TEXTOS Y CONTEXTOS
Junio 2019 • Nº 18 11
Poder, memoria y trabajo intelectual: de la ciudad letrada a los …
FACSO-UCE
La imposibilidad de corregir
la memoria: Insensatez de Horacio
Castellanos Moya
The impossibility of correcting memory: Insensatez
by Horacio Castellanos Moya
Juan Romero Vinueza
Estudió Literatura en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE). Actualmente es maestrante de Literatura Hispanoamericana
en la Universidad de Guanajuato (México). Becario del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Ha publicado en poesía:
Revolver Escorpión (2016), 39 poemas de mierda para mi primera esposa (2018; 2020) y Dämmerung (o cómo reinventar a los ídolos)
(2019).
Correo: juanromerovinueza@gmail.com
Resumen
En la novela Insensatez, de Horacio Castellanos Moya, la memoria de la violencia está mediada por la noción del archivo. El protagonista
es un corrector de estilo que edita un informe sobre las matanzas en un país de Centroamérica y se siente abrumado por su riqueza
poética, pero parece no preocuparse por el contenido del texto. La narrativa del libro se estructura a través del archivo y la figura del
intelectual. Ambas fungen como una metáfora de la imposibilidad de la corrección y la reescritura de la Historia y la memoria nacional
de un país quebrado por la violencia.
Palabras clave: archivo, Castellanos Moya, Insensatez, memoria, violencia.
Abstract
In the novel Insensatez, by Horacio Castellanos Moya, the memory of violence is mediated by the notion of the archive. The protagonist
is a copyeditor who edits a report on the massacres in a Central American country and is overwhelmed by its poetic wealth, but it
seems that he doesn’t care about the content of the text. The narrative of the book is structured through the archive and the figure of
the intellectual. Both serve as a metaphor for the impossibility of correcting and rewriting the history and the national memory of a
country broken by violence.
Keywords: archive, Castellanos Moya, Insensatez, memory, violence.
Recibido: 15-08-2020 • Aprobado: 28-09-2020
DOI: https://doi.org/10.29166/tyc.v1i21.2479
1 Hay que destacar, asimismo, que Roberto González Echeverría (2000) ya había planteado tres paradigmas de la novela latinoamericana
de archivo: Los pasos perdidos (1953) de Alejo Carpentier, Cien años de soledad (1967) de Gabriel García Márquez, y Terra Nostra
(1975) de Carlos Fuentes.
Escritura a partir del testimonio
Varios de los estudios en torno a la
novela Insensatez (Tusquets, 2005) de
Horacio Castellanos Moya (Tegucigalpa,
Honduras, 1957) se centran en la violencia
per se. Sin embargo, en este trabajo se
busca reflexionar acerca la función del ar-
chivo dentro de la violencia que el perso-
naje experimenta. Su comportamiento
reacciona frente al fenómeno social de la
violencia, que está mediado por el archivo:
el libro de testimonios, el correo electró-
nico y, sobre todo, su libreta de apuntes.
Desde el inicio de la novela, la ca-
racterística que más llama la atención es
el trabajo del protagonista: corrector de
estilo. El narrador es contratado por la
Iglesia para corregir un informe sobre la
violencia ejercida en un país centroame-
ricano. El libro nunca especifica que sea
Guatemala. No obstante, por ciertas pis-
tas, se puede inferir el lugar situado. En
otros estudios se ha señalado que este
texto se vincula con experiencias biográ-
ficas de Castellanos Moya y con un in-
forme editado en Guatemala. María Elena
Fonsalido (2015) apunta que:
En Guatemala, el proceso fue más
lento. La CEH (Comisión de Esclareci-
miento Histórico) fue creada recién en 1993.
El resultado de su trabajo de recopilación de
testimonios, Guatemala: Memoria del si-
lencio, se publicó en 1999. Un año antes de
esta publicación, en 1998, apareció el In-
forme REHMI o Informe del proyecto inter-
diocesano de la recuperación de la
memoria histórica, conocido también con el
nombre de Guatemala: Nunca más. Pasa-
ron décadas desde estos primeros intentos
de esclarecimiento de lo sucedido. Los tes-
timonios hablaron, la sociedad intentó dige-
rirlos o les respondió con indiferencia, la
literatura se nutrió de ellos. (p. 125)
Insensatez forma parte de esta li-
teratura. Muchas novelas latinoamerica-
nas han usado el archivo como
herramienta de creación. Señalaré cuatro
que se publicaron con fechas próximas a
Insensatez y que, a su vez, discutieron la
idea de la violencia: Puño y letra (2005)
de Diamela Eltit, 2666 (2004) de Ro-
berto Bolaño –sobre todo, “La parte de
los crímenes”–, y
El material humano
(2009) de Rodrigo Rey Rosa. Todas ellas
se nutren del testimonio y, sobre todo,
del archivo como fuente de escritura li-
teraria
1
.
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En las novelas referidas, el archivo
y la violencia van de la mano. Gracias al
archivo, los autores ficcionalizan realida-
des en las cuales la violencia, la política, y
los intelectuales que revisan los archivos,
son rebasados por el lenguaje de los tex-
tos. En la “literatura de testimonio”, la es-
critura se complementa con la labor del
“historiador paciente, […] experto en el
rastreo de archivos, bibliotecas, coleccio-
nes de publicaciones, museos, etc., y la
labor del historiador de nuevo tipo, que
recoge en la voz viva del pueblo la dimen-
sión humana de hechos, lugares, hazañas”
(Randall, 1992, p. 40).
Es por eso que varios estudios se re-
fieren a la novela de Castellanos Moya
como una “novela-testimonial”. No obs-
tante, y a pesar de ciertos mecanismos
que la podrían ligar con este género
2
no-
velístico, el hondureño no escribió un
libro testimonial de un sobreviviente. La
voz narrativa tiene una conformación dis-
tinta. El sujeto, que nunca dice su nom-
bre, es un individuo solitario e insensato.
Asume su función de corrector de textos,
contratado por la Iglesia, de una manera
meramente profesional e intenta no su-
cumbir ante la lectura de los testimonios
violentos que está leyendo y corrigiendo.
El punto de quiebre de esta novela se da,
justamente, cuando la violencia, a través
del lenguaje violento del archivo, influye
en la psicología del protagonista.
La evasión de la violencia mediante
la autoparodia
El entorno del narrador es violento
y sugiere una constante paranoia. El su-
jeto siente peligro en casi todas las áreas
de la ciudad. Ni siquiera puede estar a
salvo en su trabajo. El protagonista mues-
tra que la existencia de tantos casos vio-
lentos no es una sorpresa para él, ni para
quienes habitan ese país. Más bien, ya se
ha vuelto una costumbre. No obstante, re-
flexiona acerca de las personas y sus res-
pectivos testimonios que él corrige,
preguntándose si en verdad se puede co-
rregir las historias de la violencia:
Nadie puede estar completo de la
mente después de haber sobrevivido a se-
mejante experiencia, me dije, cavilando,
morboso, tratando de imaginar lo que
pudo ser el despertar de ese indígena, a
quien había dejado por muerto entre los
trozos de carne de sus hijos y su mujer y
que luego, muchos años después, tuvo la
oportunidad de contar su testimonio para
que yo lo leyera y le hiciera la pertinente
corrección de estilo, un testimonio que
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2 Margaret Randall (1992), dice que “[si] partimos de su etimología vemos que entronca con la de testigo. La palabra tiene su cabida
dentro de la literatura jurídica, no dentro de la literatura artística” (p. 23)
empezaba precisamente con la frase Yo no
estoy completo de la mente que tanto me
había conmocionado, porque resumía de
la manera más compacta el estado mental
en que se encontraban las decenas de
miles de personas que habían padecido
experiencias semejantes a la relatada por
el indígena cachiquel y también resumía
el estado mental de miles de soldados y
paramilitares que habían destazado con el
mayor placer a sus mal llamados compa-
triotas, aunque debo reconocer que no es
lo mismo estar incompleto de la mente
por haber sufrido el descuartizamiento de
los propios hijos que por haber descuarti-
zado hijos ajenos, tal como me dije antes
de llegar a la contundente conclusión de
que era la totalidad de los habitantes de
ese país la que no estaba completa de la
mente, lo cual me condujo a una conclu-
sión aún peor, más perturbadora, y es que
sólo alguien fuera de sus cabales podía
estar dispuesto a trasladarse a un país
ajeno cuya población estaba incompleta
de la mente para realizar una labor que
consistía precisamente en editar un ex-
tenso informe de mil cien cuartillas en el
que se documentaban las centenares de
masacres, evidencia de la perturbación
generalizada. (pp. 14-15)
El protagonista piensa que él tam-
poco está “completo de la mente”
3
por
haber aceptado ese trabajo. No solo las
víctimas poseen esta escisión mental cau-
sada por las masacres, sino también los
victimarios. Sería más preciso decir que
la escisión mental está en la memoria co-
lectiva del país. En ella, se incluye el pro-
tagonista de la novela. Aunque es
extranjero, conoce parte de esa memoria
gracias a su lectura de los textos que están
escritos –inscritos– en los archivos de la
Iglesia.
No obstante, el personaje de la no-
vela de Castellanos Moya huye, momen-
táneamente, de la violencia gracias ciertas
herramientas lingüísticas: el humor, la
ironía, el sarcasmo, la parodia. El cinismo
del protagonista ridiculiza varias de las si-
tuaciones que suceden en la obra. Al ser
un partícipe de ellas, sus reflexiones bur-
lonas también lo convierten en un eje de
posible ridiculización. Él mismo se auto-
parodia como personaje.
Por ejemplo, cuando describe su
profesión de corrector y la compara con la
del antropólogo: “resultaba mucho más
rentable desenterrar huesos de indígenas
que corregir cuartillas con sus testimo-
nios” (p. 121) o cuando consolidar el acto
sexual con su compañera de trabajo le re-
sulta difícil por el hedor de sus pies:
“como si yo fuera el novio tan esperado,
cuando mi sola urgencia era que ella me
desmontara para ir presto por el spray
con desodorante ambiental que estaba en
el baño”. (p. 98)
El novelista hondureño toma una
decisión –y una posición– al hacer que su
protagonista evada la violencia. Los re-
cursos humorísticos ayudan a que lo vio-
lento se normalice aún más. Emanuela
Jossa (2013) escribe al respecto que:
la novela presenta dos dispositivos
–sin duda inusitados en los testimonios, y
por lo menos infrecuentes en las novelas
históricas y/o comprometidas tradiciona-
les– que funcionan a lo largo de toda la na-
rración: el humor y el sarcasmo. Estos
recursos retóricos determinan, a mi pare-
cer, una degradación seguida e insistente
sea del clímax de la narración, sea de la fi-
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3 José Sánchez Carbó (2016) añade que “la frase también describe el estado general de la población que vivió o sobrevivió a este régimen
de terror, así como del propio protagonista y de todos aquellos que colaboraron en el informe (catequistas, traductores y demás profe-
sionales que clasificaron y analizaron los testimonios)” (p. 61).
gura del protagonista. Por supuesto, no es
casual. No solamente porque el sarcasmo
es un rasgo distintivo de la escritura de
Castellanos Moya, sino porque, en mi lec-
tura, el intento del autor es precisamente
disminuir el papel del escritor con respecto
a la tarea de trasmitir la memoria histórica.
Pues Castellanos Moya a través del sar-
casmo no descalifica solamente a la iglesia
católica, los cooperantes extranjeros, los
intelectuales izquierdistas, como ya ha
anotado T. Fallas Arias. En Insensatez el
primer blanco del sarcasmo es el narrador
mismo de la historia. (pp. 37-38)
Esta evasión es anunciada a través
del protagonista, quien no tiene nombre
y el país donde trabaja tampoco. Huye de
su país de residencia porque está amena-
zado de muerte por una declaración reali-
zada acerca del presidente de El Salvador.
En otras palabras, huye de una violencia
y cae en otra violencia. Él lo sabe y, por
eso, parodia su propia figura: “como si yo
no tuviera ya suficientes problemas con
los militares de mi país, como si no me
bastara con los enemigos en mi país, es-
taba a punto de meter mi hocico en este
avispero ajeno”. (p. 16)
Hay ciertos tintes autobiográficos
4
en las obras de Castellanos Moya. María
Teresa Laorden Albendea (2018) dice, al
respecto, que las “notas biográficas ad-
quieren una connotación especial […]
porque Castellanos Moya se encuentra
entre los autores que se sirven de la auto-
ficción como engarce para sus historias”
(p. 168). Mediante la autoficción, la his-
toria particular de Castellanos Moya es li-
teraturizada como parte de la historia de
un país y, de modo macro, de una región.
La novela es una alegoría de la insensatez
de las esferas intelectuales y la violencia
en Latinoamérica.
Las frases anotadas se utilizan y se
descontextualizan, de modo sarcástico y
paródico, para eludir la violencia del len-
guaje, para no ser golpeado por su bruta-
lidad. Asimismo, el personaje se evade de
lo que lo rodea. No busca relaciones du-
raderas con nadie y prefiere la soledad.
Habita en un contexto peligroso, pero
cuando hay un tiroteo no le importan los
fallecidos sino “lo que a mí me interesaba
saber era cuántos disparos había escu-
chado él, cinco como decía yo que estaba
atento, o seis como el portero que en su
estampida perdió la atención” (p. 76). En
otro momento, el narrador se cuestiona
su idea de escribir sobre los testimonios
“porque a nadie en su sano juicio le po-
dría interesar ni escribir ni publicar ni
leer otra novela más sobre indígenas ase-
sinados” (p. 74). Insensatez no es otra no-
vela sobre indígenas asesinados, sino
sobre cómo el archivo (y la brutalidad del
lenguaje) quiebra la memoria de quien
entra en contacto con él.
Otra de las evasiones del protago-
nista se da cuando este huye y abandona
su labor como corrector del archivo que
contiene la historia violenta. Entonces, en
la novela se dan dos huidas físicas: la pri-
mera, por la que llega al trabajo en la Igle-
sia; y la segunda, cuando huye de ese
trabajo. No obstante, ambas huidas tie-
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La imposibilidad de corregir la memoria: Insensatez
4 Castellanos Moya es hondureño, hijo de padre salvadoreño y madre hondureña. Trabajó en Guatemala y México. Se exilió en Canadá
y, actualmente, radica en Estados Unidos. Su exilio se debió a las amenazas de muerte que tuvo tras la publicación de su libro El asco.
Thomas Bernhartd en El Salvador. Tanto él como el protagonista de Insensatez se exilian de El Salvador luego de un hecho literario:
la publicación del libro y un artículo acerca del Presidente de El Salvador. No hay que olvidar las referencias históricas de la novela. Ce-
lina Manzoni (2015) afirma que la escritura de Castellanos Moya “pasa por una compleja apropiacio´n y reapropiacio´n de las frases de
los testigos” (p. 117) porque escribe su novela a partir de la lectura del informe REHMI y el asesinato del monseñor Juan José Girardi.
nen la misma causa: la violencia y la sen-
sación de peligro. Fonsalido (2015) cree
que Castellanos Moya
No escribe como un superviviente:
no toma partido, toma distancia; no su-
braya la tragicidad de lo vivido, sino que se
burla de la situación; el personaje no se
“compromete”, huye del país y se refugia
en un cinismo que, si bien no lo salva de la
locura, sí le salva la vida. (p. 139)
Estas características señaladas
apuntan la intención del Castellanos Moya
de crear un personaje despreciable, uno al
que no se puede tomar en serio. Es así que
se evidencia otro eje de la evasión de la vio-
lencia: la psicología del personaje y de
quiénes lo rodean. El protagonista em-
pieza a tener delirios de persecución, lo
cual resta credibilidad a su relato. Con-
funde las situaciones y las cosas, por lo que
es difícil saber qué pasa y qué es producto
de su imaginación, mediada por su trabajo
de corrección de los testimonios. El prota-
gonista –y sus pocas amistades– notan
que su trabajo está afectando su visión de
la realidad. Por ejemplo, cuando está con-
versando con su compadre Toto en El Por-
talito, una legendaria cantina de la ciudad:
dijo que yo debía tomármela con
clama, corregir mil cien cuartillas con his-
torias de indígenas obsesionados con el te-
rror y la muerte podía quebrantar al
espíritu más férreo, intoxicarme con una
morbosidad malsana, lo mejor era que me
distrajera, según él, y que me olvidara del
trabajo una vez fuera de la oficina, seña-
lando acusatoriamente mi libreta de apun-
tes, debía dar gracias de que no me
permitieran sacar el material del Arzobis-
pado por motivos de seguridad, convivir
con esos textos las veinticuatro horas del
día podría ser fatal para una personalidad
compulsiva como la mía, dispararía mi pa-
ranoia a niveles enfermizos, y apuntó de
nuevo a mi libreta. (p. 31)
Por último, hay que hacer hincapié
en la otra forma en que se evade la violen-
cia en la novela: el no suceder explícita-
mente. La violencia es percibida a través
de tres archivos: el libro de los testimo-
nios, el correo electrónico y la libreta de
apuntes. De hecho, gracias a un correo
electrónico el protagonista se entera del
homicidio del cura: “«Ayer a mediodía
monseñor presentó el informe en la cate-
dral con bombo y platillo; en la noche lo
asesinaron en la casa parroquial, le des-
truyeron la cabeza con un ladrillo. Todo
el mundo está cagado. Da gracias que te
fuiste»” (p. 155). No suceden hechos vio-
lentos en la historia. No existe violencia
en la trama, pero sí un lenguaje violen-
tado y roto que comunica la violencia. El
protagonista no vive momentos violentos,
pero sí los escribe y los lee en los archivos.
La violencia proviene de la sociedad, es
conocida a través de los archivos y se
queda en la memoria colectiva.
La importancia del archivo en Insensatez
Conviene recordar a Roberto Gon-
zález Echeverría (2000) y sus plantea-
mientos sobre la función del archivo en la
novela latinoamericana. Su ensayo pro-
pone que varios novelistas han escrito su
obra “mediante la figura del archivo, el
depósito legal de conocimiento y poder
del que surge, y cuyos modelos reales son
Simancas y El Escorial” (p. 32). Ambos
modelos reales son comparables con la
Iglesia. Desde la Colonia, el clero ha te-
nido en Latinoamérica un dominio signi-
ficativo de los archivos bibliográficos, así
como de gran parte de la información per-
sonal de los ciudadanos.
Asimismo, para Ramón Alberch Fu-
gueras (2003) el archivo tiene una fun-
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ción doble dentro de la sociedad civil: una
“histórico-cultural” y otra “jurídico-admi-
nistrativa” (p. 18). Por esto, el archivo es
un recurso significativo para los novelis-
tas, ya que les permite dialogar con dos
imaginarios sociales. Además, posibilita
la discusión acerca de los hechos históri-
cos, mediante el cuestionamiento de la
verdad oficial. Las novelas que se basan
en el archivo –y también las de carácter
testimonial– están inmersas en este tejido
de posibles verdades históricas que pue-
den ser reconfiguradas o reescritas.
Insensatez propone un estado in-
completo de la verdad histórica y un fra-
caso en el proceso de intentar corregirla.
Desde la primera línea del libro se eviden-
cia este propósito y se agudizará aún más
con la profesión del protagonista: correc-
tor de textos y, al mismo tiempo, escritor.
Se puede pensar en una metonimia de la
figura del intelectual que, al corregir los
testimonios, intenta completar los espa-
cios escindidos de la memoria de esa na-
ción violentada. Es decir, no solo se trata
de corregir el texto (el archivo, la escri-
tura), sino que también se busca corregir
la realidad (la Historia, la memoria).
La figura del intelectual es rele-
vante en la novela de Castellanos Moya
porque es una alegoría acerca del poder y
la palabra. Así como la Iglesia tenía en su
poder los archivos, los letrados –la ciu-
dad letrada, para decirlo con Ángel
Rama (1998)– tienen otro poder: el co-
nocimiento del lenguaje oficial. Igual-
mente, para Pierre Bourdieu (2002) el
intelectual suele dirigirse a otros intelec-
tuales porque se busca “separar al inte-
lectual y su universo del mundo común,
aunque sea por extravagancias en el ves-
tir, sino también con la declarada inten-
ción de reconocer solamente a ese lector
ideal que es un alter ego, es decir, otro in-
telectual”. (p. 15)
Reconocer este otro en la obra de
Castellanos Moya es entender la crítica a
la figura del escritor y del intelectual que
se aleja, metódicamente, de los problemas
sociales. Tal es el caso del protagonista de
Insensatez, quien es tocado por el len-
guaje poético del informe como materia
lingüística pero no por su trasfondo en
tanto problemática social
5
. El novelista
hondureño sitúa a un escritor y corrector
de estilo como protagonista y hace eco de
esa tradición latinoamericana de persona-
jes que son escritores, historiadores, eru-
ditos, bibliotecarios, intelectuales:
individuos vinculados con algún tipo de
archivo.
La noción del estado incompleto del
archivo se comprende mejor cuando, al
final de la novela, el protagonista no con-
cluye la corrección. La empresa es impo-
sible porque él también es violentado por
la brutalidad del lenguaje que ha leído.
Los testimonios lo han afectado sobrema-
nera, por lo cual él se convierte en otra
víctima de la partición mental (esquizo-
frenia) y, más evidentemente, del delirio
(paranoia). No obstante, estas dos pato-
logías del protagonista de la novela de
Castellanos Moya se justifican en el tra-
bajo que realiza. La primera frase que el
protagonista copia del informe es revela-
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La imposibilidad de corregir la memoria: Insensatez
5 Asimismo, Bourdieu (2002) dice respecto a las transformaciones que ha tenido la figura del intelectual en Occidente que su vinculación
con la idea de una voz autorizada y legitimada dentro del campo intelectual suele estar alejada del poder económico, político y religioso
(p. 10). No obstante, en la literatura latinoamericana, muchas veces, resulta difícil separar lo literario de una intención política. Esta li-
teratura ha tenido fuertes vínculos con el poder, ya sea para mostrar su adhesión o su resistencia a él.
dora, porque, a través de ella, reconoce
que él tampoco podría estar “completo de
la mente”. Nadie que haya vivido –o haya
leído– lo que se cuenta en ese informe po-
dría estarlo.
El fracaso en el intento por corregir
la Historia y la violencia contenida en ella,
resulta en una evasión: la huida hacia otro
país. Sin embargo, nunca logra huir de su
memoria. Persigue un olvido particular y
colectivo que cubra los recuerdos de la
violencia. En un fragmento de la novela,
el protagonista reflexiona:
y, por si eso fuera poco saqué del
bolsillo de mi chaqueta de cuero mi pe-
queña libreta de apuntes, que de ella ni de
mi pasaporte me desprendía nunca, para
buscar el fragmento de un testimonio co-
piado en los últimos días que en esa penum-
bra pestilente, tras el contenedor de basura,
logré descifrar para hacer leve mi espera, un
texto que decía que se borre el nombre de
los muertos para que queden libres y ya no
tengamos problemas, lo que ponía en evi-
dencia que hasta algunos indígenas sobre-
vivientes no querían recuperar la memoria
sino perpetuar el olvido. (p. 144)
La búsqueda del olvido lo obliga a
recaer en la memoria. Con la huida quiere
alejarse de la realidad, pero no la aban-
dona del todo porque lleva su libreta con-
sigo. La libreta es otra de las formas de
archivo en la novela. No solo el libro, los
testimonios o la carta donde se reporta la
muerte del cura. Quizás sea el archivo
más significativo en la novela de Castella-
nos Moya porque es un archivo persona-
lizado, ya que en ella el protagonista toma
nota del lenguaje poético que llama su
atención. Es decir, mantiene físicamente
la violencia en la escritura; y, al mismo
tiempo, mentalmente en la memoria. El
lenguaje de la libreta no le permite esca-
par de la escisión mental.
En la libreta está (re)escrito el len-
guaje que marcó al protagonista. El asom-
bro frente al material poético dentro del
informe acerca de las matanzas de comu-
nidades indígenas lo alienta a copiar lo
que lee. Martín Lombardo (2018) identi-
fica que hay una “aparente contradiccio´n
entre la violencia y lo poe´tico” y que ese,
precisamente, “es el elemento que ma´s lo
perturba al corrector y ma´s reflexiones le
impone” (p. 36). Esta contraposición
vuelve al personaje más vulnerable ante
la violencia del lenguaje.
El análisis del archivo es para Mi-
chel Foucault (1979) una interpretación
“próxima a nosotros, pero diferente de
nuestra actualidad, es la orla del tiempo
que rodea nuestro presente, que se cierne
sobre él y que lo indica en su alteridad; es
lo que, fuera de nosotros, nos delimita”
(p. 222). La importancia del archivo par-
ticular del protagonista sobresale en la
trama de la novela. En el libro de testimo-
nios puede leer ciertas frases, pero, al to-
marlas y reescribirlas en su libreta de
apuntes, está reapropiándose de ese con-
tenido. De esa forma, su transcripción no
es solamente un traslado de información
de un lugar a otro, sino una reinterpreta-
ción y codificación del mismo en su con-
texto.
Asimismo, Foucault (1979) resalta
cómo las diversas “posibilidades de reins-
cripción y de transcripción” (p. 173) de
los enunciados que conforman su idea del
archivo pueden ser utilizadas dentro de
una obra literaria. Estas posibilidades
son, en primera instancia, extraliterarias.
No obstante, su modus operandi es par-
ticular dentro de la novela de Castellanos
Moya. El archivo está, al mismo tiempo,
dentro y fuera del libro. Dentro, porque
toma hechos de la Historia, como el in-
forme REHMI, y fuera, porque el libro de
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testimonios se convierte en el nuevo ar-
chivo, del cual surge uno más: la libreta.
Es por esta condición que las subsi-
guientes huidas en la novela otorgan un
mayor valor simbólico a la libreta. Con-
forme avanza la trama, se da una transi-
ción de huidas por parte del protagonista:
primero, huye de su país, El Salvador,
para trabajar en la sede eclesiástica de
otro país centroamericano; después, se
traslada de la sede eclesiástica a la casa de
retiro; y, por último, se va de la casa de re-
tiro a un lugar en una ciudad europea. En
Europa se instala en un bar con un pa-
riente y reflexiona sobre algunas de las
frases que tiene anotadas en su libreta:
Para mí recordar, siento yo que
estoy viviendo otra vez (p. 149)
eran personas como nosotros a las
que teníamos miedo (p. 150)
mientras más matara, se iba más
para arriba (p. 152)
Todos sabemos quiénes son los ase-
sinos (p. 153)
Las cuatro oraciones se suceden en
ese orden y son significativas para com-
prender el último capítulo. Aunque
menos líricas que otras frases del informe,
se relacionan con la memoria histórica
contenida en los testimonios. Al enfatizar
en la primera y la cuarta, se infiere que re-
cordar es una forma de revivir la expe-
riencia traumática, y también una forma
de confirmar quiénes eran los asesinos.
Estas frases son una herramienta mne-
motécnica que permite al protagonista
experimentar de nuevo la violencia, a tra-
vés de la lectura de los fragmentos que
copió del informe en su libreta.
Mediante la huida, el protagonista
busca un cambio de ambiente y un distan-
ciamiento de la violencia en la que vive.
Quizás eso le permita tener una visión
comparativa de lo que es una vida sin vio-
lencia. Sin embargo, este reconocimiento
se da cuando el personaje ya está en otro
continente. Al encontrarse lejos, el prota-
gonista ya no tiene que corregir el libro
acerca de los indígenas asesinados, ni ir a
la Iglesia, ni convivir con la violencia dia-
ria del país. Ha cambiado su residencia a
una ciudad europea, de la cual no se sabe
el nombre. Se intuye, por ciertas descrip-
ciones, que podría ser un poblado de Ale-
mania
6
. Esta imagen final del escape
muestra que la violencia se ha quedado en
la mente de la sociedad que la ha vivido.
No importa que sus habitantes ya no estén
presentes en el país de origen o en la loca-
lidad donde se vivió la violencia, porque el
recuerdo violento aún los persigue.
La imposibilidad de corregir la memoria
Cuando el protagonista de la novela
trabaja en la corrección
7
de los testimo-
nios también está trabajando en la correc-
ción de la historia de ese país, la cual ha
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La imposibilidad de corregir la memoria: Insensatez
6 Que el protagonista haya huido hacia Europa es simbólico por las luchas contra el pasado violento y la escisión del tejido social que los
países europeos han sobrellevado después de dos Guerras Mundiales. No obstante, se muestra una sociedad tranquila que disfruta del
carnaval.
7 La corrección se vincula con la depuración. El informe fue escrito por un grupo de especialistas, pero aun así tiene que pasar por el
filtro de un especialista del lenguaje. Es decir, al menos, hay dos filtros antes de que el libro sea presentado. Esto también indica que
varias personas han leído ese testimonio, ese lenguaje roto. Esto invita a pensar en la noción de Umberto Eco (2008) respecto de la tra-
ducción. Si bien en este caso no se traduce de una lengua a otra, se busca que el texto sea más entendible para un público. De cierto
modo, es una traducción de un lenguaje complejo a uno más sencillo.
ocasionado la existencia de esos testimo-
nios. La función del archivo, en tanto
libro contenedor del testimonio y la his-
toria, es significativa para el desarrollo del
personaje. El informe es presentado a la
sociedad cuando el corrector ya está en
otra locación. Sin embargo, este suceso no
estará exento de violencia. Es decir, in-
cluso cuando el archivo que busca corre-
gir la memoria violenta del país es
mostrado, la violencia aún no se ha ido.
La noción de corrección complejiza
semánticamente al personaje de la novela
de Castellanos Moya. Es un esteta de la
palabra y está fascinado por el lenguaje
que encuentra en los testimonios violen-
tos que corrige. Por eso, le resulta indis-
pensable copiar ciertas secciones del texto
en su libreta de apuntes para guardar el
lenguaje en su libreta (su archivo perso-
nal). No tiene interés –o, al menos, no lo
demuestra– en los testimonios como his-
torias de vida o como sucesos históricos y
sociales, sino como hechos lingüísticos
que podrían nutrir su escritura.
Este comportamiento deshumaniza
las violaciones de los derechos humanos
y banaliza la violencia ejercida por el ejér-
cito y el Estado en contra de los indígenas
en los informes corregidos. El personaje
de Insensatez corrige los textos y se asom-
bra de su riqueza lingüística. El contenido
parece no preocuparle, pero sí su aspecto
formal. Lee las frases que sobresalen en el
informe y piensa en César Vallejo
8
por el
lenguaje, en lugar de pensar en Efraín
Ríos Montt por el genocidio. Sus preocu-
paciones por los momentos poéticos del
informe lo hacen indiferente ante la vio-
lencia. De hecho, el mismo personaje lo
aclara en el primer capítulo, donde em-
pieza a codificarse. La novela inicia así:
Yo no estoy completo de la mente,
decía la frase que subrayé con el marcador
amarillo, y que hasta pasé en limpio en mi
libreta personal, porque no se trataba de
cualquier frase, mucho menos de una ocu-
rrencia, de ninguna manera, sino de la frase
que más me impactó en la lectura realizada
durante mi primer día de trabajo, de la frase
que me dejó lelo en la primera incursión en
esas mil cien cuartillas impresas casi a ren-
glón seguido, depositadas sobre el que sería
mi escritorio por mi amigo Erick, para que
me fuera haciendo una idea de la labor que
me esperaba. (p. 13)
Esta primera impresión denota el
tedio que siente por la corrección del texto,
aún antes de haber empezado a trabajar.
El dato de las “mil cien cuartillas” es repe-
tido en varias ocasiones durante la novela,
recalcando la violencia cuantitativamente.
La existencia de tantos casos, hace que la
violencia sea propuesta como normalidad.
Sayak Valencia (2010) habla sobre la so-
bresaturación de violencia en los medios
informativos y cómo esto cambia la forma
de percibir y aceptar la realidad. Esto se da
gracias a que el capitalismo produce “imá-
genes gore [que] han vulnerado la extraña
y fina frontera entre la fantasía y la reali-
dad” y porque muestra “lo real como algo
horrorizante y certero que cada vez se pa-
rece más a la ficción, pero que se diferencia
de aquélla porque es desgarradoramente
palpable e irreparable”. (p. 159)
El informe con los testimonios se
plantea como una forma de recuerdo de
los hechos violentos. No obstante, el tes-
timonio reescrito sobre la libreta, y apre-
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JUAN ROMERO VINUEZA
8 En otro fragmento de la novela, en la cantina junto con el compadre Toto, este menciona a Francisco de Quevedo y compara su poesía
con las frases que el protagonista tenía anotadas en su libreta.
ciado como material lingüístico, es otra
forma de la memoria. Randall (1992) pre-
senta al testimonio como “la posibilidad
de reconstruir la verdad” (p. 29). En la
novela de Castellanos Moya, la recons-
trucción de la verdad es una reescritura
de la verdad. Sin embargo, la corrección
del informe nunca culmina. Con la mente
y el trabajo incompletos, el protagonista
huye. Tras suyo, quedan los espacios va-
cíos del archivo y de la historia.
La violencia escrita en los testimo-
nios altera la psicología del protagonista.
El “no estar completo de la mente” su-
giere una fisura, una escisión mental. En
una ponencia, Sebastián Oña Alava
(2015) señala que la fisura en la obra de
Castellanos Moya:
se expande entre los fragmentos del
informe y las peripecias y opiniones del na-
rrador, no tanto entre las formas del duelo
y el trauma, ya no entre lo que lee y lo que
imagina el narrador, sino en la manera de
articular el archivo y la narración, lo que ya
no se puede dejar de vislumbrar en las pa-
labras del testigo. (pp. 5-6)
La metáfora de la corrección de la
Historia resulta imposible para el perso-
naje de Insensatez. El lenguaje de los ar-
chivos ha sobrepasado la capacidad del
corrector de estilo. Siguiendo a Oña Alava
(2015), se entiende que la yuxtaposición
entre los fragmentos del informe, las opi-
niones y reescrituras del protagonista, ar-
ticulan la narración como un complejo
entramado de lenguaje que rompe las ba-
rreras del formato. En lenguaje atraviesa
por varias plataformas: pasa del testimo-
nio oral al archivo, y del archivo a la li-
breta (que termina convirtiéndose en un
archivo personal). Asimismo, se im-
pregna en la mente y la memoria de quien
lo ha leído o vivido.
Para Sánchez Carbó (2016), los tes-
timonios pueden cubrir vacíos históricos,
a pesar de que las victimas crean que sus
testimonios parezcan resultar incomple-
tos (p. 55). En el libro de Castellanos
Moya, el protagonista se convierte tam-
bién en una víctima y su testimonio (y su
archivo) queda incompleto. Él mismo
queda incompleto de la mente. Es así que
la noción de un estado incompleto, desa-
rrollada por Sánchez Garbó (2016), es
pertinente: “imposibilidad humana de
poder aprehender la realidad en su tota-
lidad” y, asimismo, que “dicha sensación
es acentuada porque los victimarios reali-
zan acciones de ocultamiento de registros,
evidencias y archivos”. (p. 55)
Parte de la memoria histórica de
una nación se encuentra en el archivo o el
informe oficial. Pocas personas obtienen
acceso directo a lo escrito en esos textos.
Por eso, siempre hay una sección de la
historia nacional que permanece escon-
dida. En el libro del hondureño, la infor-
mación develada complementa la
memoria violenta del país, pero también
señala la imposibilidad de la corrección
de la Historia. Jossa (2013) cree que la
mayor insensatez de la novela es la pre-
tensión de corregir el testimonio, porque
resulta un esfuerzo por narrar lo inena-
rrable (p. 48). Entonces, la búsqueda de
una restitución o una corrección de la his-
toria es una empresa inalcanzable.
El personaje de la novela es una
metáfora de esa imposibilidad. Él es la
muestra de que el pasado no se puede
ocultar o corregir completamente. Una
sociedad que ha sobrellevado hechos his-
tóricos violentos, queda escindida y fisu-
rada, como el lenguaje de los indígenas
asesinados que se muestran en el in-
forme. El protagonista representa, por sí
mismo, la transición de la novela: em-
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La imposibilidad de corregir la memoria: Insensatez
pieza con un ideal literario y un desinterés
por los daños colaterales que puede oca-
sionar vivir en una sociedad violenta. Más
adelante, crece su interés acerca de cómo
la violencia lo circunda y se ejerce sobre
él (aunque él no se percate). Y, por último,
intenta huir de la violencia, pero se da
cuenta de que es imposible. Si bien ya no
es un tipo de violencia física, gracias al ar-
chivo, ha permanecido estancada en su
pensamiento, en su lenguaje, en su me-
moria.
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JUAN ROMERO VINUEZA
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