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Fabio Morandín / Laura Villanueva / Abelardo Romero / Esmeralda Santos
Hacia una fundamentación ético-normativa del sujeto de derecho
Por otra parte, decir que la moral no tiene referente alguno significa que su estatus
ontológico —posibilidad de existencia y percepción compartida— difiere del sentido o
sin sentido que se tiene regularmente de las cosas que hay en el mundo. Si se dice
que: “La manzana es verde” se trata de una oración que refiere al mundo de las cosas
que pueden verse, tocarse, olerse y, en este caso, comerse. La oración “La manzana
es verde” es verdadera en la medida en que exista una correspondencia entre lo que
describe la frase y el hecho de que, efectivamente, pueda observarse una fruta, que
sea pomácea, comestible y que sea del color que se indica (Tarski, 1969). No importa
el tipo del que se trate, podría ser granny smith o golden delicious, cual sea, siempre
y cuando sea manzana y sea verde.
Lo anterior no es un ejercicio estéril sobre la verdad por correspondencia
(Tarski, 1969) entre la manzana y la frase “la manzana verde”, ya que, la manzana
verde es idéntica así misma, esto es, si la manzana es verde y, por tanto, existe la
correspondencia entre la categorización del objeto, la fruta manzana y, la descripción
de una de sus características, como su color, se afirma, entonces y sin ningún
problema aparente, que el carácter de verdadero corresponde a la descripción
(Russell, 1910/2012). Ahora, ¿qué ocurre con otro tipo de aseveraciones en las que
se hacen juicios morales o un juicio de opinión que incluya las palabras “debería
de…”? Desde el planteamiento del problema sobre el tipo de pregunta específica en
la que se tiene una dicotomía entre juicio moral y juicio de opinión, surgen algunas
interrogantes subyacentes. Por ejemplo, si se refiere a un juicio de opinión, entonces,
se trata sólo de eso: el parecer, que, en su carácter lógico, tiene el mismo valor que
otra opinión, pero en sentido opuesto, y sin mayores pretensiones de alcanzar una
verdad evidente (Angioni, 2019).
En cambio, el debería tiene la aspiración de carácter normativo, que sugiere
actuar de cierta manera. Así, las frases que se refieren a la bondad y a la maldad de
los actos, más allá de las palabras, implican intenciones, voluntad (Morandín-
Ahuerma, 2017) e incluso pensamientos que presentan una característica, por no
hablar de cierta naturaleza, que en lo fundamental es distinta a la frase “La manzana
es verde”. “El aborto es inhumano” es una frase incomparable con otras frases que
denotan, lo que Wittgenstein (1921/2012) llamaría hecho atómico, Sachverhalt, que
se refiere a un estado de cosas que están ahí, que son tangibles e inteligibles.
Una solución fácil, pero insuficiente, ha sido acusar de que hay un
malentendido del lenguaje cuando se trata de poner en la misma categoría las frases
que se refieren al mundo físico y oraciones que se refieren a juicios morales (Moore,
1903/1993). Pero consideramos que esta solución se sale por la tangente del
problema ontológico, de lo que hay, y del problema epistémico, de lo que se puede
conocer.
Decir que pertenecen a categorías diferentes al tratar de darle atributos a la
moral que no pertenecen a este lenguaje, es suponer que es distinto del propio
lenguaje que se refiere al mundo porque se da un salto categorial (Moore, 1903/1993).
Por supuesto, no se puede abordar a la moral desde el punto de vista de lo físico, es
como querer encontrar en la experiencia sensible el número 3 abstracto (Quezada,
2017).
Por otra parte, los griegos solían hacer la clara distinción entre doxa, para
referirse a la opinión y epísteme para referirse al conocimiento científico (Demir,
2017). Por supuesto, algunas opiniones tienen mayor valor epistémico que otras, la
opinión de un especialista tiene mayor valor que la opinión de alguien que únicamente
tenga una ocurrencia sin conocimientos profundos sobre el tema. Muchas personas
tienden a compartir su opinión, con conocimiento o sin conocimiento. Y no