zarlo, mientras él se queda quieto, pací-
fico y, aunque se mencione que pareciera
que él esperaba el momento para atacar,
nunca lo hace, lo que denota una actitud
opuesta a aquella de la que se le acusa; es
decir que si el antropófago era el salvaje,
el caníbal, el otro, entonces al no actuar
como lo que se dice o se imagina que es,
hay que molestarlo hasta que se muestre
como el bárbaro porque solo así es como
el imaginario sobre la barbarie lo ha cons-
truido.
Nótese el énfasis que hace el estu-
diante de criminalística al describir las
burlas y provocaciones que la gente que lo
visita le hace, pues describe que “han lle-
gado hasta a molestarle, introduciendo
por un instante un dedo tembloroso por
entre los hierros, pero el antropófago se
está quieto, mirando con sus ojos vacíos”
(Ibid., p. 30). Luego, acusa de infames a
sus compañeros, atribuyéndoles un adje-
tivo de connotación insultante con el fin
de hacer notar que, si el antropófago
ataca, será enteramente culpa de ellos, del
otro -civilización, pues Nico Tiberio ape-
nas era un “pobre hombre que miraba va-
gamente y cuya gran cabeza oscilaba
como una aguja imantada”.
Siguiendo con la lógica de este re-
lato, el estudiante continúa con su estra-
tegia de exclusión y minimiza las cosas
malas del antropófago haciendo alusión a
que la culpa no era suya sino de la reali-
dad que vivió.
En primera instancia, Nico era on-
cemesino, algo peligroso, según el mismo
narrador, ya que quien vive “por tanto
tiempo de sustancias humanas es lógico
que sienta más tarde la necesidad de
ellas” (Ibid., p. 32). Además, su padre car-
nicero, que quería que su hijo siguiese sus
pasos, y su madre, tendera y comadrona,
que quería que fuera médico, murieron,
dejándolo huérfano a los diez años, lo que
denota que se minimiza la acción del im-
putado debido a que esta carencia de la
familia, aparato ideológico (Althusser,
1989), significa que él no tuvo quién lo in-
miscuyera en las ideologías e imaginarios
racionales civilizados que hubieran evi-
tado, de alguna manera, que cometiera el
acto tan cercano a lo que se creía que era
América desde Europa; y lo corrobora el
estudiante al mencionar que “Tenemos,
pues, al pequeño Nico en absoluta liber-
tad para vivir a su manera, solo a la edad
de diez años” (Palacio, 2013, p. 33), es
decir que no fue parte de las regulaciones
sociales que debieron limitar su “barba-
rie” y, por lo tanto, se mostró como lo que
es, lo que, parece, es un intento de Palacio
por demostrar que sin la artificialidad de
la sociedad, el ser humano es en realidad,
un animal, por consiguiente, esta faceta
caníbal es la verdad.
Entonces, cabe una simple pre-
gunta, y es que ¿cómo se puede acusar al
antropófago de haber hecho algo malo si,
en primera instancia, no fue su culpa y,
segundo, solo actuó conforme a la verdad,
fuera de la virtualidad social? Es evidente
que la respuesta es que no se puede acu-
sarlo de haber hecho algo malo.
Por último, los enunciados inscritos
en la minimización de las cosas buenas de
los otros se presentan en torno a contras-
tar lo que comúnmente se acepta como
bueno con lo que es malo. Es así que cas-
tigar a un criminal es un acto visto con
buenos ojos por una sociedad civilizato-
ria, pero cuando se describe que los guar-
dias de la prisión, sabiendo que el
antropófago gusta de la carne, le dan le-
gumbres, entonces se pone en tela de jui-
cio esta bondad, este hacer el bien que es
criticado por el estudiante de la siguiente
manera:
Textos y contextos Nº 22
70 • Mayo 2021 - Octubre 2021
FERNANDO VINCES DÍAZ