Anaxímenes (siglo V a.C.) pone el aire como el principio infinito, móvil, eterno, indeterminado o principio de todas las cosas del cual todo surge y al cual todo retorna, por medio de dos procesos físicos: rarefacción y condensación. Cuando el aire se rarifica se transforma en fuego, y cuando se condensa se convierte en viento, nubes, agua, tierra o piedras. El aire, esa combinación de gases en proporciones ligeramente variables (78,09% de nitrógeno, 20,95% de oxígeno, 0,93% de argón, 0,04% de dióxido de carbono y pequeñas cantidades de otros gases como el argón, kriptón, helio, xenón, neón) que constituye la atmósfera terrestre, que permanecen alrededor del planeta por acción de la fuerza de gravedad, es esencial para la vida en el planeta. Los romanos adoraban al aire, ya bajo el nombre de Júpiter a quien tomaban por el aire más puro o por el éter, ya bajo el nombre de Juno a la cual consideraban como el aire más denso que nos rodea, ya con el de Minerva, además de otras veces que solían hacer del aire una deidad particular a la que le daban por esposa la luna y por hija el rocío. El aire es vida, también mata, de allí nuestro compromiso desde la academia para fortalecer programas de conservación de nuestro medio ambiente, única organización, en la cual somos parte de un entramado complejo de sinergismo, que permite la vida. Aire, recurso natural inagotable. Todo lo que se mueve es capaz de generar energía cinética, la cual puede ser transformada en energía eléctrica, elemento que está en constante movimiento sobre la Tierra, por lo que aprovechar esta energía es completamente gratuito y lo mejor es que no contamina. Claro que no siempre está circulando en forma de viento, pero combinado con la energía solar, que también es inagotable, puede colmar las necesidades energéticas del planeta entero, sólo hay que tener los dispositivos necesarios para hacerla útil para los usos que la sociedad moderna requiere.
Publicado: 2017-12-07