Dulcich Piccolo, Ramiro|
Revista Ciencias Sociales p-ISSN 0252-8681 | e-ISSN 2960-8163 | año 2024 | núm. 46 |
Desafíos del Trabajo Social Latinoamericano frente a la barbarización del capitalismo
Latin American social work challenges against the barbarization of capitalism
Recibido: 16/09/ 2024 Aprobado: 27/12/2024
Ramiro Marcos Dulcich Piccolo
Universidad Federal Fluminense (UFF)
https://orcid.org/0000-0001-9667-4998
DOI: https://doi.org/10.29166/csociales.v1i46.7212
Resumen
El texto propone reflexionar sobre las determinaciones históricas del capitalismo contemporáneo en Nuestra América, como base para el debate sobre los desafíos del Trabajo Social en la región. Por contradicciones propias de su fase madura, el capitalismo se reproduce al costo de niveles crecientes de destructividad social y ambiental, afirmando tendencias que deshumanizan la sociedad. Desde la década de 1970, la hegemonía neoliberal se materializa como un proceso de barbarización de la vida social, particularmente en Nuestra América, que tiene por raíz la destrucción de fuerza viva de trabajo a través del desempleo. Este contexto amenaza la consolidación de los proyectos profesionales críticos en el Trabajo Social. Restricciones en la autonomía relativa en su trabajo, precarización de contratos, escasez de recursos e inestabilidad, atraviesan los espacios ocupacionales. El ascenso de los movimientos sociales puede contribuir con la formulación de respuestas para redefinir los márgenes del ejercicio profesional.
Palabras clave:
Crisis capitalista; barbarie; América Latina; Trabajo Social
Abstract
The text proposes to reflect on the historical determinations of contemporary capitalism in our America, as a basis for the debate on the challenges of social work in the region. For contradictions of its mature phase, capitalism reproduces at the cost of increasing levels of social and environmental destructiveness, affirming in regressive and controlling trends that dehumanize the social being. The return of neoliberal hegemony in our America unleashed a process of dehumanization, of barbarization of social life, which is rooted by the destruction of the living workforce through unemployment. This context threatens the consolidation of critical professional projects in social work. Restrictions in relative autonomy in their work, precariousness of contracts, scarcity of resources and instability demarcate occupational spaces. The re-ascense of social movements can contribute to the formulation of responses to redefine the margins of professional practice.
Keywords
Capitalist crisis; barbarism; Latin America; Social Work
1. Sobre la raíz de la “cuestión social” en el capitalismo
En la obra del pensador crítico István Meszáros (2002): “Más allá del capital”, de finales del siglo XX, se afirma que el capitalismo alcanzó ciertos “límites absolutos”, que serían irresolubles. Citaremos aquí aquellos que nos parecen fundamentales: a) la cuestión ambiental; b) la industria bélica; c) el mundo del trabajo; d) la democracia. Se trata de cuestiones o problemas que son contradicciones inherentes a la lógica del desarrollo capitalista; contradicciones éstas, que no encuentran condiciones de resolución duradera dentro de los actuales parámetros sistémicos (Cf. Mészáros, 2002; cap. V)
En este ensayo, centraremos el análisis en la cuestión del trabajo humano y su actualidad, enfocando particularmente a América Latina y Caribe, por entender que los impactos sociales de la actual morfología del uso de la fuerza de trabajo constituyen la materia de nuestro trabajo profesional. En otras palabras, la actual gestión de la fuerza de trabajo está en las raíces de la llamada “cuestión social”.
La activación de estos “límites absolutos” en el sistema se manifiesta a finales de la década de 1960, cuando una nueva crisis de carácter estructural emerge en el capitalismo. La crisis sistémica en la década de 1970 (que marca el agotamiento de la fase keynesiana desarrollista) y abre camino para la hegemonía neoliberal y el reordenamiento global que fue su resultado, se impuso a “sangre y fuego” en Nuestra América, donde dictaduras cívico-militares y empresariales implantaron estados de terrorismo, con asesinatos políticos, torturas, desapariciones de personas, represión y violencia generalizada en la sociedad.
Dicha crisis, combina el grado más avanzado de desarrollo las fuerzas productivas sociales (capaz de reducir sensiblemente el hambre y el tiempo de trabajo en el planeta) y el fenómeno de la súper-población relativa global. En el contexto de hegemonía de las políticas neoliberales, esta población “excedente” (que no es necesaria para la producción) es lanzada al pauperismo, sin condiciones mínimas de reproducir su existencia. Por su parte, gobiernos progresistas y de izquierda han implementado políticas públicas de asistencia social para coyunturas de emergencia. Estas políticas, en general son de transferencia de renda y se revelaron limitadas para enfrentar las dimensiones del problema.
Para el autor, la crisis estructural del capitalismo de inicios de la década de 1970 demandó la redefinición profunda del funcionamiento del sistema, que tuvo como eje un severo “ajuste de cuentas” con el mundo del trabajo y el poder conquistado en la fase histórica anterior. La llamada “crisis del mundo del trabajo” (y la flexibilización laboral del neoliberal que se vendió como respuesta), con la creación de una “tasa natural” desempleo (como elemento de presión para la baja de salarios y la revitalización de la competencia) implicó desestructurar las organizaciones sindicales y políticas de los trabajadores, desagregando el movimiento social, provocando la degradación de las condiciones de vida en general de la clase trabajadora, con preocupantes impactos en la sociabilidad contemporánea.
De acuerdo con el autor, para recomponer su tasa de ganancia y ser competitivas en el mercado mundial, las grandes empresas capitalistas se vieron obligadas a desmontar las formas de organización de la producción industrial fordista, propia de la fase de hegemonía keynesiana, introduciendo una tasa de desempleo “natural”, que recuperaría la salud del sistema. El desempleo se torna una amenaza permanente, un problema crónico, que desestabiliza y polariza las relaciones sociales. El control de esta población estructuralmente excedente es uno de los principales dilemas de los gestores gubernamentales, que ensayan políticas sociales para administrarla.
Los efectos sociales de la crisis estructural aumentan los niveles de desigualdad social, renovando las manifestaciones de la “cuestión social”, las que presentan diferencias cualitativas. Nuevos conflictos (como los relacionados con el desempleo) con nuevas expresiones emergen, por lo que son alteradas las respuestas estatales para enfrentarlos. De modo que, en esta perspectiva, la “cuestión social” contemporánea tiene relación orgánica con las transformaciones impuestas por la reestructuración neoliberal del capitalismo, iniciada en la década de 1970. Reestructuración ésta que, como fue afirmado, se asienta en una ofensiva brutal y contundente sobre la clase trabajadora. Es importante destacar que, el trabajo asalariado, el empleo formal, como forma de reproducir la existencia, siempre fue un privilegio de minorías en Nuestra América.
La reproducción de esta población excedente se materializa como un verdadero proceso de barbarización de la vida social, que genera subjetividades mutiladas por miedo al desempleo y el “tiempo libre frustrado” de la falta de proyectos y perspectivas de vida. El control y la administración de estas camadas sociales diseminadas globalmente (no sólo en las periferias), como dijimos, se torna un desafío prioritario para los gobiernos y sus administraciones - tanto ultraliberales, como progresistas -, al mismo tiempo que redefine la demanda profesional del Trabajo Social.
Veremos esto con más detalles más adelante.
2. La funcionalidad del Estado en la actualidad
La crisis estructural del capitalismo, a inicios de la década de 1970, exigió un conjunto de respuestas y ajustes estructurales, que desmontó la arquitectura keynesiana, pos segunda guerra. Dentro de ese conjunto de transformaciones, la reconversión del Estado se destaca. La intervención del Estado en la dinámica de la regulación social se tornó el blanco predilecto del discurso neoliberal. El Estado fue responsabilizado por la crisis y llamado a resignificar su intervención en la cuestión social, en función de las exigencias del proceso de reestructuración neoliberal del capitalismo. En la actualidad, el capitalismo actualizó las estructuras de control social y político utilizadas en la fase anterior de desarrollo (la fase de hegemonía “progresista”), las desmontó y descompuso, aunque sin crear una nueva forma, efectiva e integradora, de ejercer el control social, que posibilite una acumulación tranquila a escala global.
De acuerdo con Mészáros, el Estado moderno es un momento constitutivo de la realidad social; no es un elemento externo. Representa un instrumento fundamental para consolidar y expandir las relaciones sociales. Desde sus inicios, el modo de producción capitalista desarrolló formas de Estado adecuadas, necesarias para viabilizar su despliegue. El Estado, al contrario de lo pregonado por los neoliberales, es una condición indispensable, el instrumento de intervención social y política por excelencia para mantener y ampliar la sociedad de clases. Pensar en un capitalismo sin Estado (al modo de los ultraliberales de hoy), sin esta mediación que institucionaliza formas jurídicas, políticas e ideológico-culturales, la reproducción mínimamente “pactada” de las relaciones sociales entre las clases sería imposible.
Dirá el filósofo húngaro:
La formación del Estado moderno es una exigencia absoluta para asegurar y proteger permanentemente la productividad del sistema. El capital llegó al dominio del reino de la producción material paralelamente al desarrollo de las prácticas totalizadoras que dan forma al Estado moderno. Por lo tanto, no es accidental que el cierre de la ascensión histórica del capitalismo en el siglo XX coincida con la crisis del Estado moderno en todas sus formas, desde los Estados de formación liberal-democrática, hasta los Estados capitalistas de extremo autoritarismo; desde los regímenes poscoloniales, hasta los Estados pos capitalistas de tipo soviético. Comprensiblemente, la actual crisis estructural del capital afecta con profundidad todas las instituciones del Estado y los métodos organizacionales correspondientes. (Mészáros, 2003, p. 106) [Traducción libre]
Para el autor, el Estado capitalista funciona como estructura correctiva de la dinámica social, relacionada con las exigencias de la acumulación del capital, cuya función esencial es intervenir - hasta donde los límites de la acumulación lo permitan - las contradicciones y conflictos que emergen como manifestaciones de la cuestión social. Desde el punto de vista jurídico-legal, el Estado es una exigencia absoluta para la reproducción de las relaciones sociales, una necesidad material efectiva del sistema, que se torna una precondición para la articulación continua y la organización permanente del conjunto.
De modo que, con la hegemonía neoliberal, la estrategia de reproducción de las relaciones sociales fue alterado. Los principios hegemónicos en el mundo capitalista en el periodo Keynesiano (1930-1970), con el interés puesto en “integrar” a las diferentes camadas de la clase trabajadora al funcionamiento sistémico (inclusive en buena parte de las periferias, con los procesos de industrialización por sustitución de importaciones y el programa del desarrollismo en Nuestra América: Alianza para el Progreso), tuvo como objetivo expreso internalizar los conflictos sociales y políticos e institucionalizar las reivindicaciones de los movimientos de trabajadores/as y organizaciones populares, buscando integrarlas funcionalmente al desarrollo del capital.
Del punto de vista político, en el contexto del mundo bipolar de la “Guerra Fría” (1951-1989), las luchas por conquistar derechos sociales y la creación de un conjunto de instituciones y políticas para darles materialidad significó, por una parte, el reconocimiento de ciertos derechos humanos elementales (ciudadanía) en buena parte de los Estados desarrollados del mundo, como también la institucionalización de los conflictos sociales y las luchas de clases.
La estrategia consistió en aplicar políticas que regulen las relaciones sociales, capaces de distribuir más equitativamente la riqueza producida y contener las desigualdades de clases. La utopía de un “capitalismo humanizado”, que conseguiría conciliar el desarrollo económico y la paz social duraderamente, a través del establecimiento de políticas sociales, un consumo ascendente y otras mejoras importantes en las condiciones de vida de la clase trabajadora.
El Estado, entonces, promovía una narrativa que buscaba el “bien común”, la paz social, el progreso y la justicia social, dentro de los límites del proceso de valorización del capital. En dicho período, el Estado fue movilizado para garantizar la satisfacción de necesidades básicas de los ciudadanos, constituyéndose en una palanca importante para el progreso, la paz social y la propia legitimación del sistema.
3. La crisis capitalista contemporánea en Nuestra América
Analizando el fenómeno del imperialismo en la actualidad, el geógrafo norte-americano David Harvey en su libro: “El nuevo imperialismo” (2005), parte de la premisa de que la actual configuración del “imperialismo” es resultado del pleno desarrollo del sistema capitalista, el cual, presionado por su tendencia expansiva inherente, precisa recrear permanentemente sus formas. Así, las políticas imperialistas de los diferentes Estados deben comprenderse en el marco de las necesidades actuales de la valorización del capital.
Históricamente, dirá el autor, el sistema buscó oxigenar sus crisis a través de sucesivas ampliaciones de su ambiente, anexando territorios, creando nuevos mercados, apropiándose de “recursos naturales” y materias primas, especialmente en los países colonizados. Ocupaciones territoriales, dominaciones, fueron medios importantes en la constitución y reproducción ampliada del capital. Desde su génesis, el sistema precisó de políticas imperialistas para controles socio-espaciales, que funcionan de forma desigual y combinada (tanto al interior de un país, como al nivel del sistema mundial) en la totalidad social. La acumulación interminable de capital requiere consigo una acumulación interminable de poder y de riquezas que garanticen su reproducción.
Según Harvey, en el modo de producción capitalista las prácticas imperialistas se relacionan con la explotación de condiciones geográficas desiguales para la acumulación. En función del uso de las asimetrías en las relaciones de intercambio, las desigualdades provenientes del funcionamiento real del mercado adquieren una expresión espacial y geográfica específica. Esto es, la riqueza y el bienestar aumentan en ciertos territorios a costa de otros.
Relaciones asimétricas de intercambio que generan y refuerzan maneras desiguales de concentrar riquezas y poder en determinados territorios – procesos estos que pueden darse, también, dentro de una misma nación. Por esto, una de las funciones principales del Estado en el imperialismo es mantener un “patrón de asimetrías” de los intercambios adecuado a las necesidades del capital que representa. Un sistema contradictorio e inestable como el capitalismo sobrevive por su capacidad de “creación de espacios”, vía políticas imperialistas, afirma Harvey (2005, p. 35).
De acuerdo con su análisis, el proceso de acumulación del capital hoy devela nítidamente que los métodos y formas depredadoras, salvajes y fraudulentas propias del momento de acumulación originaria del capital, tratada por C. Marx en el capítulo XXIV de su obra magna: El Capital, nunca fueron definitivamente abandonadas por el sistema, ni podrían serlo. Por el contrario, permanecen firmemente presentes en el capitalismo hasta nuestros días. Incluso, algunos mecanismos de la acumulación originaria allí enfatizados fueron perfeccionados y hoy cumplen un papel más importante que en aquel momento.
El sistema de créditos y el capital financiero, por ejemplo, se han tornado trampolines fundamentales para el saqueo en países más débiles. A partir de la crisis de 1970, se abre un proceso de financierización del capitalismo, con el predominio el dominio del capital financiero (súper-acumulado), que es notable por su estilo parasitario, destructivo y deshumanizador. Los sucesivos ataques especulativos realizados por grandes empresas y/o figuras de las finanzas globales (los súper-ricos del mundo), deben entenderse como instrumentos del actual patrón de acumulación capitalista (c.f. Harvey, 2005, pp. 121 - 123).
Sin embargo, de acuerdo con Harvey, el capitalismo sobrevive no sólo por los “reordenamientos socio-espaciales” que produce, capaces de absorber el “capital excedente” de manera “productiva”, sino también, por medio de la organización de procesos de desvalorización de capitales existentes, como por ejemplo las empresas estatales potencialmente lucrativas. A partir de su venta – en general, a bajos costos -, estos activos económicos son reintegrados a la dinámica de la valorización (por la vía de las privatizaciones de empresas públicas) y se convierten en una salida / fuga para la crisis de súper-acumulación del capital.
Analizando la geopolítica contemporánea, Harvey sostiene que, a partir de la crisis capitalista de la década de 1970, el problema de la súper-acumulación se torna crónico, afectando sensiblemente el funcionamiento y la reproducción del sistema. Para el autor, las raíces de la actual crisis están en la creciente dificultad para reinvertir (productivamente) el capital acumulado; o sea, existe hoy una búsqueda incesante por oportunidades de inversión, donde el excedente de capital pueda ser absorbido. De acuerdo con este autor, el capitalismo está lejos de realizar el mito del desarrollo por la libre competencia – como pregonan los ultraliberales hoy -; más bien, se estructura a partir de la interacción violenta entre imperios que deben apelar constantemente a procesos de barbarización de la vida social para reproducir sus posiciones de poder global.
En Nuestra América, particularmente, como sabemos, el proceso actual de producción y acumulación de riquezas y poder muestra con nitidez y de modo amplio lo que ya estaba presente desde los inicios del capitalismo, hace más de cinco siglos, cuando estas tierras son invadidas, colonizadas e inseridas de forma subalterna al nuevo orden mundial: el capitalismo.
Con la “revolución industrial” se consolida el modo de producción capitalista y el proceso de la acumulación ampliada del capital se expande hasta los rincones más inhóspitos del planeta, rediseñando territorios, negando identidades, destruyendo particularidades ancestrales, saqueando saberes, inclusive civilizaciones enteras. La destrucción que resulta del desarrollo del sistema afecta especialmente a la naturaleza, puesto que destruye el medio ambiente y degrada la vida en general del planeta, con especial intensidad en las regiones periféricas del sistema.
Pasados más de cinco siglos de modernidad capitalista, nuestra región sigue siendo una de las más importantes fuentes de materias primas y recursos naturales estratégicos del mundo. La constante búsqueda por expandir el proceso de la acumulación del capital, ha provocado la destrucción de innumerables bosques, ríos y diversas formas de vida; ha expropiado saberes y tecnologías ancestrales; se ha apropiado de territorios y de los bienes comunes de la naturaleza.
Reservas de agua dulce en Paraguay, Brasil y México; petróleo en Venezuela, Brasil, México y Argentina; de gas natural y litio en Bolivia; la biodiversidad de la Amazonas, sólo para mencionar las principales, son permanentemente mapeadas y requeridas por las grandes potencias productivas del mundo y por las grandes corporaciones capitalistas internacionales.
4. Políticas Sociales y demandas para el Trabajo Social
Como fue afirmado, al analizar las superestructuras institucionales creadas bajo los dictados neoliberales, se observa que la intervención del Estado en el enfrentamiento de las manifestaciones de “cuestión social”, mayoritariamente, se ha centrado en la generalización de programas y beneficios sociales, caracterizados como transferencias monetarias de renta, por la vía bancaria. La privatización de importantes funciones estatales en áreas importantes de la política social complementa esa nueva gestión empresarial del Estado. Un conjunto de programas públicos es ofertado al mercado, privatizados, lanzados al circuito de la valorización del capital.
De forma concomitante, esta privatización de servicios sociales, que son retirados de la gestión estatal, presiona para restringir los sistemas de Seguridad Social a la Asistencia Social. Los procesos de privatización de políticas públicas esenciales como Salud, Educación, Previsión Social; la mercantilización de estos servicios públicos, limitan la intervención del Estado frente a la “cuestión social” a un conjunto de acciones de emergencia dispersas, inmediatas y focalizadas que, si bien pueden provocar efectos atenuantes de corto plazo, son insuficientes para tratar la estructura del problema.
De acuerdo con E. Bhering y Boschetti (2006), con la hegemonía neoliberal,
La tendencia general ha sido de restricción y reducción de derechos bajo el argumento de la crisis fiscal de Estado, transformando las políticas sociales (dependiendo de la correlación de fuerzas entre las clases sociales y segmentos de clase y del grado de consolidación de la democracia y de la política social en los países) en acciones puntuales y compensatorias, dirigidas a los efectos más perversos de la crisis. Las posibilidades preventivas y, eventualmente, redistributivas se tornan más limitadas, prevaleciendo el trinomio articulado del ideario neoliberal para las políticas sociales: la privatización, la focalización y la descentralización. (Bhering y Boschetti, 2006, p. 156) [Traducción libre]
La tendencia a la privatización de la esfera pública - donde la mercantilización de áreas potencialmente lucrativas de la política social y la tercerización de servicios por la vía de la contratación de Organizaciones no Gubernamentales (ONG) son centrales -, se complementa con una tendencia a la refilantropización de la política social por la vía de la “responsabilidad social de grandes empresas” (Cf. Kameyama, 2001).
De modo que, sea por medio de la mercantilización, de la transferencia de responsabilidades y servicios a las O.N.G., sea a través de la nueva “filantropía empresarial”, el proceso en su conjunto muestra la retirada del Estado y la política pública de esos territorios.
De acuerdo con la autora:
En el proceso de reforma del Estado, la reorganización de las políticas sociales apunta a la transferencia de las responsabilidades públicas por la prestación de servicios a las comunidades y familias, ya sea a través de las asociaciones no gubernamentales o de organizaciones filantrópicas tradicionales y sus formas modernas, incluyendo allí la llamada filantropía empresarial. (Kameyama, 2001, p. 24) [Traducción libre]
El aumento del protagonismo de las O.N.G. en el contexto neoliberal explica la retirada del Estado de ciertas áreas y viene a compensar el descalabro de la política pública de implementación de servicios sociales. Para esto, la gestión neoliberal del Estado delega la ejecución de ciertos programas y proyectos. Este proceso se realiza no sin contradicciones.
En las palabras de la autora:
Las O.N.G. al inicio contaban una agenda política de cuestionamiento del status quo y consideraban su trabajo de proveedores de servicios como parte del desarrollo social, más que como un fin en sí mismo. El objetivo principal es el desarrollo social, el fomento de las capacidades de organización social y autogestión en comunidades y con los individuos con quienes trabaja (...) El riesgo está en que las O.N.G., al concentrar sus esfuerzos en el cumplimiento de compromisos con el Estado, lo que sería un caso clásico de cambio de objetivos, terminen comprometiendo su misión original. (Kameyama, 2001, p. 25) [Traducción libre]
A respecto de la emergencia del fenómeno de la “filantropía empresarial”, afirma Kameyama:
La conciencia de que el Estado es insuficiente e ineficaz como proveedor de soluciones para la creciente complejidad de los problemas sociales viene generando reflexiones sobre el ejercicio de la ciudadanía en un gran número de personas y empresas - con diferentes y diversificadas concepciones (...) Como reacción a este pernicioso proceso muchas empresas hoy buscan asumir lo que llaman como su responsabilidad social. Hasta los años 90´, las empresas se preocupaban, principalmente, en ofrecer productos y servicios para sus clientes (...) Actualmente, la responsabilidad social empresarial se incorpora a la gestión y abarca toda la cadena de relaciones de la empresa: funcionarios, clientes, gobierno, proveedores, competidores, accionistas, medio ambiente y la sociedad en general (...)
Para concretizar la ciudadanía empresarial, las empresas amplían su campo de acción en lo social, constituyendo Fundaciones con fines filantrópicos, con fines de investigación, conservación del patrimonio, intercambio cultural, etc., y gozan de ventajas fiscales. (Kameyama, 2001, pp. 27 y 28) [Traducción libre]
Los impactos de este contexto para el Trabajo Social son notables y podemos analizarlos a través del examen de la metamorfosis de la demanda profesional. La modalidad de intervención del Estado ante la “cuestión social” en el neoliberalismo apunta, principalmente, a administrar, con el menor “gasto social” posible, el conjunto complejo de manifestaciones y conflictos sociales cada vez más intensos y turbulentos.
En este sentido, es vigente la afirmación de que:
La crisis estructural del sistema capitalista, que se arrastra desde la década de 1970, implicó una profunda reconfiguración de la dinámica de la “cuestión social” y sus manifestaciones histórico-concretas. Con el sistema en una crisis crónica, el conjunto de dispositivos destinados a la reproducción de las relaciones sociales (entre ellos, la profesión de Trabajo Social) fue adaptado a la nueva realidad, en el marco de una redefinición de las formas y estrategias de enfrentamiento a los conflictos sociales del capitalismo por parte del Estado, el que refuerza sus dimensiones represivas. Con la crisis estructural del sistema, el Estado es movilizado para reorganizar la modalidad de enfrentamiento a la “cuestión social” y redefinir la lógica de las políticas sociales (Dulcich, 2018, p. 76).
Como sabemos, el Trabajo Social es una profesión que, junto a otras, actúa en la contención y regulación de las contradicciones y conflictos sociales. El trabajo profesional se desenvuelve en el contexto más amplio de las políticas sociales, mayoritariamente implementadas por el Estado. Las políticas sociales neoliberales, hoy hegemónicas en buena parte del mundo, requieren un profesional de Trabajo Social técnicamente cualificado y creativo, innovador y versátil, que sea capaz de trabajar dentro de límites más estrechos que en la fase keynesiana del capitalismo.
Lo que el neoliberalismo demanda es un tipo de intervención dirigida a ejercicios de administración y gestión de la crisis, de contención socio-política y efectivo control social. Por esto, en general, la demanda institucional es por un profesional creativo, aunque no necesariamente crítico. Esta última característica, puede tornarse contraproducente, inclusive. En nuestra Hipótesis, como resultado de la ofensiva neoliberal, la gestión y administración de la barbarie neoliberal se vuelven funciones asignadas al Trabajo Social, que demandan la intervención profesional. Esto se constituye en una particularidad de la “demanda profesional” en la contemporaneidad.
De la misma forma, dicha demanda institucional exige reformulaciones conceptuales y metodológicas en el ámbito de la formación profesional. Los impactos del contexto y de las nuevas requisiciones para el Trabajo Social presentan grandes desafíos para la consolidación de los proyectos profesionales críticos en Nuestra América y El Caribe. Como es sabido, desde finales de la década de 1960, bajo los parámetros ético-político del movimiento de Reconceptualización del Servicio Social en la región.
De acuerdo con el análisis de pensador brasileño José Paulo Netto, una actualización de las perspectivas de “modernización conservadora” en el Trabajo Social parece estar en curso en América Latina y El Caribe, que amenaza con instalarse en el ámbito profesional en nuestro tiempo (Cf. Netto, 1994).
Sobre las perspectivas de modernización conservadora en el trabajo Social, afirma el autor:
es un esfuerzo por adecuar el Trabajo Social, en tanto instrumento de intervención inserto en el arsenal de técnicas sociales operado en el marco de la estrategia de desarrollo capitalista, a las exigencias de los procesos socio-políticos emergentes (...) el núcleo central de esta perspectiva es presentar al Trabajo Social como interviniente, dinamizador e integrador, en el proceso de desarrollo. (Netto, 1994, p.154) [Traducción libre]
De acuerdo con Netto, el llamado proceso de “Renovación del Servicio Social” en Brasil (que dialoga con el movimiento de Reconceptualización) se realiza con la hegemonía de un proyecto de profesión que se propone “modernizar” las concepciones profesionales tradicionales en aquel momento, basándose en los aportes teóricos y metodológicos del estructural funcionalismo norteamericano. Para el autor, allí reside el carácter modernizador de esta perspectiva, en el hecho que perfecciona el arsenal técnico- operativo de la intervención profesional.
No obstante, las presiones del mercado de trabajo para reducir la formación profesional a lo instrumental, a un trabajo puramente técnico para la administración eficiente de la cuestión social. No obstante, respuestas y estrategias de resistencia a estas tendencias empobrecedoras del ejercicio profesional, que recuperan la dimensión colectiva y crítica del Trabajo Social, siguen vigentes.
Es evidente como estas circunstancias afectan el trabajo profesional, una vez que restringen sus márgenes de la autonomía relativa, aunque no la anulan totalmente. Se trata de una autonomía que es relativa, puesto que el trabajo profesional está mediado por la condición salarial, la relación empleador-empleado, a la cual debe ajustarse y respetar, como condición para mantener su salario. Los márgenes de esta autonomía relativa, la capacidad de tomar decisiones autónomas en el proceso de trabajo, es determinada por las correlaciones de fuerzas políticas existentes en las instituciones en que trabajamos.
Dicha autonomía relativa del profesional en su trabajo, si aliada con una actitud ética, crítica y comprometida con la justicia social, permite que la demanda institucional para el trabajo profesional pueda ser pensada de forma compleja, más allá de lo inmediato, lo estrictamente pragmático y puntual que las políticas sociales neoliberales demandan al Trabajo Social.
Sobre este aspecto, es Instructivo el análisis de Marilda Iamamoto:
La posibilidad de reorientar el sentido de sus acciones para rumbos sociales distintos de aquellos esperados por los empleadores [...] deriva del propio carácter contradictorio de las relaciones sociales que estructuran la sociedad burguesa. En estas se encuentran presentes intereses sociales distintos y antagónicos que se refractan en el campo institucional, definiendo fuerzas socio-políticas en lucha para construir hegemonías, definir consensos de clases y establecer nuevas formas de control social vinculadas a ellas (Iamamoto, 2003, p. 120). [Traducción libre]
Por lo tanto, a pesar de la hegemonía neoliberal en la política social, las contradicciones y las disputas entre proyectos profesionales continúan operando en cada país y en la región como un todo. Respuestas, reacciones, contestaciones diversas (más o menos radicales), a partir de diferentes tendencias, permanecen organizadas y en debate, enfrentando colectivamente los desafíos actuales.
Al observar la actualidad del proceso de articulación latinoamericano del Trabajo Social, puede verse que existen diversas corrientes y visiones de la profesión dentro del campo crítico. Esto requiere esfuerzos para mantener y coordinar un Proyecto Ético-Político crítico a escala latinoamericana, que recupere los valores de justicia social e independencia, presentes en el Movimiento Latinoamericano de Reconceptualización en las décadas de 1960-1970, que articuló por décadas diversos segmentos críticos en Nuestra América, especialmente después de la Revolución Cubana, en 1959.
En este sentido, sobre la importancia y el significado del movimiento de la Reconceptualización:
El movimiento también funciona como mediación para articular diversos segmentos profesionales de varios países de Nuestra América. Cuestiones como el imperialismo, la dependencia, la liberación nacional y social comienzan a ocupar el centro de los debates en las ciencias sociales y se filtran en el ámbito profesional provocando reformulaciones. Desde entonces, América Latina es un tema para el Trabajo Social, que remite a pensar la condición periférica y su superación. El movimiento de Reconceptualización es parte del proceso más amplio de construcción de una unidad de América Latina, momento político indispensable para su emancipación. (Dulcich, 2018, p. 70)
La Reconceptualización trajo debates e investigaciones sobre temas importantes como: Imperialismo, Dependencia, Liberación nacional y social, Educación Popular, Teología de la Liberación, entre otros; temas y problemas que comienzan a ocupar el centro de las polémicas en la profesión, provocando transformaciones en visiones teóricas y metodológicas del Trabajo Social latinoamericano y en las correlaciones de fuerzas políticas internas de la profesión. Es a partir de entonces que la profesión de Trabajo Social en Nuestra América se torna un problema a ser comprendido y explicado. Una lectura crítica para explicar el Trabajo Social y la condición periférica fue entonces formulada y perdura hasta nuestros días.
Actualmente, diversos segmentos críticos del Trabajo Social continúan organizados en Nuestras América. Desde la década de 1960, la Asociación Latinoamericana de Enseñanza e Investigación en Trabajo Social (ALAEITS), en una perspectiva que no desconsidera las particularidades históricas de cada formación social y el proceso de constitución de la profesión en cada país, desarrolla intercambios académicos, investigaciones en red, publicaciones, seminarios regionales y diversos foros de debate, sobre las grandes cuestiones tendencias societarias actualmente en curso.
La contradicción entre el avance del proyecto profesional crítico en Nuestra América y la hegemonía neoliberal impone enormes desafíos a escala continental. Esta construcción no puede ser pensada aisladamente de las condiciones históricas y de las fuerzas políticas y proyectos societarios que disputan en los diferentes países de Nuestra América del mundo.
En conclusión, la contradicción formada por la consolidación del proyecto profesional crítico y la vigencia del proyecto societario neoliberal es uno de los desafíos centrales de nuestro tiempo, puesto que está en la raíz de la demanda profesional y de las condiciones del ejercicio (vínculo laboral y políticas sociales). Su enfrentamiento y superación no puede ser pensado aisladamente de las fuerzas socio-políticas que disputan proyectos societarios en los diferentes países y regiones del mundo, particularmente en América Latina. (Dulcich, 2018, p.73)
En síntesis, podríamos decir que el desafío fundamental que hoy enfrenta el proyecto profesional crítico en Nuestra América es la formulación de respuestas para enfrentar la actual demanda de control social y administración de la barbarie capitalista contemporánea. Barbarie ésta, que se torna un trazo peculiar de la cuestión social en nuestros días. Las creencias sobre las posibilidades efectivas de mejorar el capitalismo, de humanizarlo, de reimprimirle un carácter progresista, distributivo de la riqueza producida, hoy se confrontan con la dura materialidad de los hechos históricos.
Consideraciones finales
En síntesis, podemos afirmar que, luego de más de cuatro décadas de hegemonía neoliberal (desde finales de la década de 1970), el capitalismo produjo un conjunto de profundas transformaciones societarias, entre las cuales cobra la deconstrucción del mundo del trabajo edificado en el período anterior y el retorno salvaje de la súper-explotación del trabajo, especialmente en las regiones periféricas del mundo, como América Latina y el Caribe.
La destrucción de empleos, el fin de la estabilidad en el trabajo, abrieron las compuertas para el ultra individualismo y la exaltación del derecho individual, como estrategia para reactivar la libre competencia en el mercado de trabajo. El aumento de las desigualdades sociales, de las opresiones, de la concentración de riquezas; y, el retroceso civilizador, la pérdida de humanidad y barbarización de la vida social, son diferentes caras de una misma moneda.
La afirmación triste de la narrativa de que estamos ante una crisis crónica, permanente, que no pasa y se arrastra en el tiempo, facilitó que un conjunto de dispositivos destinados a viabilizar el proceso de reproducción de las relaciones sociales sea reorganizado y adaptado a las nuevas demandas sistémica. La alteración de las correlaciones de fuerzas políticas se refleja en la orientación de las macro políticas del Estado, en la formulación de estrategias de enfrentamiento a las manifestaciones más críticas de la “cuestión social”, de modo que, los principios orientadores de la política pública, en todas sus áreas, es determinada por las correlaciones de fuerzas políticas entre diferentes proyectos societarios.
El Estado, bajo la hegemonía del programa neoliberal, proclama la austeridad del gasto público y el mínimo indispensable de política pública para la cuestión social.
Podemos concluir en que, la privatización de la política social pública, en el contexto de las privatizaciones de empresas y recursos públicos de los países en crisis económica, fue edificada sobre dos pilares fundamentales: por un lado, la mercantilización de aquellas empresas o servicios estatales potencialmente lucrativos que, como vimos, absorbieron una parte del capital excedente global durante el período, amenizando el problema de la súper-acumulación de capital. Por otro lado, el fomento de un proceso de refilantropización de las respuestas a la cuestión social, dejando en manos de iniciativas privadas la responsabilidad de respuestas a necesidades y demandas sociales, sin planificación y con escasa eficacia histórica.
La erosión de las políticas sociales del Estado, que sustentan el trabajo profesional, tiende a limitar las posibilidades de construir respuestas críticas, colectivas y autónomas. En este sentido, las transformaciones del capitalismo afectaron los márgenes relativos de autonomía para la realización del trabajo profesional. En tanto trabajo asalariado, la profesión corrió la misma suerte que el conjunto de la clase trabajadora (la clase que vive de la venta su única propiedad: su capacidad de trabajo). Precarización de las condiciones del trabajo y desempleo de larga duración son trazos definidores de la efectividad socio-profesional en las últimas décadas en América Latina y el Caribe.
Comprender en profundidad la situación del profesional de Trabajo Social en el contexto de crisis del mundo del trabajo y fragilidad en la organización de la clase, particularmente en la periferia latinoamericana, continúa siendo una tarea estratégica para el futuro de la categoría profesional.
El análisis del avance de las tendencias ultraliberales y de modernización conservadora en la profesión en Nuestra América, junto al ascenso de la extrema derecha en mundo, es fundamental para la disputa por el perfil de las/os trabajadoras/es sociales hoy; el tipo de profesional que se demanda, las condiciones de empleo del mercado de trabajo, los contenidos del proceso de formación profesional, así como los fundamentos y principios que sustentan las organizaciones de la profesión, están en esta disputa.
Vimos como el neoliberalismo - como fase sistémica contemporánea - se distingue por presentar una nueva modalidad de realizar el proceso de reproducción de las relaciones sociales cualitativamente diferente de la anterior, caracterizada por intereses de agregación social e incorporación de las diferentes camadas sociales a la dinámica sistémica, incluso en muchos países periféricos.
La orientación de las políticas del Estado para institucionalizar los conflictos y las luchas de clases; la demanda de trabajar para la integración social y el desarrollo comunitario; para “armonizar” las relaciones sociales y canalizar reivindicaciones de movimientos u organizaciones de las clases subalternas, no forman parte del repertorio de demandas neoliberales para el Trabajo Social. Estas orientaciones son substituidas por mandatos de contención puntual de situaciones de emergencia y crisis que emergen con el desarrollo capitalista.
En este sentido, puesto que el trabajo profesional se encuentra tensionado por intereses contradictorios de las clases sociales, debe tomar partido; no hay espacio para defensas de neutralidad en Trabajo Social. Al posicionarnos junto a los intereses de la clase que vive de la venta de su fuerza de trabajo, la clase social a la que pertenece la enorme mayoría de trabajadoras/es sociales, que sufre la consecuencias prácticas cada vez más deshumanizadoras y bárbaras del desarrollo capitalista, muchas veces ponemos en riesgo nuestras propias condiciones de reproducción y de empleo.
La contradicción de depender del espacio socio-ocupacional, de ser contratada/o por las estrategias de regulación social que la clase hegemónica despliega para renovar la reproducción del orden societario y, al mismo tiempo, no ser crítico de racionalidad y de la intencionalidad que está en la base de los dispositivos en los que trabajamos.
Como fue destacado, desde el movimiento de Reconceptualización hasta hoy, el desafío de comprender la particularidad latinoamericana continúa siendo central para la formulación del proyecto profesional crítico en Nuestra América. Esto requiere pensar su proceso de construcción concreta como unidad de diversos que, por compartir historias, necesidades y posiciones subalternas en el usufructo del desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad, contiene la potencia para la afirmación de una experiencia societaria más humanista.
En este contexto, de restructuración neoliberal del capitalismo, se inscribe la pregunta por la funcionalidad y el significado social actual de esta profesión. Las investigaciones sobre el perfil profesional hegemónico en la región son necesarias para saber en qué medida es efectivo la mutación de la representación del profesional agente de transformación (hegemónico durante el período desarrollista en América Latina) para un perfil de gestor técnico, administrador de problemas sociales cronificados y sin solución.
Para concluir, dejamos señalados algunas cuestiones que, a nuestro ver, son centrales para construcción de un proyecto profesional crítico en América Latina y el Caribe hoy. Se trata de tres temas fundamentales a ser organizados: a) la recuperación radical, en el plano del pensamiento, del proceso socio-histórico de formación de “Nuestra América” y su papel en la dinámica capitalista contemporánea; b) la comprensión del significado estratégico de la unidad político-organizativa para su emancipación; c) el examen del significado social del Trabajo Social contemporáneo y su funcionalidad en Nuestra América.
Referencias:
Behring Elaine, Boschetti Ivanete. (2006). Política Social, fundamentos e Historia. São Paulo, Biblioteca Básica de Serviço Social, Cortez Editora.
Dulcich, Ramiro. (2018). Trabajo Social en tiempos de barbarie: dilemas y desafíos del proyecto profesional crítico en la contemporaneidad. Editora Académica Española.
Harvey, David. (2005). O novo Imperialismo. São Paulo: Edições Loyola.
Iamamoto, Marilda. (2003) El Servicio Social en la contemporaneidad. Trabajo y formación profesional. São Paulo: Biblioteca Latinoamericana de Servicio Social; Cortez editora.
Kameyama, Nobuco. (2001) “A nova configuração das políticas sociais”. In Revista Praia Vermelha N° 5, PPGSS/UFRJ, Rio de Janeiro.
Mészáros, Itsván. (2002) Para além do capital. Rumo a uma teoria da transição. São Paulo: Boitempo Editorial) Editora da UNICAMP.
Mészáros, Itsván. (2003). O século XXI, Socialismo ou Barbárie? São Paulo: Boitempo Editorial.
Netto, José. P.(1994). Ditadura e Serviço Social: Uma análise do Serviço Social no Brasil pós-64. Cortez Editora, São Paulo. (2° Edição).