La foto de Díaz, además de conjugar
el pasado y el presente, propone también
toda una aventura para el espectador. Y
es que, partiendo del principio de aven-
tura al que se refiere Barthes, fotos como
estas puede decirse que llegan a nosotros
como un verdadero y certero golpe, nos
atrapan inmediatamente y ejercen una
atracción que nos anima, al mismo
tiempo que nosotros también las anima-
mos, es precisamente eso -la animación-
la que la vuelve atractiva. Será entonces a
partir de esa animación / aventura que la
foto de análisis nos remite un interés par-
ticular desde lo que Barthes reconoce
como el “studium”, es decir, aquello que
podemos percibir y mirar en una foto en
función de nuestro saber, de nuestra cul-
tura -lo que remite siempre a una infor-
mación clásica-, “pues es culturalmente
como participo de los rostros, de los as-
pectos, de los gestos, de los decorados, de
las acciones” (Barthes, 1989, p. 58). En el
caso particular del análisis de la foto de
Díaz lo que vendría a ser nuestra idea
sobre la protesta, la represión, el uso de
gas lacrimógeno como medida de control
y orden, el papel de lo indígena como sím-
bolo de rebeldía en la sociedad ecuato-
riana y como protagonista central de la
idea de identidad de todo un país a lo
largo de su recorrido histórico, y de par-
ticipación política en la esfera pública na-
cional, en conclusión, es lo que nos remite
una emoción impulsada racionalmente
por una cultura moral y política.
Detengámonos por un momento en
este punto y retomemos a Martín Bar-
bero, ya que sus ideas sobre el relato y el
contar de las imágenes nos permitirán
aquí adentrarnos a descifrar algo más en
la fotografía de Díaz. “La identidad es una
construcción que se relata”(Martín Bar-
bero & Coronado Berkin, 2017, p. 45) y,
entonces, será a partir de la imagen que
Díaz capturó que podemos ver reflejada la
identidad indígena-ecuatoriana que tam-
bién existe presente en la sociedad, que
está contada en la foto y cobra vida auto-
revalorizándose y exigiendo una mayor
autodeterminación, que es a la vez, como
dice Barbero, “derecho a contar en las de-
cisiones económicas y políticas y a contar-
nos sus propios relatos” (Martín Barbero
& Coronado Berkin, 2017, p. 45).
Las representaciones visuales y las
interacciones, las presentaciones basadas
en los sentidos y los ensimismamientos dan
forma al mundo tal como lo vemos. Imáge-
nes de posturas, rostros, cuerpos y ropas
deseables de luces parpadeantes de colores,
caras sonrientes y caras sin sonrisas colman
nuestras fantasías antes de que podamos
tener alguna. Algunas de estas imágenes
nos atrapan un poco más que la mayoría,
mientras que otras fugazmente, no sin antes
dejar su marca (Bal, 2016, p. 28).
La imagen de Díaz, entonces, nos
atrapa no sin antes dejarnos una marca
como dice Bal, nos hiere y nos provoca in-
terés y aventura como afirma Barthes,
mientras que al mismo tiempo nos cuenta
y nos invita a escuchar y ser parte del pro-
pio relato de la identidad cultural de todo
un pueblo como reconoce Martín Bar-
bero. La cámara de este fotógrafo docu-
mental, puede decirse, por tanto, que se
convirtió en un arma contra los excesos
de poder -en el momento mismo de la
captura fotográfica- haciendo posible
como bien lo reconoce Prada, “que mu-
chos vean atrocidades o abusos guberna-
mentales (que en otros tiempos habrían
quedado sin imagen e impunes) en una
frecuente priorización de la función co-
municativa de la fotografía sobre su antes
más común función de fijación de recuer-
dos” (Prada, 2018, p. 160).
Textos y contextos Nº 22
Mayo 2021 - Octubre 2021 • 17
El estallido de octubre: apuntes críticos sobre la foto emblemática…