Ignacio Andrés Rossi

el pensamiento económico de alejandro bunge

Universidad Nacional de General Sarmiento (Argentina)

doi: 10.29166/economa.v74i120.4000

El Ministerio de Economía de la Argen- tina viene promoviendo, a través de publicaciones recientes, el debate sobre la historia del pensamiento económico. Específicamente, de aquellos personajes que por su trascendencia histórica tuvie- ron una importante relevancia e impacto regional, comoRaúl Prebisch, Aldo Ferrer, Marcelo Diamand, entre otros.1 Esta ini- ciativa no solo resulta relevante para la Argentina, sino para el conjunto de los países de América Latina que, siempre vulnerables a los avatares de la economía mundial, de los efectos provenientes de las naciones desarrolladas y de los organis- mos financieros internacionales, pueden enriquecerse de los aportes de diversos intelectuales heterodoxos de la economía y la política económica. En esta reseña nos ocupamos de sintetizar y analizar la importancia del pensamiento econó- mico de Alejandro Bunge (1880-1943),

recientemente publicado por el sello edi- torial Manuel Belgrano.

En un comienzo, es Andrés Asain el encargado de introducir algunas reflexio - nes preliminares al libro que recopila los principales aportes de Bunge. Como des- taca, el economista Bunge fue uno de los exponentes más grandes del desarrollo industrial en la era del consenso del mode- lo agroexportador (1880-1930). Aunque, a su vez, fue parte de la élite conservadora que se alineaba a las grandes consignas de la estrategia agroexportadora, sus ideas de avanzada lo condenaron al margen del pensamiento mainstream de la econo- mía en su época. Así, los debates entre las élites liberales de raíz agropecuaria y los partidarios del disruptivo movimiento del presidente Hipólito Yrigoyen (1916-1922 y 1928-1930), que en cierta medida tampoco cuestionaban el modelo agroexportador, hicieron que sus propuestas industrializa- doras aparecieran como inusitadas.

Noobstante, Bungese encargó de con- densar untrabajo prolífico enla prestigiosa Revista de Economía Argentina, insistien- do en los planteamientos que tomaban como punto de partida la discusión sobre el agotamiento del modelo agropecuario, del impacto negativo que generaba en la economía la reducción de los precios de las materias primas, la posibilidad de desa- rrollar una unidad aduanera con países del sur y generar mecanismos para revertir la dependencia económica, entre otras discu- siones. Como sostiene Asain, las ideas de Bunge, comosu posterior difusión a través de sus discípulos nucleados en el Instituto Alejandro Bunge, fueron importantes a la hora de generar antecedentes de rele- vancia en generaciones de economistas comoen instituciones que posteriormente impulsarían el estructuralismo latinoame- ricano. Así, la preocupación por conciliar el modelo agropecuario con una industria interna que motorizara el desarrollo nacio- nal estuvo en el centro del pensamiento

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bungeano, recuperando así las propues- tas industrialistas del economista alemán Friedrich List (1789-1846).

Los textos, artículos y conferencias de Bunge recopilados en esta edición del Ministerio de Economía argentino cons- tituyen piezas relevantes para el debate intelectual. Así, por ejemplo, en «La nueva política económica argentina», con- ferencia dictada en 1921, puede verse con claridad la preocupación de Bunge por acabar con una producción «simple» (con - centrada en el procesamiento mínimo de materias primas y alimentos), sin por eso negar el dinamismo del modelo agroex - portador. Como buen historicista, Bunge debatía con argumentos que recuperaban la experiencia de naciones industria - lizadas, principalmente las teorías del rendimiento absoluto y las concepciones de invariabilidad de las estructuras econó- micas. Así, bogaba por una diversificación de cultivos agropecuarios, en articulación con la promoción de industrias deriva- das del sector primarios. En este sentido, Bunge no negaba el progreso económico que permitió a la burguesía terrateniente desplegar el modelo agroexportador y su vinculación con Inglaterra y otras nacio- nes desarrolladas. Sin embargo, veía con preocupación la sustituible producción argentina en los dominios británicos, ase- gurando que un peligro palpable sería que «vendríamos a quedar casi fuera de su órbita comercial» (p. 73). Por ello, ase - guraba que Argentina no era más que un país «satélite» en el esquema dominado por las naciones desarrolladas, principal- mente Inglaterra. De la misma manera, tuvo en cuenta el peligro que significaba para la Argentina la política proteccionista del camponorteamericano, lo que deman- daba aún más el fomento a las industrias alimentarias y la industrialización que supusieran una mayor diversificación como el arroz, la yerba mate, la seda, entre otras. Así, sus ideas nacionalistas lo

llevaron a cuestionar el libre cambio y el cosmopolitismo de las elites argentinas y a exaltar, por el contrario, factores físicos como las formaciones carboníferas, los yacimientos de petróleo, los minerales para la construcción, entre otros, reivin- dicando una lucha contra su importación. Durante los años 1920, en la denomi- nada unidad del valor, pueden examinarse las discusiones que Bunge abriera con economistas internacionales de la talla de Irvin Fisher (1867-1947) y Charles Gide (1847-1932) sobre temas como el aumento de precios primarios y los shocks interna- cionales, entre otros asuntos. Justamente, el tema del aumento de los precios inter- nacionales interesó a Bunge más que otros, atribuyendo especial importancia a la mayor estabilidad de los precios manu- facturados importados de las naciones desarrolladas. Sin embargo, el aumen- to de estos últimos, según razonaba Bunge, podían explicar en gran medi - da la inflación en contextos de ausencia de expansión monetaria y de crédito en la Argentina de aquel entonces. La vieja discusión de la emisión monetaria como causa de la inflación fue remontada por Bunge, quien en sus pronunciamientos analizaba cómo la base monetaria de la Argentina crecía progresivamente duran- te los primeros lustros del siglo xx, pero acompañada de una mayor capacidad económica nacional (años en que ope- raba la llamada Caja de Conversión). De esta manera, el economista planteaba un problema de vital importancia por su tras- cendencia histórica contemporánea: no podía esperarse una deflación doméstica dado que, post Primera Guerra Mundial, los factores externos la incentivaban.

En Una crisis de las fuerzas creadoras , texto publicado en 1927, Bunge se detuvo en los cambios irreversibles que dejaba la post Primera Guerra en la economía mundial y especialmente en la Argentina. El economista insistía en la existencia

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de trabas al desarrollo que imponían un menor ritmo de crecimiento. Así, argu- mentaba que la baja de la producción agrícola en más del 30% (1908-1925), aún más las de ganado lanar y vacuno, expli - caban una disminución del 11% de las exportaciones. Este marco, impactaba también negativamente en la industria, la obra pública y las inversiones extranjeras. Aunque Bunge observaba una estabili- zación de la producción en cantidades durante 1926, destacaba que el costo de vida local no había aumentado y la mone- da nacional no se había depreciado, pero insistía en las consecuencias negativas de la caída de los precios de exportaciones. Esto llevaba a Bunge a pronunciarse como contrario de los métodos de reajuste que se sugerían en las teorías convencionales, las cuales propiciaban mayor desregulación para «dejar hacer» a los mercados, como la restricción monetaria, la reducción de los gastos fiscales, la baja de los salarios, la reducción del consumo, entre otros facto- res. Por el contrario, promovía el aumento de la eficiencia mediante mejores métodos productivos, incorporación de máquinas y tecnologías de punta. Puntualmente, observaba el taylorismo norteamericano y mostraba interés en la industria como punta de lanza, sin por eso descuidar la producción agropecuaria. Respecto a esta última, recomendaba una colonización de tierras y aumento de la producción en el mediano plazo, incremento del transpor- te acorde al aumento de las toneladas de productos exportables, mayor producción de kilómetros en caminos como estrate- gia análoga a las naciones jóvenes como Canadá o Australia. También sugería la utilización de las deudas flotantes de la nación, provincias y municipios en obras reproductivas.

Luego, en el apartado denominado La baja del cambio no ha valorizado el tri - go, puede analizarse como el pensador económico advertía sobre la correlación

entre el tipo de cambio y los precios de los cereales. Así, argumentaba contra los defensores del cambio bajo los efec- tos desfavorables de una política de este tipo, incentivando la venta de trigo, por ejemplo, a precios bajos ante la necesi- dad de medios de pago en oro. Luego, en la conferencia «La independencia econó- mica argentina» dictada en 1938 dedicó mayor importancia a la cuestión del desa- rrollo nacional. Reivindicando las alturas de las circunstancias y las oportunidades que abrían las secuelas de la crisis inter- nacional, Bunge se apoyaba en las ideas de los pioneros del desarrollo local como el ministro de Hacienda Enrique Uriburu (1931-1932) y el economista con proyec- ción internacional Raúl Prebisch, para motivar el aprovechamiento las oportu- nidades. Estas, eran enumeradas en los niveles reducidos de deuda pública, de presión impositiva, de déficits públicos nacionales y provinciales, de números de desocupados y otros como la capaci- dad exportadora, el superávit comercial y, en definitiva, la oportunidad de diver - sificación productiva. Realizando un recuento de todos estos puntos, Bungle concluía en que la Argentina no podía seguir dependiendo de altos precios de productos importables y bajos exporta - bles, y menos que debían cubrirse con oro ajeno (de operaciones financieras principalmente) los déficits comerciales y la falta de infraestructura interna. Ante esto, era necesario diversificar la produc - ción e incentivar el mercado financiero nacional. Puntualmente, Bunge explica - ba el proyecto de empréstito financiero para la consolidación de deuda flotante que diseñara y que también involucraba otros proyectos como la creación de un banco central, la conversión de la moneda nacional, una ley general de bancos, una reforma impositiva y otras medidas desti- nadas a incentivar la actividad económica. En definitiva, aunque Bunge proponía que

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no se emitiera más moneda que la que estuviera representada por oro en la Caja de Conversión y Redescuento, pedía que se autorizara al poder ejecutivo a emitir y vender en plaza títulos de pesos moneda nacional, entre otras medidas destinadas al fomento del mercado financiero local. Entradoslos años1930,enLa Argen-tina ante la bancarrota de la economía internacio - nal, Bungemostraba su escepticismo sobre el reanudamiento de las relaciones comer- ciales internacionales en sentido dinámico tras la Primera Guerra y la crisis de 1930. Era tanto así que el economista preveía el declive de las antiguas dinámicas de fines del siglo xix y principios del xx, sobre la base de la observación de «la muerte del gran comercio internacional de las manu- facturas» (p. 204). Por eso, consideraba que, sin descuidar la produccióndematerias pri- mas, que se mantendría en el tiempo, pero que en el mediano plazo debería articu- larse con los incentivos al incremento de población local, debía iniciarse una diversi- ficación productiva. Detrás deesta consigna Bungellamaba a prepararse para cualquier vuelta de un internacionalismo comercial que encontrara a la Argentina con recur- sos vacantes para una mejor inserción. También, en Hacia la independencia econó - mica (1942), Bunge observó en las vísperas de los años 40 una tendencia creciente hacia la producción local frente a la impor- tada queya superaba al final del período las tres cuartas partes del total, preanunciando una nueva época.

Las ideas de Bunge durante la primera mitad del siglo xx todavía siguen cobran- do importancia para las primeras décadas del siglo xxi. Las estructuras económi- cas de los países latinoamericanos aún muestran una alta vulnerabilidad a even- tos exógenos, principalmente a los ciclos de los precios de las materias primas, las tasas de interés internacionales y otros factores, como las alteraciones en la dis- ponibilidad de liquidez internacional. Por

eso, recuperar a pensadores como Bunge que, aunque en sus años formaron parte de las discusiones marginales dentro de las ideas establecidas, se torna una tarea intelectual imprescindible para buscar res- puestas en la actualidad. La iniciativa del Ministerio de Economía de la Argentina por recuperar a intelectuales de la historia del pensamiento económico se presenta, de esta manera, en una política pública elemental para promover la discusión eco- nómicanacional yregional. Especialmente para quienes creemos que, en ese orden, de integración amplia de las economías, pueden hallarse las claves para acabar con muchasde las desigualdades e injusticias a la que nos condena una estructura produc- tiva escasamente desarrollada.

NOTAS

1 Por ejemplo, pueden consultarse los volúmenes referentes a estos y otros pen- sadores en el sitio oficial del gobierno argentino publicados por el sello editorial Manuel Belgrano. https://www.argentina. gob.ar/economia/sello-manuel-belgrano

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