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El estallido de octubre: apuntes críticos sobre la foto emblemática…
Modernización, Estado y estructura
social según Antonio Gramsci
Modernization, State and social structure
according to Antonio Gramsci
Martha Rodríguez Albán
Licenciada en Ciencias de la Educación, con mención en Lengua y Literatura (Universidad Técnica Particular de Loja); Magíster en Es-
tudios de la Cultura (UASB-Ecuador), Magíster en Ciencias Sociales (FLACSO-Ecuador); PhD en Literatura Latinoamericana (UASB-Ecua-
dor). Ha publicado: Narradores ecuatorianos de 1950: Poéticas para la lectura de modernidades periféricas (2009) y Cultura y política
en Ecuador: estudio sobre la creación de la Casa de la Cultura (2015). Mantiene inéditos los trabajos “Crítica literaria y sociedad.
Ecuador, 1930-2000”, y su tesis doctoral “Pasillo ecuatoriano, radio e industrias culturales, 1920-1965: disputas por el mercado de la
música y el poder simbólico en el campo cultural”. Docente de Teorías de la Cultura en la Facultad de Comunicación Social de la Uni-
versidad Central del Ecuador.
Correo: m1rodriguez@yahoo.com
Resumen
En este trabajo la autora revisa algunas reflexiones de Antonio Gramsci acerca del Estado, la estructura social y la modernización. El
pensador italiano desembarazó a la “filosofía de la praxis” de los acartonamientos reduccionistas y economicistas que promovió la
política de la Komintern, sobre todo, por su mirada a las estructuras sociales y a los procesos de construcción de hegemonía y contra-
hegemonía en las relaciones sociales. Respecto a la construcción de la hegemonía revisa el papel de dos instituciones –la escuela y
el periodismo– mediante las cuales los intelectuales cumplen las funciones de adecuación y consenso. Además, al pensar al Estado y
la sociedad civil –orgánicamente relacionados– convoca a otros conceptos como: bloque histórico y reforma moral e intelectual.
Palabras clave: Antonio Gramsci, Estado, modernización, hegemonía, sociedad civil.
Abstract
In this paper the author reviews some reflections of Antonio Gramsci about the State, the social structure, and the modernization. The
Italian thinker freed the “philosophy of praxis” from the reductionist and economicist stiffening that the politics of the Komitern pro-
moted, mainly, by his look at social structures and the processes of construction of hegemony and counter-hegemony in social relations.
Regarding the construction of hegemony, he reviews the role of two institutions - school and journalism - through which intellectuals
fulfill the functions of adequacy and consensus. In addition, when thinking about the State and civil society –organically related– it
summons other concepts of its own such as: historical bloc and moral and intellectual reform.
Keywords:Antonio Gramsci, State, modernization, hegemony, civil society.
Recibido: 14-08-2020 • Aprobado: 17-12-2020
DOI: https://doi.org/10.29166/tyc.v1i22.2474
El pensamiento del filósofo, político
y crítico literario y cultural Antonio
Gramsci (Ales, 1891 - Roma, 1937) ha ga-
nado resonancia en el devenir socio-polí-
tico de Occidente desde la segunda mitad
del siglo XX. Sobre todo en el tercio final
del mismo, cuando se sucedieron violen-
tos cambios en los ámbitos económico
(nueva crisis del capitalismo e intentos
por recuperar el modelo liberal; preemi-
nencia del capital financiero; cambios en
el mapa económico mundial), político
(luego de un período de auge revolucio-
nario en Latinoamérica y en África, la cri-
sis de la ex URSS y del mapa socialista
con la caída del muro de Berlín), y social
(reversión de las políticas keynesianas de
la segunda posguerra; ahondamiento de
la distancia entre las clases sociales y
entre los países del norte y del sur).
Estos cambios reclamaban nuevos
paradigmas de interpretación, así como
nuevas praxis. Desde los años en que fue-
ron escritos, los paradigmas gramscianos lo
que hicieron fue volver más nítida la lectura
de sus fuentes: Maquiavelo, Hegel y, sobre
todo, el materialismo dialéctico de Marx.
En efecto, con sus obras anteriores a 1927 y
con Cuadernos de la cárcel, este dirigente
del movimiento obrero y fundador del Par-
tido Comunista italiano combatió algunos
presupuestos y conceptos de la teoría libe-
ral; al mismo tiempo, desembarazó a la fi-
losofía de la praxis de los acartonamientos
reduccionistas y economicistas que promo-
vió la política de la Komintern. Con sus re-
flexiones proporcionó, a partir de
postulados marxistas, renovadas herra-
mientas conceptuales para la interpretación
de las realidades que conoció el autor y de
las generaciones posteriores.
Gramsci acuñó tales conceptos
desde su gnoseología –con fuente en el
materialismo histórico- centrándose en
una reflexión vital sobre el poder. Se trata
de conceptos dinámicos, que buscan cap-
tar flujos, cambios, procesos históricos,
relaciones orgánicas: no cosas estancas ni
estados coagulados de la sociedad o las
instituciones. De sus aportes conceptua-
les, en este ensayo revisaré tres: sus refle-
xiones sobre el Estado, la estructura
social y la modernización. Resultan de
particular interés para leer la historia de
países con “modernidades periféricas” y,
en particular, procesos de formación na-
cional-populares y de modernización.
Antes de empezar, hay que indicar
que es difícil hablar de manera aislada de
cada concepto, pues ellos se encuentran
relacionados por vínculos de presuposi-
ción mutua. Existe una relación orgánica
entre ellos. Incluso, es necesario recurrir a
otros más –como hegemonía, intelectua-
les, bloque histórico– para poder com-
prender qué son el Estado y la sociedad
civil, cómo el poder se distribuye en esas
instancias, y qué rol juegan las institucio-
nes que trabajan para la consolidación del
dominio de una clase social en el control
de la institución política. Por otro lado, ya
se verá que el autor emplea estos concep-
tos con un sentido más amplio y que es ne-
cesario diferenciarlos del uso coloquial y
del empleo contemporáneo de los mismos.
Comenzaré con el concepto de so-
ciedad. Para Gramsci, ésta constituye un
sistema, un todo cuyos elementos no pue-
den leerse por separado. Es esta comple-
jidad misma de lo social lo que vuelve
difícil su aprehensión a partir de episte-
mologías que tienden a considerar por se-
parado las partes de un todo. Esta
concepción de la realidad implica la pre-
suposición mutua de los elementos eco-
nómicos, políticos y culturales de cada
formación particular, de producciones en
esos ámbitos y de disputas entre clases.
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Aquí aparece el primer concepto del
autor: “Para expresar está unidad dialéc-
tica entre los momentos estructurales y
superestructurales, Gramsci utilizó el
concepto de ‘bloque histórico’” (Acanda,
2007, p.10). Este concepto representa los
equilibrios inestables de las luchas entre
clases dominantes, cuyas relaciones son
de lucha de poder para alcanzar y conso-
lidar la hegemonía. Una clase dominante
logra hegemonía cuando refuncionaliza
las inconformidades y consigue integrar
la actividad social contrahegemónica.
Cada clase dominante realiza este proceso
de estructuración de la producción mate-
rial y espiritual –y de integración de la
producción contrahegemónica– de una
forma particular, que será su manera de
organizar la hegemonía. Y el Estado de-
fenderá los intereses de la clase, o clases
dominantes, en esa formación particular.
Ahora bien, si se habla de lucha de
clases, ¿cómo ve Gramsci ubicadas en la
sociedad a las clases subalternas? Plantea
que ellas:
por definición, no están unificadas y
no pueden unificarse mientras no puedan
devenir ‘Estado’: su historia, por lo tanto,
está entrelazada con la de la sociedad civil,
es una función ‘disgregada’ y discontinua de
la historia de la sociedad civil y, por este trá-
mite, de la historia de los Estados o grupos
de Estados (Gramsci, 2008, p.35).
Esta pertenencia a la sociedad civil
ofrece hálitos de esperanza –más allá del
continuo saboteo de las iniciativas de los
grupos subalternos por las clases en el
poder, que juzga y lamenta Gramsci
(2008, p.38)–, en la medida en que la
praxis de las organizaciones populares
abre ámbitos de participación, abona en
la conquista de espacios de enunciación –
y, por ende, de reproducción– en el seno
de dicha sociedad civil, más allá de que
muchas veces pueda perderlos pronto y
de que haya necesidad de recuperarlos.
Gramsci define a la sociedad civil
como “la hegemonía política y cultural de
un grupo social sobre la entera sociedad,
como contenido ético del Estado”
(Gramsci, 2007, pp. 290-291). E insiste
en que no hay separación entre sociedad
política y sociedad civil. Teniendo en
cuenta esto, plantea:
Por ahora se pueden fijar dos gran-
des planos superestructurales, el que se
puede llamar de la ‘sociedad civil’, que está
formado por el conjunto de los organismos
vulgarmente llamados ‘privados’ y el de la
‘sociedad política o estado’ que corresponde
a la función de ‘hegemonía’ que el grupo do-
minante ejerce en toda la sociedad y la del
‘dominio directo’ o de comando que se ex-
presa en el estado y en el gobierno ‘jurídico’.
Estas funciones son precisamente organiza-
tivas y conectivas (Gramsci, 1975, p.17).
Gramsci reflexiona sobre los fenó-
menos de la sociedad desde la perspectiva
de la producción y distribución de las re-
laciones de poder. Considera que éste es
ubicuo y que las relaciones de poder o de
fuerza son transversales. Por otro lado,
poder y dominación guardan también una
relación orgánica: a determinado patrón
de acumulación de poder acompaña un
específico patrón de dominación, aunque
Gramsci no emplee estos términos para
referirse a esas nociones. Sin embargo, es
necesario referirse a ellas pues, como se-
ñala el filósofo cubano Jorge Luis Acanda
(2007), no es posible entender la teoría
gramsciana del poder fuera del marco de
los planteamientos del filósofo y sociólogo
alemán Max Weber (Erfurt, 1864 – Mu-
nich, 1920).
Algunos de los planteamientos we-
berianos son: que la racionalidad econó-
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Modernización, Estado y estructura social según Gramsci
mica es un proceso objetivo del capita-
lismo que se expande a todas las formas
de vida social; que la clave del poder de la
burguesía tiene que ver con dicha lógica
racional económica: ella uniformiza o en-
cuentra elementos en común en objetos y
procesos que son radicalmente diferentes
al condicionar el funcionamiento de todos
ellos conforme a la lógica del capital,
puesto que dicha lógica se expande y
abarca y “coloniza” todos los ámbitos de
la vida social. Esta lógica inmanente del
capitalismo se desarrolla con más fuerza
a medida que el desarrollo tecnológico
avanza. La modernidad capitalista está
marcada por la tecnología. Para Weber, el
fundamento de la sociedad –y la clave de
la dominación– es material. Para Gramsci
también. La diferencia es que el italiano
extiende la noción de poder más allá de lo
económico: a lo social, lo ético/político, a
lo cultural, que articula todos esos ámbi-
tos, de manera orgánica.
Esta es una de las claves “para leer
a Gramsci” y entender su concepto de so-
ciedad civil en su imbricación con el Es-
tado. Jorge Luis Acanda reseña que, para
Marx, la noción de sociedad civil tiene un
acento económico, pero que alude nece-
sariamente a las interrelaciones sociales:
“‘Sociedad civil burguesa’ (bürgerliche
Gesellschaft) designa al modo de división
y organización social del trabajo en con-
diciones de predominio del capital”
(Acanda, 2007, p.24). Señala la insisten-
cia de Marx en el carácter relacional de la
sociedad civil: “abarca un complejo sis-
tema de relaciones intersubjetivas. Es un
concepto enfilado a designar un sector es-
pecífico del tejido de relaciones sociales”
(Ibid., p.25). Plantea que Marx buscaba
“destacar el carácter enajenante no sólo
de esa formación estatal, sino del Estado
burgués y de todo Estado en general”, a
diferencia de Hegel. Realiza su crítica al
Estado “como detentador del poder social
[y por su] centralidad de la relación capi-
tal-trabajo en la construcción de las rela-
ciones de poder” (Ibid.).
Gramsci da un paso más adelante
en la clarificación de este concepto. Plan-
tea que, por una parte, el Estado no debe
confundirse con gobierno, pues esta con-
fusión implica otra: la de sociedad civil
con sociedad política. No son lo mismo,
aunque estén imbricadas íntimamente,
pues cada una representa funciones socia-
les distintas. Gramsci (1998) resalta que
“en la noción general de Estado intervie-
nen elementos que hay que reconducir a
la noción de sociedad civil (en el sentido,
pudiera decirse, de que Estado = sociedad
política + sociedad civil, o sea, hegemonía
acorazada con coacción)” (p.102). Tam-
poco la sociedad civil se limita a un con-
junto de organizaciones educativas,
económicas, civiles, etc. que ejercen coer-
ción –noción desde el liberalismo–.
Gramsci añade que estas organizaciones
cumplen tal función, pero que son tam-
bién responsables de la dirección moral y
cultural de la sociedad. Para él, no es po-
sible separar la sociedad política de la so-
ciedad civil. Si se lo hace, es por razones
metodológicas.
De su parte, el Estado es gobierno,
pero además es institucionalidad pública,
que ejerce coerción y desempeña funcio-
nes adicionales para alcanzar la dirección
moral y cultural de la sociedad. De modo
similar, la sociedad civil comprende un
conjunto de procesos, instituciones y for-
mas de actividad que producen civilidad
en las personas. Civilidad es el conjunto
de representaciones y valores de los indi-
viduos, socialmente establecido, a través
del cual ellos modulan su relación con la
realidad.
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Adicionalmente, no solo el Estado
detenta el poder: en la sociedad civil tam-
bién se encuentra éste, difusamente ex-
tendido: ella está atravesada por
relaciones de poder. La diferencia entre
sociedad civil y sociedad política es, en-
tonces, metodológica y no orgánica; un
ejemplo de ello es la escuela, que perte-
nece al Estado y a la sociedad civil. Para
Weber, la sociedad es un sistema, pero no
plantea que haya una relación orgánica.
La expansión del poder controlador
del Estado se vuelve evidente, sobre todo
desde la segunda mitad del siglo XIX.
Junto a la expansión de la racionalidad
del capitalismo, el Estado y sus institucio-
nes abarcan y alcanzan, de manera mani-
fiesta, otros ámbitos sociales que antes se
consideraban separados de aquel (la fa-
milia, la escuela), y que aparentemente no
son instituciones represivas. Con este
concepto, Gramsci llega al centro de lo
que buscaba comprender y explicar
Weber: cómo la burguesía logró mante-
nerse en el poder. La clave es la hegemo-
nía, que se apoya en su capacidad para
producir valores, representaciones, de-
seos, etc., cuyas implicaciones tienen que
ver con la percepción de la naturaleza de
la economía.
La clave está en que el poder no solo
implica coerción sino también consenso,
y éste se obtiene a través del dominio
moral y cultural: por eso el poder no solo
se ejerce desde el Estado y por eso él se
mantiene gracias a la labor de la “cadena
de fortalezas y casamatas” que constituye
la sociedad civil, modelada desde y para
todas las instituciones y las estructuras de
relaciones sociales que la conforman.
Cuando Gramsci habla de Estado
ampliado, lo describe, en efecto, como la
conjunción de sociedad civil con sociedad
política. Al ser dinámica la sociedad civil,
se entiende que los Estados implican tam-
bién procesos dinámicos. Unidas orgáni-
camente la sociedad política y la sociedad
civil, ésta se caracteriza por constituir un
espacio mayor para la lucha de clases. “El
Estado sólo era una trinchera avanzada,
detrás de la cual existía una robusta ca-
dena de fortalezas y casamatas” (Acanda,
2007, p.12). Esta “cadena de fortalezas y
casamatas” es la sociedad civil; ella está
regida por un específico modelo hegemó-
nico de acumulación, que se ha consoli-
dado como poder político a base de “la
‘dirección intelectual y moral’ de la socie-
dad, sobre la impregnación ideológica de
todo el sistema social” (Ibid.).
En estas funciones de control y de
hegemonía intelectual y moral desempe-
ñan un rol fundamental los intelectuales.
Su presencia permite visibilizar las mane-
ras en las cuales el poder se extiende y
existe difusamente en toda la sociedad, y
la manera en que los intelectuales parti-
cipan en los procesos de producción, no
solo espiritual, sino material también.
La relación entre los intelectuales y
el mundo de la producción no es una rela-
ción inmediata, como ocurre con los grupos
sociales fundamentales, sino que es ‘me-
diata’ en grado diverso en todo el tejido so-
cial y en el complejo de la superestructura
de la que los intelectuales son ‘los funciona-
rios’ (Gramsci, 1975, p.17).
Más adelante, lo expresa de manera
más directa:
Los intelectuales son los ‘empleados’
del grupo dominante para el ejercicio de las
funciones subalternas de la hegemonía social
y del gobierno político, a saber: 1) del ‘con-
senso’ espontáneo que las grandes masas de
la población dan a la dirección impuesta a la
vida social por el grupo social dominante,
consenso que históricamente nace del pres-
tigio (y por tanto de la confianza) detentada
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Modernización, Estado y estructura social según Gramsci
por el grupo dominante, de su posición y de
su función en el mundo de la producción; 2)
del aparato de coerción estatal que asegura
‘legalmente’ la disciplina de aquellos grupos
que no ‘consienten’ ni activa ni pasivamente,
pero que está preparado por toda la sociedad
en previsión de los momentos de crisis en el
comando y en la dirección, casos en que el
consenso espontáneo viene a menos
(Gramsci, 1975, p.18).
Existen muchas instituciones a tra-
vés de las cuales los intelectuales cumplen
estas funciones de control, enseñanza y
aprendizaje de la civilidad, de adecuación
y consenso a la hegemonía de la clase do-
minante. Dos de ellas, a las que les dedica
espacio en su reflexión, son la escuela y el
periodismo. Para Gramsci, la escuela:
es el instrumento para formar los in-
telectuales de diverso grado. La compleji-
dad de las funciones intelectuales en los
diversos estados se puede medir objetiva-
mente por la cantidad de escuelas especia-
lizadas y por su jerarquización: cuando más
extensa es el ‘área’ escolar y cuanto más nu-
merosos son los ‘grados’ ‘verticales’ de la es-
cuela, tanto más complejo es el mundo
cultural, la civilización, de un determinado
estado (Gramsci, 1975, p.16).
Se necesita intelectuales en todos
los ámbitos de una sociedad, reprodu-
ciendo las relaciones, valores y represen-
taciones de las clases dominantes, para
que ellas mantengan la hegemonía.
Este concepto gramsciano de la es-
cuela, así como toda la teoría de distribu-
ción del poder en la sociedad, serían
desarrollados décadas más tarde por el fi-
lósofo y teórico social Michel Foucault
(Poitiers, 1926 – París, 1984). Este autor
centró sus reflexiones en la cuestión del
poder y de las instituciones sociales. Res-
pecto del uso que el Estado realiza de esas
instituciones, Foucault plantea que las
políticas estatales tienen que ver con los
necesarios pactos o acuerdos orientados
a facilitar y hacer posible la tarea de go-
bernar
1
. Se sabe que, para facilitar las ta-
reas de gobernar y disciplinar, el Estado
recurre a las instituciones educativas (es-
cuelas, museos, salas de concierto) y regi-
mentadoras (ejército, hospitales
psiquiátricos, cárceles).
Si se recuerda que “Gobierno es la
recta disposición de las cosas [territorio y
personas], de las que uno se hace cargo para
conducirlas a un fin conveniente” (Gui-
llaume de La Perrière, en Foucault, 1999,
p.183) resulta claro que las políticas públi-
cas son intervenciones que persiguen un
clima adecuado para poder “controlar y mo-
vilizar [a la sociedad de masas emergente,
que tienen demandas políticas y males so-
ciales] para la supervivencia nacional y el
desarrollo en un orden global cada vez más
competitivo”(Vaughan, 1997, p.11).
La prensa es otra institución en apa-
riencia asentada exclusivamente en un es-
pacio público que también cumple
funciones hegemónicas. En el análisis de
Gramsci se aprecia esta relación orgánica
entre instituciones políticas y de la socie-
dad civil, que participan en la hegemonía o
la contrahegemonía, según el caso. No solo
se trata de que la prensa esté vinculada con
la producción cultural, sino de que, en
efecto, tiene a su cargo importantísimas
funciones de reproducción ideológica. Por
otro lado, también participa de un sector
especializado del mercado: produce, distri-
buye y vende mercancías más o menos co-
tizadas y dirigidas a ciertos sectores de
compradores: libros, revistas, diarios.
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1 Foucault también alude a Maquiavelo: “El vínculo frágil del príncipe con su principado es lo que el arte de gobernar […] debe tener
como objetivo” (Foucault, 1999, p.187).
En consecuencia, para Gramsci, el
periodismo “no solo trata de satisfacer las
necesidades –de una cierta categoría– de
su público, sino que se esfuerza por crear
y desarrollar estas necesidades y de esti-
mular, en un cierto sentido, a su público
y de aumentarlo progresivamente”
(Gramsci, 1975, p.143). Es decir, que dos
de sus funciones son reclutar y formar
lectores. Añade más adelante: “Los lecto-
res deben ser considerados desde dos
puntos de vista principales: 1) como ele-
mentos ideológicos ‘transformables’ filo-
sóficamente, capaces, dúctiles, maleables
a la transformación; 2) como elementos
‘económicos’ capaces de asimilar las pu-
blicaciones y de hacerlas asimilar a los
demás” (Ibid., p.144).
Aquí el autor “riza el rizo”, pues los
lectores participan de la economía no solo
como consumidores de mercancías cultu-
rales, sino también como multiplicadores
ideológicos y de clientes. Y todas estas
funciones se encuentran imbricadas: “el
elemento ideológico es un estímulo para
el acto económico de la adquisición y de
la difusión” (Gramsci, 1975, p.144). Para
que no queden dudas respecto de este
planteamiento, añade más adelante:
no se puede hablar de actividad pe-
riodística y editorial seria si falta este ele-
mento, es decir: la organización del cliente,
de la venta, y el hecho de que siendo el
cliente un particular (en su mayor parte)
necesita una organización particular ligada
estrechamente al carácter ideológico de la
‘mercancía vendida’. Es sabido que en un
diario moderno el verdadero director es el
director administrativo y no el de redacción
(Gramsci, 1975, p. 145).
En estas apreciaciones, que prefigu-
ran la complejidad y organicidad de los
espacios culturales especializados, yo en-
cuentro una anticipación de conceptos del
sociólogo francés Pierre Bourdieu (Den-
guin, 1930 – París, 2002). Me refiero a las
que tienen que ver con los procesos de
conformación y especialización creciente
del campo cultural y el de formación de
lectores; la relación orgánica entre la for-
mación de un público lector, el creci-
miento del mercado editorial, y el
desarrollo del campo literario, entre
otras. Más allá de que Bourdieu no se re-
fiera a Gramsci ni a Marx en sus textos, se
fundamenta en lecturas de estos autores:
todos los conceptos mencionados hablan
de estructuras, es cierto, pero también
muestran la relación orgánica entre las
esferas –consideradas separadas por el
materialismo mecanicista– de la superes-
tructura y la base económica de las socie-
dades.
Al hablar de bloque histórico, es im-
portante insistir en que se trata de proce-
sos inestables, de construcciones y
desplazamientos: “La hegemonía de la
clase dominante sólo se alcanza cuando se
ha logrado establecer esta necesaria im-
bricación y presuposición entre los proce-
sos de producción material de la vida y los
procesos sociales de producción espiri-
tual” (Acanda, 2007, p.11). Estos procesos
implican una comprensión relacional del
poder, que no se limita a los aparatos de
coerción del Estado (Ibid., p.17), sino que
permea todos los procesos sociales. Es di-
ferente de la concepción liberal de poder
(cesión del mismo al Estado); el economi-
cismo marxista no se aparta de esta no-
ción de poder. En ambos casos, se trata de
una “comprensión institucional del
poder, que lo limita a la actividad de los
aparatos de Estado” (Ibid., p.18).
Para Gramsci, son orgánicas las re-
laciones entre poder y cultura, entre polí-
tica y cultura. En ello se fundamenta la
teoría de la hegemonía, la cual permite
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Modernización, Estado y estructura social según Gramsci
comprender “la dimensión cultural de la
política, a la vez que la dimensión política
de la cultura” (Acanda, 2007, p.19). A su
vez, ambas dimensiones son orgánicas a
la económica, noción clave que permite
comprender que “la subversión es domi-
nación [es un] proceso que atañe no sólo
a lo económico y a lo estatal, sino también
a lo cultural. ‘La valorización del hecho
cultural es necesario junto a lo mera-
mente económico y político’” (Ibid., p.17).
El autor revela la complejidad de las
tareas necesarias para lograr la reforma
moral e intelectual, que es un cambio pro-
fundo en el pensamiento, indispensable
para que se consolide un bloque histórico.
Gramsci planteó el problema clara-
mente: ‘¿Puede haber una reforma cultural,
es decir, una elevación civil de los estratos
deprimidos de la sociedad, sin una prece-
dente reforma económica y un cambio en la
posición social y en el mundo económico?
Una reforma intelectual y moral no puede
dejar de estar ligada a un programa de re-
forma económica, o mejor, el programa de
reforma económica es precisamente la ma-
nera concreta de presentarse de toda reforma
intelectual y moral’ (Acanda, 2007, p.9).
El autor cubano plantea que:
una concepción compleja sobre la
composición de la intelectualidad orgánica
tiene mucho que ver con la interpretación
gramsciana sobre la hegemonía. La intelec-
tualidad es el agente social de afianza-
miento de la hegemonía, pero para Gramsci
la hegemonía no es un fenómeno exclusiva-
mente ideológico (Acanda, 2007, pp. 30-
31).
Más aún, “resaltar el componente
ético-cultural de la hegemonía no signi-
ficó nunca, para Gramsci, desconocer el
necesario componente económico de la
misma” (Acanda, 2007, p.31).
Es cierto que la función hegemónica
de una clase dominante es cumplida por
el Estado, el cual, como institución, de-
tenta el ejercicio monopólico de la violen-
cia; pero también lo es que este “dominio
directo” se cumple a través de la coerción
y el consenso, con apoyo del “gobierno ju-
rídico”. Al mismo tiempo las “enormes
fortalezas y casamatas” que dan apoyo a
esa institución, las construye la sociedad
civil, y sus ejecutores –que son a la vez
productores y reproductores de bienes es-
pirituales– son los intelectuales, en la am-
plia acepción del término que propone
Gramsci
2
.
Como se puede ver, hasta aquí
hemos hablado de los conceptos de Es-
tado y sociedad civil, orgánicamente rela-
cionados y que han convocado a otros
conceptos que se presuponen también en
los planteamientos gramscianos: hege-
monía, bloque histórico, intelectuales, re-
forma moral e intelectual. Finalmente,
llegamos al concepto de modernización
de la economía. Este se refiere a los cam-
bios que se producen en el patrón de acu-
mulación, orientados a patrones más
avanzados, en el sentido de una mejor ar-
ticulación de una economía y un país al
sistema capitalista global.
En este sentido, las revoluciones
pasivas son las revoluciones burguesas
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2 Gramsci amplía el concepto de intelectuales. Para este autor, incluye a:
todos aquellos que desarrollan funciones organizativas en la producción, la política, la administración, la cultura, etc. No sólo los escri-
tores y artistas, sino también los maestros de escuela, los políticos profesionales, los administradores, los técnicos, los arquitectos, etc.,
en tanto participan en la labor de producción, reproducción y difusiónde valores, modos de vida, modos de actividad, principios de or-
ganización del espacio, etc., son intelectuales. En tanto el poder se estructura, existe y se ejerce en todos estos intersticios de lo social,
y la hegemonía de la clase dominante se enraíza en ellos, intelectuales serán los encargados del funcionamiento del aparato hegemónico,
o aquellos que con su actividad contribuyen a la construcción de espacios de contrahegemonía (Acanda, 2007, pp.23-24).
que tuvieron lugar en algunos países de
Europa en el siglo XIX, en las cuales las
clases subalternas fueron movilizadas,
pero sin desempeñar un rol activo. Son
también los cambios modernizadores
tardíos en países periféricos afectados
por el desarrollo desigual del capita-
lismo. Este desarrollo desigual hizo po-
sible que, hasta mediados del siglo XX
–para el caso de Latinoamérica– existie-
ran Estados controlados aún por grupos
o clases que no promovían el modo de
acumulación capitalista. Los cambios, en
estos casos, provinieron de las élites más
proclives a la articulación al capitalismo.
Ellas impulsaron cambios “desde
arriba”, sin implicar que se hubiera sub-
vertido el orden social: se lo ha moderni-
zado, únicamente.
Una revolución pasiva es, entonces,
una modernización sin intervención activa
de las clases subalternas; procesos en los
que estas clases son movilizadas pero no
desempeñan un rol activo. Ejemplo de ello
son las revoluciones burguesas en algunos
países europeos, como Alemania e Italia
(il Risorgimento, en este segundo país);
también lo son los procesos impulsados
por Lázaro Cárdenas, en el México de la
década de 1930, y en el Brasil de Getulio
Vargas, en la de 1940.
Il Risorgimento es el proceso de
unificación de Italia en el siglo XIX.
Según Gramsci, este proceso fue un cam-
bio que no consiguió ser revolucionario
porque las élites no incorporaron a las
masas subalternas cuyo grueso era el
campesinado, en particular el de las em-
pobrecidas regiones de Italia meridional.
La falta del apoyo de este grupo social,
como había ocurrido en Francia, marcó la
diferencia, y la aristocracia no consiguió
ser derrotada. En el análisis de este pro-
ceso es que Gramsci desarrolla nociones
importantes como la de hegemonía, so-
ciedad civil y revolución pasiva, entre
otras. Se pregunta:
El concepto de ‘revolución pasiva’,
en el sentido que Vicente Cuoco atribuye al
primer período del Risorgimento italiano,
¿puede ser correlacionado con el concepto
de ‘guerra de posición’ confrontado con el
de guerra de maniobras? Estos dos concep-
tos se formaron después de la Revolución
Francesa y el binomio Proudhon-Gioberti
¿pueden ser justificados por el terror creado
en 1793, como el sorelianismo, por el pánico
que siguió a los estragos parisienses de
1871? Entonces, ¿existe una identidad ab-
soluta entre guerra de posición y revolución
pasiva? O, por lo menos, ¿existe o puede
concebirse todo un período histórico en el
que los dos conceptos puedan identificarse
hasta el punto que la guerra de posición se
transforme en guerra de maniobras? Es un
juicio ‘dinámico el que es necesario dar
sobre las ‘restauraciones’, las que serían una
‘astucia de la providencia’ en el sentido que
le dio Vico (Gramsci, 2008, p. 167).
Y Gramsci prosigue su análisis. Más
allá de que el Partido de la Acción (el de
Mazini y Garibaldi) hubiera sido progre-
sista, finalmente, bajo la guía de los mode-
rados, resultaron derrotados por los
cavourianos. El éxito de estos últimos ra-
dicó en la relación orgánica entre dirigen-
tes políticos, intelectuales, terratenientes y
dirigentes industriales. Los industriales del
norte, en alianza con los terratenientes del
Meridiano, mantuvieron a los campesinos
y a los obreros en un rol pasivo (mientras
los católicos, por ejemplo, nunca dejaron
de tener una participación activa, “con
hombres propios, con partido propio, con
programa propio”) (Gramsci, 2008, p.176).
Es de hacer notar que el mismo par-
tido tradicional de la Constituyente en Ita-
lia, el Republicano, demostró el mínimo de
sensibilidad histórica y de capacidad polí-
tica y se dejó imponer el programa y la di-
Textos y contextos Nº 22
Mayo 2021 - Octubre 2021 83
Modernización, Estado y estructura social según Gramsci
rección (o sea una defensa abstracta y re-
trospectiva de la participación en la guerra)
de grupos de la derecha. El pueblo, a su
modo, miraba al futuro (también en la cues-
tión de la intervención en la guerra) y en eso
estriba el carácter implícito de constitu-
yente que el pueblo dio a las elecciones de
1919; los partidos miraban al pasado (solo
al pasado) concretamente y al porvenir ‘abs-
tractamente’, ‘genéricamente’, como ‘tened
fe en vuestro partido’, y no como concep-
ción histórico política constructiva.”
(Gramsci, 2008, p. 176).
Por otro lado, para Gramsci es una
cuestión importante pensar que no son
suficientes los procesos modernizadores,
más allá de que éstos puedan implicar –
en ámbitos específicos– instancias libera-
doras. Para el pensador italiano, se debe
apuntar a la conformación de un nuevo
bloque histórico en el que las clases subal-
ternas no estén enajenadas de los medios
de producción. Para ello, es requisito fun-
damental –y a ello vuelve Gramsci, una y
otra vez–, la reforma moral e intelectual:
La importancia del consenso activo,
y por ende de la conformación de un sus-
trato cultural que permita la independencia
intelectual de cada individuo, confirma la
idea gramsciana del papel esencial a jugar
por la sociedad civil en la estructuración de
la nueva hegemonía. La revolución socia-
lista es el inicio de una larga etapa cuya fi-
nalidad consiste en la desaparición de la so-
ciedad política y el advenimiento de lo que
Gramsci denomina ‘sociedad regulada’. El
derrocamiento del Estado capitalista no
tiene como objetivo su sustitución por otra
forma de Estado, sino la erección de “una
sociedad capaz de autodirección y que por
ello no necesita más un Estado político”
(Acanda, 2007, p. 44).
Para Gramsci, los procesos moder-
nizadores merecen la crítica por cuanto
no buscan desarrollar en los subordina-
dos las herramientas del “buen sentido”,
sino que los mantiene en un rol pasivo y
alienante, muy lejos de la necesaria re-
forma moral e intelectual.
Para concluir, este artículo, la refle-
xión en torno a estos tres conceptos –y su
puesta en práctica en el juicio crítico a la
historia italiana de la unificación–, per-
mite realizar un recorrido por la perspec-
tiva analítica y epistemológica de Antonio
Gramsci, una de las más trascendentes re-
flexiones sobre el poder. El militante ita-
liano aporta con lucidez, desde la fuerza y
la autoridad que le brinda su praxis, y
proporciona una caja de herramientas
teóricas de las más importantes que se
hayan producido entre los intelectuales
del siglo XX.
Textos y contextos Nº 22
84 Mayo 2021 - Octubre 2021
MARTHA RODRÍGUEZ ALBÁN
BIBLIOGRAFÍA
Acanda, J. L. (2007). Traducir a Gramsci: La Habana: s/e.
Foucault, M. (1999). “La gubernamentalidad”. En Obras esenciales. Estética, ética y hermenéutica. Vol. 3. pp. 177-197.
Barcelona: Paidós.
Gramsci, A. (1975). Cuadernos de la cárcel: Los intelectuales y la organización de la cultura. México: Juan Pablos Editor, S. A.
____ (1998). Para la reforma moral e intelectual. Madrid: Los libros de la catarata.
____ (2007). Antología. Madrid: Siglo XXI Editores.
____ (2008). Il Risorgimento. Buenos Aires: Las Cuarenta.
Vaughan, M. K. (1997). Cultural Politics in Revolution. Teachers, Peasants, and Schools in Mexico, 1930-1940. Tucson:
The University of Arizona Press.