Desde el inicio de la pandemia por
el coronavirus, distintos gobiernos de
todo el mundo han diseñado y utilizado
apps para teléfonos celulares, con el obje-
tivo de detener, o al menos controlar, el
contagio. Pero las aplicaciones pueden
habilitar vigilancia digital que no debe
prolongarse más allá de la crisis sanitaria
que afecta al planeta.
Sin embargo, es altamente probable
que la vigilancia tecnológica desarrollada
y aplicada durante la pandemia se ex-
tienda durante mucho tiempo, al punto
que sea parte de la vida cotidiana del
mundo moderno.
El acceso a los datos de localización,
identificación de características y com-
portamiento individual a través de los te-
léfonos móviles, amenaza la privacidad, la
libertad de expresión y la libertad de aso-
ciación. La pérdida de privacidad es la
primera idea en la que se piensa cuando
se trata de vigilancia. La privacidad plan-
tea problemas como la imparcialidad, la
justicia, las libertades civiles y los dere-
chos humanos.
Un examen apenas superficial de la
proliferación de aplicaciones móviles en
época de pandemia, permite encontrar in-
contables puntos de duda sobre el manejo
de la información: ¿cómo se la manejará
de manera anónima para no identificar
individuos?, ¿quién tiene acceso a ella y
cómo será utilizada?, ¿por cuánto tiempo
y bajo qué condiciones se la almacenará?
Las respuestas a estas interrogantes son
todavía un misterio.
Además, este examen sugiere dos
elementos significativos de vigilancia. El
primero y más importante, el Estado ya no
puede proteger a los ciudadanos porque el
poder ligado a la política se ha evaporado
en un flujo y reflujo continuo. Y, segundo,
toda introducción de tecnología orientada
a la vigilancia crea un mundo más inse-
guro. Y porque buscamos un falso ideal de
seguridad y felicidad eterna, es que regla-
mentamos al otro desde la desconfianza
que nos inspira su presencia.
No obstante, existe una creciente
demanda de tecnologías digitales, con los
consiguientes riesgos de que el acelerado
empleo de estas aplicaciones durante la
emergencia actual vulnere derechos, am-
plíe la brecha digital y las posibilidades de
ser víctima de ciberdelitos.
En Ecuador, en junio de 2020, el
tráfico de internet en los hogares, en
medio de la pandemia, creció hasta en 63
% (El Universo, 2020), en tanto que, hacia
fines de agosto, previo al inicio de clases
en la Sierra, comenzó una alta demanda
de dispositivos electrónicas, como compu-
tadoras, laptos, tablets, celulares, etc.
Desafíos
Las tecnologías digitales pueden
plantear desafíos relacionados con varios
derechos humanos y también derechos
digitales, que en ni en la ley y menos aún
en la práctica se hallan protegidos.
Es por ello que la aplicación de las
tecnologías digitales es controvertida y es
vista con recelo, puesto que pueden in-
fringir derechos. Las tecnologías, que al
principio parecen ser medidas efectivas
para controlar y limitar la propagación
del virus, en la práctica abren la posibili-
dad de usarlas en forma abusiva.
Por ello, es fundamental considerar
posibles excesos, riesgos y consecuencias
que tiene y podría tener la universaliza-
ción de la vigilancia por medio del empleo
de las tecnologías, especialmente digita-
les. Mucho más cuando observamos que
la vigilancia tecnológica está estrecha-
Textos y contextos Nº 21
Noviembre 2020 - Abril 2021 • 131
Vigilancia tecnológica versus derecho a la privacidad-intimidad…