Textos y contextos Nº 20
Mayo 2020 - Octubre 2020 • 151
Periodismo digital y paz: ensayo sobre La Silla Vacía, Colombia
DOI: https://doi.org/10.29166/tyc.v1i20.2254
Instrumentos para medir el viento, de Freddy Ayala Plazarte, es un ejer-
cicio de escritura intencionalmente anacrónico. Las extensas oraciones y las imá-
genes que aluden al principio de las cosas parecerían replicar un código del
pasado, un fragmentado relato cosmogónico. Pero el libro de Ayala es también
un libro de su tiempo: solo desde el presente de la voz poética, nuestro presente,
es posible mirar hacia el pasado en su complejidad y conjeturar sobre el futuro
como si los bloques temporales cedieran en su firmeza y su irreductibilidad para
determinar la necesidad de reelaborar una y otra vez nuestra lectura del mundo
y de los libros que laboriosamente explican o intentan explicar este mundo.
Ayala Plazarte nos introduce en un flujo en donde los tiempos, los lu-
gares y las tradiciones parecerían alimentarse unos de otros mutuamente. Dice
el poema: “Alguien le imploraba al viento ‘Kitab nuzhat al-mushtaq fijtiraq al-
afaq’”. En una nota a pie de página se traduce la frase del árabe como: “Solaz
del que anhela recorrer el mundo” (p. 44) y se menciona que se trata de una
“obra escrita en árabe con al-Sharif al-Idrisi que contenía 70 mapas regionales del globo, durante el reinado de Roger II
en Sicilia (s. XI d.C.), que logró, en aquel entonces, que haya una ‘convivencia medieval’ entre culturas orientales, africanas
y europeas” (44).
A partir de esta posibilidad de convivencia que ofrece ese momento concreto de la historia, el poema parecería
devolvernos al medioevo: su tono es medieval, pero sobre todo la Edad Media es el momento histórico que revela el
cambio de episteme que le interesa a nuestro escritor: se trata, pues, de recrear el mundo a partir de una nueva lectura
de los códices, de la música, de la historia, de la función de los instrumentos musicales, tal como haría el filósofo ermitaño,
que antes del abandono del mundo y sus placeres ha practicado todas las formas del hedonismo y ha sido llamado cos-
mopolita por su particular e intensa forma de habitar las ciudades, los entonces nuevos enclaves en donde todas las tra-
diciones del mundo se encuentran, por primera vez, al mismo tiempo.
Aquí se restaura la imagen denigrada de lo medieval, mostrándonos una belleza recóndita, la belleza del álgebra,
de los números que, con fuerza, desde entonces, empezarán a referirnos los misterios del universo y también la certeza
de que su comprensión total no está a nuestro alcance. Sostiene la voz poética: “Sus bocas unidas al viento / ya no alcan-
zaban a pronunciar la palabra ‘mundo’ / Y aquella travesía era como las resonancias del shofar / fabricar memorias con
el aire / mientras el astrolabio rodaba al pie de las páginas / y los números integrales / y los números enteros / y los nú-
meros naturales / y los números primos / y los números madera / y los números metal / y los números ceniza / y los nú-
meros hermanos / que fueron sepultados en la bahía” (32-33).
El shofar, al que se alude en el fragmento que acabo de compartir, “es un instrumento de viento confeccionado
preferiblemente del asta del carnero” (Shemtov, es.chbad.org) o de cualquier animal, siempre y cuando se trate de un
Instrumentos para medir el viento
Cuenca: CCE Azuay • 55páginas
Freddy Ayala Plazarte • 2018