
Pedro Duarte
REVISTA ECONOMÍA , noviembre 2025 | pISSN | eISSN 2697-3332 21
basada en la proximidad entre el capital extranjero y la burguesía nacional y la inter-
nacionalización de la industria manufacturera una vez establecida en estos países,
permitió el surgimiento de centros de producción más dinámicos en América Latina,
exactamente los que Marini denomina centros medios de acumulación.
Sin embargo, la tendencia es que estos sectores productivos caigan en un doble
proceso: por un lado, reproduciendo los mismos patrones observados en las activi-
dades primario exportadoras, con el predominio de una elevada superexplotación de
la fuerza de trabajo y la extensión del ejército industrial de reserva, ya que se basan
en tecnologías más productivas y, por tanto, en una mayor composición orgánica del
capital, lo que promueve la marginalización y reduce la capacidad de consumo de la
clase trabajadora. Por otro lado, la producción industrial se concentra en bienes de
consumo suntuarios, destinados exclusivamente a las clases más ricas. En consecuen-
cia, esta industria se desarrolló en un marco restrictivo para la producción, tanto por
estar dirigida a las clases altas como por las restricciones impuestas al crecimiento
del mercado de consumo. Por estas razones, la apertura al mercado externo para la
exportación de manufacturas se presenta como una solución al problema de la rea-
lización de la producción mediante estrategias de dominación del mercado (Amaral,
2012). En este sentido, se trataría de una especie de imperialismo dependiente4.
No obstante, la implantación del capital extranjero en las economías latinoa-
mericanas se encuentra plagada de contradicciones, dado que los procesos de
cooperación e integración del capital imperialista en las economías nacionales
conllevan a una intensicación del conicto de clases, ya sea entre los grupos indus-
triales y los terratenientes exportadores, entre la industria y la agricultura para el
mercado interno, o entre los grandes terratenientes y el campesinado, así como de
los intereses del capital extranjero y nacional. En consecuencia, la integración entre
el capital imperialista y los centros medios de acumulación se maniesta a través
de una “cooperación antagónica” (Souza, 2017), lo que implica un pacto entre las
burguesías nacionales e internacionales que permite un cierto grado de autono-
mía para los centros periféricos, al tiempo que refuerza los elementos de la lógica
dependiente. Esta integración se transforma así en una asociación desigual y con-
tradictoria, y, por lo tanto, conduce a la negación de dicha integración.
En el caso de Brasil, estos elementos surtieron efecto tras el golpe militar de 1964,
cuando se estableció una política exterior basada en la interdependencia continental
que consolidó el vínculo con la lógica imperialista estadounidense. La nueva política
no implicó una aceptación pasiva de las decisiones de .., sino una colabora-
ción activa en su expansión imperialista, asumiendo una posición clave en ella. Sin
embargo, al tratarse de un país con un fuerte crecimiento demográco, la aplicación
de la industrialización con tecnología ahorradora de mano de obra no solo crearía
dicultades para absorber la masa de trabajadores, sino también para ampliar el
mercado interno hasta alcanzar un nivel capaz de absorber el aumento de la produc-
tividad. Por lo tanto, Brasil no tuvo más remedio que intentar expandirse hacia el
mercado exterior, lo que garantizaría una reserva de mercado para su producción. La
expansión imperialista de Brasil en América Latina, que según Marini corresponde
al subimperialismo, sería la solución que, por un lado, consolidaría la nueva fase
de expansión industrial de Brasil y, por otro, se ajustaría al proceso de expansión
imperialista de .. sobre América Latina.