Misceláneas

La filosofía intercultural como reflexión necesaria en respuesta a la globalización neoliberal

Intercultural Philosophy as a required reflection in response to neoliberal globalization

Karla Paulina Hidalgo Montesinos
Universidad Católica de Lovaina, Bélgica

Textos y Contextos

Universidad Central del Ecuador, Ecuador

ISSN: 1390-695X

ISSN-e: 2600-5735

Periodicidad: Semestral

núm. 23, 2021

textosycontextos@uce.edu.ec

Recepción: 24 Agosto 2021

Revisado: 26 Agosto 2021

Aprobación: 18 Septiembre 2021



DOI: https://doi.org/10.29166/tyc.v1i23.3274

Resumen: Este artículo analiza la filosofía intercultural para aportar a la reflexión frente a un mundo cada vez más globalizado por el racionalismo neoliberal y la monoculturalidad. Desde esta perspectiva, la filosofía intercultural es una alternativa frente a la razón instrumental de la ciencia y el racionalismo neoliberal, causantes de desigualdades no solo en los llamados países del «Tercer Mundo», sino, también, en los industrializados. Este artículo examina lo que la filosofía intercultural puede contribuir en cuanto a una posición crítica, reflexiva y propositiva frente al neoliberalismo.

Palabras clave: Filosofía intercultural, globalización, racionalismo neoliberal, monoculturalidad.

Abstract: This article aims to analyze the proposal of intercultural philosophy as part of the interest to contribute to the reflection in a world increasingly globalized by neoliberal rationalism and monoculturalism. From this perspective, intercultural philosophy is an alternative to the instrumental reason of science and neoliberal rationalism, which causes inequalities not only in the so-called «Third World» countries but also in industrialized countries. Thus, this article offers a view on how intercultural philosophy can contribute in a critical, reflective, and proactive position against neoliberalism.

Keywords: Intercultural philosophy, globalization, neoliberal rationalism, monoculturalism.

Introducción

En este artículo queremos discutir algunas preguntas, esperando que su tratamiento satisfaga las espectativas que puede despertar el título: «La filosofía intercultural como reflexión necesaria en respuesta a la globalización neoliberal». Se tratará de responder a las siguientes interrogantes: ¿Qué es la filosofía intercultural? ¿Qué es la globalización neoliberal como proyecto de reproducción capitalista y monocultural? ¿Cuáles son las propuestas de la filosofía intercultural como cambio a la conflictividad actual del sistema neoliberal?

La respuesta a la primera pregunta se perfila como hilo conductor, pues la filosofía intercultural es un movimiento de orientación pluralista, con planteamientos teóricos y prácticos, frente a un mundo en el que las instituciones son monoculturales y están al «servicio de los intereses de la cultura hegemónica del Occidente capitalista» (Fornet-Betancourt, 2006a, p. 7). La segunda aborda las políticas económicas y culturales de la globalización neoliberal mediante el mercado, el capital y el monoculturalismo. De carácter puntual, la tercera pregunta responde, desde la interculturalidad, al contexto de la globalización neoliberal en un capitalismo mundializado que se nos presenta como paradigma universal (Fornet-Betancourt, 2011).

La interculturalidad es una visión programática y alternativa que abre propuestas teóricas y prácticas a favor de los más necesitados (Fornet-Betancourt, 2006a), reconociéndolos como fuerza moral insurgente (Roig, 2002), no como utopía, ni solo como una inclusión del otro (Habermas, 1999), sino al modo de una verdadera restructuración del sistema vigente globalizado e imperialista. Desde la mirada de Raúl Fornet-Betancourt, la filosofía intercultural es clave al:

Proponer respuestas a los desafíos con que confronta a la humanidad el curso de una historia que agudizaba cada vez más la fractura social y cultural entre los pueblos y culturas, al imponer como ley universal la ideología de un supuesto ‘progreso’, esto es, la dinámica de desarrollo de una civilización capitalista que saquea la naturaleza y que, basada en un individualismo antropocéntrico —que es agresivo tanto frente al cosmos como frente al mismo ser humano—, agudiza el desgarramiento de la subjetividad humana. (Fornet-Betancourt, 2007, p. 39)

En este contexto, la filosofía intercultural se enfrenta a la ideología de «progreso» de procesos globales que invisibilizan la diversidad cultural de la humanidad y pretenden ocultar la exclusión histórica de los pueblos de América Latina, los cuales aún siguen padeciendo la globalización (Fornet-Betancourt, 2014). Por lo tanto, el rol de los Estados, en América Latina, es garantizar que pueblos como los indígenas, socioeconómica y culturalmente marginados, puedan salir de la pobreza y sus demandas sean escuchadas y atendidas. Este artículo está motivado, por una parte, desde el sentido ético de responsabilidad hacia los pueblos desatendidos y, por otra, por el convencimiento de que la filosofía como institución (Fornet-Betancourt, 2006a), y los filósofos como individuos, deben preocuparse por mejorar las condiciones de los pueblos indígenas, quienes, en el lapso de estos 500 años, como ha señalado Rigoberta Menchú (1992), han sido víctimas de procesos discriminatorios, represivos y genocidas.

Filosofía intercultural

Siguiendo el objetivo de este artículo, se empezará por abordar el tema de la filosofía intercultural, aclarando que el propósito de esta primera parte es presentar, en términos generales, sus principales fundamentos, con la intención de comprender su importancia en el trasfondo de la conflictividad de la globalización en el mundo contemporanéo. Como señala Josef Estermann, «la filosofía, si no quiere ser un mero ejercicio mental o acrobacia intelectual, debe de contestar ante esta inflación o acumulación de crisis» (Estermann, 2013, p. 1).

La filosofía intercultural se funda a finales de la década de 1980 y principios de 1990 del siglo XX (Estermann, 2006), como un movimiento filosófico en diferentes lugares del mundo y con diversas corrientes.[1] Este movimiento se consolidó entre 1991 y 1995 con la fundación de la Gesellschaft für Interkulturelle Philosophie (1991), con sede en Colonia; la aprobación de la Wiener Gesellschaft für Interkulturelle Philosophie (1994), con sede en Viena; y el estreno de los Congresos Internacionales de Filosofía Intercultural, en 1995, iniciativa promovida y coordinada por Raúl Fornet-Betancourt desde el Departamento Latinoamericano del Missionswissenschaftliches Institut de Aachen, en Alemania (Fornet-Betancourt, 2014).

Desde 1991, cuando se fundó la Sociedad de Filosofía Intercultural, se han realizado significativas publicaciones, congresos, encuentros, foros e investigaciones en torno al tema, considerando que es una nueva forma de filosofar, abierta a la diversidad de culturas, que exige una revisión de la filosofía desde el punto de vista intercultural. En 2015, Raúl Fornet-Betancourt, en el prefacio del libro Zur Geschichte und Entwicklung der Interkulturellen Philosophie, indica que, si bien la denominación es nueva, la experiencia misma de hacer filosofía intercultural es antigua, y señala:

La denominación de Filosofía Intercultural como nombre propio reconocido pertenece al tipo de conceptos para los cuales una formulación precisa y expresa, la mayoría de las veces, sólo se encuentra mucho más tarde que la experiencia de la que en realidad se trata. (Fornet-Betancourt, 2015, p. 7)[2]

Entendido así, la filosofía intercultural no es el intento por perfilar nuevos paradigmas, se trata de partir de una experiencia propia de las realidades y necesidades de las culturas con el fin de ofrecer soluciones prácticas y teóricas, articulando el pluralismo cultural para escuchar las memorias heridas en su dignidad cognitiva y, en palabras de Fornet-Betancourt, denunciar «la falacia de confundir globalidad con universalidad y contraponer a la estrategia de ese ‘mundo global’ el proyecto de un mundo equilibrado sobre la base del respecto a la diversidad y de su derecho a un desarrollo libre, propio» (Fornet-Betancourt, 2012, p. 16).

En este contexto, ha representado cambios significativos en la manera de concebir la filosofía debido a sus planteamientos que son doblemente críticos. Por un lado, «crítica (interna) de la herencia de la filosofía hegemónica y, por otro lado, crítica (externa) de la realidad económica, social, política, cultural y religiosa de nuestro tiempo» (Fornet-Betancourt, 2011, p. 29)[3]. La externa tiene que ver con la preeminencia de una globalización neoliberal y cultural que ocasiona, en palabras de Estermann, consecuencias económicas, políticas y culturales con fines universalistas y hegemónicos de orientación occidental sobre las culturas y tradiciones (Estermann, 2006).

Por lo tanto, la filosofía intercultural, desde el reconocimiento a las culturas tradicionales, rechaza las políticas hegemónicas y abre un diálogo vivificante, mientras establece principios/fundamentos como los siguientes:

Urgente llamado a la transformación de la filosofía: para Fornet-Betancourt, la transformación intercultural de la filosofía implica considerar todos los procesos históricos de las culturas para cumplir con las exigencias reales del diálogo. Rehace la filosofía en todas sus dimensiones. Esta transformación busca que sea más «colorida, pluricromática, pluriforme y plurivisional» (Fornet-Betancourt, 2020, p. 128).

La filosofía intercultural propone «desfilosofar la filosofía» (Fornet-Betancourt, 2011, p. 12)[4], ya que ha sido utilizada como instrumento de poder y dominio, mediante la cual una cultura ha doblegado a otras sin reconocer su alteridad. Por lo tanto, a través de la interculturalidad se propone, desde la diversidad y la consideración de las diferencias, escuchar con atención las voces de los que han sido «afectados» y excluidos (Fornet-Betancourt, 2014).

La filosofía intercultural trabaja en el reconocimiento de diferentes culturas mantenidas en la periferia o marginalizadas, como las indígenas. Es decir, mira a las culturas tradicionales:

Como culturas fuertemente normativas, es más, como culturas que tienden a esencializar su registro de valores y a tradicionalizar su tradición como si fuese una totalidad intocable, estable y fija en el tiempo, y que, como tal, debe ser transmitida de generación en generación. (Fornet-Betancourt, 2012, p. 23)

Por tanto, la filosofía intercultural observa las culturas tradicionales como horizontes de pensamiento, de relación con el cosmos, la naturaleza, el ser humano, un lugar de vida para redescubrir «Nuestra América» (Martí, 1961), un mosaico de pueblos como los maya, kuna, guaraní, mapuche, quechua, etc. (Fornet-Betancourt, 2011).

La filosofía intercultural enfrenta problemas actuales como la globalización y las políticas neoliberales, que están presentes en los discursos teóricos y prácticos de América Latina a través de una praxis hermenéutica intercultural. En este sentido, recupera el concepto de «frontera (cultural) y entiende que cada una de sus tareas hoy es justo la de mostrar la legitimidad de la defensa de las fronteras culturales» (Fornet-Betancourt, 2012, p. 19). Desde esta perspectiva, según Fornet-Betancourt, es como un movimiento transformador y programático hacia la diversidad de culturas dentro de América Latina.

La filosofía intercultural supera la tendencia hacia la uniformidad monocultural al proponer el rescate y la dignificación de las culturas mediante el diálogo intercultural, pero en condiciones teóricas y materiales de igualdad (Fornet-Betancourt, 2002). Hablar de igualdad es referirse a relaciones respetuosas y sin jerarquía, por lo que el diálogo es horizontal: «implica inhibir nuestros criterios y críticas, nuestros prejuicios y concentrarnos en la comprensión de otras prácticas culturales diferentes a las nuestras» (Cuvi y Poats, 2011, p. 9). Por lo tanto, esta propuesta de diálogo intercultural se enmarca en el camino de una filosofía de la alteridad, ya que los «otros» son reconocidos en sus diferentes necesidades, tradiciones, formas de vida. Para Fornet-Betancourt (2011), el encuentro con el otro es una interpelación con el fin de avanzar a una conciencia responsable de las culturas y en contra de las consecuencias éticas y ecológicas de esta ola de globalización neoliberal. Es decir, el encuentro con el «otro» no puede entenderse como un solo modelo de cultura, al contrario, debe abrirse a la comprensión de todos con el fin de promover la superación de políticas hegemónicas, del estado de postcolonialidad en el que se encuentra América Latina (Dussel, 2006).

Globalización neoliberal

Como segundo punto dentro de este artículo, proponemos el análisis de la globalización neoliberal, desde la mirada de la filosofía intercultural, como una preocupación en un sistema con problemas de deterioro ambiental, subdesarrollo de países del Tercer Mundo, diferencias profundas entre los países considerados ricos y los pobres, marginalización de las culturas tradicionales, monoculturalismo, razón instrumental, entre otros. En ese sentido, la interculturalidad y la globalización, como señala Fornet-Betancourt, son parte viva de nuestra realidad: «son procesos de realidad de los que formamos parte y que, por tanto, nos conforman, ya que estamos en ellos como sujetos agentes y/o pacientes» (Fornet-Betancourt, 2006a, p. 81). Por consiguiente, es una necesidad filosófica actuar y pensar en nuestra época por un mundo mas humanizado.

Autores como Walter Fernandes (2002) y Samir Amin (1999) describen la globalización como el nuevo fenómeno de la hegemonía de la sociedad capitalista neoliberal, y estudios de diferentes autores como Demenchonok (2002), Klesing-Rempel (2002) y Chossudovsky (1991), demuestran las inequidades en aspectos políticos, sociales, económicos, culturales, pues este fenómeno presenta características hegemonizantes y homogeneizantes. Esta tendencia responde a una expansión del poder tecno-ideológico de la racionalidad capitalista, constituido por un espíritu científico que, en sí, racionaliza técnicas e instrumentos, así como universaliza políticas y economías estándares, con el fin de incrementar el consumismo y excluir a las culturas (Dussel, 2002). En este contexto, es conveniente hacer un análisis de la globalización neoliberal desde cómo se sitúa y desarrolla, tomar en cuenta que es una matriz económica de expansión capitalista que tiene una lógica histórica, permanente, y que continúa en la modernización, la cual tiene una estrecha relación con el pasado pues tiene como base el ego conquiro (Dussel, 1974, p. 63), condición del cogito ergo sum cartesiano: ego (yo) y cogito (pienso), gestados en la conquista y colonización de América y que, en la época moderna, como lo expresa Estermann (2013), pasan a ser consumo (consumo ergo sum).

Si nos remitimos a la historia, la globalización proviene de una estructura social, cultural, política y ecónomica previamente anclada en la época del colonialismo (Marx, 1993), con la formación del «sistema mundial capitalista» (Wallerstein, 2003) desde el siglo xv, y la época de la «prosperidad del capital» en los años 60 (Gorz, 1969). Otros autores, como Walter Fernandes (2002), señalan que la globalización es la política modeladora del mercado neoliberal, sobre la base del conjunto de reformas estructurales dadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial a los Estados del «Tercer Mundo»; mientras que, para Maqbool Ahmed Siraj (2002), la globalización remite al declive del comunismo y la desintegración de la Unión Soviética y, según Fornet-Betancourt (2021), «al derrumbamiento del socialismo real (1989) y de esta forma a la competencia de los sistemas o a la libre convertibilidad de las monedas producida después del sistema de Bretton Woods (1973)» (p. 15).

En sí, este fenómeno comprende un pasado y un presente caracterizados por la reducción de la diversidad cultural a consecuencia de la uniformidad que impone la cultura hegemónica (Cole, 2020), y debido a las relaciones profundas de asimetría (Estermann, 2002) resultantes. Desde la visión de Hinkelammert, la globalización es la:

Imposición de privatizaciones del estado, el comercio libre, el desencadenamiento de los movimientos internacionales de los capitales, la disolución del Estado social, la entrega de la funciones de planificación económica a las empresas multinacionales, y la entrega de la fuerza de trabajo y de la naturaleza al mercado que ha sido impuesto en América latina desde hace más de dos décadas como un huracán que ha arrasado el continente. (Hinkelammert, 1997, p. 21)

Frente a esta concepción, el fenómeno de la globalización suprime la posibilidad de inclusión de otras culturas con creencias, sabidurías, espiritualidades, cosmovisiones «diferentes» a la occidental. El neoliberalismo que opera actualmente se da como un orden cultural, ético, político y económico sobre las minorías, a quienes se las enmarca en la globalización y en la hegemonía capitalista instauradas en los países en subdesarrollo (Wallerstein, 2003), con visibles signos de atraso como estructuras económico-sociales desequilibradas, índices de pobreza, indigencia y exclusión periódicamente crecientes, diferencias en la concentración de la riqueza, debilidad estatal, etc. (Borón, 2008). En este sentido, el neoliberalismo es un proceso expansivo, propio de la racionalidad occidental, que minimiza y opaca las culturas tradicionales para establecer órdenes legitimados mediante conceptos como «desarrollo» y «progreso». Su base principal es el conjunto de medidas económicas ligadas a la liberación financiera, la acumulación desregulada, la deuda pública y la expansión del capital mediante la absorción de recursos, bienes y servicios que previamente eran subsidiados por el Estado.

El objetivo de esta expansión neoliberal se amplía al homogenizar estilos de vida. Las sociedades comienzan a perder sus identidades (Picotti, 2002), mientras una «transformación cultural» dominante ejerce opresión, violencia e injusticia (Fornet-Betancourt, 2006a), a través de supra y superculturas, sobre las tradicionales que continúan sin ser atendidas.

Estos procesos, la globalización y la aplicación de políticas neoliberales, construyen un orden social impuesto, con una marcada tendencia hacia el control de masas (Chomsky, 1989), a través del uso de tecnologías que dominan el orden social. Este tipo de control neoliberal se hace visible en los procesos de industrialización, el antropocentrismo, las redes telemáticas en su afán de reproducción del capital, el monoculturalismo y el individualismo. Por lo tanto, se constituye una globalización dominada por la tecnología en sociedades consumistas y desapegadas de las tradiciones. Se trata de la homogeneización de un logos donde la «inclusión del otro» (Habermas, 1999) parece verse reducida a una posibilidad aislada, a una utopía del mundo moderno que mantiene una estructura donde el otro no tiene presencia, ni doxa, ni episteme, pues predomina una sola cultura epistemológica dominante, absorbiendo al ser humano en el industrialismo de la reducción positivista que Husserl (2008) denunció.

Propuestas de la filosofía intercultural como cambio a la conflictividad actual del sistema neoliberal

La tercera interrogante que se propuso en este artículo, ¿Cuáles son las propuestas de la filosofía intercultural como cambio a la conflictividad actual del sistema neoliberal?, parte del quehacer filosófico y la tensión que brota del mundo conflictivo actual. La descripción general presenta un trasfondo histórico que continúa con la modernización, afectando a las culturas tradicionales, pues este fenómeno parece envolver a los seres humanos en hábitos consumistas y en los que cabe preguntarse el sentido de nuestra humanidad (González, 2017).

La filosofía intercultural pluraliza las tradiciones filosóficas propias de América Latina en respuesta a la universalidad de una sola reproducción cultural, que domina los sectores sociales con políticas económicas, agudizando la dependencia colonial y con consecuencias irreparables para los pueblos originarios de América Latina (Fornet-Betancourt, 2006b), aun cuando son justamente estos los protectores y guardianes de la madre naturaleza (El Universo, 30 de noviembre de 2020).

Es posible afirmar con Leela D’Souza (2002), Marina Jakobsen (2002), Raphael O. Madu (2002), Enrique Dussel (2002), Raúl Fornet-Betancourt (2002), entre otros pensadores, que durante la última década del siglo XX ocurre un acelerado proceso de globalización, caracterizado por la expansión de una hegemonía neoliberal. En este sentido, es necesaria una propuesta alternativa, como esta de la interculturalidad, generadora de un proyecto orientado hacia una humanidad conviviente, pacífica y solidaria con las culturas y la madre naturaleza.

Fornet-Betancourt propone la interculturalidad como la tarea emancipadora frente a una filosofía monocultural (un logos), con el fin de contribuir a la transformación efectiva de la realidad de esta época mediante la solidaridad y la justicia. En este marco, la propuesta de la interculturalidad frente a la globalización neoliberal es clara pues, como señala Fornet-Betancourt, «la globalización neoliberal no globaliza el mundo, lo que globaliza son sus intereses, razón por la cual, la globalización en su figura neoliberal es incompatible con el proceso de universalización de la justicia y la igualdad» (Fornet-Betancourt, 2004, p. 196).[5]

En otras palabras, la racionalidad neoliberal es un sistema que se presenta como un proyecto de libertad en cuanto a intercambios económicos, pero es un paradigma monocultural que percibe a los seres humanos como «la antropología del mercader, del individuo que es y gana tanto en cuanto hace contratos» (Fornet-Betancourt, 2006a, p. 85). Por lo tanto, a través de la interculturalidad, se intenta que el ser humano no se reduzca al consumo mercantil y a la reproducción del capital, dejando como procesos inauténticos el desarrollo dialógico entre las culturas y la aceptación del otro.

Este conflicto de la interacción entre culturas, en el contexto de la globalización, ha abordado la diversidad cultural con el propósito de uniformizarla mediante políticas económicas desiguales y una legitimación del pensamiento único, lo que Hinkelammert ha llamado «el asalto al poder mundial» (Hinkelammert, 2003, p. 25). Por esta razón, la interculturalidad presenta propuestas que comienzan con un cambio de escenario a favor de las minorías. La filosofía intercultural parte de las identidades autónomas, las referencias diaspóricas a comunidades históricas que adquieren la apariencia de arquetipos a través de la narración de sus luchas y la interpretación de sus símbolos culturales. Por consiguiente, enmarca propuestas que se pueden sintetizar brevemente en los siguientes puntos:

  1. a. Reconocimiento de los pueblos ancestrales con políticas claras a favor de la revalorización de las lenguas maternas, la promoción de una educación intercultural alejada de la ciencia hegemónica y la recuperación de los vínculos fundamentales con la naturaleza, con el otro, con lo sagrado y lo divino (Fornet-Betancourt, 2009).

  1. b. Búsqueda de pluralidad en las prácticas sociales de las diferentes culturas en Latinoamérica, con el objetivo de acceder a la diversidad cultural y racional, a la pluralidad ideológica, donde los diferentes logos sean aceptados como múltiples manifestaciones sin exclusiones. En este sentido, Heinz Kimmerle habla de la importancia del reconocimiento de las diferentes tradiciones filosóficas, usando el término de justicia epistémica pues, para Kimmerle, la filosofía intercultural se caracteriza por un sincero esfuerzo para reconocer la igualdad de las aportaciones de diferentes regiones y tradiciones del mundo, e integrarlas en un discurso abierto sobre diversas cuestiones teóricas (Kimmerle en Graness y Schepen, 2019).

  1. c. Transformación del discurso de la racionalidad positivista del progreso, tomando en cuenta el reconocimiento de las tradiciones, la memoria, el saber de cada cultura y su espiritualidad (Fornet-Betancourt, 2012).

  1. d. Respeto y aceptación a la alteridad. En palabras de Fornet-Betancourt, una dialéctica de reconocimiento, un proceso no solo teórico sino práctico y cotidiano, en el que el otro sea aceptado en las dimensiones sociales, políticas, personales y culturales (Fornet-Betancourt, 2009).

  1. e. Condiciones teóricas y prácticas de igualdad a través del diálogo intercultural. Para Heinz Kimmerle (2004), el diálogo es la comunicación útil y adecuada en el mundo de vida de las culturas, permite que las otras tradiciones no sean silenciadas, abre el intercambio desde sus voces, sus aspiraciones y sus luchas.

Según lo expuesto, la filosofía intercultural se identifica con las culturas originarias para superar la hegemonía impuesta desde la colonización, así como plantear alternativas hacia una justa transformación de la filosofía y el diálogo, en el reconocimiento de la pluralidad de tradiciones de América Latina.

Conclusiones

El sistema globalizado neoliberal se presenta como un determinado «espíritu» (Fornet-Betancourt, 2006b) de continuidad histórica, que se impone y condiciona nuestro tiempo mediante modelos políticos, económicos, sociales y culturales. La ampliación de la mundialización neoliberal radicaliza el consumismo del mercado capitalista, desestimando las diferentes cosmovisiones, tradiciones y formas de vida, en nombre de la tecnociencia y la violencia epistemológica impuesta. Además, este sistema promueve la sobreexplotación de la naturaleza marcada por los intereses de las empresas de turno.

La interculturalidad propone, en «Nuestra América», una perspectiva hacia la diversidad de culturas y en contra de las políticas reduccionistas del sistema globalizado-neoliberal. Por una parte, confronta los problemas del mundo actual monocultural, que opaca a los pueblos indígenas del Abya Yala desde el llamado «descubrimiento» de América Latina, en 1492, y a los continuos procesos de colonialismo, neocolonialismo, modernización y globalización posteriores. Por otra, la interculturalidad es una fuerza solidaria y de esperanza frente al sistema globalizado. A través del diálogo, plantea influir en la historia con el fin de valorar las memorias oprimidas de los pueblos y culturas en América Latina, fortaleciendo el pluralismo.

Finalmente, la filosofía intercultural apunta a integrar otros modos y formas de ver y vivir en el mundo, como una metodología para hacer frente al capitalismo. Siendo así, formula un modelo de análisis para interrogar, cuestionar y filosofar, con conciencia, sobre los mecanismos y engranajes en que se articula la globalización neoliberal, reconociendo, por lo tanto, otras formas de vida económica, política, social y cultural.

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Notas

[1] Para revisar antecedentes de la filosofía intercultural en sus diferentes corrientes se puede consultar: Michelle Becka. (2004). Anerkennung im Kontext interkultureller Philosophie, especialmente pp. 45-107; Diana de Vallescar. (2000). Cultura, multiculturalismo e interculturalidad. Hacia una racionalidad intercultural, especialmente pp. 181-333; Heinz Kimmerle. (2002). Interkulturelle Philosophie zur Einführung; Hamid Reza Yousefi y Ram Adhar Mall. (2005). Grundpositionen der interkulturellen Philosophie, especialmente pp. 41-75; Franz Wimmer. (1990). Interkulturelle Philosophie. Geschichte und Theorie; así como el estudio de Fornet-Betancourt en «Supuestos, límites y alcances de la filosofía intercultural», en Diálogo filosófico, 51 (2001). pp. 411-426.
[2] Traducción por la autora del original.
[3] Traducción por la autora del original.
[4] Traducción de la autora.
[5] Traducción de la autora.
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