Jackeline Contreras | Ponticia Universidad Católica del Ecuador (Ecuador)
 El objetivo del artículo es identicar, a través de revisión documental, la resistencia de la agricultu-
ra familiar y su participación en el mercado, a pesar de las condiciones adversas, en épocas de crisis como la
pandemia. Las trayectorias de adaptación y resiliencia documentadas evidencian que es central fortalecer la
interlocución de la agricultura familiar como institución informal en el área rural atendiendo a su diversidad,
heterogeneidad y revalorizar los ámbitos en los que se desenvuelve que no solo son comerciales y con valores
exclusivamente monetarios, sino están fuera del mercado.
  Agricultura familiar, circuitos cortos de comercialización, agroecología.
   //    //    //
Family agriculture, the basis of agroecological marketing
 The objective of the article is to identify, through documentary review, the resistance of family farm-
ing and its participation in the market, despite adverse conditions, in times of crisis such as the pandemic. The
documented adaptation and resilience trajectories show that it is essential to strengthen the dialogue of family
farming as an informal institution in rural areas, considering its diversity, heterogeneity and revaluing the areas in
which it operates that are not only commercial and with values exclusively monetary. They are out of the market.
  Family farming, short marketing circuits, agroecology.
  Q13.
Agricultura familiar, base de la comercialización agroecológica
REVISTA ECONOMÍA
INTRODUCCIÓN
DOI: 10.29166/economa.v75i122.4551
CC BY-NC 4.0 —Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional
© 2023 Universidad Central del Ecuador
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ECOMICAS REVISTA ECONOMÍA
UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ECUADOR , noviembre 2023, pp. 
pISSN 1390-6380
eISSN 2697-3332
revistaeconomia@uce.edu.ec
La agricultura familiar (), dedicada a la agroecología, obtiene una parte o la totali-
dad de ingresos y alimentos de su nca. La nca no solo es un medio de producción
y reproducción física, sino que incluye también reproducción social y cultural; es de-
cir, las actividades de la nca involucran relaciones entre sus miembros y su entor-
no, que se trasmiten de generación en generación. Para Vander Ploeg (2013, p. 7) «la
agricultura familiar es parte de un ujo que une pasado, presente y futuro»; en este
esquema, la nca familiar es también un espacio de aprendizaje entre generaciones
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Agricultura familiar, base de la comercialización agroecológica
y de experimentación de nuevas prácticas. Ya que la agricultura familiar preserva
la cultura, es un patrimonio cultural vinculado a la localidad de la cual es parte. En
suma, la agricultura familiar es parte del paisaje rural, por cuanto trabaja con la na-
turaleza, pero además en estas prácticas, desde la perspectiva agroecológica, contri-
buye a la conservación de la biodiversidad y al reciclaje de nutrientes, que favorecen
a la reducción del calentamiento global.
Sin embargo, la  compite por recursos, por espacio de producción y reproduc-
ción con cadenas transnacionales agroindustriales, cuyo objetivo es la comerciali-
zación en mercados globales de comodities que no necesariamente son alimentos.
Vander Ploeg (2010) señala a esta dinámica como «imperios alimentarios» En este
marco, es importante identicar e interpretar el potencial concreto de resistencia de
la agricultura familiar y su participación en el mercado, a pesar de las condiciones
adversas en las que comúnmente se desempeña, lo que se ha visto evidenciado en
épocas de crisis como la pandemia.
El texto se organiza en tres partes: una primera, que resume brevemente las
concepciones de agricultura familiar en América Latina; la segunda, que aborda la
 desde la perspectiva institucional; la tercera, presenta ejemplos del rol de la 
en la producción y comercialización de productos agroecológicos en épocas de crisis
y después se expone una reexión nal.
REVISIÓN DE LITERATURA DE LA AGRICULTURA FAMILIAR
La revisión que se realiza no es exhaustiva, tiene el propósito de identicar rasgos
propios de la agricultura familiar que le permiten tener mayor capacidad de resilien-
cia en situaciones de crisis como la pandemia.
Jan Douwe van der Ploeg, en referencia a tres estudios de caso en Perú, Italia y
Holanda, a lo largo de tres décadas, señala a la agricultura familiar como una forma de
vida que se caracteriza por controlar los principales recursos de la nca, no solo físicos,
como tierra y agua, sino también intangibles, como conocimiento, manejo de redes,
mercados y copropiedad de cooperativas. La mayor cantidad de fuerza de trabajo es
familiar y el nexo entre las familias y la nca determina decisiones de desarrollo que
permiten un balance entre disponibilidad de recursos, producción y satisfacción de
necesidades (Van der Ploeg, 2013). En esta concepción, es relevante resaltar el control
de los recursos que dispone la agricultura, lo que le permite tomar sus propias decisio-
nes y tener un grado de autonomía en el desempeño de sus actividades.
Schneider, señala que la agricultura familiar tiene como antecedentes al cam-
pesinado y a la pequeña propiedad, términos que han sido utilizados en contextos y
momentos políticos diferentes en América Latina. El investigador hace un recorri-
do de los distintos contenidos del término. Así, en los años cincuenta y sesenta que
se impulsaron las reformas agrarias en América Latina, el campesinado y su po-
tencial revolucionario trató de ser contenido con el programa de la Alianza para el
Progreso. Después, en la década de los setenta, los pequeños productores aparecen
vinculados a la modernización de la agricultura a través de la Revolución Verde.
A partir de mediados de los noventa (1996) con la Cumbre de Roma y las Metas del
Milenio, se reaviva el debate y la preocupación por la pobreza rural y el hambre y
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Contreras J.
se trata a la pequeña producción bajo el término de agricultura familiar (Schneider,
2014). Esta perspectiva, además de presentar la variedad de signicados que se
ha dado a la agricultura familiar, enfatiza la permanencia de esta agricultura a lo
largo del tiempo.
Estudios de Ecuador, como el de Wong y Ludeña (2006), a partir de los datos
de la Encuesta de Condiciones de Vida () de 1998, evidencian la magnitud de la
agricultura familiar en el país y determinan una tipología, para lo cual consideran
como criterios de segregación al trabajo familiar y la contratación o no de mano de
obra asalariada. Los investigadores identican tres tipos de agricultura familiar:
a) agricultura familiar de subsistencia (no contrata mano de obra), b) agricultura
familiar de transición (contrata mano de obra ocasional), y c) agricultura familiar
consolidada (contrata mano de obra permanente) (Martínez, 2013 p.10). El conjunto
de datos indica que más del 50% de agricultura familiar, en todas las regiones del
Ecuador, se concentra en la agricultura familiar de subsistencia.
Por su parte, Martínez, en el 2013, utilizando los datos de la  de 1999 y del
2006 del Ecuador, construyó como unidad de análisis «hogares familiares» seleccio-
nados a través de: acceso a algún recurso agropecuario (tierra, agua), b) utilización
de mano de obra familiar, c) contratación de un asalariado externo a la familia, d)
producción de algún bien agro-silvo-pastoril. Posteriormente, discriminó los hogares
por ingreso agropecuario y obtuvo dos tipos de agricultura familiar: la diversicada
y la especializada. Martínez consideró que: los hogares que tienen un 75% y más de
ingreso proveniente de la agricultura corresponden a la agricultura familiar espe-
cializada () y los hogares que tienen el 25% o menos ingresos provenientes de
actividades agropecuarias pertenecen a la agricultura familiar diversicada ()
(Martínez, 2013, pp. 12-13). Con esta tipología, más del 30% de la agricultura familiar
en todas las regiones del país, pertenecía a la agricultura familiar diversicada debi-
do a que el 75% de sus ingresos provenían de fuentes diferentes a las agropecuarias.
Las características develan también diversas trayectorias que podría seguir la
agricultura familiar diversicada y especializada. Esta última, , si bien tiene
como eje la actividad agrícola y su vinculación al mercado interno y de exportación,
las actividades no agropecuarias podrían estar desempeñadas por las nuevas gene-
raciones, lo que representa una disminución de la mano de obra familiar para la
agricultura (Hernández Phelias, 2012 citado por Martínez, 2013, p. 23).
La , en cambio, depende de otra serie de ingresos como bono de desarrollo
humano, remesas, otras actividades no agrícolas. En este espacio se abre una gama
de posibilidades desde sectores pauperizados hasta sectores con viabilidad econó-
mica que no desempeñan actividades agropecuarias. La tipología propuesta, según
lo resalta Martínez, plantea contextos más y menos favorables para la permanencia
de la agricultura familiar, que no son generalizables a todo el país. Por ejemplo, las
provincias de Tungurahua y Azuay con «presencia amigable de mercados, la ausencia
de procesos de concentración de tierra, el apoyo de gobiernos locales hacia las inicia-
tivas económicas locales ha creado las condiciones para que la  pueda convertirse
en el eje del desarrollo territorial» (Martínez 2013, p. 24). Las tipologías presentan
a la agricultura familiar como una entidad dinámica que demuestra evolución a lo
largo del tiempo con diversos grados de articulación a objetivos más amplios, como
podría ser la integración al mercado.
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Agricultura familiar, base de la comercialización agroecológica
Justamente, en relación con los objetivos de mercado, Forero (2010), en su aprecia-
ción de la agricultura familiar colombiana, con relación a la disyuntiva de su raciona-
lidad capitalista o no, se pregunta si el campesinado es un empresario con una lógica
totalmente de mercado, o bien, en el otro ámbito, se considera un campesinado au-
tosuciente, alejado y vinculado a mercados exclusivos o de nicho que les permite
continuar con su reproducción centrada en la satisfacción de sus necesidades y no
la acumulación. Las características especícas del campesinado en cada una de es-
tas interpretaciones se exponen en la tabla 1 (ver Tabla 1).
La constatación de Forero (2010, p. 15), es que la racionalidad económica de
la agricultura familiar está entre al ámbito monetario y el ámbito doméstico o no
monetario, en el primero se desenvuelven las transacciones mediadas por el dine-
ro; en tanto que, en el segundo, se desenvuelven las relaciones vinculadas con la
reciprocidad, intercambio no monetario (Forero, 2010). Es decir, existe una relación
complementaria entre las dos tendencias en la agricultura familiar.
Lo señalado por Forero está vinculado a lo que constató Polanyi (1957) en las
comunidades primitivas, en las que no está presente solo un interés económico,
sino que priman otros intereses vinculados con la reciprocidad y otras formas de
intercambio que exceden el valor de cambio. En estas últimas lo «económico» es
observable empíricamente y se reere a las relaciones que los grupos establecen para
la provisión de bienes y servicios materiales. La anterior es una denición sustantiva
o real de «lo económico». Se diferencia de la denición formal de lo «económico»
que corresponde a las sociedades de mercado y hace referencia a una acción racional
que implica nes explícitos, medios delimitados y la distribución de bienes escasos
(Narotzky, 2004, p.76).
A partir de la denición sustantiva de lo económico Polanyi identica tres patro-
nes que integran las economías y que se repiten recurrentemente, la reciprocidad,
la redistribución y el intercambio. Mientras que en el primer patrón existe una rela-
ción simétrica entre los grupos, en el segundo, la redistribución supone primero una
centralización de los bienes y servicios para después distribuirlos, lo que implica una
distribución de poder asimétrica. El último patrón supone tres tipos de intercambio
uno de manos exclusivamente, otro por una tasa ja y un tercer tipo de intercambio
a una tasa negociada (1957, pp. 254-255). Este intercambio hace relación al mercado
como institución
1
exclusivamente económica, el intercambio se realiza a través de la
oferta y la demanda. En suma, en una interpretación más completa, el mercado no
solo incluye lo «económico», sino otras instituciones sociales, por tanto, las decisiones
de producción, distribución y consumo no están integradas. Los mercados periféricos
donde se intercambian productos de agricultura familiar son un ejemplo de este tipo
(Narotzky, 2004, pp. 79, 82, 83). En consecuencia, en estos mercados se estima que
existe una racionalidad diferente, basada en las relaciones sociales, culturales en la
que una de las entidades que mayor participación tiene es la agricultura familiar.
Paz (2017, pp. 43, 45-46) recoge lo mencionado por los investigadores anteriores
cuando señala que la agricultura familiar () tiene una «racionalidad económica
1 Instituciones se entiende como los movimientos interdependientes y recurrentes para el empleo de los recursos naturales
y la organización de la cooperación humana que forman una estructura que integra los procesos económicos de toda
sociedad y que sigue patrones de integración (Naroztsky, 2004, 77).
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Tabla 1. Características del campesinado de acuerdo a su racionalidad
campesina práctica» en la que no dominan los mismos valores y lógicas de los prin-
cipios de mercado capitalista, por ello su subsistencia corresponde con que no solo
existe el mercado formal capitalista, no existe una correspondencia entre tiempo de
producción y tiempo de trabajo en la producción agropecuaria, y la  se inserta en
lo que el investigador llaman «grietas» del mercado capitalista donde la  se inserta
con sus propias estrategias. La racionalidad campesina práctica, señala Paz, es parte
de la cosmovisión de los campesinos dentro de los que se aplican «pericias, conoci-
mientos y destrezas que permiten generar un proyecto propio en el que se recogen
recursos disponibles y posibles como son disponibilidad de mercado, redes sociales,
tecnología, conocimientos propios» (Paz, 2017, p, 46).
Justamente, se propone en este artículo que es esta racionalidad campesina
práctica la que permitió que la agricultura familiar campesina pueda resistir frente
a situaciones de crisis como la pandemia, ya que la agricultura familiar, como insti-
tución informal, en el transcurso del tiempo ha acumulado pericias, conocimientos
y destrezas que se aplicaron para responder a las restricciones que la pandemia
impuso. Una de las prácticas que se fortaleció en este proceso fueron los circuitos
cortos de comercialización que, desde la perspectiva agroecológica al favorecer las
relaciones sociales de comercio directas, reconoce a la agricultura familiar como
productora y rescata el papel de los y las consumidoras.
AGRICULTURA FAMILIAR, UNA INSTITUCIÓN EN EL ÁREA RURAL
Una de las formas de analizar las instituciones son las tendencias neoinstituciona-
listas, que surgen como una crítica a la teoría neoclásica reduccionista, que centra
la atención en el mercado como único medio de asignación de recursos y que pone
 
Empresarios Mercado acarrea condiciones funestas para el
campesino
Mercado
Competitividad eciente Fortalecer la seguridad alimentaria
Inserción al mercado Autoconsumo e intercambios en las
comunidades
Excluye autoconsumo Minimización dependencia de insumos
externos
Participa en cadenas productivas Participación en circuitos comerciales
restringidos
Mantiene acuerdos competitivos Mercados de productos orgánicos, justos, de pro-
ductores a consumidores
Participa en clústers regionales
Política complementaria para alivio de la pobreza
Fuente: Forero Álvarez (2010, p. 15).
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Agricultura familiar, base de la comercialización agroecológica
énfasis en la racionalidad del individuo para la toma de decisiones en el mercado.
Incorporan en el análisis económico a las instituciones formales (normas de carác-
ter legal) e informales (costumbres y percepciones) como factor determinante del
desarrollo (Téllez y Cubillos 2009, p. 223).
Veblen y North (1993) representan a las tendencias neoinstitucionalistas. Para
ellos, las instituciones tienen que ver con las normas conductuales que despliegan
una trayectoria que va desde el individuo al colectivo. Veblen, en relación con las
formas institucionales no formales, señala que son los hábitos que se convierten en
conocimiento, mientras que North las identica como códigos de conducta que se
transmiten socialmente y son parte de la herencia cultural.
La propuesta neoinstitucionalista integra las formas institucionales no formales
con el área rural, esto es el fundamento de la nueva ruralidad, que implica el uso
multifuncional del espacio para producción, transformación y recreación, así como
la gestión para conservación de recursos naturales; la integración de la población ru-
ral a redes globales de comunicación, información e intercambio mercantil, el mane-
jo descentralizado de la institucionalidad. «En conjunto, estas tendencias se traducen
en una revalorización de las funciones del medio rural para que los agentes puedan
cumplir con las nuevas funciones» Clemens y Rubén (2001, p. 68). En este sentido,
es en la agricultura familiar donde se produce esta revalorización de las funciones.
Ante los desafíos de la nueva ruralidad, la agroecología emerge desde una serie
de proyectos productivos de comunidades rurales implementados para la agricultura
familiar, que combinan el manejo sustentable de recursos naturales, el bienestar de
sus miembros y la generación de excedentes bajo formas organizativas propias, que
implican acuerdos formales e informales (Barkin y Rosas, 2009, p. 92).
La agricultura familiar que practica la agroecología al conjugar costumbres,
prácticas y el uso multifuncional del espacio, puede ser considerada como institución
informal. Además, se alinea con las corrientes neo-institucionalistas que reconocen
como parte de las instituciones al conocimiento cultural ancestral acumulado y del
cual depende su futuro. Asimismo, desde la perspectiva de la agroecología, la agri-
cultura familiar es la base de los agroecosistemas y de las instituciones y las organiza-
ciones bajo las que se desarrollan los sistemas agroecológicos, ya que, según Altieri,
«la agroecología puede servir como paradigma directivo ya que dene, clasica y
estudia los sistemas agrícolas desde una perspectiva ecológica y socioeconómica»
(Altieri, 2009, p. 79).
Los principios anotados han sido desarrollados en iniciativas emprendidas
a nivel local, territorial y mundial por , la academia, instituciones públicas y
privadas. En varios lugares de América Latina, con organizaciones campesinas, el
enfoque general ha sido mejorar cuidadosamente los sistemas campesinos existentes
con elementos apropiados de la etnociencia y de la ciencia agrícola moderna (Altieri,
2009, p. 102).
North (1993), adicionalmente, señala que una ventaja de las instituciones es el
manejo de la información y el poder para generar un contexto más estable, en esta
premisa se articula con la agroecología a través de los mecanismos de acercamien-
to y transparencia propuestos en los canales alternativos de comercialización, por
ejemplo, los circuitos cortos alimentarios. Binimelis y Descombes (2010), desde las
experiencias europeas, denen a los circuitos como redes alternativas fuertes que
abarcan no solo criterios de mercado, de calidad del producto y cuidado ambiental,
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sino además condiciones laborales y de protección animal. Los criterios centrales
para abordar el estudio de los circuitos son proximidad, relación, información,
participación, inclusión y sostenibilidad social. En este punto de vista, los circuitos
cortos de comercialización son parte de iniciativas que transforman el mercado en
un medio para el desarrollo más que en un n en sí.
En el caso de las experiencias latinoamericanas, la agroecología, al favorecer
las relaciones sociales de comercio directas, reconoce a la agricultura familiar como
productora y rescata el papel de los y las consumidoras. De acuerdo con Altieri y
Toledo, la agroecología busca de esta manera fortalecer los mercados locales, donde
se promocionan las redes horizontales que vinculan a la agricultura familiar para
promover el intercambio de innovaciones exitosas y conseguir la soberanía alimen-
taria, tecnológica y energética. (Altieri y Toledo, 2011). López (2012) complementa lo
señalado enfatizando que tanto productor como consumidor en los circuitos cortos
de comercialización mantienen un alto poder de decisión en cuanto a qué se produce
y cómo se produce. La agricultura familiar en el sentido señalado por López aplica
la «racionalidad práctica campesina» (Paz, 2017), al discernir qué producto ofrecer
y cómo intercambiarlo.
Por otra parte, estos circuitos cortos de comercialización basados en la conanza,
solidaridad y acuerdos institucionales no formales que se gestan en la agricultura fa-
miliar, favorecen también la reducción de costos, debido a la vecindad como bien lo
señala Azalea y Mercado, debido a la «especicidad de sitio o ubicación, el comprador
y el vendedor se encuentran en una relación de estrecha vecindad geográca minimi-
zando los costos de transportación e inventario» (Azalea y Mercado, 2011, p. 96).
Chauveau y Taipe (2012), en un estudio sobre comercialización en Ecuador, de-
nen a los circuitos cortos de comercialización como  (circuitos cortos alter-
nativos) abarcan una variedad de productos a diferencia de la cadena de producción
de un solo producto. El adjetivo cortos describe la relación directa entre productor y
consumidor o los representantes de cada grupo, en tanto que alternativos se reere
a los objetivos distintos a la comercialización de agricultura convencional. Este tipo
de comercialización puede asumir varios mecanismos que son ferias campesinas,
tiendas de productos campesinos, canastas de consumidores, compras públicas por
parte del Estado, mercados internacionales de comercio justo. De acuerdo con la
investigación en Ecuador, en los circuitos cortos los actores están organizados, hacen
referencia a la agricultura familiar en tanto abarcan la soberanía alimentaria, al em-
poderamiento de familias, la sostenibilidad económica y ambiental en los territorios
rurales y al fomento de relaciones más equitativas entre campo y ciudad (2012, p. 9).
En este orden de ideas, los circuitos cortos de comercialización no son simple-
mente económicos, sino que están imbricados en el conjunto de la vida social de
la agricultura familiar. A diferencia de las otras deniciones de circuitos cortos, la
agroecología enfatiza la calidad de los productos, que no solo se reconoce en el mer-
cado, sino que involucra el proceso productivo. Privilegia los circuitos cortos cara a
cara, que se dan en los mercados de cercanía o proximidad que ancestralmente se
realizaban en las localidades, de esta manera, en una estrategia de más largo plazo se
tendría como meta la formación de «territorios agroecológicos» (Altieri, 2015). Estos
territorios podrían ser interpretados como espacios locales donde se producen de
forma sostenible, ofrecen, demandan y consumen productos agroecológicos, a través
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Agricultura familiar, base de la comercialización agroecológica
de redes de apoyo económico, social y cultural. Vale resaltar que la base de los espa-
cios locales señalados es la agricultura familiar y sus redes de apoyo e intercambio.
Appendini y Nuijten (2008, p. 257), por su parte, al estudiar las instituciones loca-
les llaman la atención sobre los arreglos que los grupos establecen para su subsisten-
cia cotidiana y como ellos pueden calicarse como «prácticas organizativas», que no
necesariamente establecen organizaciones, pero que movilizan redes de información
para proporcionar datos cruciales, apoyo nanciero y ayuda práctica. Estas prácticas
podrían con el tiempo devenir en formas de ordenación y regularización o, como las
autoras señalan, podrán institucionalizarse.
Las formas institucionales no formales de acuerdo a lo sugerido, entonces, tendrían
mayor relevancia en los ámbitos locales, que son los territorios donde mayor can-
tidad de investigación agroecológica se realiza, pero además son el camino para el
ujo de información que es la base para la reducción de los costos de transacción y
para el mantenimiento de las actividades agropecuarias. Vale la pena resaltar que
estas instituciones no formales están basadas en la agricultura familiar.
El análisis de redes, desde la sociología de las organizaciones presenta un paso
adelante a lo señalado, «intenta dar cuenta de las relaciones que unen entre sí actores
y unidades (hogares, empresas, naciones) con una perspectiva interna y del entorno
que les rodea» (Urteaga, 2012, p. 166). Especial interés merece en este análisis las
relaciones que se establecen entre los actores que se caracterizan por intercambios
no económicos.
Estas relaciones pueden generar capital social entendido como «un conjunto
de recursos disponibles para los individuos derivados de su participación en redes
sociales». La denición estructural de capital social se deriva fundamentalmente de
los trabajos de Bourdieu (1986), Coleman (1988, 1990) y Lin (2001), citado por Gar-
cía-Valdecasas, (2011, p. 139). En este marco de referencia se genera reciprocidad
y conanza entre los miembros de la red y se puede difundir información y nuevas
ideas a través de la innovación (García-Valdecasas, 2011, p. 141).
Durston (2002, pp. 104, 105) extiende el concepto de capital social a la comu-
nidad sugiriendo que el capital social puede ser comunitario, como una forma de
institucionalidad social, con un arraigo local, donde los participantes plantean el
bien común como objetivo, estas relaciones existentes pueden ser observables, es
la institucionalidad informal.
No obstante, la reciprocidad es la base de la generación y mantenimiento del
capital social comunitario, con base en la agricultura familiar, que se expresa en la
entrega y recepción de dones y regalos; estos fenómenos son hechos sociales totales
en el sentido que involucran no solo a la economía, sino a la religión, el derecho, la
estética, entre otros. Las transacciones involucran tres momentos el dar, recibir y
devolver. El intercambio, por tanto, al no ser puramente económico comporta una
serie de características que denen una circulación no solo de objetos inertes, sino
de cortesías, festines y espíritus del objeto entregado. Además, en el intercambio
intervienen grupos, colectividades y no individuos. Lo que se intercambia no son
mercancías, sino dones, que es un indicativo también de la jerarquía de quien da
(Mauss, 1971).
En el marco señalado, la agricultura familiar tiene este capital social que compo-
ne la racionalidad campesina, práctica que mencionó Paz (2017) y es lo que permitió
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Contreras J.
a la agricultura familiar resistir una crisis como la pandemia. En el acápite que sigue
se presentan algunos ejemplos que evidencian esto.
PANDEMIA Y AGRICULTURA FAMILIAR CAMPESINA
La centralidad de la agricultura familiar como institución informal clave para la co-
mercialización agroecológica se reaviva en épocas de crisis, como la pandemia de-
clarada en Ecuador, América Latina y el Caribe a partir de 2019. De acuerdo con el
director ejecutivo del  «la pandemia de -19 ha sido devastadora en Améri
-
ca Latina […] Las familias pasan dicultades para comprar productos básicos como
comida» (, 2020). Frente a esta situación de crisis, varios estudios documentan
como las potencialidades de la agricultura familiar, en cuanto a establecer estrate-
gias frente a sus propios recursos, en palabras de Paz (2017), la aplicación de la «ra-
cionalidad campesina práctica», ha brindado soluciones reales a la situación, que
además representan resistencia y revalorización de otros aspectos diferentes a los
centrados exclusivamente en el mercado de bienes y servicios.
El caso de Queseros Artesanales en el Centro de México, documentado por Fer-
nández, Espinoza, Thomé, Cervantes (2022), como respuesta al bloqueo comercial
por la pandemia, señala que los agricultores familiares, productores de leche y de
queso en el área rural, utilizaron la vía de comunicación digital para mantener, pri-
mero, los contactos entre los propios productores, después esta comunicación se
extendió a las personas que articulaban la cadena de la leche, es decir, no se modi-
caron las «prácticas organizativas» lo que se cambio es el canal de comunicación.
La comercialización de sus productos se mantuvo e incluso aprovecharon sus redes
para darse a conocer en su territorio, creando nuevos canales de comercialización
directa, entre productores y consumidores. En suma, la «racionalidad práctica cam-
pesina» demostró su capacidad para que la crisis sea una oportunidad y mantener
su fuente de vida y trabajo. Además de suscitar iniciativas de circuitos cortos de
comercialización.
Experiencias similares a la señalada se encuentran documentadas a lo largo del
continente sudamericano. La revalorización de la agricultura familiar en este contex-
to ha propiciado además sistemas innovadores, como señalan Viteri, M. L., Vitale, J.
y Quinteros, G. (2020) al referirse a la agricultura familiar en Argentina, los circuitos
cortos que estaban ya organizados y funcionando en el territorio desde antes de la
pandemia, innovaron creando grupos de comercio a través de redes con el internet y
tuvieron más asertividad las organizaciones de agricultura familiar, que las unidades
de agricultura familiar que funcionaron de manera individual. La organización sirvió
como red de apoyo para la distribución y venta, este es otro ejemplo de «racionalidad
práctica campesina» que favorece el mantenimiento del capital social a través de la
organización y en el que los circuitos cortos de comercialización en el territorio se
vieron fortalecidos.
Contreras (2017) al estudiar la organización de productores , compuesta
por más de 300 agricultores familiares agroecológicos, evidenció que gracias a sus
redes sociales y culturales de apoyo mantienen un mercado permanente en Ambato,
Ecuador. Se puntualizó que en estos mercados se ha generado una delización de los
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consumidores y un proceso de valoración de los productos que va más allá del aspec-
to económico. Por tanto, se rescató en estas transacciones aspectos de reciprocidad y
entrega de regalos y agrados como son la «yapa», por ejemplo, que son productos que
se regalan al «casero» o comprador/ consumidor (Contreras, Paredes, Turbay, 2017).
Esta misma organización al ser consultada en junio de 2021 (Paredes y Contreras,
2021) para conocer los cambios más importantes y las estrategias para enfrentar las
medidas para controlar la pandemia, señalaron: lo esencial de poseer un medio de
alimentación propia centrada en la producción agrícola; mencionaron que las acti-
vidades agrícolas se incrementaron por la dicultad de movilizarse, además todos los
miembros de la familia se volcaron a las tareas agropecuarias e incluso en muchos de
los casos se ampliaron los territorios utilizados para estas tareas. Es decir, los propios
conocimientos de la agricultura familiar permitieron contar con autonomía en la
crisis. Además, indicaron que, dentro de la familia, las tareas se incrementaron para
las mujeres y hubo un relevo generacional de madres a hijos e hijas, quienes incluso
buscaron nuevas formas de comercializar los productos, debido al cierre del merca-
do permanente de la organización que se implementaba todos los días sábados. Así
los hijos jóvenes compartieron sus productos con amigos de la ciudad cercana que
es Ambato. Lo señalado se ajusta a esta «racionalidad práctica campesina» porque
incorpora prácticas organizativas en la propia agricultura familiar que, de manera
resiliente, como señala Paz (2017), se insertan en las grietas del mercado capitalista.
Igualmente, en este caso los circuitos cortos de comercialización se vieron fortale-
cidos en el tiempo de crisis.
La investigación sobre el covid en la agricultura familiar, realizada por el ,
, , Unión Tierra y Vida para el 2022, señala con mayor detalle las múltiples
estrategias que las comunidades rurales aplicaron para enfrentar la crisis del covid.
Estas estrategias son, por ejemplo, formas de control comunitario de los contagios,
protocolos de autoprotección, tratamientos preventivos con medicina casera, inter-
cambio de productos entre familias, activación de redes de comercialización entre
el campo y la ciudad ( et al., 2022, p. 8). Estas estrategias se pueden identicar
como «prácticas organizativas», que surgieron de los conocimientos y pericias que la
agricultura familiar ha acumulado a lo largo del tiempo y que se activaron y adapta-
ron para las circunstancias que las medidas restrictivas de la pandemia imponían, lo
que compone como hemos ya señalado la «racionalidad práctica campesina». En el
estudio se pone en evidencia, una vez más, el fortalecimiento de los circuitos cortos
de comercialización en la época de la pandemia.
REFLEXIÓN FINAL
Las trayectorias de adaptación y resiliencia documentadas han evidenciado como la
agricultura familiar, al ser una institución informal es la base de la nueva ruralidad
y gracias a la aplicación de la racionalidad práctica campesina, que supone conoci-
mientos, pericias y su adaptación a los distintos contextos, ha permitido que encuen-
tre oportunidades en medio de la crisis de la pandemia. Sin embargo, es relevante
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Contreras J.
reconocer las necesidades permanentes de la agricultura familiar en cuanto a me-
dios nancieros, legales para continuar con su trabajo y comercialización justa de
sus productos, la carencia de los mecanismos dentro de sus territorios para que es-
tas necesidades sean escuchadas y concretadas a través de políticas públicas, de ahí
que se hace central fortalecer a la agricultura familiar como institución informal en
el área rural y su interlocución como Grisa y Sauborin (2019) mencionan atendiendo
a la diversidad y heterogeneidad de la agricultura familiar, pero, además, revalori-
zando los ámbitos en los que se desenvuelve, que se encuentran fuera del mercado de
transacciones exclusivamente comerciales con valores exclusivamente monetarios.
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