de los años
en una música, un rumor y un símbolo.
Ver en la muerte el sueño, en el ocaso
un triste oro, tal es la poesía
que es inmortal y pobre. La poesía
vuelve como la aurora y el ocaso.
A veces en las tardes una cara
nos mira desde el fondo de un espejo;
el arte debe ser como el espejo
que nos revela nuestra propia cara.
Cuentan que Ulises, harto de prodigios,
lloró de amor al divisar su Itaca
Textos y contextos Nº 20
Mayo 2020 - Octubre 2020 • 95
Borges: su poética y algunos poemas dedicados a escritores
2 El poema de Huidobro tiene también algo del tono exaltado del escrito por Silva. Cito algunos versos: “Que el verso sea como una llave
/ Que abra mil puertas. / Una hoja que cae; algo pasa volando; […] Por qué cantáis la rosa, ¡oh, poetas! / Hacedla florecer en el poema;
/ Sólo para nosotros / Viven todas las cosas bajo el sol. / El Poeta es un pequeño Dios”.
3 El poema de Reyes, más escueto, coincide con los anteriores en su forma de sublimar la poesía como un acto casi divino. “Asustadiza
gracias del poema: / flor temerosa, recatada en yema. / Y se cierra, como la sensitiva, / si la llega a tocar la mano viva. / Mano mejor
que la mano de Orfeo, / mano que la presumo y no la creo, / para traer la Eurídice dormida / hasta la superficie de la vida”.
4 Arte poética: Entre sombra y espacio, entre guarniciones y doncellas, / dotado de corazón singular y sueños funestos, / precipitadamente
pálido, marchito en la frente, / y con luto de viudo furioso por cada día de mi vida, / ay, para cada agua invisible que bebo soñolienta-
mente / y de todo sonido que acojo temblando, / tengo la misma sed y la misma fiebre fría, / un oído que nace, una angustia indirecta,
/ como si llegaran ladrones o fantasmas, /y en una cascada de extensión fija y profunda, / como un camarero humillado,como una cam-
pana un poco rota, / como un espejo viejo, como un olor a casa sola / en la que los huéspedes entran de noche perdidamente ebrios, /
y hay un olor de ropa tirada al suelo, y una ausencia de flores, / -posiblemente de otro modo, aún menos melancólico-, / pero, la verdad,
de pronto, el viento que azota mi pecho, / las noches de sustancia infinita caídas en mi dormitorio, / el ruido de un día que arde con sa-
crificio / me piden lo profético que hay en mí, con melancolía / y un golpe de objetos que llaman sin ser respondidos / hay, y un movi-
miento sin tregua, y un nombre confuso.
5 Borges publicó Fervor de Buenos Aires en 1923, Luna de enfrente en 1925 y Cuaderno de San Martín en 1929.