Desde los albores de la humanidad, hemos mirado al cielo y nos hemos preguntado qué lugar ocupa nuestra Tierra, qué hay más allá de nuestro sistema solar. Hemos avanzado tecnológicamente, se han crearon telescopios para explorar el universo, recoger señales de radio que vienen de las estrellas con la esperanza de hallar un mensaje de otra civilización, se busca vida microscópica en otros planetas, se construyeron naves para visitar la Luna, se estudia el origen del universo como se estudia el origen de la vida en la Tierra y tenemos una estación espacial permanente patrullando nuestro planeta. Pero aún tenemos mucho por descubrir o redescubrir en el mar que nos atrae con su sabiduría poderosa ya que fue allí donde comenzó la vida, un mar que estamos empeñados en contaminar con nuestras acciones irresponsables. Nuestros bosques que nos atraen, en los que nuestros ancestros vivieron en nidos construidos en los árboles o en cuevas para protegerse de las inclemencias del tiempo y de los predadores. Por último, las estrellas, que siguen apasionando a nuestras sociedades. Los fenómenos astronómicos han sido venerados desde la antigüedad como ritos, dioses y toda clase de esoterismo mezclado con fábulas y rituales, tanto como signo religioso como simbólico. Las cosas van cambiando, se habla con más libertad. Se reconoce que pueden existir otras realidades, evidentemente tenemos que estar abiertos a todas las posibilidades y tenemos el imperativo ético y moral de informar de nuestros descubrimientos, tener una mente abierta que rompa paradigmas, de allí que la ciencia abierta sí que es un objetivo, una meta y un camino, que además tiene detrás una voluntad política clara, el acceso universal a los resultados de investigación, tanto a las publicaciones como a los datos de investigación, así como la minería sobre estos (text and data mining), permitirán una reutilización eficaz de la información, el avance del conocimiento y un incremento en la innovación que es difícil de imaginar ahora. Son muchos los agentes implicados para provocar el cambio real hacia una ciencia realmente abierta. Por un lado, están los investigadores, pero también las editoriales, las bibliotecas e intermediarios de la ciencia, así como los agentes que financian esa investigación.
DOI: https://doi.org/10.29166/revfig.v15i1
Published: 2023-01-31