21
Revista Jurídica Crítica y Derecho
3(4), pp. 17-28
vulnerabilidad debido al confinamiento social. Es justamente ahí que, si se prohibió la
salida de los hogares, estos debían recibir ayuda contundente del estado, lo cual, no
se concretó, como es lógico, el alcance de la vida digna es un derecho de todos; “la
vida no sólo como un valor que debe ser respetado, sino también impulsado para
lograr una" digna calidad de vida." (Baldo, 1998, p. 40)
En tal sentido, la pertinencia del confinamiento social y su impacto no debe ser
valorada únicamente desde las estadísticas relacionadas con la disminución de
contagiados con el virus que sin duda es esencial, sino, de manera integral,
reconocimiento y valorando en qué aspectos sociales, económicos, educativos y otros
que se paralizaron con su aplicación. Asimismo, debe tenerse en cuenta las acciones
concretadas por los organismos gubernamentales para atender y apoyar con
solvencia y pertinencia a toda la población. No se trataba únicamente de encerrar a
las personas en sus hogares, había que mitigar los efectos de esta decisión; caso
contrario, se vulneran ampliamente los derechos constitucionales.
Téngase en cuenta que un elevado número de familias ecuatorianas dependen
del subempleo, y para estas, respetar y permanecer en estado de confinamiento
resultó prácticamente imposible. Lo cual, no es diferente para las personas
desempleadas. Nótese que, en el 2020 el desempleo bordeaba el 7% y el subempleo
el 24% de la población. En torno a esto, cabe preguntarse, de qué manera
sobrevivieron las familias del sector desempleado y subempleado, sin tener ingresos
económicos ni apoyo de los organismos estatales. Cabe señalar que, en tiempos
normales salen se dedican a actividades momentáneas (ventas informales) y pedir
ayuda a los transeúntes, lo cual, a pesar de no ser un adecuado medio para alcanzar
una vida digna, les permitía sobrevivir. Nótese que, en ecuador entre enero a marzo
del 2021, existían 476.202 personas en estado de desempleo. (INEN, 2021)
Durante el confinamiento, las personas tuvieron graves problemas emocionales,
los cuales, no se pueden revertir; esto hizo que en el Ecuador se incremente
significativamente los suicidios, se estima que hubo un aproximado de 900 suicidios
durante los primeros 10 meses de pandemia. Según el Observatorio Social de
Ecuador, citado por García-Cabezas (13-11-2020):
[E]ntre 2014 y 2019 se produjeron en el país 5.300 suicidios (entre dos y tres al
día). A ello se le suman los intentos, unos 20 por cada suicidio consumado. Hace
poco conocíamos que los casos de suicidio en Ecuador han aumentado desde el inicio
de la pandemia, siendo la región más afectada el departamento de Guayas, uno de
los que han sufrido más duramente la COVID-19. Se estima que durante los primeros
10 meses del año han ocurrido 977 suicidios, más de tres al día. Preocupan
especialmente los casos de personas jóvenes, incluso niños, niñas y adolescentes.
De hecho, el suicidio es la principal causa de muerte entre adolescentes en Ecuador.”
(párr. 3)
Los sistemas educativos, sin duda, están entre los más afectados por la
pandemia. El prolongado período de suspensión de las actividades educativas en los
distintos niveles, sin una adecuada información y atención por parte de las carteras
de Estado correspondientes, generó un estado de estrés en las familias, y
particularmente en los niños, niñas, adolescentes y estudiantes en general. La
respuesta de los organismos reguladores del sistema educativo fue lenta, por ende,
inoportuna. (Castillo y Yépez, 2021)
Como se sabe, el sistema educativo ecuatoriano no estaba preparado para
atender a los educandos en circunstancias adversas, y menos aún, en una
circunstancia tan compleja como es el caso de la pandemia de la COVID-19. Esta
situación es similar a tantos otros países del mundo. Sin embargo, hay que destacar